El coordinador de Izquierda Unida en Tenerife, Ramón Trujillo, ha escrito una nota, publicada en este periódico y en varias páginas y foros digitales, en el que replica irritadamente a un artículo de un servidor al respecto de los resultados de la coalición electoral de IU-SXT-Los Verdes al Cabildo de Tenerife y sus frustrantes resultados: obtuvieron poco más del 4,7% de los votos y no consiguieron representación. No creo imprescindible (pero lo haré) exponer aquí no el respeto, sino el aprecio político que me merece el señor Trujillo, al que no tengo el placer de conocer personalmente. Tampoco me parece indispensable (quizás no le interese ni al señor Trujillo) insistir en que a mi juicio el coordinador de IU en Tenerife ha probado durante muchos años su integridad política y el rigor de su compromiso por mantener viva una organización en condiciones sumamente hostiles. Pero todo eso no es obstáculo (supongo yo) para enjuiciar unos resultados electorales y relacionarlos con el análisis inercial y exculpatorio que siempre realizan los principales responsables de los mismos. En este caso, Ramón Trujillo y sus compañeros de coalición. Si se me permite expondré mi disenso con este discurso (un discurso que se repite elección tras elección, con un empecinamiento ora colérico, ora melancólico) en varios puntos:
1. Yo no he pretendido ridiculizar a Trujillo. El miedo malhumorado al ridículo denota cierta inseguridad. Mucho menos he utilizado la técnica de adjudicarle una interpretación chiripitifláutica de los resultados electorales para luego desmontarla jocosamente. Más bien ocurre lo contrario: es usted, Trujillo, quien me adjudica enormidades tales como negar que “la democracia implica reconocer la igual valía de todo ser humano”. Por lo demás se trata de una frase bastante desafortunada. Los seres humanos valen igual, se viva en una democracia o en una dictadura. Es la defensa de la igualdad de derechos entre los seres humanos (instituida en el concepto de ciudadanía) lo que implica el ideal democrático, y no lo contrario. Como usted no se resigna a criticar un argumento, en realidad, lo que practica automáticamente es la desautorización política y moral del supuesto adversario: “Es un usted un antidemócrata”. Y se queda tan tranquilo. Bueno, comprenderá usted que mi tranquilidad no es menor que la suya, pero tomo nota de su afición grafómana a excomuniones democráticas tan fulminantes como pueriles, que no contribuyen, precisamente, a estimular el debate entre las izquierdas canarias, y más ampliamente todavía, a apuntalar el debate político, social y mediático cuyo déficit es uno de los principales indicadores de la debilidad de la maltrecha democracia de nuestro país.
2. “En democracia los votos de las personas con iguales derechos deberían tener igual valor. Pero en Canarias no es así”. Centremos la discusión en las elecciones insulares y locales: creo que respecto al monstruoso régimen electoral autonómico no se puede estar demasiado en desacuerdo. De los datos que proporciona el señor Trujillo se deduce que en Canarias la barrera electoral del 5% en las elecciones a ayuntamientos y cabildos conculca los principios de una democracia representativa. Si uno se atiene estrictamente a lo expresado por el señor Trujillo en su nota de respuesta, podría llegar a pensar que se trata de un maligno endemismo político-electoral del Archipiélago. Pero esa barrera electoral existe en toda España. Aun más: la barrera o umbral electoral es un elemento configurador de la inmensa mayoría de los sistemas electorales contemporáneos. En las elecciones parlamentarias alemanas está establecida una barrera del 5%. En Liechtenstein un 8%. En Suecia un 4%. Es en Israel, que yo sepa, donde la barrera es más baja, un 1,5%, lo que brinda ocasión, por cierto, para que varios partidos ultraortodoxos se dediquen sistemáticamente a chantajear y tumbar a gobiernos laboristas y conservadores. No termino de creerme que el señor Trujillo cuestione la vitalidad de las democracias sueca, alemana o francesa. Las barreras electorales – que pueden ser cuestionables y en algunos casos deben ser cuestionadas — no pueden ser el único criterio, ni siquiera el criterio fundamental, para determinar el carácter democrático de un sistema político y electoral. Al socaire de los pactos municipales e insulares surgidos de las elecciones del pasado mayo se producen reacciones de incredulidad, asombro e indignación entre los ciudadanos, pero las reformas electorales que podrían limitar la irresistible afición buhonera de nuestra partidocracia oligopólica tienen menos que ver con la rebaja o desaparición de las barreras que con la introducción de otros mecanismos, como podría ser la elección directa de alcalde y/o presidente del cabildo: así ocurre en Alemania donde, no por casualidad, el transfuguismo es prácticamente desconocido.
3. Cuando cité la frase de Weber (“Es manía clerical de utilizar la ética para tener razón”) lo hice porque describe con admirable economía verbal un tradicional comportamiento retórico, y por desgracia no solo retórico, de las izquierdas en liza electoral, y no solo en liza electoral. La ética (lo que pensamos que debería ser) no puede introducirse de contrabando para contrapesar el resultado de tus acciones (lo que es). Si se participa en unas elecciones en una circunscripción con una barrera del 5%, que no es arbitraria ni coyuntural, sino que está legalmente establecida, es una chiquillada denunciar, una vez comprobada la derrota, que la perversa barrera del 5% te ha robado un consejero. Y más que una chiquillada con un asombroso fondo autocomplaciente, es una metáfora irresponsable, es decir, una metáfora que no contribuye a iluminar y entender mejor la realidad, sino que la oscurece y distrae. Y la distraer, básicamente, para disolver toda responsabilidad propia en la derrota. Ramón Trujillo ha aplicado esta técnica habitual al dedillo, porque la conoce perfectamente, y estaba obligado a aplicarla con profusión desde el 23 de mayo, porque su apuesta por una coalición electoral con Socialistas X Tenerife y Los Verdes fue arriesgada y levantó suspicacias en el seno de su propia organización, y duras críticas en otras formaciones de izquierda. ¿Cómo admitir palmariamente que se había fracasado en los comicios al Cabildo tinerfeño? Cabe preguntar a Trujillo a partir de qué porcentaje se produce un hurto como el que tan sentidamente ha denunciado. Con un 3%, verbigracia, ¿también estaríamos ante un robo? Solo la subjetividad moralizante de Trujillo y sus socios podría ofrecer una respuesta, aunque, por supuesto, se limitaría a ser una opinión sin base técnica, legal o meramente fáctica. La barrera electoral es el bálsamo de Fierabrás que cura todas las heridas, aunque se emplean, igualmente, otros apósitos. Por ejemplo, señalar campanudamente que tu coalición es la cuarta fuerza electoral de Tenerife: el hecho de que la distancia cuantitativa de las tres primeras sea tan considerable no merece ninguna atención, como ninguna atención reflexiva merece que la derecha y el centroderecha (PP y CC) hayan sumado 25.000 sufragios más en la Isla con respecto a las elecciones de 2007. Por ejemplo, insistir con ojos y corazón enchopados en el maltrato ignorante de medios de comunicación, pese a las entrevistas, el seguimiento de las comparecencias públicas y la publicación de notas de prensa: en la última década, IU ha tenido en los medios de comunicación tinerfeños un reflejo que no es proporcional a su presencia institucional o a sus resultados electorales, sino claramente superior. En realidad la coalición cuya plancha en el Cabildo encabezó Ramón Trujillo tuvo un plus de atención periodística innegable, fruto de su novedad y del efecto informativo acumulado de la evolución de los disidentes del PSC tinerfeño desde su ruptura con el PSOE hasta la noche electoral. Alternativa Sí se puede, en cambio, consiguió mucho menos atención mediática, y si bien tampoco cosechó un consejero en el Cabildo, mejoró muy notablemente sus perspectivas municipales y ese aspecto deviene uno de los más interesantes del proyecto de ASSP: la germinal capacidad para prescindir de periódicos y televisiones como mediadores informativos entre su actividad y sus propuestas y los ciudadanos. Los militantes de ASSP lo ha hecho privilegiando el trabajo en la calle y en las zonas agrícolas, pero las izquierdas en general tienen un aliado magnífico en este objetivo, el que supone Internet y las redes sociales.
4. Por último, un apunte sobre la socorrida unidad de las izquierdas. Es grotesco, sencillamente grotesco, que se hable de unidad de las izquierdas cuando lo único pugnaz en esa convocatoria es el mensaje de que unidos en una plataforma electoral podrían conseguir más representación en las instituciones públicas. La unidad de las izquierdas, ¿es un traje planchado para la ocasión cada cuatro años? ¿Una táctica electoral para obtener una voz solitaria en los ayuntamientos cuyo bisbiseo depende de que no se rompa la coalición entre los socios como es práctica consuetudinaria en las izquierdas? Cualquier proceso de convergencia de las izquierdas tinerfeñas debe tener como objetivo prioritario, precisamente, la colaboración sistemática del trabajo político cotidiano sobre la base de una agenda consensuada y el respeto a las identidades políticas e ideológicas de cada cual. Todo lo demás es una lamentable mímesis del lenguaje político al uso (recuérdese los llamamientos de unidad nacionalista alrededor de CC) que a la inmensa mayoría de los ciudadanos, incluidos los que se reclaman de izquierdas, les trae absolutamente sin cuidado. Y con razón.
9 Respondiendo a La manía clerical