Alfonso González Jerez

Una guerrita cultural

Algunos se preguntan por qué el presidente Ángel Víctor Torres ha descendido a defender la propuesta de la Consejería de Educación – el delicado borrador de don Gregorio Cabrera, entusiasta historicida – que convertiría en optativa la asignatura Historia y Geografía de Canarias en la Educación Secundaria Obligatoria. He escuchado algún comentario sobre la sensibilidad como docente de Torres como posible respuesta pero se me antoja un argumento inconvincente. El jefe del Gobierno canario fue, en efecto, profesor de Secundaria, pero desde hace 20 años no pisa un aula. Desde el ayuntamiento de Arucas fue arrastrado por la política, es decir, se profesionalizó como cargo público. La clave de este compromiso presidencial con un borrador no es personal. Lo cierto es que es estamos ante una pequeña novedad en el ecosistema político canario: una modesta batalla cultural.

Los dirigentes del PSOE han mostrado una extraordinaria habilidad en los últimos años para estimular  en su beneficio la polarización política  sobre el eje de la identidad ideológica, que en su caso es una identidad básicamente verbal. Y no van a renunciar, obviamente, a una herramienta tan potente. En los años años ochenta y noventa los socialistas aspiraban a una mayoría claramente centrista como respaldo sólido a un proyecto europeísta y  moderadamente reformista. Esa mayoría se perdió irremisiblemente con la crisis financiero-económica de 2008. La polarización – así como un gasto ingente en propaganda que aprovecha óptimamente la debilidad de los medios de comunicación – es clave para mantener una minoría prioritaria que con el concurso de la izquierda podemita (o yolandista) y los independentistas permitan seguir gobernando. Y ese es el mejor horizonte político-electoral del PSOE.

En Canarias las peculiaridades ofrecen un perfil distinto. Desde el primer día de la Presidencia de Torres la retórica socialista se juramentó en un objetivo testarudo: insistir en que el nacionalismo era absolutamente innecesario en Canarias, y por tanto, que el lugar de Coalición Canaria debiera ser un residuo en el cubo de basura de la Historia. Una y otra vez el PSOE ha transmitido que la feliz circunstancia de ejecutivos socialistas en Madrid y en Canarias era la mejor noticia: el Hijo amantísimo acudía al Padre que, sin duda, comprendería sus demandas y se apresuraría a cumplirlas. Ha sido gracioso escuchar el desprecio político hacia el nacionalismo de portavoces parlamentarios como Nira Fierro o Iñaki Lavandera mientras el vicepresidente Román Rodríguez, atornillado en el banco azul,  miraba el techo como si la cosa no fuera con él. Según la nueva doctrina, el nacionalismo debe ser erradicado de las islas y el PSOE gobernar durante los próximos veinte años eficaz y eficientemente. Esa y no otra es la clave de la supresión de la obligatoriedad de la asignatura de Historia y Geografía de Canarias en la ESO. No, por supuesto, la estupidez de los contenidos canarios en otras asignaturas bajo el mantra de la  transversalidad. La inclusión de contenidos canarios en otras asignaturas es perfectamente compatible con la asignatura en disputa tal y como figura hoy en el currículo, y por cierto, fue un socialista, José Miguel Pérez, el que lo sancionó como consejero de Educación. No: lo fundamental es dejar claro que las decisiones de la Consejería de Educación no pueden ni deben ser cuestionadas por nacionalistas, regionalistas y demás hierbas locales. Una canariedad leve como una fragancia que se note aquí y allí, como unas gotas de perfume tras las orejitas, pero nada serio que pueda cuestionar su gramática del poder. Están convencidos de que no habrá protestas demasiado contundentes de la comunidad educativa y los nacionalistas se quedarán solos con su frustración a cuestas. Quieren controlar. Vencer. Actuar sin consecuencias y sin consensos. Ganar la guerrita.   

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El borrador de don Gregorio

Don Gregorio Cabrera Déniz, director general de Ordenación Educativa del Gobierno de Canarias, ha esculpido en mármol en los últimos años dos sentencias lacónicas, definitivas, terminantes. La primera, “no dejare ni las cenizas de los programas de Coalición Canaria en esta Consejería”; la segunda, “un director general no se reúne con técnicos”. Esta última aseveración, aunque efectivamente lapidaria, es en verdad llamativa, porque un director general, por la propia naturaleza de sus responsabilidades, se pasa la vida reuniéndose con los funcionarios técnicos, y no con archiduques austrohúngaros, secretarios generales de las Naciones Unidas o embajadores de la Santa Sede. Respecto a la primera sentencia la cosa tiene más enjundia.

Muchos profesores llevan varios días cabreados porque en el borrador que maneja la Consejería de Educación para ajustar la normativa canaria a la Ley Orgánica de Modificación de la LOE — conocida jacarandosamente como la LOMLOE —  desaparece la Geografía y la Historia de Canarias como asignatura obligatoria en la Enseñanza Secundaria (ESO). La señora Manuela Armas se ha quedado ligeramente traspuesta, porque desconocía (o poco menos) ese estúpido borrador, que es obra, precisamente, de don Gregorio Cabrera y un escogido equipo de técnicos que no le producen urticaria. Por eso mismo ha sido Cabrera el que, muy a su pesar, ha debido salir y explicar a los medios de comunicación que no pasa nada porque a) es un borrador, y b) la presencia de aprendizajes  (sic) relacionados con el patrimonio natural, social y cultural de Canarias en todas las etapas educativas “está garantizada en todos los currículos”. No se me antojan argumentos precisamente brillantes. Lo relevante de un borrador son las propuestas que incluye, no aquellas que ignora o margina; si alguien en el Ministerio de Educación propusiera la desaparición de la Historia de España con sandeces tan peregrinas (y esencialmente falsas) como las que esgrime el señor Cabrera sería corrido a gorrazos. Por supuesto el malestar y el rechazo no van a desaparecer, sino que se intensificarán durante las próximas semanas. En el espacio político CC, Nueva Canarias y Podemos han criticado duramente la propuesta. Manuela Armas, a la que no distingue precisamente una actitud resolutiva, ni siquiera ha asomado la cabeza fuera de su despacho.

El señor Cabrera dispone de una experiencia política previa a su llegada a la Dirección General de Ordenación que consume sus desvelos. En la pasada legislatura fue asesor adscrito a la Agencia Canaria de Calidad Universitaria y Evaluación Educativa, donde dejó clara su capacidad para flotar ligeramente por encima de la triste estatura de los mediocres mortales. Quizás puedan recordar que amenazó larga y accidentalmente con dimitir, hoy sí pero mañana no y viceversa, para forzar la dimisión de María José Guerra Palmero como consejera de Educación, obtenida finalmente en mayo de 2020.  Cabrera se fortificó en su departamento e intentó varias maniobras sobre distintos proyectos docentes tanto en la Consejería de Educación como en la Dirección General de Patrimonio Cultural, con desigual éxito. Por supuesto, la decisión de rebajar a asignatura optativa la Geografía y la Historia de Canarias no puede ni debe corresponderle a un director general que actúa más como un sectario prepotente que como un cargo público responsable, sensato y que prioriza los intereses educativos de su país.  Es insólito, es intolerable que se proponga abaratar y arrinconar la enseñanza de la geografía y la historiografía de Canarias – después de tantos años en los que el propio sistema educativo nos hurtaba nuestra realidad inmediata, es decir, todo lo que explica lo que somos hoy – sin un solo gesto de interlocución con la comunidad educativa. Ese borrador debe entrar en la trituradora de papel hoy. Y el señor Gregorio Cabrera  dimitir mañana.

 

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Los sinvergüenzas

A mí me da sentimiento cuando Ángel Víctor Torres informa que el Gobierno canario participara en las negociaciones entre España y Marruecos para solucionar el complejo problema de una delimitación de las aguas territoriales entre ambos países. Como conozco muy poco al nuevo periodismo – que sobre todo es una forma de convivir con el hambre – no entiendo por qué el periodista que toma nota del anuncio de Torres no le pregunta d inmediato detalles específicos de la participación canaria. ¿Se integrará un consejero, un viceconsejero o un director general en los equipos negociadores? ¿O solamente técnicos de la comunidad autonómica? O tal vez –como ya se murmura – el Ejecutivo regional se limitará a remitir un informe periódico sintetizando naderías? Lo más probable es que ni Torres lo sepa. Ya improvisarán algo. De lo que se trata – es una línea estratégica del Gobierno desde 2019 – es de insistir en que el nacionalismo –cualquier nacionalismo – deviene superfluo porque Pedro Sánchez le tiene un respeto ilimitado a Torres y a su equipo y, como un padre comprensivo y generoso, está dispuesto a conceder lo que se le pide respetuosamente, siempre que sea justo y necesario. Lo que sea justo y necesario, por supuesto, lo decide Pedro Sánchez. Al parecer existen otras comunidades en las que el nacionalismo no solo es natural para el PSOE, sino profundamente comprensible, como en Cataluña y el País Vasco, mientras en otras es prescindible, como ocurre con un país a 1.500 kilómetros de distancia de Cádiz, por ejemplo.

“Pedro Sánchez tiene que venir a Canarias para explicar el cambio de postura respecto al Sáhara”, llegó a decir el presidente canario en un reciente  pleno parlamentario.  A Canarias no ha venido, por supuesto, pero sí visitó Marruecos hace pocos días. Por supuesto, una vez que se ha cedido a la solución marroquí al conflicto, esa autonomía de cartón piedra, se produce un pinturero despliegue sobre los restantes conflictos e intereses enfrentados. Y así Rabat ofrece graciosamente retomar las conversaciones sobre las aguas jurisdiccionales interrumpidas desde hace más de quince años. Foto de Mohamed IV y de Pedro Sánchez compartiendo con sus ministros un modesto refrigerio de veinte platos. Rabat empleará en este asunto exactamente la misma metodología que con el Sáhara: gestión de los tiempos, primacía de los hechos consumados, verdadera diplomacia con Francia y Estados Unidos  y comedias de enredo con España.  Punto de partida: la costa sahariana es, entera y verdadera, territorio marroquí.

Todo coincide en una infinita burla. Lo más hiriente es escuchar la defensa de la falsa solución autonomista y que Sánchez o Torres o Julio Pérez  insistan a continuación que toda solución “deberá contar con el respaldo de las dos partes”. Y eso no es solo cinismo supurante, sino una perfecta estupidez. Marruecos, un régimen autoritario y deficientemente enjalbelgado, es una potencia ocupante en un territorio que no es el suyo. Luego están los realistas. Esa gente que charlotea que el referéndum no es posible. Es la misma gente que lo decía hace diez años y hace veinte también. Son los que desde la política, la empresa y el periodismo –dentro y fuera de Canarias — han colaborado con la estrategia de marroquización del Sáhara –con persecución, con detenciones y torturas, con corrupción y bajezas, con chantajes y sobornos, con mucho dinero para comprar dirigentes y cuadros polisarios. Conocí a uno y comí en su hermosa casa. Durante varios años vivió en esa casa hermosa y recibió excepcionales regalías. Un día perdió la cada y desapareció el dinero. Ha ocurrido con cientos de polisarios sobornados. Ni un céntimo se ha dedicado al desarrollo del Sáhara y a la prosperidad de sus habitantes. Todo se ha dedicado a fusiles, morteros, balas, policías, corrupción de voluntades, terror institucionalizado. Los que insisten en defender toda esta maquinaria criminal y canalla como algo triste o felizmente inevitable son unos sinvergüenzas y llevan lustros trabajando para los intereses de la monarquía marroquí y su inmunda cleptocracia.

 

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Trampas al solitario

El Gobierno autonómico está empeñado en una partida al solitario en la que se engaña  –simula engañarse – a sí mismo. Hace unos días se festejaba la portentosa recuperación del sector turístico, corazón económico del país periódicamente infartado. Las estadísticas señalan que el pasado marzo se superó el 70% de los visitantes de marzo de 2020. A finales de año, si todo va bien, insisten los más optimistas, Canarias puede recuperarse plenamente, con la mejor temporada de invierno de su historia, muy cerca de quince millones de turistas. Por supuesto en el discurso oficial del Gobierno autonómico no se renuncia a mencionar riesgos y reservas. Esa molesta guerra de Ucrania. Sí, ciertamente ha subido mucho  el precio de los combustibles. La altísima y rampante inflación, por supuesto, es una lata. Pero los datos –se insisten – son objetivos. Es curioso, porque tanto el precio del barril de petróleo como la matanza en curso en Ucrania o una inflación de dos dígitos parece que no son datos.

Ese hacendoso y disciplinado optimismo es el que demostró el pasado jueves la consejera de Turismo e Industria, Yaiza Castilla, en el programa El debate de TVE en Canarias. Lo cierto es que este Gobierno necesita buenas noticias económicas casi desesperadamente.  ¿Cómo no va a afectar una inflación galopante a las familias británicas y alemanas, nuestros principales clientes? ¿Cómo las compañías aéreas no van a trasladar a sus clientes a medio plazo el incremento brutal de los combustibles? ¿Y quién puede asegurar – después de la salvajada rusa de ayer en la estación ferroviaria de Kramatorsk – que la guerra en Ucrania no se prolongará durante meses con un impacto desestabilizador terrible en lo económico, en lo comercial y quizás en lo político?

Canarias como destino-refugio es francamente cuestionable. Está más lejos de la guerra, por supuesto, pero también es más caro. Esta es la primera trampa. El regreso a las cifras millonarias de turistas que ahora aclaman los que anteayer alertaban sobre los riesgos y costes del satánico monocultivo  invasivo y destructor. El Gobierno autonómico ha repensado menos la actualización y modernización de Canarias como destino turístico  — menos visitantes pero que gasten mucho más – que los empresarios privados. La segunda trampa es más grotesca: intentar recuperar los quince millones de turistas y asumir unos objetivos ecológicos y medioambientales muy exigentes jurídica y económicamente. Y simplemente no es posible. Y cuando antes se entienda mejor. La huella de carbono no se borra con una normativa, una campaña turística o separando basura entre cuatro contenedores. Quince millones de turistas supone un avión aterrizando y otro despegando en Canarias cada cuarto de hora en los aeropuertos isleños. Y los aviones no se desplazan (al menos todavía) con hidrógeno verde. El consumo de agua de un turista en un establecimiento de cinco estrellas es de unos 700 litros diarios de media. Nuestra densidad de población ha llegado a los 300 habitantes por kilómetro cuadrado, sin contar con los turistas peninsulares y extranjeros. Y no se puede tener todo: un turismo de millones de visitantes al año y unas islas verdes, ecosostenibles, sin abusos en la fragilizada capacidad de carga de su territorio y con más de un 45% de su superficie bajo protección legal: parques nacionales, parajes protegidos, reservas de la bioesfera…

Lo más hilarante y a la vez angustioso de este tahúr que es el Gobierno consigo mismo reside en su interés en comercializar también nuestra cultura, sus símbolos más señeros y nuestro acervo patrimonial. En 2019 visitaron el Parque Nacional del Teide más de 4.300.000 personas.  Visitar el Teide un fin de semana cada vez se asemeja más a acudir a unos garndes almacenes. ¿De verdad pretenden –por poner un ejemplo – que millones de turistas se planten anualmente en el Parque Arqueológico de Cueva Pintada? ¿Olvidan nuestros graves problemas de movilidad? Bajo afeites buenistas y una prosa eco friendly se sigue soñando con un turismo sin límites ni limitaciones, infinitamente expansivo y persuasivo, nuestro cálido y bendito ogro filantrópico, nuestra única redención.       

 

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De la mentira a la charlatanería

A lo largo de dos años y medio al frente de la Consejería de Derechos Sociales Noemí Santana no consensuó con el tercer sector el catálogo de servicios y prestaciones del sistema público de servicios públicos, pero ha consensuado consigo mismo el catálogo de excusas que ha empleado para apantallar una gestión entre mediocre y desastrosa. En diversos ámbitos de actuación de su departamento ha acusado explícita o implícitamente a otras administraciones, a los sindicatos, a las rémoras del funcionariado, a la escasez de plantilla o de recursos económico-financieros, a un déficit de información sobre el que jamás reconoce responsabilidad alguna y, muy especialmente, a la siempre elástica herencia recibida, es decir, a los gobiernos de CC. Sobre esta última monserga Santana podría continuar peroratando durante toda la legislatura y lo más probable es que lo siga haciendo. Durante algún tiempo se rumoreó que la consejera sería candidata de Podemos – o lo que quede de la marca – al Cabildo o al ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria en el 2023. Pero tal vez tenga que resignarse a presentarse de nuevo como el rostro más conocido de su partido a  la Cámara regional el próximo año. Si consigue el escaño, esté en el poder o en la oposición, insistirá en el mantra de la herencia., porque además de una excusa, supone un pequeño consuelo personal.

Es obvio que la gestión de un gobierno (o de varios) condiciona la situación que deberá afrontar un nuevo equipo después de unas elecciones. Uno puede, en efecto, recibir una herencia gerencial mala, irregular o manifiestamente mejorable. Pero la inocencia la pierdes definitivamente al designar a tu equipo y diseñar tus primeros presupuestos. A partir de entonces no eres una víctima, sino un responsable. La herencia es un contexto sobre el que operar no un pretexto de tus errores o incapacidades. Es algo similar a llegar a la edad adulta. Un humorista comentó en una ocasión que a los cuarenta años uno ya es responsable de la cara que tiene. Cuando has atravesado la mitad de la legislatura eres responsable de las chirlas de tu rostro político y de las arrugas de tu gestión pero Noemí Santana se niegan a asumirlo. Se niegan a asumir la pérdida de la inocencia y el mandato de la responsabilidad propia, porque pertenece a esa izquierda que siempre se concede a sí misma un plus valorativo por sus buenas intenciones: exactamente el mismo que le niegan despectivamente al adversario político.

Lo que no había hecho nunca la consejera de Derechos Sociales es negar una realidad palmaria o mentir brutalmente. Pero decidió cruzar esa línea en el último pleno del Parlamento de Canarias, cuando repitió una y otra vez, con una sonrisa triunfal aunque algo crispada, que no existe el Plan de Infraestructuras Sociosanitarias que Fernando Clavijo y Cristina Valido “se sacaron de la manga” y “estuvieron presentando varias veces”. Aunque la mayoría de los diputados disfrutan de una envidiable memoria de pez, algunos de los más veteranos se quedaron ligeramente estupefactos. En ese instante la consejera dejó de ser una mentirosa y se convirtió en una charlatana.   Wittgenstein lo dejó clara la distinción. El mentiroso trata (mal) a la verdad. Al charlatán le es indiferente. «El charlatán no está al lado de lo verdadero ni al lado de lo falso. Sus ojos no se fijan para nada en los hechos, como sí lo hacen, en cambio, los ojos del hombre sincero y del mentiroso. No le importa si las cosas que dice describen correctamente la realidad. Simplemente las extrae de aquí y de allá o las manipula para que se adapten a sus fines».  Así queda definido el tránsito de Noemí Santana de la mentira a la charlatanería.                       

Como era de esperar la diputada y exconsejera Valido le relató a Santana los proyectos y obras que en el contexto del Plan de Estructuras Sociosanitarias han desarrollado cabildos como los de La Gomera o Lanzarote, cuyos presidentes estaban presentes en el pleno. Santana siguió riendo y negando con la cabeza, muy divertida. En realidad el Plan sigue actualmente en ejecución y Antonio Morales, presidente del Cabildo de Gran Canaria, ha mostrado su satisfacción por “una acción ambiciosa consensuada con el Gobierno de Canarias”.  Todo esto es irrelevante, mejor dicho, no existe. El Plan de Infraestructuras Sociosanitarias no ha existido ni existirá jamás. Santana parte de la nada, Santana en la partera de las políticas sociales en Canarias, Santana decide lo que ha ocurrido y no solo lo que ocurrirá, Santana es la consejera demiurga que partiendo de la nada dentro de un año y medio dejará una Canarias mejor dentro de su caja craneana.    

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