Retiro lo escrito

Resolver el problema

Antes ocurría con periodicidad semanal; dudo que las costumbres hayan cambiado ahora. Una vez a la semana el presidente del Cabildo de La Gomera, Casimiro Curbelo, recibía en su despacho oficial a todo aquel vecino que le solicitara una entrevista. Sin excepciones. A partir de las ocho de la mañana, y hasta avanzada la caída de la tarde, decenas y decenas de personas desfilaban por el despacho del presidente, que generalmente – aunque no siempre – les aguardaba solo con un bolígrafo y una libreta para apuntar sus demandas: búsqueda de un empleo, problemas de escolarización, tratamientos médicos, asistencia a un anciano impedido que no puede salir de su vivienda, broncas con lindes de fincas, enmarañados líos burocráticos. Ese día, por supuesto, Curbelo no almorzaba, y atendía a los peticionarios con una combinación paternal de seriedad institucional y campechanía hipnótica y servicial. A muchos los conocía por su nombre, apellidos, circunstancias familiares y sociales. Es difícil tener un Estado en la cabeza, pero más arduo y complejo resulta tener en la cabeza una isla como La Gomera. Simplemente porque el Estado no está lleno de gomeros, y La Gomera, sí.
El modelo curbelista — un clientelismo socialdemócrata, un poscaciquismo astutamente adherido a las estructuras democráticas – proporcionó más de veinte años de éxitos electorales ininterrumpidos al PSOE de La Gomera. Pero está inexorablemente unido a quien fue su promotor y diseñador, es decir, al propio Curbelo. En La Gomera ocurre con el curbelismo lo mismo que con el culto cargo en Nueva Guinea: los bienes y los servicios son gestionados por un hombre elegido y para obtenerlos basta con participar en ciertos ritos, entre los cuales el más importante consiste en votar a Casimiro Curbelo para el Cabildo, el Senado o el Parlamento regional cada cuatro años. Curbelo ha arrasado en La Gomera en las elecciones del pasado día 24 –mayoría absoluta en el Cabildo Insular — y obtenido tres diputados. Aquellos que suponen que Casimiro Curbelo – cuyos problemas judiciales no son precisamente insignificantes – actuará en un futuro próximo por muy sentidas razones ideológicas van dados. De nuevo se sentará en su despacho y recibirá, por supuesto, en carne o en espíritu, a Fernando Clavijo, y Patricia Hernández, y a José Manuel Soria para preguntarles qué problema tienen, misijos. Y resolverá el problema que le sea más rentable. ¿Un puñado de directores generales, un compromiso presupuestario golosón, un calendario público y transparente para su reingreso en el PSOE antes de las elecciones generales? Dime lo que te pasa que yo – como Casimiro que me llamo — te lo resuelvo.

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Pacto canario e ingobernabilidad española

Siempre sostuvo uno que Anselmo Pestana y sus compañeros no debieron ser expulsados nunca – como ocurrió de facto en su día – del PSC-PSOE. Obviando otras circunstancias, porque un partido serio debe gestionar exquisitamente sus gestos de autoridad y, sobre todo, sus potestades disciplinarias y punitivas. A los pocos meses de abierto el conflicto quedó más o menos claro que los socialistas palmeros – porque un 90% de la militancia compartía las tesis y actitudes de Pestana – regresarían al PSC antes de las siguientes elecciones autonómicas y municipales, aunque el regreso no fue, precisamente, un camino de rosas y marquesotes. La dirección federal – pese a los refunfuños y aspavientos de José Miguel Pérez –terminó comprendiendo que si no admitía el retorno mosaico de los díscolos a la tierra prometida el PSC-PSOE desaparecía en La Palma.
Sin embargo, estos caminos de ida y vuelta, esa generosidad calculada y asustadiza, termina produciendo efectos indeseables. Si ha ocurrido una vez, ¿por qué no habría de ocurrir en el futuro? Si la dirección federal y/o la regional deciden disculpar las indisciplinas de Anselmo Pestana o de Alpidio Armas, ¿por qué no habría de comprender y en último término exculpar las deslealtades de pasado mañana? Una reflexión similar están llevando a cabo algunos alcaldes o concejales socialistas –electos o en funciones – en La Palma y no cabe excluir que atraviese el encefalograma generalmente plano de los consejeros socialistas en el Cabildo de El Hierro, aunque los resultados impidan un nuevo pacto entre el PSC y el PP. Tanto en Coalición Canaria como en el PSC – tradicionales adversarios en los municipios de las islas occidentales – las tensiones son muy intensas, pero mientras los coalicioneros parecen capaces de reprimirlas, a los dirigentes socialistas les está costando sangre, sudor y lágrimas intentar apaciguarlas en un contexto interno de cierta bicefalia: José Miguel Pérez sigue sesteando más o menos en la Secretaría General mientras el liderazgo naciente de Patricia Hernández, resultado de sus buenos resultados electorales, no tiene aun ninguna traducción en las estructuras de poder de la organización socialista. El pacto regional entre CC y PSC no está ni mucho menos cerrado y alicatado y mientras tanto resulta difícil precisar si José Manuel Soria y Casimiro Curbelo se han telefoneado mutuamente treinta o cuarenta veces en los últimos días para presentar a Fernando Clavijo una oferta supuestamente irrechazable.
En el horizonte inmediato se dibujan unas elecciones generales que, según todas las encuestas, conducirían a unas Cortes incapacitadas para articular una mayoría parlamentaria suficiente para gobernar a las izquierdas y a las derechas. Una crisis de gobernabilidad que llevaría a nuevas elecciones tres meses más tarde. Sí, apenas en tres meses, España puede ser ingobernable, y esa preocupante pero verosímil hipótesis debería llevar a los partidos canarios a la responsabilidad de que este Comunidad autonómica cuente con un Gobierno sólido cuanto antes. Eso, y la situación de emergencia social en la que vive instalado el país, como un alpinista con magníficas vistas al borde del precipicio.

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El régimen electoral canario

Si la estupidez tuviera endemismos uno de los de nuestro ecosistema político sería los espasmódicos desbarres y pamplinas sobre el sistema electoral canario. Es una necedad cacofónica que brota entre los prolegómenos de las elecciones y la finalización del recuento de los sufragios, pero que en estos tiempos de indignación democratista amenaza con prosperar lo indecible y romper cualquier límite temporal. Algún lúcido editorialista ya dejó escrito que lo más urgente que debe hacer el próximo Gobierno regional (supuestamente una alianza entre CC y el PSC-PSOE) es emprender la reforma del régimen electoral, heroicidad prioritaria, según este buen hombre, sobre el 30% de desempleo o la agonía de los servicios hospitalarios y asistenciales. Recuerdo como una pesadilla las periódicas catalinarias de IUC, uno de cuyos dirigentes llegó a afirmar categóricamente que el actual sistema electoral impedía que fuerzas políticas como la suya –la verdadera izquierda, por supuesto — obtuviera representación parlamentaria. Un partido-bebé, con apenas estructura organizativa e implantación municipal, Podemos, consiguió el pasado domingo siete diputados. Fantasmagorizados, las damas y caballeros de IU callan, pero ahora es Podemos, naturalmente, quien clama contra el régimen electoral, porque siete entre sesenta diputados, con un 14% de los votos, les parece poco. En realidad  — y aquí se desvela la obvia, miope y muy meona hipocresía de los partidos nuevos y viejos – las fuerzas políticas, en el sistema electoral canario, no se quejan tanto por sacar resultados insatisfactorios como por los que sacan otros. Pese a las grandilocuencias de rigor, ninguna fuerza política se posiciona a favor de cambios en la normativa electoral desde la neutralidad valorativa, sino desde sus propios intereses.

Resulta bastante penoso escuchar a gente supuestamente alfabetizada que en Canarias “no funciona la máxima un hombre, un voto” o esa sandez de que “un voto herreño vale 17 veces lo que vale un voto tinerfeño”. Semejantes enormidades solo evidencian el desconocimiento de lo que es un sistema electoral en general y los orígenes y naturaleza del régimen electoral canario en particular. La característica principal del sistema electoral en esta Comunidad autonómica no son los topes porcentuales – con los topes anteriores al año 2000 los resultados del pasado domingo no variarían sustancialmente – sino su carácter mixto: es un sistema de combina la representatividad popular con la representatividad territorial estableciendo un equilibrio múltiple (la llamada triple paridad). Y se hizo así no por los malvados designios de CC, el PP o el PSOE – las dos primeras fuerzas ni siquiera existían entonces – sino para evitar, como siempre había ocurrido en la historia de Canarias, que las islas menores se vieran de nuevo excluidas en el concierto político regional, y quien no lo entienda, que lea al majorero Manuel Velázquez Cabrera o al palmero Pedro Pérez Díaz para informarse debidamente.

Por supuesto que el sistema es mejorable. Puestos a elegir menú soy partidario de añadir una lista regional de diez o quince diputados y regresar a los topes porcentuales del siglo pasado. Pero ni el vigente régimen electoral es una farsa representativa ni el déficit democrático canario tiene su origen o su principal sostén en el régimen electoral vigente, sino en la baja calidad de sus instituciones públicas, en la mediocre y buhonera chafardería de sus partidos políticos, en las relaciones demasiado sinérgicas entre élites políticas y empresariales, en la corrupción política y la creciente desigualdad social, en la débil e invertebrada sociedad civil isleña, en la pésima educación cívica que se evidencia en el empresariado, en los sindicatos, en las escuelas y universidades, en los medios de comunicación. No insistan en presentar la reforma electoral como una varita mágica. El pensamiento mágico y las complejidades de una sociedad democrática no encajan demasiado bien.

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Recogiendo el despacho

Tres o cuatro golpes en la puerta del despacho del presidente del Gobierno. Al no escuchar respuesta Fernando Ríos se atrevió a entrar y encontró a Paulino Rivero leyendo ávidamente tras una mesa que casi se hundía bajo una muralla de libros.
–¿Qué quieres, Ríos? ¿No ves que estoy leyendo? ¿Qué te parece? “Para que este momento no se quede en un episodio popular glorioso pero fallido, ni se enrede en el permanente oportunismo de las organizaciones representativas, sindicatos corruptos y partidos parlamentarios, el despertar de la Historia debe ser también el despertar de la Idea”. Lo que he dicho yo siempre. Este Alain Badiou es interesante, pero llega con retraso. Yo pensaba lo mismo cuando gané las primeras elecciones en El Sauzal.
–¿Y esto?  — preguntó Ríos señalando los libros amontonados.
–Estoy recogiendo los libros que tenía aquí y han sido la base de mi acción política a lo largo de treinta años de trayectoria consagrados a la igualdad y la justicia social combatiendo contra la oligarquía caciquil: Lenin, Gramsci, Chomsky, Paul Baran, Polanyi, Lapavitsas, Zizek…Oye, el Zizek es muy gracioso, pero le falta conocer dos o tres chistes gomeros para entender realmente el intríngulis de las contradicciones del deseo en las democracias postcapitalistas…
–Eeeh, claro, claro… Perdona la interrupción, pero venía a preguntarte si crees que aguantaremos hasta la segunda quincena de julio, para planificar las vacaciones…
— Yo es que estoy realmente escandalizado. ¿Sabes que Fernando Clavijo todavía no ha reformado el régimen electoral? Estoy empezando a sospechar incluso que no es un auténtico demócrata.
— Ni siquiera un demócrata burgués. Clavijo es casta.
–Sí, sí, está meridianamente claro, Clavijo es casta, y Barragán también. Años y años con una persona al lado y es capaz de engañarte. Que si me gustan los puros baratos, que si prefiero el cuello del cabrito barrado, que si yo cojo un taxi…Y al final casta, solo casta.
–Por eso nos cerraron el paso e impidieron los siguientes cuatro años, para evitar que se asentara la revolución.
–Es una pena, porque yo tenía ya medio convencido a José Miguel Pérez, que como todo socialdemócrata, por supuesto, prefiere la injusticia al desorden, para utilizar la expresión de Goethe, y casi teníamos lista la constitución de los primeros soviets de parados famélicos y campesinos sin nitratos, dos al mismo tiempo, en El Ravelo y en la aldea de San Nicolás, con la televisión autonómica transmitiéndolo en directo, y todo se fue al garete por culpa de los representantes de esta podrida oligarquía caciquil…
–Es inútil, presidente. La revolución nacionalpopular puede ser retrasada, pero no impedida…
–Creo que me voy a Eslovenia a contarle esos chistes gomeros a Zizek. Me parece imprescindible. ¿Te vienes?
–Encantado. ¿No se mosqueará la prensa?
–Zizek hablando de Canarias. Eso tendrá un impacto mundial. Y Fernando…
–¿Sí?
–Llévame las obras completas de Boaventura de Sousa, que desde niño no puede conciliar el sueño si no lo leo antes de dormir…

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Sumas y restas

Los tres grandes partidos del sistema político canario han perdido apoyos electorales el pasado domingo. Incluso el PSC-PSOE, que celebró convertirse en la fuerza más votada con la retórica delirante de un acontecimiento histórico, pierde unos 10.000 votos aproximadamente respecto a los comicios autonómicos de 2011. Más o menos los que hubiera conservado sin la anomalía del curbelismo desatada en La Gomera por los propios socialistas. El PP pierde cerca de 120.00 votos en lo que seguramente es el mayor castigo electoral que registra nuestra breve crónica parlamentaria, pero no esperen dimisiones, es que la gente no ha pillado el mensaje. Les ha faltado piel, que diría Floriano viendo el poster de María Australia Navarro. Gracias al régimen electoral y su implantación en cinco de las siete islas, Coalición Canaria es el partido con mayor número de diputados, pero por primera vez sufre un golpe fulminante en su espina dorsal municipal, especialmente en Tenerife. Es Antonio Morales (y no Román Rodríguez y su disparatada política de pactos) el que consigue grupo parlamentario para Nueva Canarias. Podemos suma nada menos que 130.000 sufragios, pero paga obviamente su escaso desarrollo organizativo y su presencia prácticamente testimonial en la mayoría de las islas no capitalinas. Incluso con siete diputados en la mochila es precipitado afirmar que Podemos llega para quedarse. Dependerá de  gestionen semejante capital en la oposición y de su capacidad para construir partido dentro y fuera de las grandes ciudades de la región. Pero anoche algún que otro dirigente podemista, además de feliz, se le veía súbitamente tranquilizado. Podrán oponerse hasta el frenesí frente a todos los malignos matices de la casta (clavijos, patricias, romanes) sin arriesgarse a pagar ningún coste de imagen. Ciudadanos se queda a un puñado de votos para entrar en la Cámara regional.

Aunque la suma aritmética resulta evidente, el pacto de gobierno entre CC y PSOE no será precisamente sencillo porque, según es tradición en nuestras ínsulas baratarias, se interferirán los acuerdos y desacuerdos en cabildos y ayuntamientos (entre los primeros el de La Palma y entre los segundos el de La Laguna son dos buenos y espinosos ejemplos). Pero sobre todo corresponde a Fernando Clavijo y a Patricia Hernández consensuar un conjunto de reformas políticas, económicas y sociales que los anteriores gobiernos no quisieron ni pusieron poner en marcha, y al mismo tiempo, reformar estructuralmente sus respectivas organizaciones políticas, para cuyos máximos puestos de responsabilidad (en CC y el PSC-PSOE) están legitimados por sus resultados electorales.

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