Retiro lo escrito

El Nobel a Bob Dylan

Creo que se ha galardonado con el Nobel de Literatura a peores poetas y escritores que Bob Dylan. Calculando generosamente, la mitad de los premiados por la Academia Sueca son actualmente ilegibles, y uno sospecha que las canciones de Dylan – como los maravillosos poemas de un compatriota suyo, Robert Frost – serán escuchadas y leídas por muchas generaciones futuras. La lista de los premiados es bastante decepcionante, pobretona y descompensada. Tres países nórdicos, por ejemplo, acaparan una docena de escritores distinguidos por la millonada del fabricante de dinamita. En una ocasión (1917) los académicos tuvieron el cuajo de premiar simultáneamente a dos escritores daneses que hoy tienen poquísimos lectores en su propio país. En estos fastos figura uno de los peores dramaturgos españoles de todos los tiempos, tres filósofos que jamás practicaron la literatura seriamente, uno de los cuales, Rudolf Eucken, era un tarado irremediable;  un exprimer ministro británico al que le dieron el premio por sus discursos durante la II Guerra Mundial en un acto de caridad a un caballero arruinado; otro dramaturgo español perfectamente prescindible, aunque más astuto y a ratos soportable que su predecesor;  una adusta autora de best sellers sobre campesinos chinos de grandes secretos y  prostitutas chinas de pies diminutos; una poeta chilena esencialmente cursi; un serbocroata enigmático del cual no queda rastro, como si hubiera sido secuestrado por alienígenas en su calidad de insuperable curiosidad zoológica; un australiano asmático en la tráquea y en la prosa; o una austriaca limpia y anodina como un banco recién pintado. Sí, ciertamente se ha reconocido a algunas figuras decisivas en la literatura contemporánea, en la modernidad literaria del siglo XX, pero la mayoría no fueron escayolados por el jurado sueco. Ni James Joyce, ni Marcel Proust, ni Franz Kafka, ni Jorge Luis Borges aparecieron nunca por ahí y maldita falta les hizo a ellos o a nosotros, sus agradecidos y felices lectores.
Recuerdo que una vez premiaron a un amigo en un certamen que no era precisamente prestigioso ni acumulaba una nómina prodigiosa de ganadores, pero que estaba muy bien retribuido. Felicité calurosamente a mi compadre que luego nos invitó a una indescriptible fiesta capaz de reventar cualquier sistema fisiológico. Más o menos es la misma situación. Bob, viejo amigo de toda la vida con el que nunca hablaré, coge las perras y que te lleve el viento con todas sus preguntas y respuestas, que como fiestas nos quedan ya para siempre tus canciones.

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12+1 de octubre

Hace ya bastantes años Xavier Rubert de Ventós, en su libro El laberinto de la Hispanidad, señalaba que quizás cinco siglos fueran suficientes para acabar con los mitos y mitologemas positivos y negativos engendrados por lo ocurrido en 1492: la leyenda negra del descubrimiento y colonización de América como un acto caracterizado exclusivamente por su brutalidad infame en la explotación y exterminio de los pueblos indígenas del continente, y la visión idealizada de una gesta admirable por parte de conquistadores heroicos, la abnegación de los misioneros, la expansión de valores morales claramente superiores y de aspiración universal.  Pues bien: medio milenio parece que todavía no es bastante. Quizás porque muchos continúen identificando la fiesta del 12 de octubre con la dictadura franquista – es prodigioso que esta gente sigan hablando del franquismo como una acogotante realidad política e ideológica cuarenta años después de la muerte del Franquísimo – o porque la primera celebración oficial del acontecimiento,  se celebró en 1892 dirigido por Cánovas del Castillo y con Rubén Darío de invitado excepcional , acabó contaminando todos los discursos y actos de un ridículo paternalismo colonial al que solo quedaban Cuba y Filipinas para seguir soñando a España como una potencia internacional.
Mucho más viejuno y legañoso que festejar la comunidad hispanoamericana – una comunión de historia, idioma y corrientes y tradiciones artísticas que se entrecruzan y fecundan en todas direcciones – es la comodidad vulgar y tontorrona de estas nuevas izquierdas y estos viejos independentistas para inventarse enemigos y objetos de burla y desprecio a la medida de sus ignorancias, sus apetencias o su aprovechamiento publicitario (*) Dudo mucho que un individuo como Pablo Iglesias  –que conoce bastante bien muchas realidades latinoamericanas – ignore que deslegitimar la celebración del 12 de octubre por las masacres entre los pueblo indígenas resulta de una puerilidad realmente idiota y sin duda idiotizando. Porque ya nadie celebra un acto de conquista, un modelo de explotación colonial o la destrucción de culturas locales, sino que se intenta recordar un encuentro que, despoblado de descubrimientos y genocidios,  “nos ayude a pasar a comprendernos, unos a otros, como artífices del último y dramático reconocimiento entre culturas que acabó de cerrar nuestro mundo” como expone brillantemente Xavier Rubert de Ventós en su admirable obra. Comprender. Esa gran asignatura políticamente tan devaluada. Tal vez habrá que esperar otros cinco siglos más.

(*) Un ejemplo acabado — aunque en absoluto original — de estupidez energuménica es esa reciente afirmación del coordinador de Izquierda Unida Canaria, Ramón Trujillo, para el cual los conquistadores españoles «fueron los nazis del siglo XVI», una aseveración que demuestra que conoce tan poco la historia dl siglo XVI como la del siglo XX.

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Donaldismo puro

Donald Trump no debe preocuparse por diseñar ninguna estrategia en la batalla electoral hacia la Casa Blanca. Debe contentar a su hinchada y punto. Como su hinchada está compuesta por white trash, por clases medias arruinadas, por los exterminados por hipotecas delirantes, por subempleados que cobran por horas y fanáticos religiosos, gana siempre al insultar, al agredir, al despreciar groseramente c cualquier político, cualquier partido, cualquier programa y medida. Un millonario falsamente antiestablishment que quiere y consigue canalizar la indignación y el resentimiento contra las élites políticas del país. Pero esto es una interpretación. Trump no necesita ninguna. Trump no necesita argumentos ni datos. Trump usa el lenguaje ignorándolo. La realidad es insignificante. Incluso la realidad verbal. Trump miente con desparpajo y ridiculizando al que no lo hace. Sí, soy un cerdo, pero un cerdo como ustedes, yo soy su cerdo, queridos compatriotas indignados.  Para esto no es menester delicadezas. Repite, simplemente, lo que quieras decir, y niega si es imprescindible lo que has dicho. Este podría ser el ejemplo de una conversación con una donaldista:
— Todos ustedes, los que quieren que Trump se estrelle en el curso de esta campaña, son unos hijos de puta.
–¿Cómo díce? Nos está llamando hijos de puta?
— ¿Yo? Para nada.
— Pero si lo ha hecho. Hace medio minuto. Hijos de puta.
–No, yo no he dicho eso. He dicho que parece que usted esté ansioso porque se lo llamen para continuar con su exhibición de víctima desdichada…
— ¿Víctima desgraciada? Le voy a…
— Y además violento. ¿Se dan cuenta por qué debemos armar más y mejor a nuestra policía?
Trump es el adelantado, por supuesto, pero toda la praxis política y lectoral en los últimos treinta años lo han venido preparando en unas democracias parlamentarias cada vez más exhaustas. Cuando José Manuel Soria brinda explicaciones que no son explicaciones sobre su implicación en los papeles de Panamá, cuando no se puede entender el frondoso galimatías de prohombres y promujeres de CC para explicar la moción de censura en Granadilla  de Abona, cuando los opinólogos señalan que Mariano Rajoy se cree y no se cree a la vez sus propias necedades tartamudeantes se hace obvio que la doctrina Trump – despreciar la lengua como paso previo para despreciar a los ciudadanos con su pleno consentimiento – ha llegado para quedarse. Para quedarse como una bomba lapa incrustrada en el mismo corazón del idioma a fin de aniquilarlo y la verdad y la mentira sean intercambiables. ¿Qué algo no viene a cuento? Mejor, mucho mejor. Ayer estaba Noemí Santana estrangulando la lengua española desde su escaño e intentando, con poco éxito, alcanzar algún orden sintáctico comprensible. Encontró la doctrina Trum y procuró ligar a Clavijo y su gobierno con el caso Las Teresitas. Por supuesto el presidente se tomó la molestia de señalar que ni él ni su equipo tenían nada que ver con eso. Pura irrelevancia. Santana, embarcada en un monólogo al que los argumentos del otro se la pelan,  se arremangó como cristo antes de subir a la Cruz y le espetó sin más: “¿Usted vino aquí a hacer política o a hacer negocios?”.
Donaldismo puro.

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Starmus arruinados

El Festival Starmus dejó en su primera edición en Tenerife un pufo que superó los 125.000 euros y todavía no se conocen los datos de las restantes. A los gilipollas que pedimos cierta prudencia ante la capacidad –o el oportunismo — empresarial de un astrofísico armenio cuyas dotes para la gestión comercial eran tan desconocidas en Everán como en Chiguergue se nos ha quedado, precisamente, cara de gilipollas. A los gestores del Cabildo, que acogieron entusiásticamente este proyecto, obviamente no, aunque según confesión propia han metido en este guiso entre sapiencial y publicístico más de 800.000 euros en los últimos años. No hay que preocuparse, nos explican solícitos, porque esa pasta debe considerarse una inversión que ha tenido un retorno, pásmense ustedes, ignaros contribuyentes, de más de 400 millones de euros, casi el 80%  de los presupuestos generales del Cabildo tinerfeño para el presente año. Para llegar a esta prodigiosa cifra, al parecer, los técnicos de la corporación insular han calculado los gastos publicitarios necesarios para que Tenerife obtuviera la publicidad que gracias al Starmus ha conseguido, unos cálculos que, por supuesto, jamás verán la luz, y que en el futuro serán tan inaccesibles como el Santo Grial, básicamente porque parten de una base muy poco aritmética, que consiste en considerar que somos militantemente imbéciles.
El Festival Starmus quiso ser desde el primer momento una convocatoria de referencia porque en Canarias en general y en Tenerife en particular, lo que no es referencial no es nada. De esta manera se trabaja denodadamente para convertirnos en referencia para el exterior, porque referencias, entre nosotros mismos, tenemos pocas, y eso quizás explique, entre otras razones, los resultados electorales y otras muchas cosas más. Y ser una referencia mundial aconseja, por supuesto, a empezar con mucho lucimiento y trompetería, invitando a Stephen Hawking, a Neils Amstrong y a Brian May, entre otras estrellas con o sin Premio Nobel, pidiendo perras al Gobierno autónomo, al Cabildo de La Palma y al ITER, y presumiendo de musculatura científica mientras nuestros pocos investigadores se alimentan básicamente de becas mezquinas y mortadela ahumada. Bueno, es desagradable reconocerlo, pero uno no se convierte en referente mundial de nada en tres cochinos años. El Festival Starmus continuará en Noruega o se le olvidará a Garik Israelian en el bolsillo trasero de los vaqueros, pero lo que habrá desaparecido, precisamente, es cualquier referencia a Tenerife. Construir un proyecto con inteligencia y paciencia que vaya ganando simpatías y apoyos en la sociedad civil tinerfeña, que tienda relaciones más realistas con la actividad científica local y la divulgación en nuestros centros educativos es más lento y menos postinudo. Todas esas fotos con Hawking, discretos codazos y sonrisas mecánicas, amarilleando en las gavetas de nuestros próceres, y que un día sus deudos descubrirán atónitos en un armario apolillado. “Pero si es Stephen Hawking…¿Qué hace con este señor al lado?…”

 

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Tomar nota

Que dice el Timonel de la Dulce Sonrisa que Podemos “tomará nota” de los dirigentes regionales del PSOE que apoyen o respalden una eventual abstención de los socialista en el segundo intento de investidura de Mariano Rajoy.  Aunque Pablo Iglesias no fue mucho más concreto, probablemente, no necesitaba serlo. Está a punto de comenzar  — si Rajoy logra ser investido finalmente – la labor de oposición a la oposición que los dirigentes de Podemos creen necesaria para que culmine la pulverización del PSOE. Lo más gracioso es que la amenaza poco velada de Iglesias, que se refería implícitamente a los gobiernos autonómicos y locales en los que Podemos permite que gestionen los socialistas, es una contradicción muy estúpida, porque si Podemos da la espalda a los socialistas, en dichos ayuntamientos y comunidades autonómicas pasaría a gobernar el Partido Popular. Es decir, que Pablo Iglesias, para castigar a los malignos barones socialistas por permitir gobernar al PP, está dispuesto a aumentar el poder territorial del PP.
Por el momento, nadie en el PSOE ha anunciado que tomará nota de la actitud de Podemos en el Congreso de los Diputados ni ha amenazado (por ejemplo) con retirar el apoyo de los concejales socialistas en los ayuntamientos de Madrid o Barcelona, donde son imprescindibles para mantener las mayorías que sustentan, respectivamente, a los gobiernos de Manuela Carmena – su plataforma obtuvo el año pasado solo 20 de los 57 concejales — y Ada Colau – logró apenas 11 de 41 ediles en disputa. Y no lo ha hecho – por no mencionar el sentido común – porque nadie toma notas en el Congreso de los Diputados para basar las políticas de alianza en las corporaciones locales y las comunidades autonómicas. Apuesto que el señor Iglesias tampoco. Pero necesita interpretar el papel de fiscal extraordinario de la izquierda patria para repartir por enésima vez los carnets de decencia e indecencia política.
Lo que realmente es indecente es afirmar con ruin desparpajo que numerosos diputados socialistas – por no mencionar a dirigentes regionales y cargos orgánicos – conspiran activamente para que el PP se mantenga en el Gobierno. ¿Qué saldrían ganando en semejante operación? ¿Entrarían todos antes de fin de año en el consejo de administración de Endesa?  El PP ha ganado las elecciones por segunda vez consecutiva y unos nuevos comicios, muy probablemente, ampliarían esa ventaja. Es imposible construir una mayoría alternativa sólida y verosímil. Rajoy y los suyos no disponen de mayoría absoluta y no podrán gobernar como antes. Un líder verdaderamente preocupado por deshacer las contrarreformas de la brutal derecha española y suavizar el trance que nos depara Bruselas estaría ya negociando una estrategia parlamentaria común con el PSOE y otras fuerzas de izquierdas. No amenazando. No tomando nota. No pensando únicamente en su coleta.

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