Creo que la mejor síntesis de la discusión sobre las energías renovables está encerrada en una frase poco euforizante y sin embargo muy precisa: “pro-renovables sí, pero pro-aritmética también”. Una flamante iniciativa civil, la Plataforma por un Nuevo Modelo Energético para Canarias, integrada por fuerzas ecologistas, partidos, sindicatos y (atención) empresas del sector, le ha afectado la conducta al consejero de Obras Públicas, Domingo Berriel, por su arriscada defensa de la introducción del gas en el sistema energético canario. No voy a discutir si Berriel “no tiene ni idea sobre energía” –tampoco me extrañaría especialmente – pero ese horizonte inmediato de un Archipiélago sustentado al 100% en energías renovables, impedido por una oscura y maligna conspiración, no tiene más consistencia que proponer unicornios para sustituir a coches, motos y guaguas por las carreteras de las islas.
¿Es factible incrementar el actual 7% de aportación de las energías renovables al mix del sistema energético canario? Es factible y, además, es indispensable. Ese porcentaje se podría triplicar en muy pocos años si se consiguiera renovar y mantener operativo el parque eólico ya matriculado en las islas –con algunas nuevas incorporaciones en determinados territorios y comarcas, ciertamente –. Desde el año 2007, en cambio, el Ejecutivo regional abandonó de facto el desarrollo de una estrategia en política energética. Finalmente el Plan Energético de Canarias (el Pecan) falleció de pura insignificancia y se ha optado por unas Directrices de Ordenación Sectorial de Energía (Dose). Para los gobiernos de Paulino Rivero la política energética ha sido un territorio complejo e incomprensible que se ha querido ahorrar. La contradicción básica no está entre la negativa heroica a las prospecciones petrolíferas y Tindaya. La contradicción fundamental (y tartufesca) está entre el rechazo a los sondeos en aguas de Lanzarote y Fuerteventura y un desidioso abandono en la política energética durante los últimos ocho años.
Algunos se felicitan de que las torpezas, arrogancias e ineptitudes de la Comunidad autónoma hayan retrasado la incorporación del gas en Canarias. Se equivocan. Por costes de producción y por los problemas técnicos derivados del almacenamiento y transporte de la energía eléctrica generada por las renovables el salto gradual hacia unas energías alternativas dominantes solo se puede hacer desde una tecnología de base. Descarbonizar y despetrolizar esta tecnología de base significa optar necesariamente por el gas natural como combustible menos contaminante y caro. Aprendamos de lo que ocurre por allá fuera: los alemanes que cerraron centrales nucleares en los años noventa y han debido reabrir centrales térmicas de carbón. Aprendamos de lo que ocurre acá dentro: la Central Hidroeólica de El Hierro cuenta con un equipo de motores diesel adjunto y no alcanza a cubrir el 15% de la demanda eléctrica de una isla de 10.000 habitantes.