Alfonso González Jerez

Estévanez, ese terroriffta

No deberían tolerarse las quejas por los resultados del llamado debate sobre la nacionalidad que se celebra anualmente en el Parlamento de Canarias. Bueno, podrían admitirse cinco minutos de llanto a los periodistas asistentes y un par de insultos por lo bajines a los funcionarios de la Cámara, pero los demás ya están advertidos y nadie les manda meterse en ese catafalco político e intelectual de ridículo y oro. Exigirles a sus señorías un diagnóstico cabal de lo que ocurre en estas islas es un absurdo: como pedirle al CD Tenerife una explicación solvente por su penosa situación en la tabla clasificatoria. Y todavía los jugadores del Tenerife tienen (o tendrían) que correr y al entrenador no le han pillado ni durmiendo ni twiteando durante los partidos. Sus señorías están para defender grotescamente al Gobierno y su presidente o para achacarle al presidente y a su Gobierno que este último año no ha llovido lo suficiente o no ha llovido demasiado. ¿Propuestas? Pues se los acabo de decir. Que continúe este Gobierno o que se vaya este Gobierno. Que se exilie Paulino Rivero a Ulam Bator, autorizándole incluir en la maleta una cabra machorra, o que Paulino Rivero continúe al frente de nuestros destinos hasta que las chácaras críen pelo. ¿No le parece bastante?
Existen regocijantes matices. El presidente, por ejemplo, habla sin papeles. Le encanta. En el Congreso de los Diputados le envidiaba esta prodigiosa magia verbal a José Carlos Mauricio, que ha discurseado y conducido sin papeles toda la vida. Desde hace tres años, como es presidente, Rivero se ha autorizado a sí mismo para practicarla. Hablar sin un discurso escrito se entiende, en la tradición de la retórica política española, en el castelarismo todavía vivo y letal, como el desideratum del talento discursivo de un líder. En Gran Bretaña, en cambio, Churchill lo llevaba escrito todo pero, especialmente, las improvisaciones. Claro que Rivero (por decirlo suavemente) no es Churchill. Y se refugia en una caverna entre guanchinesca y platónica, entremezclando abstracciones, ocurrencias y profecías, proyectando una sombra de campesino honrado que sabe que cuando más oscura es la madrugada más pronto saldrá el sol. Cuando salga el sol comprobaremos como la granja se ha reducido a un solar destartalado, pero eso será pasado mañana. Soria intenta parecer incluso amable, para simular que se está gobernando con los presupuestos que frangolló entre torpezas innumerables, y nadie, amablemente, se lo recuerda. Y Manuel Marcos se vuelca en una crítica tan enérgica, brillante y animada que podría dejar parapléjicos a todos los Enanos Danzarines de La Palma.
Nota bene: una pedantería de atrevido ignorantón. Como Rivero dijo que prefería Nicolás Estévanez que a Pérez Galdós, Soria replicó que el primero había sido el autor intelectual de un atentado contra Don Alfonso XIII. Estévanez, ese peligroso terroriffta, vino a cloquear Soria. Por cierto, don Benito lideró con Pablo Iglesias la conjunción electoral entre socialistas y republicanos en 1909, y salió diputado por la misma. Que lo investiguen. Igual Galdós estuvo implicado en los atentados del 11-M. Seguro que no se le ha escapado a Antonio Alarcó.

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Sucesión herreña

Inicialmente el anuncio de Tomás Padrón, fundador y líder de la Agrupación Herreña Independiente, de liquidar su biografía política no es una señal inequívoca de que su partido vaya a abandonar Coalición Canaria. Más bien se le antoja a uno lo contrario: el señor Padrón ha anunciado que no se presentará en ninguna lista en las próximas elecciones porque las principales figuras de AHI no están demasiado dispuestas a abandonar CC antes de los comicios autonómicos y locales de mayo. Conviene no olvidar que don Tomás Padrón se debe, en primerísimo lugar, a su propia parroquia – esa es la clave de su éxito, la explicación de su supervivencia, la naturaleza de su talante político – y que no toma ninguna decisión importante para epatar a públicos y teatros de otras islas.
No. Para Padrón lo prioritario era y es que no se produzca una noche de cuchillos largos en AHI. Si hubiera anunciado su retirada hace seis meses las broncas intestinas podrían haber llegado a ser incontrolables; si se presentara de nuevo a las elecciones, se le hubiera presionado para continuar hasta el 2015, con más de setenta años a las espaldas. Mientras conserva la autoritas moral en el partido – un partido fuertemente asambleario y en el que las relaciones personales son fundamentales – puede influir considerablemente en una sucesión que, en cualquier caso, nunca podrá trasmitir automáticamente un carisma fogueado en tres décadas de liderazgo hiperactivo. Se menciona mucho a Belén Allende, pero esta insistencia se debe, sobre todo, a la fotogénica posición de la diputada regional y al escaso conocimiento periodístico de AHÍ. Y lo importante en el ecosistema del poder herreño no es quien hable desde Teobaldo Power, sino quien ostente la Presidencia del Cabildo Insular en junio: Javier Morales, actual vicepresidente y excomisario de Acción Exterior, o Cándido Padrón, viceconsejero de Medio Ambiente del Gobierno autonómico.
Por supuesto que Tomás Padrón está muy cabreado con Paulino Rivero. Quizás incluso más de lo que Paulino Rivero se merece. Porque Padrón entiende que Rivero es un presidente que recorre cotidianamente Canarias de punta a punta, pero que lo hace encapsulado en su condición presidencial, sin discutir los asuntos estratégicos (como lo hacían Manuel Hermoso y Adán Martín) con los presidentes cabildicios, es decir, con los auténticos menceyes de CC. Y no renuncia a mandar a CC al diablo. Ahora tiene otro argumento. No lo haría por sí mismo. Lo haría por AHI y El Hierro.

(*) Antepenúltima hora: frente a los citados, el nombre que más apoyos concita entre cuadros y militancia de AHI, sobre todo a la hora de desactivar la candidatura de Belén Allende, es el de Javier Armas, vicepresidente y consejero de Economía y Hacienda del Cabildo de El Hierro).

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Campaña desmañada para un futuro negro

La precampaña electoral casi no existe y se la estamos haciendo los medios de comunicación, con una rutinaria desgana, a los candidatos en los comicios municipales y autonómicos del próximo mayo. Se trata de una paradoja digna de análisis: Canarias vive su peor situación social y económica de los últimos cuarenta años y, sin embargo, la decisión democrática sobre los responsables de sus órganos de representación política y de la gestión pública para los próximos cuatro años provoca un interés harto limitado entre los ciudadanos. Y por eso mismo – para no fracasar estruendosamente en la ciénaga de la indiferencia ni exacerbar la irritación ambiental – los partidos y dirigentes políticos han optado por una campaña minimalista. Los mítines casi han sido desterrados como antigüallas decimonónicas y se opta claramente por acciones electorales en ámbitos delimitados, controlables y relativamente baratos: encuentros con militantes y simpatizantes, desayunos con directivos de periódicos y emisoras radiofónicas y televisivas, plúmbeas entrevistas a doble página, visitas a organizaciones, entidades o asociaciones de vecinos con cámaras y servicio de seguridad presentes…
Mejor no mencionar el uso de Internet y de las redes sociales por parte de los partidos políticos canarios. Sus responsables siguen creyendo que se trata de meros soportes tecnológicos y no reparan en que la rentabilidad comunicacional de los mismos reclama una nueva sintaxis, un estilo de participación ajeno a cualquier estructura vertical y unas destrezas narrativas propias y exclusivas. El marketing político tiene sus propias reglas en las redes sociales. Nada más contraproducente que repetir incisamente un eslogan por el twiter. Pues lo hacen. Claro que no cabe esperar nada mejor de unas organizaciones políticas que aun se resisten a entrar con naturalidad en una cultura comunicacional ya añeja, como es la televisiva. Ni un solo debate televisivo en lontananza con los candidatos a los ayuntamientos de Las Palmas de Gran Canaria y Santa Cruz de Tenerife, por ejemplo. Recuerdo que Ricardo Melchior se negó a debatir en televisión con el conservador Antonio Alarcó y la socialista Patricia Hernández en las elecciones generales de 2008. Perdió el escaño en el Senado. Y Melchior, un avezado político con veinticinco años de carrera a las espaldas, no ha sido el único. En el colmo de la torpeza, alguien ha vendido en estas elecciones una vieja estratagema: repetirle a los electores que el candidato es idéntico a ellos mismos. El candidato socialista al ayuntamiento de La Laguna, Gustavo Matos, posa en un cartel, derrumbado más que sentado en una silla, con camiseta y vaqueros, junto a un eslogan sorprendente: “Yo tampoco creo en los políticos”. La consecuencia fulminante que extrae el ciudadano es que Matos – que lleva ocho años como concejal – no cree en sí mismo ni en su partido. Algo similar ocurre con Coalición Canaria, cuyos candidatos nos vienen a decir, más o menos, que son como nosotros. Los electores, por supuesto, se irritan sobremanera, porque el objetivo está en que los ciudadanos se identifiquen con los candidatos a través de una panoplia de recursos establecidos convencionalmente en cualquier manual de campaña, y no que los candidatos se identifiquen con los electores, quienes vuelven a comprobar así su posición meramente pasiva – en todo caso lo es – como receptores de un mensaje. Obsérvese que, por lo demás, esta estrategia de seducción del votante prescinde completamente de cualquier compromiso, por tenue y evanescente que sea, con un programa, una acción, una prioridad en concreto. Probablemente porque los grandes partidos intuyen que cualquier compromiso programático no obtendría ninguna credibilidad entre los ciudadanos atormentados por la crisis económica, el desempleo y la creciente ineficiencia de los servicios sociales y asistenciales.
En un panorama como el descrito, caracterizado por el escepticismo ciudadano, el desprestigio de los partidos y la desafección al sistema político, las encuestas electorales – que antaño podrían actuar como revulsivo en el comportamiento de los votantes – despiertan un interés muy restringido. Por el momento han circulado varias en corrillos políticos y periodísticos, pero en los medios de comunicación solo se ha publicado la del Instituto Perfiles. Técnicamente no es una mala encuesta, aunque alguno de sus resultados parezcan sorprendentes y es difícil que se mantengan en el tiempo. En todo caso una encuesta – y eso le cuesta admitirlo tanto a los que salen triunfantes como a los que salen desbaratados en las mismas – no es una profecía. Y lo que puede aventurarse es que no se producirá un seísmo político que arroje un resultado extraordinario en la configuración del próximo Parlamento. Las tres principales fuerzas del establishment político canario (CC, Partido Popular y PSC-PSOE) van a distribuirse de manera asombrosamente equitativa los escaños, amén de la irrupción de la impía alianza entre Nueva Canarias y el PIL, que podría deparar dos o tres diputados. Y esto será así gracias a nuestro talibanesco sistema electoral, con sus intolerables topes insulares y regionales, y por la escasa mutación que ha registrado el comportamiento de los electores en los municipios del Archipiélago: el control de las mayorías municipales aventura tanto el mantenimiento de Coalición Canaria en la circunscripción de Tenerife como la necesariamente modesta subida que experimentará el PP, mayoritariamente a costa, en cualquier caso, de los socialistas. La muy limitada incardinación del Partido Popular en el mapa municipal de la mayoría de las islas es una de las razones fundamentales que le impide una y otra vez obtener un gran triunfo electoral en los comicios autonómicos.
La impredecibilidad en las elecciones autonómicas no se encuentra, pues, en los resultados cuantitativos, sino en la combinatoria de alianzas que puede abrirse, en especial en el caso de que CC se ve arrastrada a la tercera posición electoral. En la dirección coalicionera no se ha estudiado este escenario hipotético ni se ha debatido sobre el mismo, pero las dos principales fuerzas de la federación nacionalista, AM y API, lo tienen meridianamente claro: aceptaran la Vicepresidencia y un Gobierno con una amplia presencia coalicionera en la que disfrutarán la parte del león. Ni el PP ni el PSC renuncian, tampoco, a aprovechar el paisaje postelectoral para intentar, a través de una oferta irrechazable, desarticular Coalición Canaria, ofreciendo la púrpura presidencial a alguien que no sea Paulino Rivero. Pero todo esto, que puede y quizás deba ser material de titulares, fotografías y columnas, se las trae al pairo a los ciudadanos. Los mismos que, en estos últimos tres años, han comprobado la absoluta incapacidad de las tres grandes fuerzas políticas en alcanzar una unidad básica frente a la peor crisis que ha padecido Canarias en las últimas generaciones. Los dirigentes y los aparatos de los grandes partidos de la Comunidad autonómica siguen actuando como si no tuvieran que variar sus comportamientos politiqueros, sus cálculos tartufos, sus minués declarativos y sus fulanismos escandalosos por minucias como la destrucción de cientos de empresas canarias anualmente, las tasas de desempleo del 30%, la ruina de las administraciones públicas, la erosión acelerada de la cohesión social y la degradación irrefrenable de los sistemas públicos de educación y sanidad. El escandaloso retraso en soldar un consenso básico en la reforma del REF para remitirla velozmente a las Cortes, con el peligro evidente de que no pueda aprobarse antes de fin de año, es solo un botón de muestra entre otros muchos indicios de que la élite del poder político en Canarias – al frente de las instituciones públicas o en la oposición — está ganándose a pulso un descrédito del que se creen a salvo. Y ellos quizás lo estén. Pero la sociedad canaria, las familias depauperadas y la futura viabilidad política y económica de este país, no.

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Juan Tomas Ávila

He respirado con alivio: Juan Tomás Ávila Laurel anunció hace pocas horas que abandonaba la huelga de hambre que mantenía, desde la semana pasada, contra la dictadura de Teodoro Obiang en Guinea Ecuatorial. Conocí personalmente a Juan Tomás Ávila Laurel en el Salón Internacional del Libro Africano que se celebró el pasado septiembre en Puerto de la Cruz. Antes lo había leído: un escritor de cuarenta y pocos años que practica una prosa arborescente en la que se posan negros pájaros de amargura y cacatúas jocosas que te arrastran hasta la risa y, a veces, la carcajada. En novelas como Nadie tiene buena fama en este país, Avión de ricos, ladrón de cerdos o Arde el monte de noche encuentras páginas de estremecido horror o brochazos de un humor absurdo y desquiciante. Aunque viaja con cierta frecuencia Ávila Laurel vive habitualmente en Malabo, y allá, en su humilde casa, es incapaz de callar la boca ante el despotismo feroz, el robo sistemático y la profunda miseria moral que caracterizan al régimen dictatorial de Obiang, una bestezuela repulsiva. Mantiene abierto un blog y ha escrito libros como El derecho de pernada, que desnuda la realidad política guineana con un desparpajo asombroso y desde un burbujeante escepticismo que no le invita al silencio. De manera que lo primero que le pregunté fue muy sencillo:
–¿Cómo es que estás vivo?
–Bueno, no sé. Escribo y digo lo que tengo que escribir y decir. No sé – se encogió de hombros, como si la cosa no fuera con él-. Pregúntale a la policía.
Ávila Laurel no se inviste de ninguna autoridad intelectual ni se considera la cariátide moral de ningún movimiento de protesta. Simplemente toma la palabra como un guineano asqueado por la mascarada grotesca de una dictadura empecinada en destrozar el país y que reclama su derecho a la ciudadanía, a la mayoría de edad política, a una vida digna de ser vivida.
–¿Cómo no vas a contar lo que ves y lo que escuchas cada día? Es una estupidez. ¿Cómo voy a hablar de lo que sucede en otras partes y no contar lo que ocurre en Guinea? Yo no puedo. Lo que puedan hacerme es minúsculo comparado con lo que nos hacen a los guineanos todos los días, desde que sale el sol hasta que se opone.
Juan Tomás ha dejado la huelga de hambre, pero no se estará quieto. Ni callado. En ese hombre de hablar atropellado, espontáneo e hilarante, como en otros muchos millones de todo el continente, y no solo en Angel, en Egipto o en Libia, está una parte incandescente de la esperanza en el futuro de África.

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Un Parlamento en ridículo

No deben pasarse por alto las ocasiones en las que toda una institución queda palmariamente en ridículo. Son muy ilustrativas: un súbito e involuntario strip-tease en la que, por un momento, se queda en bolas, y el espectáculo de su desvergüenza no resulta precisamente estimulante. El Parlamento de Canarias aprobó anteayer por unanimidad una proposición no de ley para que Blas Cabrera sea el protagonista del Día de las Letras Canarias, floripóndica efemérides institucional sin mayor interés público ni utilidad sociocultural pero que, al menos, hasta el presente siempre ha destacado la figura de un escritor isleño. Ocurre, sin embargo, que el doctor Blas Cabrera Felipe, un conejero que murió exiliado en México, es una de las grandes figuras de la física europea de la primera mitad del siglo XX, pero jamás escribió un cuento, una novela, un poema o una obra de teatro. El doctor Cabrera tuvo sus días, era canario y quizás en alguna ocasión le protestaron una letra, pero supone una estupidez indescriptible proponerlo solemnemente como escritor al que rendir homenaje, porque no lo era.
En el Parlamento de Canarias, como en cualquier asamblea legislativa, se suelen presentar proposiciones inútiles, contradictorias, tramposas, bucaneras, escenográficas o simplemente imbéciles. Lo grave es que, en esta ocasión, la imbecilidad ha obtenido el respaldo unánime de todas sus señorías. Lo grave es que tan ocurrente necedad ha conseguido la enternecida bendición de una ignorancia universal e indistinguible. Porque ha quedado perfectamente patente que ni uno solo de los diputados guardaba la más modesta información sobre la persona y la obra de Blas Cabrera ni coligió que la propuesta carecía de sentido histórico, de sentido literario e, incluso, de sentido común. Los parlamentarios han demostrado fehacientemente su ignorancia despepitada, su indiferencia bostezante hacia nuestro patrimonio literario, su militante incapacidad de discernimiento. Si Calígula nombró cónsul a un caballo, ¿por qué no puede el Parlamento de Canarias convertir a un físico, al mayor científico nacido en este país, en un novelista, un poeta o un comediógrafo, con una simple proposición no de ley? Para la posteridad de este momento tan iluminador sobre la catadura intelectual de nuestros representantes quedará que la PNL fue presentada por el diputado Sigfrid Soria quien antes, por supuesto, fusiló la wikipedia respetando escrupulosamente las reglas del analfabeto, es decir, sin entender una línea.

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