En una de sus giras madrileñas el presidente Paulino Rivero ha declarado que no entiende cómo alguien puede no ser nacionalista. Yo la evaluaría como una declaración preocupante si desde la ventana de mi despacho no observara, cada noche, como es saqueado un contenedor de basura. Cada semana hay menos basura y más saqueadores. No me atrevo a preguntarles si son nacionalistas o maoístas, porque de su código gestual no se derivan angustias ideológicas demasiado acentuadas. Pienso que si un señor (o una señora) con cierta proyección pública profiriera reflexiones como “no entiendo como alguien puede no ser liberal” o “no comprendo, sinceramente, como todo el mundo no es socialdemócrata, neoconservador o leninista” la tentación de telefonear al frenopático más cercano seria irreprimible. Curiosamente con los nacionalistas no pasa eso. Los nacionalistas siempre suponen que todo el mundo debe ser nacionalista si es bien nacido, es decir, si nació precisamente aquí y no en Mongolia. Para los nacionalistas, en fin, todos somos nacionalistas, en acto o en potencia, y si no nos hemos descubierto como tales es a causa de alguna tara oculta, a menudo tan sórdida como vergonzosa, que nos impide reconocernos en el luminoso espejo de la identidad.
En cambio lo que resulta escandalosamente incomprensible es que CC y el PSC-PSOE hayan ejercido su mayoría parlamentaria para rechazar una humilde proposición de Nueva Canarias destinada a diseñar y poner en marcha urgentemente un plan de choque contra la pobreza y la exclusión social. Inútilmente el portavoz de NC, Román Rodríguez, recordó la atroz situación por la que atraviesan decenas de miles de familias isleñas: cerca de 300.000 desempleados, de los cuales más de un tercio ya no reciben ninguna prestación, y casi el 18% de los hogares del Archipiélago con todos sus miembros en el paro. Rodríguez podría haber sido más dramático. Podría haberse referido a la desnutrición de cientos de niños y ancianos, al aumento de la delincuencia callejera, al incremento de la mendicidad, al desbordamiento de las organizaciones no gubernamentales. La mayoría parlamentaria que sustenta al Gobierno regional no se inmutó y la propia consejera de Asuntos Sociales se ausentó del salón de plenos. No es que el Gobierno tenga un plan alternativo. Es que le tiene alergia a la realidad. Falta saber hasta cuando aguantará la realidad la alergia (por no hablar de otras patologías) que le provoca el Gobierno.