Los profesores de la Escuela de Actores de Canarias decidieron ayer suspender toda actividad lectiva en el centro, una medida que se suma al encierro que numerosos alumnos comenzaron hace días. La Consejería de Educación del Gobierno autonómico adeuda al Centro Superior de Arte Dramático más de 300.000 euros del presupuesto de 2012 y desde hace varios meses ni el profesorado ni el personal de administración y servicios cobran un euro. El mutismo de José Miguel Pérez y su equipo ha sido perfecto porque el consejero de Educación – lo ha demostrado desde que asumió el cargo – vive instalado en una superstición: si se está calladito conseguirá que la gente no sepa quien es el responsable de la gestión de la educación pública en Canarias. Puede que, incluso, se olviden de su existencia mientras él sigue deambulando como un zombi herbívoro – los zombis socioliberales son herbívoros — entre su despacho y su pijama y su vacinilla. Mientras viene y va sigilosamente, con una corbata raída para connotar su progresismo intachable, se hunden los comedores escolares, se suspenden servicios de acogida, se preparan nuevos cierres de escuelas rurales y las universidades se asfixian financieramente.
La incorporación de la Escuela de Actores de Canarias, cuyas primeras actividades regulares arrancaron en los años setenta, a las enseñanzas universitarias, su reconocimiento como centro superior en 1996, constituyó una recompensa a la labor tesonera y paciente de un equipo de actores y técnicos teatrales y enmendó una carencia histórica. Han bastado menos de veinte años, sin embargo, para que de nuevo se considere a la Escuela de Actores un lujo que la sociedad canaria en general y la comunidad universitaria en particular no puede permitirse, y así se ha dictado su sentencia de muerte cobardemente: por un lado ni una explicación racional y por el otro un recorte del 50% de su presupuesto para el próximo año, un porcentaje muy superior al de cualquier otro centro, escuela o facultad universitaria del Archipiélago. Lanzar un puñal y esconder la mano. Tapiar una ventana al futuro sin haber tocado siquiera la puerta. En un breve poema Bertold Brecht dice “Conozco muchos que andan por ahí con la lista/de lo que necesitan./Aquel a quien la lista es presentada dice: es mucho./ Más aquel que la ha escrito dice: esto es lo mínimo./Pero hay quien orgullosamente muestra/su breve lista”. Profesores y alumnos, unidos, solo reivindican su derecho a aprender. Esa es su lista. Su breve y hermosa lista.