En sus textos teóricos Arcadi Espada ha diferenciado siempre entre acontecimiento y hecho en el ámbito del periodismo como agente destructor de lo real. Porque el periodismo ni reproduce la realidad ni la construye: la destruye para articular los pedazos y hacerla supuestamente comprensible. Así entendido, la destrucción de lo real puede ser planteada como una destrucción del hecho a manos del acontecimiento. “Esta destrucción”, comenta Espada, “es una de las características más desmoralizadoras del periodismo contemporáneo, el núcleo mismo de su crisis”. El maestro lo ejemplifica con un caso que conoció bien y al que dedicó uno de sus textos más lúcidos: el Raval. El acontecimiento mediático más importante del verano de 1997 fue el descubrimiento de una red de pederastia en ese deprimido, mortificado barrio barcelonés. Ese fue el acontecimiento; el hecho fue que la red no existía ni había existido nunca.
Los acontecimientos mediáticos sustituyen a los hechos. El pasado temporal de viento y lluvia que azotó a la mayoría de las islas, por ejemplo, fue un acontecimiento en toda regla. Desde luego, el temporal existió y causó perjuicios obvios, pero solo fue un temporal de 48 horas, no el ensayo del Día del Juicio Final que cabría deducir de titulares agoreros, interminables horas de emisión, infinitas entrevistas insulsas, adjetivos colosalistas, colegios y universidades cerrados a cal y canto y decenas de videos y fotos falsas circulando estremecedoramente por gofioesfera. El temporal es, en todo caso, un ejemplo menor, pero que sirve igualmente para entender que el público juega un papel fundamental para que un acontecimiento mediático consiga madurar. Alguien tiene que seguirlo, asentir, estremecerse con el acontecimiento y, a fin y al cabo, pagar por él.
Los acontecimientos han terminado por colonizar casi completamente el territorio de los hechos. Los hechos terminan por ser molestos, y no solo por razones de control político o ideológico, como sostienen los más ingenuos. Los acontecimientos, entre otras características, son periodísticamente más baratos que los hechos, se trate de corrupción política, desahucios, procesos y sentencias judiciales, desnutrición infantil o acuerdos políticos para poner a Canarias – un soberbio acontecimiento – por encima d etodo.