Alfonso González Jerez

Grandes titulares de la visita de Merkel

A Merkel se le cura un resfriado al aterrizar en el aeropuerto internacional Reina Sofía.  Esta redacción ha podido saber que la canciller alemana había pillado en pertinaz resfriado en Stuttgart y que desapareció prodigiosamente en cuanto pisó suelo tinerfeño y pudo respirar el aire salutífero de las brisas marinas que acarician nuestra costas. El presidente del Colegio Oficial de Alergólogos de Canarias señaló hoy que casos como los protagonizados por Merkel demuestran “la excepcional calidad de nuestra atmósfera, porque tenemos atmósfera propia, no se vaya usted a creer”. El vicepresidente del Cabildo de Tenerife, Efraín Medina, anunció que, a raíz de este incidente,  tomará la iniciativa de proponer a Ángela Merkel como hija adoptiva de la Isla “porque ningún alemán ha sabido respirar tan sincera y hondamente en el sur de Tenerife como la señora canciller”.  “Y como hija adoptiva”, agregó Medina, “no podrá negarse a visitarnos en Carnavales y a bailar con Los Joroperos por las calles de Santa Cruz en Carnaval, porque yo te digo desde ahora que ese huevo quiere sal, y mira, te lo suelto en verso porque estoy en racha, cucaracha…”

Merkel como pescado fresco en Los Abrigos. Ha causado honda impresión que la comitiva de la canciller alemana, integrada por unos 30 agentes de seguridad, dos secretarios personales, un traductor y su marido se detuviera en Los Abrigos para comer pescado fresco, cuando es sabido que la gente cuando pasa por dicha zona se detiene en Astorga y pide fabada y, de postre, arroz con leche. Nuestra redacción ha podido hacerse, después de un arduo trabajo de investigación, con la factura del almuerzo, que rezaba tal que así:
“Cuatro platos de lapas”.
“Seis platos de chopitos”.
“Seis cazuelas de gambas al ajillo”.

» Dos chernes».
“Cuatro chocos con mojo cilantro”.
“Siete viejas asadas”.
“Catorce bandejas de papas fritas”.
“Dos platos de congrios”.
“Una docena de morenas fritas”.
“Otras seis bandejas de papas fritas”
“San Marcos a discreción”
“Dos cafeteras, un bote de leche condensada y una botella de Jägermeister”.
Los escoltas, los secretarios y el traductor se abstuvieron de almorzar. El esposo de la señora Merkel solo pidió un vaso de agua del grifo.
El presidente del Cabildo de Tenerife ha transmitido su malestar institucional al alcalde de Granadilla por no invitarle al almuerzo con la señora Merkel. “No importa que el alcalde no supiera nada”, apuntó Alonso, “lo grave es que no lo supiera yo”.

Merkel practica en senderismo por las pistas forestales de La Gomera y se rumorea que le gusta el potaje de berros. Una señora de cierta edad ha sido identificada como la canciller de Alemania mientras caminaba, dando sorprendentemente un paso tras otro, por una pista forestal de La Gomera. Se rumorea que a la señora Merkel le encanta el potaje de berros, lo que ha provocado lágrimas de emoción de todos los gomeros que votan a Casimiro Curbelo, quien ha desvelado que fue él quien convenció a Merkel para que acudiera a La Gomera de vacaciones. “Sí, lo hice un verano, justo después de inventar la rueda y antes de construir la nueva sede del Cabildo”, explicó.

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Envenenamiento religioso

Una concejal — ¿se puede decir que de Podemos? – se ha manifestado contra el espectáculo sangriento de las corridas de toros, pero se ha negado a firmar una declaración de condena de su ayuntamiento contra los atentados en Bruselas. No recuerdo que pretextó esta mendruga, pero semejante imbecilidad moral está más extendida de lo que se cree entre los altos páramos de la izquierda. Porque no muy diferente es ese breve rodeo argumental que pretende demostrar que la matanza de Bruselas – como las de París o Madrid –no tienen otros culpables, en fin, que nosotros mismos. O, en todo caso, que los gobiernos europeos. Les pondré un ejemplo: un tuit de Izquierda Unida – replicado una y otra vez por sus organizaciones territoriales y fuerzas afines, por supuesto – del que se podía deducir sin mayores complicaciones que si se acababa con la pobreza (¿dónde) y no se le vendías armas (¿a quién?) el terrorismo yihadista desaparecería como un azucarillo en el agua. Desde este punto de vista la religión sería apenas un asunto colateral de la violencia terrorista de origen islámico, un canal por donde circularía y estallaría una ira más o menos justificada y justificable, aunque estuviera terriblemente equivocada. Por supuesto, estas simplezas se venden como si fueran verdades cuidadosamente ocultas por los verdaderos poderes de las democracias liberales: menos mal que está gente como Alberto Garzón, por ejemplo, para ilustrarnos.
Deberíamos construir otro discurso crítico más lúcido, más honrado intelectualmente, más capaz de provocar cambios y garantizar la seguridad sin socavar los derechos constitucionales. Reconocer, por ejemplo, que el terrorismo yihadista se nutre básicamente de odio religioso, una fuerza atroz que ha recorrido la historia humana para ahogarla en sangre y sembrarla de ignominia. El milenarismo islamista se explica porque esta confesión religiosa no ha sido combatida, por supuesto, para dejarla en su sitio, como ha ocurrido durante los últimos siglos con las confesiones cristianas y con el judaísmo en sociedades cada vez más secularizadas. Sí, es cierto que el Islam puede ofrecer luces brillantes entre sus sombras criminales (el Mut´azili, en sus inicios una teología de vocación racionalista, el iman al-Shatibi, un jurista excepcional del siglo XIV que propugnó cautamente una separación entre iglesia y estado o hasta un pensador ateo del siglo IX, el divertido al-Ma’ari, cuyas estatuas derribó Al AQaeda en Siria hace pocos años) pero no una evolución hacia la modernidad científica y filosófica. El Islam,  lo mismo entre chiitas que entre sunitas, se considera fuente de autoridad política y regulador de normas de convivencia pública. Es sumamente difícil encontrar un musulmán que entienda que su libro sagrado no debe codificar las relaciones sociales entre los hombres y limitar los poderes públicos.
Dos de los jóvenes responsables de los atentados en Bruselas eran belgas y se educaron como belgas. No sufrieron hambre, ni violencia institucional, ni invasiones militares. Les envenenó una religión y su visión grotesca, cruel y sanguinaria del mundo. Por supuesto que las agresiones imperialistas y los gobiernos corruptos alimentan suplementaria   — y muy intensamente — este odio llameante. Pero es una rencorosa rabia de siglos, no una reacción ante la política de Washington o la fundación del Estado de Israel.

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Buscando al canario

¿Ocurre alguna catástrofe en algún rincón del planeta? Para el periodismo local lo fundamental, en una tesitura tan delicada, es que un isleño esté por ahí. Si, por ejemplo, un terremoto sacude apocalípticamente Antioquía, la primera reacción del redactor jefe consiste en localizar de inmediato a un canario que viva en Antioquía. “Tiene que haber alguno”, he escuchado yo mismo en innumerables ocasiones, “no me digas que en Antioquia, cojones, no vive ningún canario…Si es casi tan grande como Las Palmas o Santa Cruz. Es cuestión de localizarlo, hablar con él cinco minutos y nada más”.  A veces, sin embargo, se trata de una misión imposible. En el caso de no encontrarlo se pone en marcha instantáneamente la siguiente escala informativa por orden descendente de preferencia editorial:
1)  El canario en cuestión no vive en Antioquia, pero residió en la ciudad turca durante varios años a finales del siglo pasado.
2)  El canario en cuestión no vive en Antioquia, pero tiene (o tuvo) a un familiar que vivió en Antioquia, sin excluir necesariamente a los cuñados,  durante varios años a finales del siglo pasado.
3)  El canario en cuestión pasó durante sus vacaciones por Antioquia y llegó a tomarse un café en una cuadra maloliente que se hacía pasar por un establecimiento hotelero. Ya entonces el lugar le dió mala espina.
4)   El canario en cuestión – que puede ser un periodista de la propia redacción – tiene un amigo que pasó durante sus vacaciones un par de noches en Antioquia, aunque no recuerda nada, porque jamás, durante todo el viaje, logró escapar de un estado de embriaguez tumultuosa.
5) El canario en cuestión es profesor interino de Geografía de Enseñanzas Medias y puede situar aproximadamente a Antioquía en el mapa, siempre y cuando no se aplique un criterio demasiado exigente.
6)   El canario en cuestión siempre quiso instalarse en Antioquía, pero se abstuvo porque tenía mala rima, y ahora tiembla recordando el terremoto que sacudió (un poquitín) la capital tinerfeña en los años ochenta.
Ocurrió, por supuesto, con los terribles atentados que sembraron de muertos la mañana gris marengo de Bruselas. Todavía resonaban las explosiones y ya diligentes periodistas isleños buscaban afanosamente a canarios afectados en mayor o en menor medida, hasta que localizaron a uno que, guau, viajaba además en ese momento en el metro. No, no le pasó nada pero  –aclaró al respetable y a la Historia – no le ocurrió nada por los pelos, sin reparar que media algo más que el grosor de un cabello entre el chisme y la tragedia. Es una pasión que no entiendo: el sabor del terror, de la destrucción y la maldad no cambia sea cual sea el idioma o el acento en el que se expresen. Lo que sería interesante – aunque me temo que imposible – es que se abra periodísticamente un debate sobre las fragilidades de nuestros sistemas de seguridad como región fronteriza, por ejemplo, o se vertebre una discusión sobre nuestra capacidad para demostrar solidaridad con los refugiados sirios (y no solo sirios) que ahora se pretenden estabular indecentemente a tanto la pieza en Turquía.  Sería estupendo abandonar la obsesión de buscar al canario en la noticia y sustituirlo por buscar la noticia en Canarias.

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Una victoria impresionante

¿Cómo será Cuba dentro de diez o quince años? Me lo dice un cubano exiliado: “Será un Vietnam en el Caribe, ni más ni menos, pero mucho más rico, el principal emporio turístico de América Latina”. “Adiós comunismo, entonces”. “Del sistema comunista quedará la estructura de poder: será un poder colegial, un gobierno de generales a los que ahora está situando y preparando Raúl Castro para la sucesión”. Para mi amigo el diagnóstico está claro, y lo avala la visita de Barak Obama a La Habana. “Fidel y Raúl han ganado: se va a morir en la cama después de mandar toda la vida, de concentrar todo el poder durante décadas”. ¿Y Cuba? Cuba, hermano, aguantará. Como ha aguantado todo”.
Creo que mi amigo tiene razón. Cuando afirma que Cuba ha aguantado todo no quiere decir, implícitamente, que los cubanos sufran lo indecible o que una oposición política no pueda expandir un proceso de reformas liberalizadoras por la bota militar que la oprime. Qué le vamos a hacer: la oposición al régimen castrista es poca cosa, cuantitativa e incluso – con algunas, muy pocas, excepciones –cualitativamente. Es poca cosa porque el cubano, por lo general, no está contento con el gobierno, pero no le pondría alegre que el gobierno desapareciera. En ese caso habría que tomar decisiones y medio siglo  de castrismo los ha convertido en un colectivo alérgico a la toma de decisiones. Después de los años de plomo en los sesenta,  de la vergonzosa miseria de los marielitos en los setenta,  de los ajustes de cuentas con los mandos militares desafectos o podridos por la corrupción y el narcotráfico en los ochenta, de la hambruna del denominado periodo especial en los noventa, los cubanos se resignan a vivir en una jodida pero soportable pobreza sin grandes desesperaciones. Es cierto que la propaganda del régimen indignaría a cualquiera de que no fuera un cubano, es decir, un individuo prodigiosamente adaptativo. Con la sanidad, por ejemplo, pasa lo mismo que con la educación: es aceptable (y universal) a nivel ambulatorio y asistencial, como lo es la enseñanza básica. Después falta de todo y en todas partes, sin excluir sábanas, bacinillas, ordenadores o agujas hipodérmicas.
Algún día, más temprano que tarde, alguien escribirá el análisis que merece la implacable lucidez política de Fidel Castro. Un cabrón formidable, Fidel. Sobrevivió a todo, excepto, claro está, a sus propios médicos, y a un hermano, el eterno segundón, que le impidió in extremis la vuelta al poder. Ambos han carecido de piedad y compasión para conseguir el objetivo estratégico central, la conservación de un poder ilimitado, que han sabido identificar nada menos, con la ayuda de películas, canciones, discursos, sentimentalismo y épica greñuda, con el propio destino de Cuba. Resumidamente, Revolución era el nombre que recibía esa aspiración descomunal que es la pasión irrestricta por el mando. Y teníamos tantas ganas de verla como intensa era la ambición de eternidad de los hermanos.  La misma razón de fondo explica la aproximación de los Estados Unidos y la voluntad de apertura controlada del castrismo:  la necesidad del capital. Sí, es cierto lo que dice mi amigo: los Castro le ganaron la partida a los Estados Unidos, porque morirán de viejos en sus camas, pero también se la ganaron a esa triste puta, la Revolución, que murió de vieja mucho antes, cuando el futuro – que pronto será un McDonald en el Malecón – parecía estar al alcance de la mano, a la distancia justa de un poema, una canción o una guerrilla.

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Es brutal

Me ocurre con Patricia Hernández, vicepresidenta y consejera de Empleo y Políticas Sociales del Gobierno autonómico, que cada vez la entiendo menos. No la culpo. Cuando solo era senadora (primero) y diputada (después) de su simpática jerigonza siempre se podía extraer un tono crítico. Uno sabía, siquiera intuitivamente, por donde iba su propósito expresivo: apuntillar la maldad intrínseca de la derecha, fuera sólida, líquida o gaseosa. Ahora, obviamente, no puede criticar al Gobierno del que forma parte, aunque está en perfectas condiciones retóricas para hacerlo.
–Y dice la vicepresidenta y consejera de Empleo y Políticas Sociales que la lista de dependencia en Canarias “es brutal”. ¿No se le ocurre otra cosa, señora consejera?  ¿Y el desempleo? ¿Cómo califica usted un desempleo que sigue sin bajar de un 29% de la población activa? Brutal, verdaderamente brutal, es la impotencia que demuestra usted desde el pináculo de la Vicepresidencia…
Me la imagino sosteniendo un discurso como ese, más o menos. Pero desde el pasado julio no. Desde el pasado julio a Patricia Hernández, en el Gobierno, se la entiende mucho menos, y su voz cabalga angustiada sobre los dubitativos eeeeeeeeeeeehhh… del que no se opone indignada o jacarandosamente, sino que debe gobernar una ingrata realidad. Es muy enojoso. La mayor contribución que hasta la fecha ha aportado la señora Hernández al Ejecutivo es de carácter semántico y consiste en introducir pequeñas dosis cachanchánicas en el discurso público. Por ejemplo, por supuesto, lo de brutal:
— El desempleo desciende muy lentamente en Canarias.
–Es brutal, sigue siendo brutal. Y la calidad no es buena. Me refiero, eeeeeeeeeeeehhh, a la calidad del empleo, que no es buena, es decir, que podría ser mejor y trabajamos porque sea mejor…
–¿Y la vivienda pública?
–Resumidamente: brutal. La situación es brutal, aunque detectamos un cambio de tendencia…
Líbrenme los dioses socialdemócratas de pretender meterme en las complejas sutilezas del buen gobierno, pero, simplemente, y como mera sugerencia, expongo aquí algunas locuciones que estimo que se adaptan a las necesidades de la Vicepresidencia y pueden servir como recursos para una comprensión más cabal de lo que se está haciendo en beneficio de la ciudadanía:
–La política social que desarrollamos está guay, aunque puede mejorarse a tope.
–Mi equipo de técnicos es del copón parriba.
–Nuestros programas asistenciales molan mazo.
–El parque de vivienda pública será de alucine en 2017.
–Soy una vicepresidenta responsable, pero molona.
–La situación de la dependencia en Canarias será flipante o no será.
–Los presupuestos de mi área son siempre insuficientes, pero están debuten.
–Yo sería una secretaria general de lujo, pero que decidan los militantes…
— Dentro de tres años las ayudas a la reinserción social no serán cojonudas, sino lo siguiente.

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