Hawking en el páramo

Cualquier cosa que no sea felicitar a los responsables del Festival  Starmus –empezando por su fundador y director, el astrofísico Garik Isralian — por conseguir en su segunda edición la presencia activa de Stephen Hawking se me antoja una mezquindad. El doctor Hawking es un físico teórico excepcional y su popularidad lo ha convertido en un reclamo icónico mundial. Cuando has aparecido en Los Simpson – y en varios capítulos — ya puedes considerar que has entrado en la eternidad. Pero si además ha salido en Futurama y en The Big Bang Theory formas parte indisoluble de la cultura popular del siglo XXI. Sin embargo, esa regocijante realidad debe servir de advertencia. Como fetiche mediático la rentabilidad del señor Hawking es considerable, pero no excepcional. Hawking – como solía hacer ese Dios que no existe y nunca ha existido – está en todas partes desde hace mucho tiempo.
Otra cosa bien distinta es la cantidad de carrete fotográfico que los responsables políticos han quemado fotografiándose con Hawking hasta la naúsea. No me parece exagerado sospechar que si hubieran podido sentarse en la silla del científico lo hubieran hecho. “Échate a un lado y hazme sitio, Jauquin, que te voy a llevar a ver lo bonita que son Las Cañadas”. Incluso me extraña que no lo hayan llevado a comer costillas con piñas a Casa de El Nervioso o que no le hayan preguntado por la actuación de Los Bombones en los últimos carnavales. Los rostros excitados por la satisfacción se condicen mal con el miserable estado de la investigación científica y tecnológica de Canarias, que como comunidad autonómica está a la cola del Estado español en inversión en I-D. Los recortes presupuestarios han significado la desaparición de casi 750 puestos de trabajo para científicos y tecnólogos solo entre 2008 y 2012. Desde 2009 Canarias ha disminuido más de un 50% las partidas dedicadas a proyectos y programas de investigación y desarrollo, por lo que presenta tasas negativas de crecimiento, solo por detrás de La Rioja. En el año 2012 destinamos apenas un 0,51% del PIB regional a I+D y en 2013 superamos la catástrofe descendiendo hasta el 0,48%. Las universidades se han visto obligadas a reducir en más de un 60% sus fondos para investigación en los últimos tres años y tanto en ITER como el Instituto de Astrofísica de Canarias han visto esquilmadas  (y progresivamente envejecidas) sus plantillas. Por decirlo brevemente: después de unos años de frágil esperanza en articular un sistema integral de  investigación científica y tecnológica en las islas la crisis económica y las podas presupuestarias han acabado con cualquier resquicio de racionalidad inversora.  Este país se aleja a toda velocidad de una economía basada en el conocimiento y la innovación. única vía pragmática para un crecimiento inteligente, sostenible e integrador. Lo pagaremos amargamente a medio plazo.   Y la sombra momentánea del admirable doctor Hawking no conseguirá aliviar la grave responsabilidad en este desastre de la élite política canaria.   Rodeado de sonrisas mostrencas y de fotógrafos incansables, Hawking ha visitado en las últimas semanas un lugar sometido a una desertización científica fulminante donde siempre se confunde con entusiasmo la anécdota y la categoría.

Publicado el por Alfonso González Jerez en Retiro lo escrito 3 comentarios

Babiecada histórica

Con el laconismo de los grandes momentos históricos, el presidente Paulino Rivero leyó ayer ante los periodistas la pregunta que se formulará en la consulta: “¿Cree usted que Canarias debe cambiar su modelo medioambiental y turístico por la prospecciones de gas y petróleo?” Más allá de la voluntad evidente de eludir una impugnación del Gobierno central en el Tribunal Constitucional, la pregunta que Rivero ha sancionado contiene, en sí misma, una información valiosísima, a saber, que la Comunidad autonómica tiene algo que merezca llamarse “un modelo medioambiental”, y es más, cuenta con un “modelo turístico”. Es una pena que la ciudadanía no pueda hacerle por el momento consultas al Gobierno, porque resultaría sumamente interesante que el señor Rivero detallara tales modelos. Por cierto, presentar un montón de planes incumplidos, moratorias ergonómicas, normativas legales superpuestas y a veces contradictorias y reformas reglamentarias cantinflescas no vale.
Me gustaría decir que la pregunta es tramposa. Pero no lo es. La pregunta propuesta, simplemente, es una bobería, y dirigirse a los ciudadanos para preguntarles babiecadas es una forma muy poco sutil de faltarles al respeto. La pregunta presupone  — y presuponer algo en una consulta representa, abiertamente, una voluntad de manipulación – que las prospecciones de petróleo y gas son incompatibles con un hipotético modelo turístico y medioambiental. Quizás lo sean, pero en ningún caso cabe deslizar tal implicación en una consulta ciudadana. Es como si en el referéndum sobre la continuidad de España como socio de la OTAN, celebrada en 1986, se hubiera puesto a los ciudadanos en la alternativa explícita de continuar en la organización militar o renunciar al Mercado Común Europeo. La alternativa que siempre supone el pronunciamiento de los ciudadanos en una consulta es, por naturaleza, excluyente, un sí o un no, pero no puede estar fundamentada en implicaciones arteramente introducidas en la pregunta para estimular la inducción a una  respuesta concreta.
Claro que esto no es un referéndum. Es una consulta cuyo resultado –de celebrarse – carece de cualquier vinculación jurídica o administrativa para el Gobierno de España. Pero exactamente igual que en Cataluña se intenta hacer pasar una consulta por un referéndum. Y lo que es más grave, como ha señalado el profesor Santiago Pérez,  es que se pretende, desde el Ejecutivo regional, sustituir la voluntad ciudadana por la fabricación de un pronunciamiento desnudo de las más elementales garantías procedimentales y judiciales propias de un procedimiento electoral democrático (juntas electorales, verificación de los resultados, neutralidad gubernamental, espacios es los medios de comunicación públicos, etcétera). Exactamente: esto es una operación de marketing político. Y no está impulsada por el Gobierno, ni por CC, ni por el PSOE, sino por Paulino Rivero, sumo sacerdote de sí mismo.

Publicado el por Alfonso González Jerez en Retiro lo escrito ¿Qué opinas?

La comisión buhonera

A los diputados autonómicos nunca les preocupó que se divulgaran sus salarios y dietas. A algunos, ciertamente, no les agradaba, y emplearon en su momento argumentos tan peregrinos como que la gente no terminaría de entender sus emolumentos, cuando si algo inteligible para todo el mundo es un sueldo. La regulación de las sicav o un contrato hipotecario pueden ser confusos; un sueldo, jamás. El presidente del Parlamento, Antonio Castro, se lanzó a un compromiso heroico que estremeció a Pericles en la tumba: los sueldos de sus señorías serían publicados. Don Antonio Castro, sin embargo, es víctima de la tendencia de confundir el puntilloso rigor con la pachorra infinita, y el proceso de clarificación salarial de los diputados se prolongó largos meses. Por fin se procedió a contarlo, pero la incorporación de las retribuciones a la página web de la Cámara regional se demoró todavía un poco. Todo este extenuante esfuerzo para publicar que el salario bruto mensual de un diputado raso es de 3.829 euros.
Sin embargo el mayor secreto económico del Parlamento canario no está en las retribuciones de los diputados, las ñapas por pleno y comisión o los salarios sabrosones que devengan su presidente y los miembros de la Mesa. El mayor enigma purulante se encuentra en la concesión de las compatibilidades que sus señorías se conceden a sí mismos sin que exista ningún marco regulatorio al respecto. Gracias a la sentencia del denominado caso Europa – aunque ya era obvio para todos – se ha confirmado que el diputado del PP, Jorge Rodríguez, cobra como parlamentario con dedicación exclusiva y, simultáneamente, mantiene abierto su próspero bufete como abogado. Sin duda el señor Rodríguez cuenta con la autorización de la Cámara para este reconfortante doblete, pero en ese beneplácito se encuentra, precisamente, lo democráticamente escandaloso. Una Comisión del Estatuto del Diputado es que la examina a puerta cerrada y sin el menor atisbo de publicidad las solicitudes de los representantes para cobrar íntegramente su salario como tales y, al mismo tiempo, continuar ejerciendo su profesión en el ámbito público o privado. Es imposible resistirse a la sospecha de que las autorizaciones se negocian exclusivamente atendiendo al usual trapicheo partidista, en el que se  intercambian cromos, es decir, diputados supuestamente hiperactivos, para satisfacción de todos. A Canarias le urge perentoriamente una amplia reforma política e institucional si se pretende que la deslegitimación democrática no siga erosionando un sistema cada vez más esclerótico e inútil. Desde luego, pueden existir otras prioridadades, pero nada más fácil, si los partidos se decidieran a su propia higienización, que comenzar por esa oscura comisión, mezcla de santasantorum provinciano y refugio de buhoneros.

Publicado el por Alfonso González Jerez en Retiro lo escrito ¿Qué opinas?

La pregunta pejeverde

En un plazo relativamente breve para sus usos y costumbres el Consejo Consultivo de Canarias ha avalado (así se ha esculpido en los titulares) la legalidad de la consulta preparada por el Gobierno autonómico sobre las prospecciones petrolíferas en las proximidades de Lanzarote y Fuerteventura. Con las prisas en celebrar el informe – que sin duda cogió por sorpresa al Ejecutivo – fue piadosamente obviada una observación que los señores consejeros no pudieron resistirse a explicitar: la consulta no puede incluir preguntas que excedan el marco competencial de la Comunidad autonómica. He esperado inútilmente que alguien se dirija al Consejo Consultivo para aclarar este aserto a fin de que quien lo interprete no sea el portavoz Martín Marrero, por ejemplo. Pero nada.
Y no es un asunto baladí. Entre sus competencias la Comunidad Canaria, por supuesto, cuenta con un amplio espacio normativo y reglamentario en materia medioambiental. Sin embargo, la autorización para proceder a sondeos exploratorios y conceder licencias de explotación corresponde inequívocamente al Ministerio de Industria y Energía. La conclusión se antoja bastante obvia: el Gobierno regional no puede preguntar a los ciudadanos canarios sobre las prospecciones que ha autorizado el Ministerio de Industria a favor de Repsol. No lo puede hacer sin incurrir en prevaricación, aunque mucho antes, sin duda, el proceso administrativo para la consulta será impugnado por el Gobierno central a partir de la presentación de un recurso en el Tribunal Constitucional. Desde la legalidad el Gobierno presidido por Paulino Rivero deberá limitarse a una pregunta más o menos de este jaez: “Como ciudadano de Canarias, ¿quiere usted que el mar que rodea las islas sea limpio, puro, salutífero y hermoso? En caso de responder positivamente, ¿cree usted que debería contar con samas roqueras, fulas y pejeverdes en abundancia?”.
Pulula la gente malvada – yo me cuento entre ellas – que considera que el Gobierno presidido por Paulino Rivero, incluyendo al mismo Paulino Rivero, conocía de antemano perfectamente las limitaciones legales de una consulta como la que pretenden convocar. Sabían que las preguntas jurídicamente permisibles excluían fuera de toda duda razonable la autorización y la actividad misma que suponen los sondeos. Conocían, por tanto, la perfecta inutilidad de la consulta en términos jurídicos y su inermidad como instrumento democrático en términos políticos. Fue la irresistible tentación de un presidente adicto a los titulares en vena la que le llevó a envolverse en el mar como en una bandera y posar como un Tritón patriótico agitando en el tridente justiciero papel timbrado, fulas y pejeverdes.

Publicado el por Alfonso González Jerez en Retiro lo escrito ¿Qué opinas?

Un respetito al delincuente confeso

La tarde de ayer fue muy curiosa. De la misma forma que todo el mundo recuerda o pretende recordar dónde estaba el 23 de febrero de 1981 o el 11 de septiembre de 2001 sería justo y necesario que, en el futuro, pudiéramos precisar nuestra anecdótica ubicación durante la comparecencia de Jordi Pujol en el Parlamento de Cataluña. Un acontecimiento excepcional. Un dirigente político que había gobernado un país rico y culto durante cerca de un cuarto de siglo, fundador de su principal partido y símbolo del nacionalismo catalán,  había confesado recientemente un delito. Una fortuna de millones de euros oculta en un banco andorrano y que no había regularizado fiscalmente porque no había encontrado jamás tiempo para hacerlo. La mayor parte de sus hijos y su esposa estaban sometidos a investigación policial – cuyos primeros informes apuntaban a indicios vinculados a sobornos, mefíticos entramados empresariales, cuentas en paraísos fiscales, inversiones multimillonarias – y ya se habían celebrado los primeros interrogatorios en sede judicial. El Parlamento quería saber la verdad de Pujol. Pero en realidad ofreció la suya.
Para empezar el delincuente confeso recibió un trato reglamentario exquisito. Nada de obligarle a contestar individualmente a las preguntas que se le formulasen. El delincuente confeso contestaría a las preguntas en bloque en un turno de media hora y sin posibilidad de réplica. Exactamente igual a cómo se celebraron tantas de las sesiones parlamentarias en las que el delincuente confesó se aburrió desdeñosamente durante su largo reinado. Tanta indignidad fue digna de verse. El portavoz de su partido practicó un dadaísmo baboso que parecía remitirse a un cataclismo volcánico en una lejana era geológica. La portavoz del socio parlamentario – tan republicana, tan de izquierdas – declaró sentirse desolada mientras su jefe de filas se ausentaba cobardemente de la Cámara. Al portavoz socialista la situación se le antojó “incomprensible”, pero no preguntó nada, por si acaso la comprendía. El portavoz de CUP, un perfecto idiota político, encontró la explicación del comportamiento del presidente en su condición de traidorzuelo burgués al servicio de los intereses españolistas sin encontrar necesidad de entrar en mayores detalles. Cuando los únicos diputados que censuraron su conducta y le exigieron información hablaron (PP, Ciudadanos e IC) el octagenario caudillo descompuso el gesto. Y en su contestación sin respuestas el delincuente confeso les espetó una bronca. Los descalificó brutalmente. Les mostró su ira y su desprecio. Como en los viejos tiempos. Como si nada hubiera cambiado.
Pero algo sí ha cambiado. Ayer, en Cataluña, a la democracia parlamentaria se le meó larga y cálidamente en la cara.  Y no fue Pujol, sino la inmensa mayoría de los diputados los que orinaron con entusiasmo melancólico. Pujol se limitó a cagarse en ellos. Que tomen nota los que ya vislumbran el paraíso democrático y social tras la independencia.

Publicado el por Alfonso González Jerez en Retiro lo escrito ¿Qué opinas?