“No hay en la dignidad ruido ni desgarramiento, sino humildad y pudor”, escribió Cándido, uno de las más espléndidas prosas del periodismo español, en el último libro que le permitió la muerte. Una reflexión extraña en una coyuntura en la que la dignidad se ha convertido en un conjunto de coros y danzas, en un entusiástico ejercicio pauloviano: me dan un palo y segrego dignidad. Sin embargo, de las furibundas declaraciones de Juan Manuel García Ramos, presidente del PNC, sobre Coalición Canaria, cabe deducir que entiende que su minúsculo partido no ha sido herido en su dignidad, sino en su honor. Tampoco se me antoja muy extraño porque, como explica el propio Cándido, “la dignidad nace de la autocontemplación, el honor de la contemplación de los demás”.
Después de la demorada dimisión como senador de Miguel Zerolo, la dirección de CC debía elegir a su sustituto entre sus parlamentarios para los diez meses que restan antes de la disolución de las Cortes y las elecciones generales, y se optó por la designación de la diputada María del Mar Julios. García Ramos he elegido este momento para declararse calderonianamente ofendido. El filólogo esperaba que fuera elegido un diputado tinerfeño, lo que le hubiera llevado automáticamente a un escaño en el Parlamento de Canarias. He aquí la furia jupiterina de quien, en las últimas semanas, ha condenado una y otra vez la “deriva insularista” de CC, pero que se infarta cuando sus compañeros proponen y aprueban que la senadora sea una diputada de otra isla. García Ramos no ha podido reprimir su amarga decepción por lo que considera reiterados incumplimientos de Coalición Canaria que, asegura, le prometió, entre otras bagatelas, que el venerable José Miguel González dejaría su escaño para que el profesor pudiera incorporarse y proyectar su verbo florido y encalado en las paredes de la cámara regional. Lo más cómico del asunto es que tal compromiso no figura en ningún documento: fue un acuerdo, una conversación, una suposición mantenida entre Paulino Rivero y el propio García Ramos. Ha sido el presidente del Gobierno y de CC quien no ha cumplido en los últimos tres años y medio con la hipotética obligación contraída con el PNC, pero curiosamente García Ramos y sus adláteres votaron a favor de Paulino Rivero, y no de Fernando Clavijo, en el Consejo Político Nacional de Coalición Canaria del pasado septiembre. Un aval concienzudo y entusiasta a un Rivero al que solo interesó incorporar a un capitidisminuido PNC a los órganos de dirección de CC para utilizarlos – con su conocimiento y anuencia – como valet de chambre y garantía de respaldo irrestricto.
Quizás Juan Manuel García Ramos teme que el fin del paulinato supondrá la irrelevancia definitiva e irrecuperable del PNC, pero se confunde, como siempre le ocurre cuando no se trata de novelas latinoamericanas. Hace ya muchos años él mismo redujo a ese partido, sin miramientos ni pudor, a una flor ajada para lucirla en el ojal. Y en el curriculum de premios, honores y distinciones.