General

Papel mojado

Un amigo me envía un video con una intervención pública de Julio Anguita quien, por cierto, ha renunciado a la pensión que le correspondía como exdiputado, porque afirma que con los 1.400 euros de jubilación que le quedan como profesor de Enseñanzas Medias tiene suficiente para ir tirando. Anguita puede y quizás debe merecer muchas críticas (a su estrategia parlamentaria, a su gestión de las crisis en Izquierda Unida, a cierta simplicidad catecuménica suya y muy suya) pero es una de las figuras políticas más decentes y coherentes de los últimos treinta años. Anguita adelanta diez medidas para superar la crisis económica bajo una prioridad central: salvaguardar los intereses de la mayoría social y no desgastar el Estado de Bienestar. El núcleo central de su propuesta, por lo que entiendo, se basa en la lucha contra el fraude fiscal, una reforma tributaria que aumente los tipos a las rentas más altas, la persecución de la economía sumergida y la desaparición de las SICAV: con esto Anguita sostiene, sin precisar mayores detalles, que aflorarían 120.000 millones de euros en un año. Yo no se cómo explicar mi percepción de estos trabajosos esfuerzos anguiteños, que serán publicados en el próximo número de Mundo Obrero (sí, sigue existiendo Mundo Obrero). No sé explicarlos, al menos, sin recurrir a la palabra melancolía. Y me ocurre, obviamente, porque mi simpatía por los principios de ética ciudadana de Julio Anguita es tan intensa como mi decepción por sus ocurrencias, que funcionan más o menos razonablemente como abstracciones, pero que tienen tanta relación con la economía real como la varita de Harry Potter con la termodinámica.
Más allá de la obsesión de muchas izquierdas por la vía recaudatoria para librarnos de todo mal – que parte de una amnesia sistémica: en las crisis las empresas pequeñas y medianas que no se hunden se empobrecen—debe citarse un factor fundamental: la globalización financiera y económica. El capitalismo ha sabido universalizarse y, en cambio, las estrategias a favor de las mayorías ciudadanas, no, sean partidos, sindicatos o movimientos sociales. Siguen estabulados en ámbitos locales, regionales o nacionales. Y así es imposible no ganar la partida, sino simplemente jugarla. El Gobierno de Canarias, por ejemplo, no puede aumentar su deuda pública – si eso fuera pertinente – sin la autorización ministerial correspondiente. Y lo mismo le ocurre al Gobierno español respecto a Bruselas y a Bruselas respecto a los consorcios bancarios y los fondos de inversión internacionales. Como correlato a esta dimisión de la política, hasta que no sea posible convocar una huelga general con más o menos éxito en toda la UE, los intereses generales serán, cada vez en mayor medida, papel mojado.

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Apocalipsis

En el pasado, y es una costumbre no desaparecida del todo, la explicación urgente de las grandes calamidades (terremotos, maremotos, erupciones volcánicas, pestes) estaba vinculada a las creencias religiosas. Cuando ocurría algo realmente terrible, algo que evidenciaba nuestra condición de cucarachas bípedas a merced de cualquier catástrofe que desestabiliza la delgada superficie del planeta que habitamos, un horror indescriptible e indomable que acababa en pocos minutos con miles de vidas y con el esfuerzo de generaciones, es que habíamos disgustado a la divinidad, y recibíamos un atroz, pero justo castigo a nuestros miserables desafueros. Temblad, pecadores, porque todo verdor perecerá. En los últimos años se ha popularizado una suerte de versión laica de esta purga inmisericorde. Los protagonistas conceptuales son otros, pero el sentido de un pecado irredimible es el mismo y, lo más asombroso, la fraseología utilizada también. Es la propia Tierra la que nos castiga en esta ocasión, y nuestro pecado es el cambio climático y, por supuesto, los pecadores somos todos, pero puestos a elegir un símbolo, un símbolo que en parte nos exculpe y nos convierta también en víctimas propiciatorias, el símbolo es la codicia, la estupidez, la infinita maldad del capitalismo.
Pero no hay ninguna relación causal demostrable entre el maremoto que ha destrozado el norte de Japón y la dinámica del cambio climático. Absolutamente ninguna. Sostenerlo resulta, por lo tanto, una mera cuestión fideísta, un crujir de dientes seudorreligioso, una liturgia de gemebundas o tronantes convicciones al margen del conocimiento científico actualmente disponible. No soy de los que niegan estúpidamente el cambio climático. Es uno de los problemas más graves a los que se enfrenta la especie humana en el siglo que nos ocupa y desespera. Pero el mismo espíritu crítico, el mismo rigor científico de las autoridades intelectuales más respetables, nos aconseja evitar los estúpidos y cejijuntos zafarranchos apocalípticos que ahora se escuchan. Y lo mismo, mal que nos pese, ocurre con las centrales nucleares. El maremoto que se abalanzó sobre Japón destrozó carreteras, vías férreas, puertos, centrales eléctricas convencionales, naves industriales, aeródromos, industrias metalúrgicas y químicas. En todos estos lugares murieron miles de personas. La central nuclear de Fukushima, en cambio, ha resistido sin colapsar un terremoto tremebundo y sus protocolos y dispositivos de seguridad han puesto a salvo a 200.000 personas en cuestión de horas. No digo que sea admirable. Pero merece una reflexión que vaya más allá del temblor y el temor.

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Entre la murga y el coro griego

Tenemos un gran futuro a nuestras espaldas. Lo malo es que ha pasado de ser una promesa a convertirse en una peta. Qué hermosa joroba tiene Canarias. No se la ve y, como se niega a vérsela, está incluso orgullosa de la misma. Con un poco de inteligencia política, consenso social, articulación ciudadana, superación de los particularismos, esta crisis, que está suponiendo una transformación estructural del país hacia la regresión (regresión política, regresión económica, regresión educativa y cultural, regresión urbana, regresión en un capital humano que solo puede optar entre la emigración y el bareto de la esquina, si no ha cerrado) se hubiera podido sortear con costes más o menos asumibles. No ha sido así. Canarias está a medio camino entre un coro griego y una murga. Sabe lamentarse bien y profetizarse desgracias, pero a la hora de interpretar entre todos un diagnóstico nadie entiende nada. Las medidas políticas más duras se tomarán después de las próximas elecciones autonómicas y locales y sea quien sea quien gobierne: inimaginables despidos, impago a proveedores eternizándose un poco más, servicios públicos reducidos esqueléticamente, y aun así no es del todo seguro que no se produzcan situaciones de colapso financiero y quiebra en algunas corporaciones públicas del Archipiélago. A fecha de hoy, y con el Estado obligado a invertir decenas de miles de millones de euros (entre 20.000 y 100.000) para rescatar de nuevo a bancos y cajas, ¿está la Consejería de Economía y Hacienda absolutamente segura de que le será permitido a esta Comunidad autonómica endeudarse por 600 millones de euros más, imprescindibles para que el chiringuito no se desparrame por los suelos? Seriamente, ¿cabe soportar tasas superiores al 25% de desempleo para los próximos tres, cuatro, cinco años y no admitir el fracaso de un país, de una estructura político-administrativa, de un modelo de crecimiento económico, de unas élites dirigentes (en la política y en la empresa, en las universidades y en los sindicatos) que simplemente se resigna a esta catástrofe como a un orden cosmológico inmodificable y ajeno a sus responsabilidades? Las únicas respuestas al respecto que uno encuentra se dividen en dos grupos cuyo razonamiento argumental resulta apabullante:
–Esto es muy sencillo, joder. Tenemos una economía estrangulada por el proteccionismo, el subvencionismo y un delirante intervencionismo legal y reglamentario. Así no hay manera de avanzar. La máxima expresión de esta situación demencial es la moratoria turística. Lo que hay que hacer es prescindir de tanta intromisión política, de tanta burocracia, de tantas interferencias administrativas, y dejar que la economía funcione libremente…
–Ya veo que estamos enclaustrados en un modelo económico bolchevique. Y según tu punto de vista se debe suprimir la RIC, por supuesto… Es una intromisión jurídica que ha costado a la hacienda pública miles de millones de euros…
–Eeeh, hombre, no seas tan bestia. ¿Cómo vas a suprimir la RIC así como así? Aquí es muy difícil ser empresario…
–No veas lo difícil que es ser trabajador.
El otro esquema lo protagoniza, por supuesto, la izquierda arcangélica, lo suficientemente lúcida para haberse pasado al reformismo, pero no lo bastante como para entender que las reformas no pueden depender, única y exclusivamente, de la coherencia retórica.
–Hay que defender lo público.
— Muy bien.
— Los servicios sociales son sagrados. No hay que recortar aquí. Al contrario: hay que invertir más.
— ¿Y de dónde se saca la pasta?
— Ah, y las energías renovables. Hay que potenciar e invertir en energías renovables.
— ¿Y la pasta?
–Y apoyar nuestra agricultura, por supuesto. Se debe apoyar económicamente a nuestra agricultura.
–¿Y la pasta?
— Pareces un pizzero.
— Es que no hay dinero.
— Pamplinas. ¿No has leído a Vicenç Navarro? No salimos de la crisis, precisamente, porque Rodríguez Zapatero se ha rendido a los dogmas neoliberales. No saldremos si no es aumentando la inversión pública, que en España y en Canarias es muy inferior a la media de la UE…
–El profesor Vicenç Navarro es un sabio muy apreciable del que se puede aprender mucho, pero me gustaría verlo en la presidencia del Gobierno de Canarias, por ejemplo. A veces pienso que cree que el dinero está en cajas de zapatos en los sótanos de las entidades oficiales…
— El dinero está en manos de los plutócratas y los especuladores. Hay que recuperarlo con mayores impuestos a las grandes fortunas y a la banca e imponiendo la tasa Tobin…
— ¿Desde Canarias?
–Los cambios deben ser globales y los compromisos internacionales.
–¿Y mientras tanto? ¿Leemos las obras completas del profesor Vicenç Navarro?
Esta es una crisis, la crisis de nuestras vidas, particularmente compleja, dinámica y rica, porque es universal, sistémica y estructural, porque no es únicamente una crisis crediticia, ni una crisis de sobreproducción, ni una crisis de una deuda pública creciente más una deuda privada monstruosa. Y cada semana es atravesada por nuevos episodios que refuerzan la malla que nos atenaza. Los tres últimos apuntes enfatizan el órdago crítico:
1. La crisis de la deuda no es un capítulo cerrado. Durante este mes se celebrarán dos cumbres en las que la Unión Europea se juega, sin hipérboles, la supervivencia del euro a medio plazo. Las perspectivas son más bien sombrías. Lo que dicta una racionalidad económica dotada de inteligencia social es un avance decidido hacia un auténtico gobierno económico de la UE con tres medidas claves e imprescindibles: la emisión de eurobonos, la ampliación y consolidación en el tiempo del Fondo de Apoyo, los estímulos para la creación de bancos donde se depositen los activos bichados. Portugal se tambalea acosado por los mercados de deuda. Y la caída de Portugal supondría un impacto directo importante para la economía española, en términos monetarios, pero también político-económicos: España quedaría al borde del precipicio con el sello de inmediata víctima propiciatoria marcado en la frente. La fragilidad actual de la economía canaria se transformaría, en esta hipótesis, en una situación política y económicamente inmanejable: en la lógica económica y operativa vigente, se tendrían que aplicar nuevos recortes y más feroces recortes al gasto público sin que se recuperase en nivel de ingresos. No se me ocurre qué pudiera hacer el Gobierno autonómico en esta circunstancia, salvo legalizar la antropofagia.
2. El costo creciente de la factura petrolera. Si Canarias ha experimentado el crecimiento de la inflación interanual más baja de España en el pasado febrero no es precisamente por un salud económica aceptable, sino por la extremada debilidad de su demanda interna, correlato de una sociedad con casi un 30% de desempleados y unos salarios en el sector privado que no han dejado de perder poder adquisitivo en los últimos años, si no lustros. Es decir, es la honda situación de penuria la que nos protege – por el momento – de sufrir una aterradora estanflación. Canarias ha desaprovechado los años de prosperidad económica para incrementar su potencial de energías alternativas y el Gobierno y el resto de los poderes públicos no han cumplido debidamente con los objetivos del PECAN que, por lo demás, se está implantado de manera estruendosamente desigual entre las islas. Sin una inversión pública relevante será imposible conseguir para el 2015 que el 30% de la energía consumida en las Islas sea renovable. El Gobierno autónomo no ha hecho un solo gesto para incentivar el ahorro energético fuera de sus oficinas desde 2007. Tampoco en las últimas semanas. Ni se les ha ocurrido suprimir cualquier vehículo que no use tracción animal en las romerías.
3. Gracias al Banco de España – y no, desde luego, a ningún periodismo de investigación – ha podido saberse que el grupo Banca Cívica, a la que pertenece CajaCanarias, necesita 847 millones de euros para cumplir con las estipulaciones de la reforma del sector establecida por el Gobierno español: alcanzar el 10% de capital básico. En el caso de la Caja de Canarias, integrada en el Grupo Bankia, la cifra se eleva a casi 2.000 millones de euros. A ver de dónde los sacan y. sobre todo, quienes y a cambio de qué contrapartidas están dispuestos a arriesgar tan cuantiosas inversiones. Ni una explicación mínimamente detallada y verosímil se ha ofrecido desde las directivas de las cajas canarias a sus decenas de miles de cuentacorrientistas y clientes hipotecarios. Ni una entrevistita a Álvaro Arvelo o a Suárez del Toro. Por el momento, eso sí, la Caja de Canarias ha anunciado que su obra social reducirá a la mitad su presupuesto en este año. Es un detalle.

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Pico y pala

A todas estas, el informe del Mercado Laboral de Afi- Aggett no dice nada nuevo sobre Canarias, sino confirma la desastrosa situación conocida por todos. La expresión “índice de miseria” resulta particularmente llamativa, pero en realidad es un indicador económico que relaciona sumatoriamente la tasa de desempleo y la inflación acumulada. Por ejemplo, el índice de miseria más alto que registró Estados Unidos desde la Segunda Guerra Mundial se produjo en junio de 1980, en la etapa final del mandato presidencial de Carter, y alcanzó casi el 22%. Inicialmente su creador, el economista y asesor de la Casa Blanca, Arthur Okun, lo llamó “índice de malestar”, y en los últimos años ha sido modificado sustituyendo la inflación por el déficit público. Me parece de interés señalar que el índice de miseria no se refiere porcentualmente a la población. El índice de Canarias, según Afi-Aggett, se sitúa en el 30,61%, solo por debajo de Andalucía, pero eso no significa que el 30,61% de los canarios se encuentren instalados en la miseria y al borde de la inanición.
Esta crisis económica sigue avanzando en el Archipiélago hacia una situación de tormenta perfecta, en la cual la estanflación, una situación cada vez más probable, sería su síntoma más evidente: inflación creciente, estancamiento económico y paro. Es lo que tiene que pasar, lo que ocurrirá necesariamente, porque se ha decidido, particularmente desde el Gobierno autonómico y las administraciones públicas, que la mejor política consistía en una austeridad que no ha sido tal hasta anteayer y en un avestrucismo resignado a esperar que la recuperación económica de Europa nos rescatase del abismo con rollizos ejércitos de turistas. Una actitud demencial que se pagará muy cara en los próximos años. Ha sido estremecedor comprobar los fuegos de artificio lanzados por el éxito de una ocupación hotelera en un trance absolutamente coyuntural. Después del próximo verano nos espera un espectáculo cautivador: varios miles de personas perdiendo su pequeño refugio en ayuntamientos, cabildos y ayuntamientos. El primer objetivo serán los laborales fijos discontinuos. Pero se seguirá adelante. La subida de los combustibles, la delicadísima situación financiera de entidades como las cajas canarias, la congelación de los créditos, transformados ya en nieves perpetuas, el mantenimiento del paro y la degradación de los sistemas sociales y asistenciales indican que la crisis transformará estructuralmente esta sociedad. A pico y pala.

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De frangollo en frangollo hasta la derrota final

Charlaba con un amigo periodista. Surgió en la conversación una simpática publicación que ha aparecido en las últimas semanas, dedicada a desentrañar los criminales manejos que integran el Plan General de Ordenación de Santa Cruz, y en la que mi amigo y yo somos apostrofados entre gemidos de las víctimas de la Historia y de sus historietas. A mi amigo le han puesto un uniforme de falangista o algo así y en mi caso han reproducido una suerte de comunicado, astrosamente escrito y plagado de mentiras y boberías indistinguibles. Como mi amigo y yo somos personas decentes (él, por supuesto, mucho más que yo), profesionales que jamás han escrito una palabra en los periódicos al dictado, lo que no resulta nada extraordinario, sino una de las obligaciones elementales de un periodista, nos mostrábamos ligeramente estupefactos sobre estos primores publicísticos, y su ausencia en los mismos de las mefíticas calandracas que, de manera pública y notoria, a veces desde hace décadas, se dedican a prostituir el oficio en nuestra ínsula barataria. Ni una palabra al respecto de la rica variedad de pajarracos y pajaritos que polucionan el ecosistema de los medios de comunicación del Archipiélago, y en cambio, leña inquisitorial, chismosa y caricatural a periodistas que, con mejor o peor desempeño profesional, mantienen con uñas y dientes su honestidad. La respuesta, sin embargo, es muy obvia, y reside, precisamente, en nuestra modestísima pero porfiada decencia. Las mencionadas calandracas (periodísticas, radiofónicas, televisivas) ya están lo suficientemente desacreditadas para que nadie les haga caso; en cambio, estos tipos, así los lean cuatro o cuatro mil gatos, no. Y no nos gusta lo que a veces, o a menudo, o siempre, escriben estos tipos. Así que a por ellos. Y a por ellos no a través de un análisis argumental, por supuesto, sino a través del insulto barboteante, la ocurrencia soez, el escupitajo mentiroso y pueril.

Algo similar ocurre con un letrado de verbo flamígero y oscuro aliño indumentario, Felipe Campos, que se permite diariamente un ejercicio de agresiones verbales y descalificaciones fulminantes, en el que llega sin mayores apuros a la criminalización de equipos y partidos políticos al completo, pero que no tolera que se informe sobre su sagrada persona y sus circunstancias. El letrado Campos ha decidido, con toda la legitimidad que le otorga su condición de ciudadano, intervenir en el espacio político, pero cree que puede imponer a los medios de comunicación su exclusión del espacio público. Según su doctrina unipersonal, los periódicos no pueden siquiera informar sobre una denuncia judicial en la que se le cita personalmente, y mucho menos, publicarlo en una página impar, no se diga ya en primera. Un tercer ejemplo al que accedo indirectamente. Suelo visitar un blog llamado La casa de mi tía. Más que un blog es, en realidad, una útil página de enlaces, que suelo recorrer con interés, pero con frecuentes desacuerdos. A veces he discutido con su webmaster, Chema Tante, que me ha demostrado su invariable cortesía, su capacidad dialógica y su talante democrático. Gracias al señor Tante, en fin, un ardoroso defensor de Socialistas por Tenerife y su estrategia, me he enterado de que Santiago Pérez aludió a un servidor en su discurso a las tropas vicianistas, como, por otra parte, lo ha hecho en varios artículos de prensa, incluido el último, titulado, con un dramatismo un tanto hilarante, Guerra preventiva. De manera que denuncias a tu partido en el juzgado, te montas una plataforma electoral para disputarte los votos, pones a parir cotidianamente a sus órganos de dirección nacionales y regionales, jaleas públicamente a los desafectos y expulsados del mismo y es a tí al que le están haciendo la guerra. Qué cosas.

Porque, en realidad, quería hablar en este articulo de ese precipitado frangollo que se está armando entre SxT, Izquierda Unida y los Verdes, que incluye, como es público y notorio, una alianza electoral con Nueva Canarias, el partido liderado por Román Rodríguez, y el PIL. Y aquí, curiosamente, ocurre lo mismo. Si te atreves a criticar este apaño oportunista y disparatado, donde cualquier racionalidad de izquierdas es inapreciable, eres tachado de inmediato como un maligno portavoz del Régimen. Quien no ha formado jamás parte del Régimen es un señor que ha sido consejero del Cabildo de Tenerife, diputado regional, senador, concejal y director general del Gobierno de Canarias, secretario general del PSOE de Tenerife y miembro de la dirección regional del PSC-PSOE en distintas etapas en los últimos veinte y cinco años. Por supuesto, cabe señalar que el Régimen es otra cosa. El Régimen, en realidad, tal y como se está utilizando en la jerga que ahora mimetizan vicianas y corrales – y que comenzó a utilizar ese excelso boquilargo, Juan Fernando López Aguilar —  no es un concepto político, sino un término derogatorio. En fin. Sobre la feliz confluencia que, a buen seguro, tendrá a Santiago Pérez como candidato al Parlamento de Canarias, cabe hacer algunas reflexiones, evidentemente enregimentadas, que extraigo en parte de mis  estimulantes y civilizadas discusiones con el señor Tante:

1. Santiago Pérez ha seguido un manual elemental en su progresivo streptis político. Se presentó a las primarias contra José Miguel Pérez, secretario general del PSOE, sabiendo perfectamente que perdería de largo, pero buscando así una plataforma para continuar ejerciendo como la reserva sagrada del verdadero socialismo frente a los usurpadores que quieren pactar a toda costa con CC y Paulino Rivero. Colaboró discretamente con las acciones judiciales de Viciana y los suyos contra un partido en el que seguía militando. Después deja su escaño a cinco meses de las elecciones. Declaraciones aquí y allá siempre en el mismo sentido: José Miguel Pérez es Paulino Rivero con alzas y una peluca blanca, qué vergüenza. A continuación acude a la presentación en sociedad de SxT y enaltece y jalea a sus promotores. Sin embargo, no hay manera de que la dirección general pique y le abra un expediente disciplinario. Al final anuncia que deja el PSOE. En quince o veinte días admitirá, tras una atormentada meditación, que será cartel electoral de los altersocialistas a la Cámara regional. De nuevo, sabe que sus posibilidades fácticas son muy pocas pero, en todo caso, no serán otros quienes clausuren su carrera política. Todos sus pasos han estado perfectamente medidos, de la misma manera en que Viciana – que, al igual que Corrales,  votó a favor de José Miguel Pérez como secretario general y candidato presidencial del PSC-PSOE—comenzó a montar su partido express antes de que la autoridad judicial le negara las medidas cautelares que había solicitado. 

2. Y Santiago Pérez sabe que sus posibilidades son muy pocas porque SxT acaba de nacer y no cuenta con estructura ni logística ni otro programa que asegurar campanudamente que no pactarán con nadie. A esta coalición Izquierda Unida solo aporta una insignificancia estratégica y electoral que se ha ganado a pulso en los últimos doce años: sus votos en esta circunscripción apenas sobrepasaron las 3.000 papeletas en 2007. Solo los Verdes representa cierta fuerza cuantitativa, pero está por ver su eficacia: el votante verde suele ser alérgico a acuerdos o componendas con fuerzas que no identifiquen claramente con el ideario ecologista. Muchos votantes de IU huyeron hacia el voto por Los Verdes en 2003 y 2007, precisamente, y otros al PSOE. En general es un error infantil sostener que las alianzas electorales se transforman automáticamente en la suma cuantitativa de sus componentes. En la coalición externa – la que integrarían las fuerzas tinerfeñas citadas y el acuerdo entre NC y PIL – el único partido con verdadera fuerza electoral – la derivada de su relevante implantación municipal y su presencia en el Cabildo durante los cuatro últimos años — es Nueva Canarias, que será por tanto la beneficiaria de esta confluencia, pero que muy difícilmente obtendrá más de dos diputados en Gran Canaria.  

3. Uno de los aspectos más escandalosos del acuerdo entre NC y PIL – y entre estos socios y sus parteners tinerfeños —  es la ausencia de cualquier contenido programático. En la sana tradición de izquierdas (recordarán el “programa, programa, programa” de Julio Anguita) las alianzas electorales deben sustentarse en un conjunto nítido de compromisos programáticos. Con la más despampanante pachorra Román Rodríguez y/o Santiago Pérez consideran este asunto absolutamente menor. Me gustaría saber cómo evaluarían este comportamiento en el contexto de la derecha o el centroderecha estatal o nacionalista.  En la alianza interna (en la circunscripción tinerfeña) tampoco se ha presentado y explicado ningún compromiso programático, pero, en cambio, los nuevos socios se han apresurado a repartirse las candidaturas: Ramón Trujillo encabezando la plancha al Cabildo Insular de Tenerife y José Manuel Corrales la lista al Ayuntamiento de Santa Cruz.

4. Las izquierdas, y máxime bajo una normativa electoral tan democráticamente aberrante como la canaria, no encontrará oportunidades para desarrollar un proyecto político viable sobre alianza electorales frangolladas tres meses antes de las elecciones. Ese es un camino ya recorrido, aquí y en otras muchas partes, y solo depara frustraciones y desánimos, abandonos y divisiones, escepticismo entre los ciudadanos e indiferencia cada vez más generalizada. Me temo que hay que empezar por abajo. La metáfora del viejo topo de Marx conserva todo su valor. Empezar por los barrios, por los pueblos y por los municipios. Ganar verosimilitud y credibilidad y establecer acuerdos que funcionen cotidianamente y no cada cuatro años. Y contar (necesariamente) con el PSOE en las reflexiones, discursos y acciones que se emprendan. Es un camino largo y pedregoso, pero no hay otro, y si las izquierdas no lo quieren o pueden recorrer, como lo está intentando Sí se puede, lo cegará la maleza y desaparecerá en el bosque oscuro y ruin del fin de la política.

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