Si el supuesto debate electoral del pasado lunes fue una hastiante exhibición de mediocridad política e intelectual se debe al formato del mismo y a la actitud y estrategias de sus protagonistas. El debate moderado por un invisible e inaudible Campo Vidal, que confunde catatonia con profesionalidad y arrobada parálisis con discreción inteligente, responde a un concepto absolutamente anómalo en una democracia normalita: aquí son los partidos los que diseñan y negocian las normas del encuentro y una entidad lo suficientemente abstracta e irrelevante como para no molestar a nadie,la Academiade Televisión, las acepta humildemente y las aplica con obediencia monjil. Y los grandes partidos no quieren debates, sino un intercambio de monólogos cuyo orden expositivo y control cronométrico se reservan celosamente. Nada de periodistas presentes, por supuesto. Así que los partidos hacen lo que les da la gana en una feliz connivencia mientras el moderador musaraña espera modestamente su turno. Un debate como este en Alemania, Gran Bretaña o Estados Unidos se les antojaría a los medios de comunicación una astracanada insufrible. Aquí no. Aquí se celebra, se ausculta, se desmenuza con precisión maniática y Campo Vidal les agradece infinitamente a los candidatos su presencia y tacha sus intervenciones como “apasionantes”. La vida profesional de Campo Vidal debe ser digna de un gasterópodo.
Luego están las tonterías insufribles de estos dos individuos. Si hay algo particularmente nauseabundo es escuchar a Mariano Rajoy proclamarse una materialización del sentido común. Es un rasgo muy de derechas: no me venga con cosas raras, que el sentido común soy yo. Al parecer basta para gobernar este país y superar la crisis económica seguir los consejos de cualquier jubilata, es decir, gastar menos de lo que se tiene en el calcetín. Con esta doctrina, que reduce la economía del siglo XXI a la producción de rosquetes en casa de la abuela Nicaela, Rajoy afirma que se puede ir tirando. Después explica que si hay empleo pues hay más cotizantes ala SeguridadSocialy la gente compra cosas y todo se endereza. Sí señor. Es una lástima que la realidad tenga menos sentido común que Rajoy. Alfredo Pérez Rubalcaba renuncia a exponer su programa y opta por criticar el del PP, porque no espera ganar, sino intenta no ser aplastado. De repente tiene un rasgo lúcido: descubre que la crisis es continental y explica que irá (sic) al Banco Central Europeo para que baje el interés y al Banco de Desarrollo Europeo para que conceda crédito. Toc, toc, toc. Soy Rubalcaba. Hazme el favor de bajar los tipos y soltarnos créditos baratos. Es como un chiste de Gila sofisticado, un chiste de Gila socialdemócrata y fetén. Y lo más sofisticado que registra esta caricatura de debate.