Alfonso González Jerez

Gana Marruecos

Cuarenta y tantos años después se consuma la traición definitiva al pueblo saharaui. La carta que ha remitido el presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, al rey de Marruecos, está empapada de ignominia. Contra la posición tradicional – aunque puramente retórica—del PSOE, contradiciendo incluso el programa electoral que hace dos años lo consolidó en el poder, Sánchez ha aceptado el objetivo instrumental de Marruecos: lo mejor para el Sáhara no es un referéndum sobre su soberanía política, sino la limitada autonomía administrativa que le ofrecen los marroquíes. Es exactamente lo mismo que admitir que España reconoce que el Sáhara forma parte territorial de Marruecos. Mohamed VI y el régimen que heredó de su padre – y que no ha sabido o querido reformar  sustancialmente – han ganado la partida. Durante casi medio siglo han empleado todas las herramientas – la ocupación militar, el despliegue de una policía secreta omnisciente, el cultivo de la corrupción de líderes saharauis, el encarcelamiento y la tortura de opositores, un incansable aparato de propaganda dentro y fuera del Reino – para retrasar los mandatos de la ONU y desactivar la sentencia del Tribunal Internacional de la Haya de 1975. Para todas las fuerzas políticas del país – de izquierda a derecha – el Sáhara forma parte integral de Marruecos “desde lazos históricos y culturales comparten todos los marroquíes”.  Eso nunca ha sido negociable.

También es cierto que nunca se ha intentado negociar seriamente por parte de ningún gobierno español desde 1976, pese a que legalmente, como potencia colonizadora del territorio, España estaba obligada a hacerlo, con el mandato explícito de cumplir un proceso de descolonización que preservara los intereses saharauis  Por el contrario, los gobiernos españoles han dejado pudrir la situación facilitando la marroquinización del Sáhara. Mientras se seguía sosteniendo, cada vez más ridículamente, la estratagema del “colchón de intereses” entre ambos vecinos para evitar conflictos a través de una arcangélica cooperación económica y comercial, Rabat seguía a su bola, mejorando sus acuerdos agrarios y pesqueros con la UE y chantajeando con su flujo migratorio a cambio de nuevas concesiones. En los últimos cinco años ha adquirido armamento y material militar por valor de 20.000 millones de dólares. Desde antes incluso se había embarcado en una política de compras que incluye cazabombardeos, carros de combate, helicópteros Apache, fragatas y cuatro drones MQ9.  Hace casi dos años se reintrodujo el servicio militar obligatorio.  El objetivo de Marruecos – nunca lo ha ocultado – es alcanzar la supremacía militar regional que se disputa con Argelia.

Unas pocas fechas. El diciembre de 2020 Donald Trump reconoció la soberanía de Marruecos sobre el territorio del Sáhara. En julio de 2021 Sánchez entregaba la cabeza de la entonces ministra de Exteriores, Arancha González Laya, por su implicación en la estancia en un hospital español de Brahim  Ghali, líder del Frente Polisario; eso no bastó, y los chacales de Rabat exigieron igualmente la destitución del jefe del gabinete de González Laya, que lo había sido con los tres ministros anteriores. Aun así el Gobierno marroquí no estuvo satisfecho y mantuvo las relaciones congeladas hasta anteayer, cuando la invasión de Ucrania por Rusia proporcionó la desatención más adecuada para la infame carta de Sánchez.

Es tan sórdido y grotesco. Llorar por la pisoteada soberanía de Ucrania y dejar en manos de un déspota corrupto 270.000 kilómetros cuadrados de un pueblo ultrajado. Con Argelia y su gas mirando. Con Canarias ignorándolo todo sobre este desafuero criminal.

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John Elliot

A mucha gente – a muchos españoles – los hispanistas se les antojan raros especímenes amatorios. Enamorarse de la historia de otro país es como haber querido a otra santa madre. Descastados. ¿Cuántos grandes especialistas de la historiografía o las letras inglesas ha parido España?  Muy pocos. Se supone que esta desequilibrada circunstancia es efecto y prueba concluyente de la excepcionalidad española. Servidor tiende a creer lo contrario: son los hispanistas los que erigen la excepcionalidad. Los peores hispanistas son los que más insisten en el carácter excepcional del desarrollo histórico español y del mismo derivan necesariamente un fracaso monumental, irresistible como argumento narrativo, pura emotividad literaturizada.  En los últimos años han salido a la luz nuevos ejemplos de esta memez como, por ejemplo, ese libro testarudamente idiota de Josep Colomer, España: la historia de una frustración.  Por supuesto, en el fondo de esta frustración, para el puigdemotnista Colomer, está Cataluña, siempre maltratada, siempre mártir, no como Irlanda, desde la que Jonathan Swift propuso modestamente, como solución al hambre que arrasaba el país, la entrega de los niños católicos como alimento de los terratenientes ingleses: “Concedo que este alimento será un poco caro, así que convendrá muy bien a la clase de terratenientes, ya que, habiendo devorado a la mayor parte de los padres parecen tener ahora más derechos sobre los hijos”.

El mayor mito de la historiografía española y de los relatos políticos de voluntad hegemónica es, precisamente, ese excepcionalismo amado por reaccionarios y revolucionarios, por los hijos de la madre adorada o de la madrasta castradora, por apologetas de una sustancia española intemporal y por los que defienden que España es una fantasmagoría dotada de cierto aparato administrativo que apenas ha existido ni podrá ya existir. Sin la menor intención iconoclasta el profesor John Elliot, que acaba de morir a los 91 años como el hispanista más admirado  incluso entre sus compañeros, desarticuló la pantomima sostenida por unos y otros  y levantando velos mugrientos dejó expuesto a la luz el rostro del pasado. Lo que fue en su heroica y pútrida grandeza y cómo funcionó realmente eso que se ha llamado, con demasiadas prisas, el Imperio Español. El intento y el fracaso de escapar  del callejón sin salida por parte del conde-duque de Olivares. Las relaciones íntimas, complejas y conflictivas del proceso histórico español con el continente europeo: juego de espejos, gestión de oportunidades, ideologías contrapuestas y compartidas.

Elliot fue un historiador excepcional. Creó su propia metodología, abrió nuevos marcos interpretativos, formó a generaciones de espléndidos profesionales en universidades inglesas y estadounidenses,  se las arregló para buscar fondos financieros para la investigación sobre España, la América española y Cataluña. Sin duda era, como tantos hombres brillantes y prestigiosos, un fisco demasiado consciente de su valía. El admirable Henry Kamen lo decía con mucha gracia: “No me trato con Elliot.  Hay un problema. A Elliot le dicen muy a menudo que es el mejor historiador de todos los tiempos. Se lo dicen, de veras. Yo no se lo he dicho nunca y este accidente ha entorpecido de manera definitiva nuestra relación”. Amablemente estirado, distantemente cortés, sencillamente olímpico, esa superioridad de Elliot jugó finalmente a su favor en una cosa: jamás ejerció colaboracionismo ni servilismo alguno con los gobiernos españoles, como hicieron tantos hispanistas durante y después del franquismo. Elliot admitía toda lisonja profesional pero no lisonjeaba a nadie, y menos que nadie, a los políticos profesionales. Por eso, en un tono de helada educación, pudo permitirse descalificar ese simposio montado por el maestro Josep Fontana bajo el título España contra Cataluña. “Están equivocados”, dijo. Algunos mendrugos le pidieron que argumentase su rechazo. Les hubiera bastado con leer las obras completas del eximio historiador que acaba de morir.

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Pequeñeces

Sentirse pequeño ante la pequeñez de los que mandan. Que sea imposible escuchar en el Parlamento de Canarias una reflexión de mínima solvencia política e intelectual sobre la situación de Canarias en el contexto de la crisis abierta con la invasión de Ucrania por la Federación Rusa y una previsión, al menos general, sobre sus impactos negativos y las medidas que se pueden tomar en caso de agravamiento de la catástrofe. Casi todo el primer día del pleno parlamentario que finalizó ayer se dedicó supuestamente a eso y, sin embargo, no se pudo escuchar nada que no fueran ocurrencias, titulares, bobadas cantinflescas. A uno y otro lado, aunque lo peor, sinceramente, es que el presidente del Gobierno autónomo no asumiera en esta hora cierto liderazgo. Nada. Absolutamente nada. Ha estallado una guerra cerca del centro de Europa, los rusos amenazan a varios países de su entorno, la Unión Europea toma decisiones legales, normativas y financieras inéditas en su historia pero nuestra élite política se dedican a papar moscas o, todo lo más, a soltar discretas y solidarias necedades. Una diputada de CC, Nieves Lady Barreto, se dirigió a la consejera de Agricultura, Ganadería y Pesca, la también palmera Alicia Vanoostende,  para señalarle como en muy pocos días, a raíz de la crisis ucraniana, se había incrementado casi un 40% el precio medio del pienso ganadero que se consume en las islas.  Ucrania es primer productor del mundo en centeno y el tercero en maíz. Este encarecimiento tiene otros orígenes, por supuesto, como la sequía y la especulación (los fondos de inversión están penetrando fuertemente en el mercado de los cereales en Estados Unidos y Europa).  Barreto concluyó su intervención advirtiendo que los precios, muy probablemente, seguirán escalando, y en muy pocas semanas podrían ser inasumibles para los ganaderos, y pidió que la Consejería de Agricultura y Ganadería estableciera inmediatamente nuevas ayudas directas a los productores. La respuesta de Vanoostende – que es, desde un punto de vista técnico, de lo mejorcito del Gobierno de Torres – ejemplifica perfectamente lo que intento decir. Primero, por supuesto, se ha reunido con todo el mundo;  segundo, su departamento “plantea” una nueva ayuda extraordinaria del sector ganadero de unos 7,5 millones de euros; tercero sus técnicos “están preparando” una propuesta de modificación del REA; y cuarto, no hay que olvidar los planes forrajeros de los cabildos, al que el Ejecutivo ha destinado la estratosférica cifra de 1.300.000 euros. La diputada Barreto se quedó con las ganas y una cara de estupefacción indescriptible. ¿Es que la consejera no ha entendido que los ganaderos necesitan las perras ya y que el sector se puede hundir en un par de meses? ¿Qué otra puñetera cosa se debe entender? Siempre es lo mismo: anuncios, reuniones, titulares, millones por aquí y por allá y nada entre mis manos ahora mismo que es cuando nos la estamos jugando.

Gobernar es también sobreponerse sobre el instante de una crisis oscura y compleja y tomar decisiones inmediatas, no atender los asuntos públicos como si el poder ejecutivo fuera una papelería. Las ayudas a los ganaderos isleños para garantizar el forraje de sus animales deberían estar ya disponibles. Las reservas de combustible  en Canarias (supuestamente en las islas están depositadas el 4% de las reservas de petróleo de España) durarían, en caso de desabastecimiento, poco más de dos meses, y tal vez lo más prudente sería duplicarlas. Nada impide al Gobierno autonómico aplicar medidas de alivio fiscal desde pasado mañana mismo. La recuperación económica está comprometida y cerrar los ojos a la realidad no es quietismo político u optimismo antropológico – las golosinas preferidas por el presidente Torres – sino algo parecido a la irresponsabilidad que, entre otras cosas, pueden llevarse por delante la mitad de los empleos creados en el último medio año.

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La carta de Miguel Strogoff

Uno de los escasos ataques de ofuscamiento que se ha permitido el presidente Ángel Víctor Torres – un político habitualmente tranquilo, templado y paciente —  ha tenido su detonante en la reciente sentencia del Tribunal Constitucional sobre  la ley 11/2021 de 9 de julio que pulverizaba el diferencial fiscal a favor de las producciones audiovisuales desarrolladas en el archipiélago. No es que al presidente le pareciera mal el fallo, un fallo que establecía que se había vulnerado el REF,  pero ocurre que en el texto de la sentencia el abogado del Estado personado en este caso afirma explícitamente que el Gobierno de Canarias no solicitó activar la comisión bilateral Canarias-Estado para abrir un diálogo sobre la diferencia entre ambas partes y solventarla si mediaba un acuerdo. El portavoz parlamentario de Coalición Canaria, José Miguel Barragán, publicitó parte de la sentencia en Twitter, subrayando irónicamente la observación del abogado del Estado. Se produjo un pequeño rifirrafe en la red social y el sarcasmo  de Barragán fue muy retuiteado. A Torres le repateó considerablemente el asunto. Lo consideró prácticamente un insulto, además de una mentira. Yo entiendo a Torres. Creo que cree sinceramente que es una mentira. Y eso es lo peor de todo.  

Presidencia del Gobierno remitió hace unos días a numerosos medios de comunicación y periodistas copia de la carta que el primero de julio de 2021 remitió el jefe del Ejecutivo canario a Miquel Iceta, entonces ministerio de la Presidencia, como prueba evidente y autoconclusiva de que Torres había solicitado la activación de  la Comisión Bilateral. Ya circula por internet y pueden ustedes consultarla. No carece de interés. En su penúltimo párrafo, en efecto, Torres solicita la convocatoria urgente de la comisión, siempre como resultado del informe desfavorable del Parlamento de Canarias. En ese sentido el presidente narra escrupulosamente los hechos como un testigo imparcial que transmite una noticia, sin añadir una coma sobre la posición de su propio Gobierno. Más que un presidente que está ejerciendo una potestad reconocida por el Estatuto de Autonomía de 2018, Torres actúa como una suerte de intermediario postal entre la Cámara regional y el Gobierno central, sin que esté absolutamente injustificada la inferencia de cierta resignación presidencial ante la contumacia del parlamento.

La carta, como se ha dicho, se remitió a principios de julio. No fue hasta el 17 de septiembre cuando se publica en el BOE una resolución del Ministerio de Política Territorial en la que se anuncia que la Comisión Bilateral de Cooperación Canarias-Estado ha adoptado el acuerdo (¿dónde, cuándo?) de “iniciar negociaciones para resolver las discrepancias suscitada” para lo cual “se designará un grupo de trabajo para proponer a la comisión la solución que proceda”.  Y ahí –mientras seguía vigente la normativa legal de la discordia — embarrancó el proceso y nunca más se supo, pese a las preguntas que formuló al respecto la diputada nacionalista Socorro Beato. Ciertamente la situación de los descuentos fiscales a la producción audiovisual en Canarias se corrigió en buena medida después a través de otros cauces y espacios de diálogo. Pero sería temerario concluir que fue gracias al Gobierno autonómico. Fue el Parlamento quien emitió un informe negativo y quien interpuso, con el trabajo de sus letrados, un recurso exitoso ante el Constitucional. El Gobierno no hizo nada. El presidente, salvo su breve actuación como Miguel Strogoff en su carta del pasado julio, no destacó precisamente por su defensa de la integridad del REF y, en general, de los intereses canarios en esta coyuntura, como en algunas otras.  Es lo que Ángel Víctor Torres, desde su desquebrajada bonhomía, no coincide entender. Para él lo que ha hecho resulta, dentro de la tradición del PSOE canario de subordinación estricta a Ferraz y a La Moncloa, casi un acto de heroísmo. Para los que no militan en las filas socialistas, en cambio, Torres solo actuado como un notario y su eficacia política ha sido lenta, complaciente e insuficiente.    

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Camarada vuélvete loco

Muchos pueden recordar (y todavía puede verse en youtube) una intervención de  Íñigo Errejón – por entonces número dos de Podemos – en el que advertía que había que aprovechar la estancia en el poder –se refería concretamente al ayuntamiento de Madrid – para crear redes de entidades y organizaciones, potenciar así tejido asociativo a fin de extender el proyecto y disponer de un lugar donde guarecerse cuando las urnas vengan mal dadas. No se trataba –según el doctor Errejón – de llegar a acuerdos con organizaciones ajenas y autónomas, sino, mucho mejor, de crearlas, o en el caso de que existieran, colonizarlas con militantes o simpatizantes de Podemos. Sus palabras no eran un exceso retórico, sino una propuesta muy formal, y de hecho tuvieron una materialización – si bien fragmentaria y torpe – en los meses siguientes. Después se derrumbó el gobierno de izquierdas en Madrid y la derecha chulapona recuperó el poder municipal. No dio tiempo para crear La Cámpora. Una pena.

Rebeldía Canaria es una entidad que se define como “una comunidad política (sic) que pretende ser una herramienta de cambio en todo aquello que afecta a la población joven en el archipiélago canario”. El pasado febrero organizó (on line) unas jornadas sobre municipalismo y juventud, “unas charlas de formación que consistieron en la concentración de diferentes personalidades públicas en el ámbito de la educación y de la sociedad”. Curiosamente todos los cargos públicos invitados eran de Podemos, con la participación estelar de Laura Fuentes, directora general de Juventud del Gobierno autonómico y coordinadora de Podemos en Canarias, porque no hay rebeldía juvenaloide que valga la pena si no incluye el vibrante discurso de un director general.

Fuentes aprovechó para difundir entre los desinformados – juraría que no demasiados –algunos programas desarrollados por su dirección general, uno de los cuales se me antoja fascinante: el Proyecto Camarada.  El Proyecto Camarada cuenta con “jóvenes profesionales de la psicología que ayudan al reto de las personas que acudían”, es decir, no se ayudaban a sí mismos, “generando un vínculo de cercanía por la similitud entre edades”. Vaya usted a saber qué significa eso en español. Evidentemente su rebeldía es también morfosintáctica. El lema del Proyecto Camarada es una cariñosa paradoja: “Está bien no estar bien”.  La puede encontrar en los muchos tomos de autoayuda que infectan las librerías o en las letrinas de la antipsiquiatría de los años setenta (R.D. Laing, David Cooper y demás pirados).  Los trastornos mentales – la locura misma — eran nobles síntomas de la lucha de individuos sensibles contra el sistema de dominación del capitalismo avanzado. Así que si no estás bien, camarada, es que eres lúcido, es que eres sensible, es que estás en el buen camino. Sin duda un discurso eficaz para tratar a un esquizofrénico paranoico que pase por ahí.

¿Y lo de camarada? Bueno, son las libertades que se toman en Podemos: introducir su cultura política interna en los programas que se dirigen a los ciudadanos, sobre los que ni recuerdan ni quieren recordar que, en su mayoría, no comparten ni la ideología ni la retórica política podemita. Son tan críos (y crías) que ignora que camarada era un apelativo que utilizaban igualmente fascistas y nazis, sus abominables primos hermanos. Recuerdo esa copla anónima que circuló entre los falangistas tinerfeños cuando destituyeron al brutal y desorejado Orbaneja, años cuarenta, como gobernador civil, sustituido por un tal Saldaña. “Si el camarada Saldaña/viene a repetir la hazaña/del camarada Orbaneja/que la virgen nos proteja./¡Viva Franco! ¡Arriba España!”. El proyecto camarada, dicen. Qué insuperable combinación de puerilidad, ignorancia y mamoneo al frente de la gestión de millones de euros.

 

 

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