Alfonso González Jerez

La esperanza posible

1.Syriza no es un partido de inspiración comunista ni su programa político es de naturaleza revolucionaria. Syriza ha moderado su discurso y su oferta electoral para centrarla en tres objetivos básicos que se entienden como urgentes e interconectados: la renegociación de la deuda pública griega, que incluye tanto negociaciones con la UE como un reparto interior de los sacrificios económicos más equilibrado entre sectores sociales y empresariales; el desarrollo de un conjunto de políticas sociales y asistenciales para aliviar (al menos) la pobreza y la indefensión de las clases medias y trabajadoras de Grecia; y la reforma modernizadora y democratizadora  de un Estado decrépito y destartalado que ha padecido el dominio de una oligarquía política progresivamente incapaz y unas administraciones públicas ineficientes, manirrotas y con un alto nivel de corrupción.
2. La renegociación de la deuda es lo primero. La decisión de Alexis Tsipras y sus compañeros de optar por ANEL – un partido nacionalista de centroderecha, desgajado de Nueva Democracia – como socio parlamentario señala que para Syriza la prioridad en el primer tramo de legislatura resulta llegar a un acuerdo pragmático con la troika (la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional) sobre la reestructuración de la deuda, obliterando asuntos tan importantes como el diseño de una reforma fiscal estructural, las relaciones entre Iglesia y Estado, o los cambios en el modelo político-institucional de la República. Por sus declaraciones preelectorales, Yanis Varoufakis, el inminente ministro de Finanzas, indicó que en las primeras reuniones (Eurogrupo, Ecofin, Consejo Europeo) exigirán un plan de choque contra la miseria que afecta a cientos de miles de griegos (“no toleraremos que nuestra gente siga pasando frío y hambre”) y una propuesta para emitir nueva deuda ligada rígidamente al crecimiento del PIB nominal en los próximos años: sin un crecimiento económico sostenido – y la deuda es una losa aterradora sobre cualquier conato de crecimiento – la deuda griega con el exterior es literalmente impagable y los rescates crónicamente inevitables.
3. La victoria electoral de Syriza representa que la democracia sigue viva en una Europa que institucionalmente insiste en identificar el sentido común con una política económica y fiscal incuestionable que debe aplicarse con independencia de sus brutales costes sociales, impropios de (cuando no incompatibles con) una democracia avanzada. Syriza no es el principio del fin de la Europa institucional, de la democracia liberal ni del capitalismo globalizado. Ni se puede hacer lo que se quiera, como si el voluntarismo pudiera sustituir a la economía,  ni tampoco lo que ocurre en el Sur de Europa es fatalmente inevitable. El gobierno de Syriza representa siquiera una oportunidad para abrir un proceso de corrección estratégica de una UE inmersa en una antinomia intolerable entre salud democrática y supervivencia económica.

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Más (aunque peor) de lo mismo

Para dejar totalmente claro que la renovación del REF –  y solo en su parte fiscal – es una fritanga preparada entre gobiernos y manguitos, como si se tratara de una merienda ocasional,  la misma no se debatió realmente en las Cortes, sino que fue aprobado a través de un decreto ley rubricado por don Mariano Rajoy. Ningún debate mínimamente riguroso, ninguna posibilidad de introducir enmiendas, ningún molesto parlamentarismo por medio. Resultó particularmente penosa la intervención de la diputada socialista Patricia Hernández, quien además de evidenciar una ignorancia intachable sobre lo que estaba hablando, cinceló joyas como “nuestras aspiraciones, se los digo desde ya, irán encaminadas a conseguir una sociedad más igual (sic), más formada, más desarrollada”. Podía estar hablando de la fiscalidad canaria o de los anhelos irrenunciables de una comuna de mormones. Se los digo desde ya. Naderías dotadas de una enérgica determinación. Lo gracioso es demandar un REF más social cuando el PSC-PSOE – con la intervención activa del señor Hernández Spínola en sus devaneos con González Ortiz – han aprobado, por ejemplo, la transformación de la Reserva de Inversiones en un instrumento absolutamente ajeno a sus propósitos originarios, porque desde el pasado día 1 los empresarios que se acojan a la RIC no estarán necesariamente obligados a invertir. La reforma normativa les permite meter las perras en productos financieros que podrán ser utilizados por terceras personas para invertir en el Archipiélago sin informar a nadie sobre la naturaleza y localización de sus proyectos empresariales. Esta financiarización de la Reserva de Inversiones representa la estocada final a cualquier legitimación social que pudiera conservar en sus orígenes y consagra a los empresarios de mediano tonelaje como los únicos usufructurarios de la bicoca.
José Segura – que conoce muy bien el REF y que junto a Augusto Brito y otros dirigentes socialista participó en la reforma normativa del 93 – ha enfatizado que la modificación el Régimen Económico y Fiscal se debió desarrollar en una estrategia política más participativa que estaba obligada a completarse con una reforma del Estatuto de Autonomía para brindar jurídicamente unos fueros isleños ajustados a la propia evolución de la UE.

El Real Decreto convalidado por la Cámara Baja no supone, por tanto, ningún trampolín para la diversificación e internacionalización de la economía canaria, pero sí ofrece cierta utilidad operativa para que las élites políticas que controlan la Comunidad autonómica sigan manteniendo una capacidad de influencia social que es condición necesaria para su autorreproducción, así como para la continuidad de un pool empresarial privilegiado en magníficas relaciones – aunque a veces conflictivas — con los primeros. ¿Y Soria? José Manuel Soria, simplemente, ya está en campaña.

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La evaporación del REF

El Régimen Económico y Fiscal de Canarias se evapora como un charco en el largo verano de la indiferencia de las élites políticas y empresariales isleñas. La reforma del REF en una coyuntura tan crítica como la de los últimos seis martirizantes años debió consumir debates, análisis, pronunciamientos, deliberaciones y propuestas, pero si usted, caro lector, repasara los espacios dedicados en los periódicos o las horas ocupadas en cadenas de radio y televisión se llevaría una sorpresa. La prensa del tardofranquismo se ocupó más del REF de los setenta que lo que lo hemos hecho nosotros, por no hablar de la tinta y las discusiones consumidas por la incorporación de Canarias al Mercado Común (después Unión Europea) y por la reforma de 1993. Una catástrofe silenciosa y de baja intensidad política y mediática que desenmascara el estado de emergencia de un país estratégicamente desarbolado. En realidad la banalizacion política y técnica del REF supone un síntoma más de esta crisis estructural que ha patentizado las insuficiencias, contradicciones y disfunciones de un sistema autonómico cuya utilidad institucional y social parece cada vez más marginal. La pésima gestión de las negociaciones que ha desarrollado el consejero de Economía y Hacienda, Javier González Ortiz,  ha llevado a que la discusiones de la parte económica del REF se retrase nada menos que hasta 2016 y se realice, asombrosamente, que en el seno del Consejo de Política Fiscal y Financiera, lo que legitima los temores de analistas como Antonio González Viéitez, para quien el Régimen Económico y Fiscal podría quedar devaluado a una suerte de Plan de Desarrollo Económico supuestamente garantizado por un compromiso de gasto plurianual. Tres añitos como mucho. Lo que dure (como un problemático unicornio) el Marco Presupuestario de la UE 2014-2020.

La reforma del REF no era solo inevitable, sino también necesaria. Pero no se han hecho los deberes que corresponden a una sociedad democrática madura que cuenta con una sociedad civil articulada, dinámica y exigente. Probablemente porque no lo somos. Y quizás ese mismo – defectos de diseño institucional al margen – explique que el REF, y en especial sus instrumentos fiscales, haya resultado un fracaso. Entre 1993 y 2013 apenas se contabilizan 7.700 millones de euros de  inversión directa extranjera en Canarias, lo que representa un 0,75% de la inyectada en España en el mismo periodo. Más de un tercio se invirtió en la construcción de hoteles, servicios turísticos y negocios inmobiliarios. Pero ni el Gobierno regional ni las élites empresariales han querido o podido subsanar esta situación. Han optado por la vía más fácil y descansada: sacrificar herramientas fiscales y planificación estratégica a la rebatiña de una negociación pesetera. Lo pagaremos muy caro.

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Una oportunidad murguera

No creo que nadie haya pretendido censurar la letra de la murga Ni Fu Ni Fa. Entre otras cosas porque no es posible hacerlo. Ha ocurrido lo que debió ocurrir hace bastantes años gracias a la dignidad y sensatez del concejal Tino Guzmán: el repudio público contra expresiones de homofobia que son, sencillamente, indefendibles. Recuerdo que hace mucho tiempo critiqué a una murga chicharrera al respecto de esa cansina y estúpida obsesión por insultar a los habitantes de Las Palmas y a los homosexuales que, en sus momentos más creativos, encontraba siempre la rima entre canarión y maricón. La murga en cuestión  — les aseguro que no recuerdo ya cuál era – respondió al año siguiente que seguirían cantando lo mismo y que me fuera al carajo. Sinceramente no creo que me entendieran. Nadie pretendía prohibirles nada – y menos un humilde juntaletras – pero no estaban dispuestos a tolerar ninguna crítica. Se trata de una actitud prácticamente universal en el mundo murguero. Las murgas se reservan el derecho a la crítica, y si hay que hacer a una murga picadillo, tan noble tarea está asignada exclusivamente a otra murga, canibalismo entre payasos enfadados que practican de vez en cuando con un entusiasmo prodigioso. Parafraseando una sentencia de Woody Allen sobre la mafia, las murgas no son en ningún momento peligrosas, porque solo se matan entre sí, poniéndose a parir ferozmente, sustrayéndose directores o  traficando con la media docena de letristas que sazonan su particular ingenio a tanto la pieza.

Las murgas disfrutan desde hace lustros de un estatuto institucional perfectamente establecido y que los propios murgueros defienden con celo. Una murga histórica no es menos institucional que el Consejo Consultivo de Canarias, para hablar de una agrupación cuyos dictámenes también suelen dar risa. Cuentas con sus propios locales de ensayo y confraternización, perciben subvenciones y despliegan rituales bien codificados, entre los cuales no es el menos relevante las visitas que, en vísperas carnavaleras, les rinden obedientemente políticos del gobierno y de la oposición, que a cambio de recibir algunos dardos inofensivos, posan ante las cámaras improvisando sonrisas, meneando las caderas con el frenético ritmo de un koala y tocando pitos estruendosamente. Los murgueros disponen de su propio catálogo de convicciones, y una de las más sagradas es que son la voz del pueblo, una hilarante enormidad que se han arrogado porque, al parecer, ya no basta con divertirse en las esquinas del carnaval y les urge representar el volkgeist del Chicharro para legitimarse. La decisión de la Ni Fu Ni Fa de retirar esa letra homófoba y ramplona no solo es correcta, sino que abre una oportunidad a que las murgas reflexionen sobre sí mismas, abandonen cualquier manía de trascendencia y recuperen su sencilla y excelsa justificación primigenia: divertir y divertirse en carnaval.

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Cierra el Savoy

Cuando Ernie nos dijo anoche que era la última vez que nos servía una copa en el Savoy algunos creímos que se había sacado la lotería, pero no era la tristeza de Ernie la que cerraba, sino el propio club. Extrañamente nadie pareció demasiado afectado; yo mismo, después de un fugaz respingo, me limité a sumergirme en el whisky con una extraña sensación de euforia, como Paulino Rivero se ha sumergido en el mar para impedir que mane petróleo. “Yo creo, muchacho”, me dijo Ernie sonriendo tan amablemente como en una rueda de reconocimiento, “que nada se parece tanto a una fiesta como cerrar un club imaginario: lo recordarás mientras vivas”.  Tonino Fiore, que estaba al lado, intentando tragar la comida del local  — ya se sabe que la comida del Savoy solo mejora si la vomitas —  farfulló que de todas formas no le importaría tatuarle un balazo en la cabeza al responsable del cierre. Clausurar el club precisamente esa noche, cuando, después de tantos años, tenía donde volver cuando se evaporara la madrugada, una chica que había descubierto la vibrante ternura de sus bíceps al arrancarle el vestido, se le antojaba a Tonino una putada.

En el fondo, entre la humareda de los cigarrillos, se oyó la voz del bueno de Chester Newman, suave como el ruido de una rata huyendo de una alcantarilla, que explicó que le tocaba emborronar una necrológica en el Clarion y solicitó que le pusieran otra botella, a ver si se intensificaba la agonía de su estómago y conseguía la empatía suficiente con el muerto para que en lugar de una hagiografía no le saliera un exorcismo. Había fallecido, para colmo, un periodista, y Newman consideraba la necrológica de un periodista sobre otro una masturbación mutua  en la que era más difícil conseguir un orgasmo feliz que en el dormitorio de Al Capone. Newman explicó que el periodista era gallego, pero ninguno de los presentes supo situar con alguna exactitud a Galicia en el mapa. Larry, el camarero, que no limpiaba los vasos porque lo consideraba una intromisión grosera en la intimidad de los parroquianos, opinó que Galicia quedaba a unas doscientas millas al este de Detroit. Es posible. En el Savoy todo era posible aunque casi nunca ocurría nada. El Savoy es un pantano de quietud mineral, alcohol mortífero y cansancio interminable  donde desembocan todos los fracasos que  acaso no consintieron ser vividos, pero que siempre merecieron ser contados. A la salida, cuando el sol nos deslumbró como a vampiros desdentados, le pregunté a Ernie si conocía a José Luis Alvite. “Muchacho”, me dijo, “como suele ocurrir en estos casos, yo lo conocía mejor que él a mí”. El Savoy había cerrado, y lo peor es que a estas horas del siglo ya no queda ningún sitio abierto hasta el amanecer de los hombres y las palabras.

 

 

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