Alfonso González Jerez

Palabrería y burocracia

La principal y única premisa en el proceso de reconstrucción económica y social del Valle de Aridane después de la larga erupción del volcán de Cumbre Vieja fue dejar la política – es decir, los intereses y banderías partidistas – fuera de toda consideración. Y se trata de una premisa que hasta el momento, más o menos, se había cumplido, aunque el uso y abuso reiterado de visitas de responsables políticos de los gobiernos español y canario la hubieran empeñado más de una vez. Sin embargo más tarde o más temprano tenía que romperse, y así ha ocurrido con motivo de la constitución de la comisión sobre la catástrofe de La Palma en el Parlamento de Canarias. Un acuerdo entre el PP y la mayoría gubernamental ha impedido que el diputado y alcalde de El Paso, Sergio Rodríguez, de CC, se integre en la mesa que coordinará los trabajos de comisión. Ocurre que es  único regidor de los municipios afectados que al mismo tiempo ocupa un escaño en la Cámara. Pero precisamente por eso se le ha apartado de la mesa, que preside la conservadora Lorena Hernández, concejal del ayuntamiento de los Llanos de Aridane. Ni un ápice de notoriedad a Rodríguez. Si es posible, que quede permanentemente fuera de foco. Y, desde luego, que no pueda influir directamente en el diseño de la agenda de trabajo de la comisión.

Se trata de una fina bellaquería que demuestra de nuevo la estatura liliputiense de sus señorías. Pero tampoco conviene indignarse demasiado porque, como casi todas las comisiones parlamentarias, esta no servirá para nada, salvo para criar alfalfa verbal en beneficio de los diputados. Mientras en el frente parlamentario se monta este mecano charlatán, la configuración de un instrumento técnico-administrativo eficiente y eficaz para la gestión de una estrategia de recuperación y renovación de la averiada economía palmera sigue sin concretarse. Lo más razonable – y es algo que precisamente ha reclamado Sergio Rodríguez – sería articular un consorcio con la participación del Gobierno autonómico, el Cabildo Insular y los ayuntamientos afectados, un organismo flexible que centralice información operativa y agilice trámites administrativos, pero los señores (y señoras) del Ejecutivo no parecen demasiado seducidos por la idea. Tal vez, como sostienen los más maliciosos, porque el presidente Ángel Víctor Torres y Sebastián Franquis, su consejero de Obras Públicas, anhelan que el Gobierno siga liderando todo el proceso y proyectándose como la fuerza protagonista que guía a los demás hasta la reconquista de la felicidad.

Les va a llevar su tiempo. Después de una etapa inicial en la que el Gobierno canario supo reaccionar rápidamente para atender las primeras necesidades de los damnificados, no ha dejado de crecer una percepción de incertidumbre y malestar, que ha llevado a dos manifestaciones de protesta en las calles de Santa Cruz. Es falso que no se esté haciendo nada – avanza lentamente, con la incorporación de nueva maquinaria retroexcavadora, la apertura de una carretera provisional que atraviese de norte a sur el campo de lava; se han iniciado los trabajos para un nuevo embarcadero que conectará Puerto Naos y Tazacorte – pero desde un punto de vista social y empresarial el balance es insatisfactorio, cuando no exasperante. La situación de los autónomos palmeros en un buen ejemplo: ni una sola medida efectiva que pueda rescatarles del infierno en el que siguen postrados. Ni se les exonera de sus cuotas a la Seguridad Social, ni recibe créditos blandos para reiniciar su actividad, ni nada de nada, como ocurre con la gran mayoría de las pymes, que solo han merecido subsidios raquíticos. Las familias atendidas directamente por Cáritas Diocesana aumentan a diario: unas 1.320 personas, entre ellas 300 menores de edad, han recibido algún tipo de ayuda en las últimas dos semanas – básicamente comida y ropa –habilitándose instalaciones parroquiales para ubicar a siete núcleos familiares. El volcán sigue ganando la partida. El Gobierno no ofrece ni estrategia ni soluciones provisionales: solo palabras y burocracia.   

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Permítame el cansancio

Permítanme el cansancio. No, no creo que la obra que han bautizado como Salto de Chira sea, como ha aseverado el presidente Ángel Víctor Torres, “un punto de inflexión para  el futuro de Gran Canaria y de Canarias en su conjunto, una instalación esencial para lograr la soberanía energética de Canarias y para aminorar los efectos del cambio climático”. Canarias no logrará la “soberanía energética” en 2040, porque durante décadas el petróleo y el gas (ojalá fuera el gas) seguirá siendo un elemento irremplazable en su mix de consumo energético. En cuanto a aminorar los efectos del cambio climático, se han elegido en este proyecto unas herramientas realmente curiosas. Primero, arrasar la mayor cuenca de Gran Canaria, el barranco de Arguineguín, el más rico reservorio de biodiversidad de toda la isla; segundo, garantizar el suministro de agua con una estación desaladora, que como nadie debe ignorar, puede producir un agua de excepcional calidad para el consumo humano, pero que genera un subproducto, la salmuera, con efectos aniquilantes en la biomasa del medio marino de las costas. Y desde un punto de vista jurídico, ¿de veras que Red Eléctrica Española va a ser la garante de la soberanía energética de Gran Canaria? ¿No es eso un chiste demasiado obsceno?

Permítanme el cansancio, pero un periodista, que digo, un ciudadano no puede dejarse avasallar por una puesta de largo cursi y modernoide, un cegador verde fosforito que no es una casualidad, una convocatoria de ringorrangos trufada de ministras y directoras generales, presidentes, consejeros, diputados, alcaldes y concejales, una concentración de discursos, ambiciones, prejuicios e ignorancias, una cacofonía de felicitaciones a sí mismos y de profecías invariablemente trascendentales. Se cantan a sí mismos, se felicitan a sí mismos, se ensalzan a sí mismos, se publicitan a sí mismos, y no conviene olvidar, por hondo y resabiado que sea el cansancio que se arrastra, que lo hacen con nuestras perras. Ese escenario, esa pantalla gigante de televisión donde fulge la calva mesiánica, esos efectos de luz y sonido los hemos pagado a través de nuestros impuestos, como se han pagado con nuestros impuestos los millones arbitrados para difundir evangélicamente las bondades incuestionables y el efecto milagroso de una infraestructura que más que con la vulgar tecnología linda con la magia libre y descarbonizada.

Discúlpenme, sinceramente, por el cansancio acumulado que ya te horada el alma, pero ese rutilante universo marquetinero, ese exhibicionismo impúdico de estar llevándonos – a rastras sin no queda más remedio – a una nueva era de comunión con la madre Naturaleza, a una ecoisla (sic) recuperada de una contaminación infernal,  prefiere ignorar ya apenas un 30% de nuestra superficie está más o menos protegida jurídicamente – hasta que llegan técnicos complacientes y reducen de facto el porcentaje – y que precisamente el proyecto que inspiran e impulsan, paradójicamente, provocará un daño que insisten que quieren evitar. Por muy agotado que estés, en efecto, cada vez que te presenten uno de estos onerosos proyectos transformadores recuerda lo que decía Salvador Pániquer: la palabra es lo único que oculta lo que la palabra dice. Ellos quieren decir ecología y en realidad aluden a su ideología, ellos dicen sostenibilidad y otros se llevan la rentabilidad, ellos dicen cambio climático y se refieren a que nadie les pueda cambiar en sus despachos.

Pero, sobre todo, el cansancio no debería confundirlos. Cuando sea evidente el destrozo medioambital, la débil rentabilidad social, el abandono de un concepto obsoleto de generación y almacenamiento de energía, no les servirá de nada ser abuelitos jubilados con una calle con su nombre en su pueblo. Se les pedirá responsabilidades. Y deberán afrontarlas.

 

 

 

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Cruz de navajas

El único dirigente del PP no madrileño que ha apoyado explícitamente a Pablo Casado es Manuel Domínguez, alcalde de Los Realejos y presidente del Partido Popular de Canarias. Feijoo y Moreno Bonilla han sufrido sendos ataques de afonía, “Con Pablo Casado hasta La Moncloa”, ha dicho el bueno de Domínguez en un momento de vertiginosa lucidez. Lo que ocurre es que es muy disciplinado. Si nombraran a José Luis Moreno presidente del PP, incluso si nombraran a Monchito, ahí estaría Domínguez jaleando.

Los herederos han aniquilado la finca. Pedro Sánchez hizo algo parecido, pero al conseguir el poder gracias a una moción de censura y a la alianza con UP y las fuerzas independentistas, el PSOE pudo pagar el aborto de su transmutación en un aparato sanchistizado que ya ni cruje ni muge. Este PSOE es fuerte porque gobierna. Cuando pierda el poder implosionará. En el poder siempre puedes castigar, siempre puedes premiar, siempre puedes aniquilar o tolerar. Sin encaramarse en el Gobierno Sánchez quizás hubiera desaparecido ya dejando el PSOE como un camposanto. En la oposición, en cambio, todas las guerras abiertas son de supervivencia. Uno suele tener el poder estatutario y el control de la organización; el otro, los votos o el control de una administración pública. Lo peor del choque navajero entre Pablo Casado y Díaz Ayuso es que no cabe descartar que las acusaciones de ambas partes tengan una sólida base real. Casado hacía fotocopias en la FAES mientras convertía los masters universitarios en una rama de la literatura fantástica: un chico empático y entusiasta con las luces de un Ford Fiesta. Días Ayuso le llevaba la cuenta de twitter al perro de Esperanza Aguirre: era un encanto astuto y efervescente. Solo cabe felicitar al PP por sus métodos y procesos para la selección de sus élites. Y a Vox por este regalo que se le viene encima.

Lo prodigioso, en términos de estrategia de comunicación política, es que la presidenta de la Comunidad de Madrid haya admitido ayer – rápidamente y sin mayores precisiones – que su hermano cobró una comisión por un contrato de material sanitario por valor de 1.250.000 euros que Díaz Ayuso adjudicó por el procedimiento de urgencia en la fase más letal de la pandemia. El empresario beneficiado es amigo de los hermanos Díaz Ayuso desde la adolescencia. La presidenta sigue adelante en su perorata y salta de inmediato al asunto de la contratación de una agencia de detective para investigarla. Es realmente arriesgado lo que hace la aclamada señora: admisión con boquita pequeña y acto seguido cañonazo sobre la línea de flotación de Casado. Son viejos pero todavía eficaces trucos de tahúr. Todo hiede a sordidez, a falsedad y manipulación entre casadistas y ayusistas, pero es más que dudoso que ninguno de los dirigentes gane la pelea. Si les quedara un ápice de intuición política y algo de patriotismo de partido deberían admitir una tercera vía, que podría y hasta debería ser Núñez Feijoo, cuya autoridad política y territorial no cuestiona nadie.

Dudo mucho que lo hagan, sin embargo: se les obligará a un suicidio ritual en un caso o a embridar sus ambiciones en el otro. Están infectados de una ambición arrasadora y viven instalados como en un hotel de lujo en ese madrileñismo autista que actúa como si lo que ocurre fuera de la villa y Corte no existiera. Recuerdo que una vez conocí fugazmente a Días Ayuso (todo el mundo la llamaba Isa) en una convención, una interparlamentaria o algo así del PP celebrada en Madrid donde terminé arrastrado por un colega periodista. Todos los señores iban de chaqueta y corbata, con diminutos motorolas en los cinturones, y todas las señoras llevaban traje sastre, menos ella, ya reconocida pupila de Esperanza Aguirre. El encanto de Díaz Ayuso consiste en una gestualidad terrenal, en un descaro simpático y hedónico, en la naturalidad de una mentirosa que sabes que está mintiendo y ella sabe que lo sabes y sonríe con majeza e ironía. Estaba a punto de empezar la reunión y entonces le comentó a varias personas: “Esto es un rollo, vamos a tomarnos un vermú”. Y salieron a escape. Todavía le escuché una frase a bordo de una risa cascabelera: “El que regrese primero paga”. Lo suyo es cosa de familia. 

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La transición valbuenística

Según afirmó ayer el presidente del Gobierno de Canarias, Ángel Víctor Torres, en un foro organizado por una emisora radiofónica, en menos de tres meses se ha cuadruplicado la potencia fotovoltaica en Canarias para el autoconsumo: en 2019 había menos de 200 edificaciones que disponían de energía fotovoltaica y ahora son más de 2.000. Imagino que el presidente habrá tenido un lapsus y que quiso decir tres años, aunque tampoco cuadra. Es algo que le ocurre de vez en cuando a Torres: en su afán de demostrar que lleva Canarias en la cabeza a veces se le derrama la cabeza sobre Canarias. También se congratuló de la presentación en Tenerife de la Estrategia de Energía Sostenible para Canarias con la participación de la ministra de Transición Ecológica, Teresa Ribera, quien endosará — ¿de una tacada? -466 millones de euros para el invento.

Es difícil orientarse en la selva selvaggia de propuestas, estrategias, marcos, proyectos legislativos, programas, soflamas y riquirracas en materia de energías renovables y sostenibilidad con la que el Ejecutivo se ha engalanado en los últimos años. Hay un proyecto de ley de Cambio Climático, se prepara una estrategia de Transición Justa y una estrategia de Justicia Climática, se ha redactado otra Estrategia Canaria de Acción Climática, está operativo un Plan de Transición Energética de Canarias (llamado casi cariñosamente el PTCan) y un Observatorio Energético de Canarias (bautizado OECan) y unas nonatas Agencias Insulares de Energía. Es como si los archivos de Napoleón, Petra Kelly y Maxwell Smart hubieran sido volcados en un contenedor (por supuesto, reciclable) y removidos con un palo. A lo largo de dos años y medio se han garrapateado estrategias y planes que es un primor, pero ahí fuera, sinceramente, la realidad no se ha dado por aludida por esta virtuosa grafomanía.

Fuera de las verdes praderas del Gobierno y de los retretes de los  habituales paniagüados la sensación más extendida es la intranquilidad. En una de las grandes apuestas (y denuncias) del consejero José Antonio Valbuena, el saneamiento de aguas, no se ha hecho prácticamente nada.  Tan poco se ha hecho, en efecto, que Valbuena no ha podido llevar a Teresa Ribera a otro sitio que a la Estación Depuradora de Buenos Aires, en Santa Cruz de Tenerife, una infraestructura en marcha desde finales de los años setenta y que ha sido sometida a una ampliación para alcanzar los 55.000 metros cúbicos de agua depurada al día. Es una lástima que el Gobierno de Torres no tenga nada que ver con esta obra, cuyo contrato fue firmado en diciembre de 2018, y que había sido licitada por el Gobierno de Mariano Rajoy.  La pasada semana los empresarios del sector de las energías renovables manifestaban su hartazgo ante los retrasos que acumulan las autorizaciones administrativas que debe resolver la Consejería de Transición Ecológica, especialmente para proyectos que cuentan con financiación de fondos europeos, perdidos irremisiblemente si no se ejecutan antes de fin de año.

En un horizonte más lejano el estupor y el nerviosismo son incluso más intensos.  Con la pachorra valbuenista,  torturando folios y folios con mandangas estratégicas y fritangas normativas,  se está perdiendo el tiempo para definir un modelo energético de transición – necesariamente un mix — y disponer de las infraestructuras de almacenamiento y distribución que garanticen el suministro eléctricos a ciudadanos y empresas. La testaruda negativa de considerar al gas como ingrediente básico del mix energético define muy bien a un Gobierno que se mueve (es un decir) entre el utopismo y el burocratismo mientras vende postales de unas islas descarbonizadas, si se excluyen, naturalmente, los muchos miles  de aviones que atraviesan nuestros cielos y aterrizan y despegan de nuestros aeropuertos. Valbuena lo dejará todo preparado – cada programa, cada medida, cada reglamento – para resolver la situación un minuto antes del fin del mundo.

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Broncas en el Cuadrilátero

Desde un punto de vista jurídico es más que discutible que el ayuntamiento de La Laguna pueda impedir la entrada de “menores de edad” en la zona del Cuadrilátero. Es una medida extraña, como ese anuncio del alcalde de pedir que se inspeccione su casa para comprobar que en su domicilio no se ha cometido ninguna irregularidad urbanística. Pero es que no se les ha ocurrido nada más por el momento. Imagino que ponerles una cruz a los transeúntes menores de edad será para protegerlos de las hordas de sexagenarios que siembran el horror en el centro de La Laguna. Como si las peleas y broncas solo las protagonizaran los que no han cumplido los 18 años.  Por supuesto los responsables del gobierno municipal han pedido apoyo –de nuevo — a la Subdelegación del Gobierno para montar otra vez el dispositivo policial que operó durante algunos meses el año pasado.

Que no crea el lector que la locución “dispositivo policial” alude a algo equiparable a las unidades blindadas del general Montgomery en el Norte de África. Es un modesto operativo en el que participan Policía Nacional y Policía Local y que se activaba especialmente las noches de viernes y sábados y otras fiestas de apalear. Lo extraordinario no es esta colaboración, sino la situación habitual del municipio, donde ha devenido casi milagroso descubrir un agente de la policía local después de caer la noche. La política de seguridad ciudadana que impera en las ciudades canarias se suele reducir a esperar que pase algo, y cuando pasa, se le saluda, y si la cosa persiste testarudamente, pues vamos a ver (arrastrando los pies) si se puede hacer algo al respecto. A pesar de recientes o inminentes crecimientos de plantilla, la infradotación policial es todavía común en toda el área metropolitana tinerfeña. Las broncas juveniles, cada vez más frecuentes, brotan en La Laguna, en Las Palmas, en Santa Cruz. Concretamente el municipio de San Cristóbal de La Laguna dispone de más de cien kilómetros cuadrados, y necesitaría, al menos, un centenar más de agentes policiales por su población y su extensión para garantizar su eficacia y eficiencia operativa. Y también superar la hedionda guerra de guerrillas que periódicamente emprenden los sindicatos policiales contra los gobiernos municipales de todo signo político, por lo general por razones crematísticas.

A los que han presenciado los altercados en el Cuadrilátero les sorprende inmediatamente cierto democratismo entre los participantes, porque aunque obviamente esté presente un porcentaje apreciable de lajas y colgados, no puede obviarse que la mayoría de los que intervienen en las grandes broncas son chicos bien vestidos y con bambas de cerca de 100 euracos. Pibes y pibas: el pasado sábado, sin ir más lejos, varios grupos de chicas se hostiaban entre sí con un entusiasmo que ya quisiera el señor obispo. Es una violencia interclasista que en realidad hegemonizan adolescentes y jóvenes de la alicaída mesocracia isleña. Ni siquiera saben pegarse, aunque se puedan hacer daño,  hasta que algún mamón saque un arma blanca y ocurra algo irreparable. Por su extensión, su frecuencia y su virulencia las explicaciones que insisten en describir estos enfrentamientos como gamberradas niños malcriados entre algodones solo evidencian ignorancia y simplonería. Supone una negativa a reconocer un problema grave y complejo – un hondo malestar y perturbación que afecta  a muchos miles de jóvenes canarios y  nadie parece tomarse en serio.

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