Guanajadas ministeriales

El ministro de Industria, Energía y Turismo, el señor José Manuel Soria, está pisando ya a los límites del idioma. En España ni Julián Ríos había llegado anteriormente tan lejos. Transformar la guanajada en argumento, la obviedad en explicación y la normalidad en apoteosis triunfalista solo está al alcance de algunos elegidos cuyo talento reluce tanto como sus zapatos ingleses. Hibridar mentiras, fragmentar los datos, descontextualizar las cifras: Soria, además de ser ministro de Industria, debería serlo igualmente de Morfosintaxis. Al final, como ocurre con todo vanguardista, su objetivo último apunta a una destrucción creadora del sentido. Lo que el señor Soria intenta crear es, simplemente, la percepción de que forma parte de un Gobierno magnífico que cumple con sus obligaciones y obtiene resultados positivos mientras el país se hunde en una crisis política, económica y social sin precedentes. Sus últimas declaraciones desde o para Canarias suponen una nueva vuelta de tuerca de este inimitable artista verbal. Soria se pone en pie y asegura que Canarias es la comunidad autonómica española que más dinero recibirá en el marco financiero de la Unión Europea en el periodo 2014-2020 – y que, por cierto, todavía no ha debatido ni aprobado la Eurocámara –. Luego pasa hábilmente a detallar las cifras. Las cifras corresponden, obviamente, a lo que percibirá la Comunidad canaria en diversos programas por su condición de región ultraperiférica, algo a lo que muy difícilmente podrían esperar Murcia, Castilla-La Mancha o Aragón. Pero es que, además, tales cantidades son sensiblemente inferiores a las asignadas en el anterior periodo, en consonancia con el descenso presupuestario que, por primera vez desde la constitución de la UE, se producirá en el próximo sexenio. Un presupuesto general que apenas llega al 1% del PIB de la Unión. El señor Soria pregunta, henchido de orgullo, si el Gobierno de Canarias, CC o el PSOE pueden atribuirse semejante maravilla. Y lo hace sin pestañear, como un marianista aventajado.

En resumen: Canarias recibe fondos de la UE como región ultraperiférica y las restantes comunidades autónomas no, porque no lo son, y el Gobierno regional no ha participado en una negociación donde no pueden participar los gobiernos regionales. Y ambas cosas ilustran el irreprochable trabajo del Gobierno de Rajoy. Sí, exactamente eso es el Soria ministerial: un prodigioso adalid de fruslerías.

 

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Entrevista con Luis Bárcenas

El señor Luis Bárcenas, extesorero del PP y exsenador –lo segundo lo hemos podido constatar fehacientemente — nos recibe una lluviosa mañana en su piso,  de cuyas paredes cuelgan admirables fotoopias de los mayores maestros del Barroco.  Bárcenas está enfundado en un batín escarlata a medida y se toma una copa de Soberano, que es cosa de hombres, un hábito sentimental residual de la época en la que todavía no cataba el alcohol con el borde afilado de una visa platino.

–Muchas gracias por concedernos esta entrevista, señor Bárcenas…

— Cabrón…

— ¿Cómo dice?

— Qué llámeme Cabrón si quiere. Es lo que menos me duele de todos los disparates y calumnias que están diciendo los medios de comunicación…

— Usted no reconoce que los 22 millones de euros que tiene en un banco de  Suiza…

— Es dinero ganado duramente, con el trabajo, con mi sacrificio, con mi esfuerzo… Este país detesta a los ricos, a los triunfadores, a los ganadores, a los que saben aprovechar las oportunidades, a los inteligentes, a los hombres de abundante pelo plateado… Manga de miserables fracasados… ¿Usted practica el esquí?

— No.

–Lo siento. Pero a su favor puedo decir que aunque sea un fracasado no parece un resentido. Mire, desayuné hace un rato. Si quiere puede llevarse las sobras cuando terminemos la entrevista. Yo me considero un humanista cristiano.

–Entonces, ¿cómo acumuló usted 22 millones de euros y por qué los tiene en Suiza?

–Suiza. Esa obsesión le delata. Si usted practicara en esquí comprendería por qué tengo el dinero en Suiza. Es un deporte vigorizante pero caro.

–Ya…

–Yo invertí mucho en arte. Compro y vendo. Mire, una vez compré en su ciudad, en el rastro de Santa Cruz, una acuarela de Bonnín por cincuenta euros y luego la vendí por 220.000. ¿Ve usted que no es tan difícil? Cien acuarelas de Bonnín, 22 millones. Si las cuentas salen enseguida.

— Ya, ya… Usted fue tesorero del Partido Popular…

— Si, hasta hace un rato.

— ¿Un rato?

— Bueno, hasta hace algún tiempo, sí. Y durante todo el periodo en el que llevé esa honrosa responsabilidad, en fin, la contabilidad se llevó cumpliendo escrupulosamente la legalidad vigente…

–¿Y los papeles que se han publicado? ¿Los reconoce usted como propios?

— Todo es un vil montaje, y espero no tener que entrar en prisión para demostrarlo con la contabilidad verdadera…

–Bueno, pero imagino que la contabilidad auténtica obrará en manos del Partido Popular…

–Aaah, pero es que son como niños. No entienden casi nada. ¿no ve usted el lío en el que están metidos? Perdiditos están sin mí.

— Entonces los llamados papeles de Bárcenas son un montaje.

— Claro. Los papeles los tengo yo. Todo lo demás son, como mucho, fotocopias de chamarilero. Volvamos al ejemplo de Bonnín. ¿Es lo mismo un Bonnín auténtico que una falsificación? Claro que no. Cualquier experto sabría distinguirlos.

— ¿Por ejemplo?

— Si no hay buganvillas, no es un Bonnín…

–Definitivamente.

–Puede usted asegurarlo. Yo tengo un olfato artístico de la hostia.

–Pero, y discúlpeme que insista, ¿se repartían o no sobres entre la dirección del PP?

— Todos los días. Sobres, bolígrafos, gomas de borrar, posit,  unos pins muy graciosos que hice con la cara de Zapatero y que decían zapatero a tus zapatos

–Me refiero a sobres con dinero…

–Uno, en un sobre, puede encontrar cualquier cosa…Yo a veces meto la mano en el bolsillo y me encuentro un billete de diez euros arrugado y a en ocasiones se lo doy a un pobre, siempre que no sea periodista…¿A usted no le pasa?

–Eeeh, no… Creo que le pasa a poca gente…

–Ya le digo, este es un país de perdedores que odia patológicamente el éxito ajeno…A quien le asquea el dinero es porque no lo tiene.

–¿Y las donaciones de grupos empresariales que incumplían los topes legalmente establecidos?

— Imagínese, por un momento, que eso figurase en la contabilidad que podría tener, hipotéticamente, en una caja fuerte subterránea bajo un retrato ecuestre de Mariano Rajoy. Bien, ¿no podría haberme equivocado al realizar el apunte? “Luis, cabrón, te doy cien, pero pon ciento veinte para que Javier Arenas me mire mejor”. A veces uno puede pagar un precio elevado por la amistad. Pero los principios no son negociables salvo, quizás, en Zurich.

–¿Por qué cree usted que el presidente Mariano Rajoy no lo cita nunca?

–Es una clave amistosa que tenemos. “Mariano”, le dije la tarde que cobré la última parte del finiquito, “no menciones mi nombre, que puede traerte problemas”. “Hombre”, me dijo, “no me digachah’s eso”. Entonces se me ocurrió. “Cuando me quieras saludar, no digas Bárcenas, dí déficit”. Y mire, funciona. Estos días, siguiendo en la tele el debate celebrado el Congreso de los Diputados, comprobé que me estuvo mandando recados en clave todo el rato. Cada vez que decía déficit, ¿lo vio?, guiñaba un poco el ojo. Hasta me emocioné y todo. Para que a uno lo llamen Cabrón.

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Sin miedo ni vergüenza

Si la élite política no cambia, ¿por qué lo han de hacer los medios de comunicación convencionales? Probablemente compartan un mismo y comprometido destino y eso explica su incapacidad de transformación crítica y funcional. Los grandes y pequeños partidos en las Cortes se presentan como vencedores o estigmatizan a los perdedores y acto seguido periódicos,  radios y televisiones no solo recogen estas efervescentes necedades, sino que interpretan quien ganó el pugilato. Y esto con una crisis institucional sin precedentes, una destrucción punto menos que sistemática de las políticas sociales y asistenciales, seis millones de desempleados, amenazas de rupturas territoriales, una destrucción empresarial apocalíptica y la losa gigantesca de una deuda pública que crece sin parar. Como si cayera una posma: Mariano Rajoy estuvo mejor que Pérez Rubalcaba, la izquierda contó la verdad, los nacionalistas evidenciaron su distancia con el Gobierno, toda la miserable ristra de martingalas que se transcriben plácidamente mientras el país se va al carajo y los mismos diputados deben ser protegidos por centenar y medio de policías que rastrean hasta la última papelera de la Carrera de San Jerónimo.

Y lo peor, lo más estomagante, lo insoportable es contemplar a un mediocre quintaesenciado en la Presidencia del Gobierno moviéndose como un maniquí ortopédico  y leyendo un petulante discurso, al mejor estilo de Melquíades Álvarez, en el que, después de recordar lo dura que es la situación para esa gente, como la llaman, los parados, se lanza a perpetrar metáforas pueriles para explicar, de nuevo, que el barco no se ha hundido, lo peor queda atrás, la culpa es de su predecesor, las cosas mejorarán. Ayer  viernes la Comisión Europea escupió sobre esta repugnante sinvergüencería presidencial sus previsiones de crecimiento y desempleo para los dos próximos años, que coinciden décima arriba o abajo con los de organismos internacionales y gabinetes de estudio – porcentajes que dejan expedito el camino al infierno — pero no hacía falta para falsificar el sainete vomitivo que este individuo interpretó malamente, porque hasta como caricato es malo como un dolor de muelas, desde la tribuna de oradores. Rajoy, el gran orador. Curioso Cicerón gallego, cuya única virtud es tener el cuajo suficiente para mentir sin el menor talento retórico. Simplemente transmitiendo estupideces gracias a la ventaja de no ser interrumpido, disponer de todo el tiempo del mundo, ser inciensiado por nubes de aplausos. Ni miedo a la mentira ni miedo a la idiotez: el carisma suficiente para tiempos de apocalipsis.

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Un minuto

Son las siete de la mañana y te queda un minuto, porque dentro de sesenta segundos, apenas instantes después de abrir la puerta de tu casa

(en un minuto perderás los olores de la mañana, el sabor del café en la cocina de cenefas quizás verdes o amarillas, la sonrisa gruñona de los niños al despertar legañosos e inocentes, el tenue sonido de la lluvia contra las ventanas aquella noche mientras tu abuela te contaba cuentos de miedo, el ritmo cansino de la tabla de multiplicar en el colegio, el malhumor de las vecinas de arriba, cuatro recibos devueltos del banco, la canción de tu corazón palpitante la primera vez que saliste a bailar, las agujetas después de una excursión al Teide, la estampa del Teide nevado en la retina, los dolores de dar a luz, las risas chismosas con las compañeras entre faena y faena, los amaneces exhaustos y felices de las noches de carnaval, el tacto de las manos de los pequeños, calientes y húmedas, al cruzar cuidadosamente la calle, el reloj interminable de las noches en vela por la fiebre, los saltos sobre la cama en las mañanas de Reyes, los nietos que no conocerás, el mar envolviéndote en una inmensidad tuya y solo tuya, las terribles  anécdotas y el aburrimiento humillante en la cola del paro, la convicción ceñuda de que todo saldrá bien y terminará por arreglarse, el hervor del deseo, los abrazos que sellan las pérdidas inconsolables, el mismo abrazo ambigüo del amanecer cuando todo termina y puedes volver a casa, los colores del verano deshaciéndose en el mar, las visitas al médico y el susto de un diagnóstico felizmente erróneo, los paseos por la Rambla bajo la luz de agosto en los que fugazmente llegó a ti un aliento de azahar, el agotamiento de la guagua que no llega jamás a su hora, los helados en esa confitería de El Toscal por portarte bien y haber aprobado todo, la primera amiga, el último amor, las veces que viste en el cine y luego en video Oficial y caballero,  la excitación de las verbenas, el cansancio, el cansancio repetido, la espera y la esperanza, la confianza y la extrañeza, la curiosidad y el asco y las ganas irreprimibles de vivir, lo perderás todo irrevocablemente, perderás todo el futuro, pero también el presente que se precipita hacia la nada y un pasado que es irrepetible como tú misma)

un asesino del que quizás te despediste la última vez con una temerosa caricia en la mejilla mal rasurada te matará, te está matando ya para siempre.

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Debate

Quien inventó el formato del debate sobre el estado de la nación  –Felipe González – sabía lo que se hacía. Si se suma a una amplia mayoría absoluta parlamentaria –como las que disfrutó en los años ochenta el expresidente socialista y la que dispone hoy Mariano Rajoy–  las peculiaridades reglamentarias del Congreso de los Diputados el jefe del Ejecutivo goza  invariablemente de una posición privilegiada. Y así lo han entendido todos los Gobiernos españoles en los últimos treinta años: este debate anual no es una trinchera para los gobernantes, sino una oportunidad táctica para marcar la iniciativa política. Hagan memoria y encontrarán que siempre (con González, Aznar o Rodríguez Zapatero) la oposición acaba por estrellarse, con mayor o menor daño, contra el promontorio presidencial. ¿Por qué iba a ocurrir lo contrario con el señor Rajoy? Bastaba con que obviase por enésima vez la realidad, su responsabilidad ineludible en la catástrofe económica y social que padece el país, y dotado con mayoría absolutísima y un reglamento que lo salvaguarda entre algodones, es exactamente lo que hizo. Que el líder de la oposición – por sorprendente que parezca – sea un señor cuyos glúteos están ahormados por el coche oficial, haya sido ministro y vicepresidente del Gobierno anterior y estrepitoso perdedor de las elecciones generales de 2011 representa, no cabe duda, una ayuda considerable. Si además Pérez Rubalcaba demuestra que el PSOE no tiene un programa político y económico alternativo, todavía mejor. Incluso en la denuncia de la corrupción en la financiación del PP Pérez Rubalcaba fue incapaz de extraer las consecuencias más evidentes o subrayar las contradicciones más escandalosas: hubo que esperar a Cayo Lara para escuchar algo semejante. La mayoría civil detesta a Rajoy, pero Rajoy tiene el poder político; Pérez Rubalcaba ya no tiene absolutamente nada, salvo la capacidad de seguir hundiendo y degradando a su partido.

Toda la tarde escuchando, eso sí, a los que deducen de esta parodia boxística que el bipartidismo ha muerto, que el bipartidismo es la esencia envenenada de todos los males, que el bipartidismo es caca. El sistema parlamentario y electoral español es, en todo caso, un bipartidismo evidentemente imperfecto. Qué curiosa es esta gente que, en ningún momento piensan un segundo en un sistema tan arrolladoramente multipartidista como el italiano y no analizan cómo les ha ido. Italia: en este fin de semana se juega ahí más de nuestro futuro político y económico que en estos días en el Congreso de los Diputados.

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