A punto

Primero, toda la infecta trompetería propagandísticca alrededor de las cifras de la Encuesta de Población Activa: esos 72.000 puestos de trabajo creados en el anterior trimestre del año en curso. Pues bien, si se desestacionalizan los datos, el paro no baja, sino que se incrementa, muy moderadamente, pero se incrementa todavía en un par de décimas porcentuales.  La caída de la población activa no se interrumpe y baja un 1,6% respecto al mismo trimestre del año anterior: gente que ya no busca empleo porque se las arregla con las chapuzas, vive gracias a la pensión de los padres o abuelos o ha emigrado echando leches. La inmensa mayoría de los empleos creados en julio, agosto y septiembre son temporales y su duración media es de apenas dos meses. Basurientos y fugaces empleos, como demostrará la EPA a principios del próximo año. ¿Se ha superado la recesión? Desde un punto de vista técnico, puede que sí. Pero el crecimiento del PIB será a corto y medio plazo apenas un eructo, el empleo que se generará será corto, de pésima calidad y ligado a factores estacionales y al rumbo de las exportaciones, y así no hay manera de garantizar el pago puntual de la deuda pública ni es viable el casi desarbolado Estado de Bienestar que todavía resiste en este país. La crisis ya no es una coyuntura económica, sino un estilo de gobierno, un programa político dirigido a transformar un modelo social, una catástrofe institucionalizada.
Canarias ha sumado 22.000 desempleados más y ya ha superado el 35% de la población activa en paro. Que ocurra durante los meses de verano –cuando las contrataciones aumentan empujadas por el turismo, que ha presentado buenas cifras de ocupación –exige un diagnóstico inmediato, descarnado, brutal incluso, y no una carta al Rey más mago. Porque esto está a punto de estallar. Ni la economía sumergida, ni la solidaridad familiar, ni los paliativos de unos servicios sociales escuchimizados pueden desactivar una bomba de relojería cada día más cebada por la miseria, el miedo, la humillación. Están absolutamente equivocados los que creen lo contrario. Están absolutamente errados los que suponen que la somnolienta (y suicida) paz social  se mantendrá se haga lo que se haga a los ciudadanos, a los que se está tratando como basura biodegradable. En el Archipiélago la combinación entre la medicina diabólica de los recortes públicos y el aumento de la fiscalidad y la supresión de programas y ayudas que compensaban la insularidad y la lejanía está destruyendo cualquier futuro democrática y socialmente tolerable para los canarios. Está a punto de ocurrir algo. Por una vez quisiera equivocarme, pero no creo que sea nada bueno.

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La hora de la censura

El profesor Santiago Pérez ha publicado, en el diario canariasahora, un muy interesante artículo sobre la denominada ley antitránsfugas, que es la que se intentó poner en marcha en Tacoronte, por parte de las direcciones federal y regional del PSOE, para evitar la moción de censura que ha desplazado al hasta hoy alcalde, Álvaro Dávila. El planteamiento inicial de Santiago Pérez es (creo) irreprochable. La ley antitránsfugas corre el riesgo de convertirse en un instrumento más al servicio de las élites de las organizaciones políticas, y unos militantes que no han intentado abandonar el partido no se transforman automáticamente en tránsfugas por la decisión de echarlos. En todo caso los militantes deben tener garantizados sus derechos como tales: no se les debe, al menos en una organización que presuma de democrática, tratar como agua sucia que no tiene ni la primera ni la última palabra.
Sin embargo, en sus consideraciones posteriores, opino que el profesor Pérez se equivoca y lleva (o arrastra) el debate conceptual de la normativa jurídica al terreno de sus convicciones políticas y éticas en el caso de Tacoronte. Primero, el pacto entre CC y PSC-PSOE firmado en 2011 nunca pretendió ser un acuerdo en cascada, porque la praxis política regional de los últimos treinta años ha demostrado que tal ambición estratégica es insostenible, y ahí está el ejemplo de Granadilla, donde gobiernan socialistas y conservadores desde el comienzo del mandato, para demostrarlo. En segundo lugar, las mociones de censura son, por supuesto, y tal y como sostiene Santiago Pérez, un mecanismo legítimo, aparte de legal, para remover mayorías de gobierno. Pero las mociones de censura – ni siquiera las que se presentan contra alcaldes coalicioneros – no resultan meramente expresión de la excelsa libertad de concejales que quieren volar por su cuenta. A veces los que se echan a volar – el mismo Pérez lo sufrió varias veces como dirigente socialista — son verdaderos pájaros, y al respecto de Tacoronte, será muy interesante conocer los contratos y adjudicaciones que se ejecuten a partir de ahora por la Concejalía de Asuntos Sociales, particularmente, los referidos a la asistencia domiciliaria. Por último es difícil compartir ese punto de vista, tam rotundamente expresado por don Santiago, según el cual la ideología del adversario político — entiéndase siempre CC — se reduce a la obsesión por el poder. Es una acusación particularmente curiosa en la escena tacorontera cuando el adversario, que ganó las elecciones, es apeado por los que las perdieron. Buscar el poder no es una ideología: es el incentivo básico de los partidos en los sistemas de representación democrática.

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Pornografía

Anda el Gobierno de don Mariano Rajoy felicitándose whitmanianamente (yo me celebro y yo me canto) por lo bien que ha hecho las cosas y la inminente salida de la crisis económica. Es lo nunca visto, Y esta es la gentualla que criticaba entre vómitos o risas los brotes verdes de Elena Salgado. La misma gentualla, efectivamente, cuenta ahora que todo lo peor está quedando atrás a los seis millones de desempleados del país y a las decenas de miles de empresarios que han tenido que echar el cierre para siempre jamás y a los enfermos crónicos sin medicación y a los que deben abandonar los estudios universitarios y a los que emigran a toda leche. Es pura pornografía política por parte de sujetos que han perdido el último ápice de vergüenza y que están convencidos que la propaganda no debe influir en la realidad, sino sustituirla, y quien no actúe conforma al guión propagandístico, es un depravado, un amargado, un estúpido o quizás un etarra. El último spot consiste en cacarear sin tomar resuello sobre las multimillonarias inversiones que en los dos últimos meses han caido, como un maná de leche y miel, sobre las heroicas tierras de España. Como figurante de lujo – y al mismo tiempo productor en las sombras – Emilio Botín ha declarado, exultante, que está llegando dinero de todas partes a España. Una orgía de pasta desenfrenada. Solo falta que Cristóbal Montoro contrate a la orquesta Wamanpy para que actúen en directo en la Bolsa de Madrid.
Hasta el mes de septiembre pasado –son cifras del Ministerio de Economía – se registraron más de 17.500 millones de euros de entradas totales netas en España por fondos de inversión extranjeros. Es una cifra ciertamente apreciable, sobre todo teniendo en cuenta la retirada de capitales que se pudo observar en los tres años anteriores, pero como ocurre con la gran mayoría de los países de la zona euro, esos 17.500 millones no se dirigen a inversiones productivas, sino a la participación en activos financieros: ampliaciones de capital o compra de empresas ya existentes (es lo que ha hecho Bill Gates, o más exactamente, uno o varios fondos de sus fondos de inversiones, con el 6% de FCC). El 87,7% de las inversiones no se interesan por la creación de nueva actividad económica: son operaciones financieras que se dedican a reciclar capital. Y, por supuesto, esta rotación de activos financieros no tendrá, por lo tanto, maldita incidencia en el aumento de la producción o en la multiplicación de los puestos de trabajo. Nada que justifique la impostada, ridícula y canallesca euforia gubernamental mientras se presenta un proyecto presupuestario para 2014 que garantiza una vida peor para (casi) todos.

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Idiotas

El diputado conservador Manuel Fernández – ceniciento dirigente al alba y ubicuo empresario al atardecer sin el cual la historia interna del PP canario del último cuarto de siglo resulta incomprensible  — ha llamado directa y explícitamente idiotas a todos aquellos que se oponen a las prospecciones de Repsol al este de Lanzarote y Fuerteventura. Idiotas. Es interesante. En general el señor Fernández es más interesante de lo que su apariencia promete, aunque por desgracia despierta menos interés de lo que merece. Recordemos que, en la pasada legislatura, se pudo saber –casi milagrosamente – que el señor Fernández cobraba como diputado con dedicación exclusiva, pero había solicitado y obtenido de la correspondiente comisión parlamentaria autorización para desarrollar otras actividades, entre las cuales figuraba labores de intermediación de una relevante empresa con las administraciones públicas. En un país con menos idiotas que este, ciertamente, el señor Fernández hubiera debido dimitir, con grave riesgo para la continuidad de su largísimo y neblinosa carrera política, pero aquí no pasó nada, es decir, sí pasó: el señor Fernández siguió amarrado a su escaño, y desde ahí ha llamado idiotas a bastantes miles de ciudadanos.
En la antigua Grecia se denominaba idiotikós a aquellos miembros de la polis que se desinteresaban de la política, que mostraban un desinterés supino por los problemas de la vida común, que se negaban a participar en los asuntos públicos. Los ciudadanos canarios que se han manifestado contra las prospecciones petrolíferas quizás estén equivocados, pero desde un punto de vista político no son idiotas precisamente. El señor Fernández tiene, en cambio, sus idiotas preferidos: son los que no se manifiestan, los que no participan ni se interesan en el debate, los que se ausentan de aquello que, para bien o para mal, influirá en sus vidas cotidianas. Los idiotas a los que ama el señor Fernández son aquellos que admiten su exclusión de la política, los que dejan hacer, los que creen o quieren creer que la democracia consiste en votar cada cuatro años – a figuras de la altura intelectual de Manuel Fernández, por ejemplo – y desentenderse de lo que ocurra, aceptarlo con resignación ejemplar, hasta la próxima vez que les toque acercarse a una urna. Son numerosos y son calladitos y por eso el partido del señor Fernández los ha llamado la mayoría silenciosa. Todo lo contrario a una ciudadanía que merezca ese nombre, informada y vigilante, porque si la mayoría estuviera constituida por ciudadanos informados y vigilantes el señor Fernández no tendría ni una puñetera posibilidad de insultarlos desde un escaño.

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José Miguel Pérez, secretario general del PSC-PSOE. «Tengo pruebas historiográficas de que existo»

El secretario general del PSC-PSOE, José Miguel Pérez, nos recibe en la cápsula criogenizada en la que se encierra varias horas al día para meditar sobre los intrincados dédalos de la Historia y evitar su consunción o que el pelo se le vuelva rubio antes del próximo congreso de los socialistas canarios.
–Ya sé que se han hecho muchos chistes sobre mi pelo blanco. No crea que ignoro la sana expansión humorística del pueblo. Yo, contra lo que se pregona por ahí, no me he encastillado en el despacho. Cuatro o cinco veces al año, incluso, visito algún supermercado y una vez me tomé una cerveza en Las Canteras.
— Vaya. ¿Y se ha bañado?
— ¿Por quién me toma? No soy un despreciable populista.
— ¿Y lo del pelo…?
— Ah, sí. El pelo blanco ha sido fundamental para que los socialistas canarios estén ahora mismo en el Gobierno. Imagínese usted que fuera moreno o pelirrojo. La credibilidad de un dirigente maduro,  reflexivo, conciliador, amante del consenso, socialista a fuer de liberal y liberal a fuer de socialista, hubiera sido imposible. Yo me he cuidado las canas desde los treinta años. Sabía que sin las canas no llegaría a ningún sitio.
— ¿Usted cree?
— Debería hacerme visto a los veinte años. Parecía Joe Rígoli.
— ¿Quién?
— Usted está bastante flojo en Historia Contemporánea de España.
— ¿Cuál es el programa del PSC-PSOE?
— A mí me gusta mucho Isabel, quizás por deformación profesional y en cuanto a series extranjeras, me inclino por Homeland, pero se trata de preferencias personales que jamás se me ocurriría imponer a los compañeros de la dirección y mucho menos a los militantes, que son la verdadera savia de este partido.
— Me refería a la línea programática de su partido…
–Nosotros nos presentamos a las elecciones con un programa, consulte los periódicos, uno no puede estar en todo…No sé si queda algún ejemplar del programa electoral por ahí. Consulte a Julio Cruz, que creo que tiene en su casa un pequeño museo de programas electorales.
–¿Lo ha visto?
–No, no…No tengo tiempo de ir a La Gomera…
–Ni a La Palma, ni a Fuerteventura, ni a El Hierro…
–No se trata de desinterés…Sinceramente. Es que soy tímido. Si yo voy a casa de una cuñada y me ruborizo todo. Tienen que empujarme para pasar del umbral. A veces me quedo en el umbral de la puerta toda la noche, y me tienen que traer la cena para comer ahí. Es por no molestar.
–Quizás la timidez no sea la mejor actitud para ser secretario general de un partido y vicepresidente de un gobierno…
— Quizás, pero yo lo veo como un valor. Soy tan tímido que a nadie le importa que sea vicepresidente del Gobierno, ni siquiera a mi partido. Y lo de la secretaria general, que le voy a contar… Conozco la opinión de la mayoría cuando le gané a Manolo Marcos…”Mire, vamos a votar por José Miguel, que por lo menos es tímido, y no como el palmero, que mira la Secretaría General como si fuera un marquesote”. Y así gané.
— Por los pelos.
— Sí. Eso ya se lo dije antes.
— ¿Y modesto?
— Sinceramente creo que mi modestia es ejemplar.
— Pues tiene usted al partido contento.
— Un partido no debe estar contento, debe ser eficaz.
— Pues tiene usted al partido poco eficaz…
–Estamos en el Gobierno autónomo después de veinte años…¿Qué más quieren? ¿Qué reforme el partido, que acabe con la oligarquía que lo maneja hace lustros, que modifique su estructura organizativa, que recorra las agrupaciones locales? El maximalismo siempre ha sido una mala praxis política. Haz menos con menos: eso es lo realmente difícil y apasionante.
— De eso se trata. Les ha tocado ustedes apoyar y participar en un Gobierno que encabeza su adversario electoral durante casi un cuarto de siglo.
— Estamos luchando por mantener el Estado de Bienestar.
— ¿De quién?
— De todos los canarios.
— ¿Y cómo van?
— No demasiado mal. La gente todavía no ha quemado las calles ni ha colgado de las farolas a ningún miembro del Gobierno, y creo que ese es un dato objetivamente positivo. También vamos a ofrecer 11.000 desayunos a los escolares de las islas. ¿No es impresionante? Más de 11.000 desayunos. A ver quien desayuna más por aquí. Incluyendo proteínas. ¿Y las becas? Las vamos a mantener. Otra cosa es que los estudiantes terminen cobrándolas, pero las vamos a mantener contra viento y marea.
–Los analistas políticos afirman que los socios minoritarios de una coalición de gobierno, particularmente en coyunturas críticas, son los que salen peor parados desde un punto de vista electoral.
–Trabajamos para que gane Canarias, no para ganar las elecciones. Caramba, eso no está mal. Se nota que es usted y no yo quien escribe esta entrevista. Digamos que sacamos doce diputados. Pues le toca a CC sacar veinte. No hay problema para seguir luchando por el Estado de Bienestar.
–Dígame una cosa, en confianza, ¿usted existe?
–¿Cómo que si existo? Por supuesto que existo. Toque, toque. Acarícieme las tetillas sin quiere. Tengo pruebas políticas y pruebas historiográficas que avalan mi existencia. Una vez le estreché la mano a Felipe González. Y en último extremo tengo la palabra del presidente del Gobierno, don Paulino Rivero Baute.
–¿Qué palabra?
–En momentos de desazón se lo he preguntado varias veces. “Paulino, ¿verdad que existo?”. Y siempre me ha tranquilizado: “Gracias a Dios, sí, José Miguel, gracias a Dios, sí”.

 

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