Buenrrollismo cultureta (y 2)

Debajo de esa mixtura cool de supuesta modernización gestora y cacareada voluntad de transparencia y participación en la Viceconsejería de Cultura han continuado practicándose costumbres y hábitos de siempre. Los más viejos del lugar creíamos que después de la etapa del indescriptible Aurelio González nada podía ser peor. Y no lo ha sido, es cierto, pero simple y llanamente porque Márquez ha dispuesto de más perras. Las suficientes, por ejemplo, como para contratar a un bufete peninsular a través de un negociado sin publicidad por 50.000 euros para que redactara/asesorara el proyecto de ley del Sistema Público de Cultura de Canarias. Estrictamente no es la primera vez que un departamento del Ejecutivo encarga el anteproyecto de una normativa a un postinudo bufete de abogados de Madrid. Si Márquez y si tropa lo hicieron así es por las prisas: se habían echado a sestear y necesitan un texto para remitirlo a la Cámara regional cuanto antes a ver si se podía aprobar antes de finiquitar la legislatura. Una vez registrado, y cuando empezaron a florecer los rumores, Márquez empezó a llamar por teléfono y a remitir wasaps a algunos individuos, grupos y asociaciones para “consensuar” la futura ley. Primero se la encargas a un bufete madrileño, después la registras y finalmente buscas consensos. Qué astucia arrebatadora.  Esta praxis se extiende a otras ámbitos de Podemos en la administración autonómica, como la de colocar a simpatizantes y enamorados de la causa del pueblo al frente de jefaturas de servicio, por ejemplo, y también a toda prisa, que apenas tenemos asegurados cuatro años de nada.

Otra entrañable metodología que el actual equipo de la Viceconsejería de Cultura ha intensificado y perfeccionado – ya digo que las perras lo arreglan todos – es la de bifurcar el apoyo financiero: para la hambrienta mayoría ayudas regladas de una extenuante exigencia burocrática; para algunos selectas empresas, un rotundo y generosa apoya a través – de nuevo – del simpático procedimiento del negociado sin publicidad. Más de 320.000 euros para el encargo de un Festival de Jazz. Casi 55.000 para un Festival de Música Religiosa que gana Amy Producciones.  Nada menos que 100.000 euros para la producción de la Electra de Benito Pérez Galdós.  En todo caso Márquez y su no menos silencioso director general, Rubén Pérez – “a mí me llamaron aquí porque yo sé mucho de esto”, suele explicar a los despistados – son particularmente aficionados a las sorpresas. Por eso han tomado este año el Festival de Artes Escénicas de Canarios y lo han transmutado en el programa Canarias en Escena “para general en el archipiélago n ecosistema fuerte que cumpla con el derecho a la cultura pero también para fortalecer nuestra industria escénica” (sic). Es una convocatoria internacional y contará con un presupuesto de más de 600.000 euros. Más del doble de lo que se ofrece en las convocatorias para producciones teatrales canarias. Uno habla con las compañías teatrales canarias o con la Escuela de Actores de Canarias y, por supuesto, no han tenido ninguna noticia previa sobre esta reorientación de la política sobre las artes escénicas de la Viceconsejería de Cultura. En cambio, lo que sí puede detectarse prestando un poco de atención es la rítmica, casi musical repetición de algunos nombres, sin duda casual, y que sorprendentemente comienzan a prosperar en otros ámbitos, como Presidencia del Gobierno, como algunos ayuntamientos socialistas. Nombres que como los antiguos dioses operan a veces con otros nombres y que en los últimos dos años y medio han creado un tapiz de intereses, conexiones, tráficos de información y simpatías complementarias y muy operativas. Es como una orquesta silenciosa e inmóvil pero precisa, bien engrasada y sobre todo lucrativa. Todo es tan moderno. Tan cool, tan chachi, tan participativo.

 

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Buenrrollismo cultureta (1)

Hay que tener los presupuestos bien puestos para afirmar que “en cuarenta años no hemos logrado que la cultura sea para toda la población” y simultáneamente meter en el Parlamento un proyecto legislativo para “ordenar el sector público de la cultura en Canarias” (sic) sin discutirlo, hablarlo, ni consensuarlo básicamente, en su caso, con el sector, como ha hecho recientemente el viceconsejero de Cultura del Gobierno autónomo, Juan Márquez. Y lo mismo puede decirse, por supuesto, de las administraciones públicas locales e insulares, que ni se olieron el ensueño legislativo del viceconsejero. Ese engendro de proyecto de ley, superfluo y cominero, ordenancista e inútil, pretende ser el broche de oro de una gestión que fundamentalmente no ha aportado ninguna novedad sustancial a la gestión cultural desde la Comunidad autónoma. Tal vez un mayor orden administrativo, una moderada puntualidad en plazos y procedimientos, una tenue atmósfera almizclera de pijismo progre y buenrrollismo hiperestésico. Pero nada más.

 Es interesante detenerse inicialmente en esa monserga de una cultura “para toda la población”. Juan Márquez ni siquiera se molesta en utilizar el término “ciudadanía”, lo que esboza más o menos lo que opina de los destinatarios de sus políticas y programas. Una de las condiciones imperiosas para una política cultural potente y coherente que aumente sus beneficiarios es, precisamente, el esfuerzo por compartir con ayuntamientos y cabildos análisis, interpretaciones y propuestas y no de afianzar un modelo que se ha repetido una y otra vez, ese estúpido malrauxismo autosatisfecho que se cocina en los despachos. No sé con cuantos concejales de Cultura se ha reunido el señor Márquez y su equipo y si dichas reuniones – de haberse producido – han servido para algo. Como ocurre en otras comunidades autonómicas, desde hace mucho tiempo han debido articularse fórmulas consorciales entre las administraciones públicas para desarrollar políticas culturales a nivel local o insular complementarias con los programas autonómicos o viceversa. Márquez tenía una gran oportunidad durante su mandato, porque la izquierda gobierna en la mayoría de las corporaciones de Canarias, y dentro de la izquierda, Podemos tiene cierto peso en gobiernos locales o como colaborador necesario en la oposición. Pero ha preferido, en estos casi tres años, controlar políticamente todas sus iniciativas sin arriesgarse a llegar a acuerdos – con contadas excepciones – que no pudiese conducir y rentabilizar.  Ese Marco Estratégico de la Cultura – que regulará las relaciones de colaboración interadministrativas – es un postre de última hora  que, muy probablemente, no podrá ser aprobado antes de fin de año.  Es curioso que un responsable político deje para el final de su mandato uno de los objetivos estratégicos que debería asumir su departamento. El que venga atrás que arree. Lo mismo ha ocurrido, por supuesto, con su política de comunicación. El viceconsejero de Cultura ha reducido al mínimo sus intervenciones en los medios de comunicación y su actitud no se ha caracterizado, precisamente, ni por la accesibilidad ni por una transparencia cotidiana a la hora de tomar decisiones. A Márquez no le interesa la prensa tal vez para que la prensa no se interese especialmente por él. 

Lo peor de la gestión de Márquez, con todo, es lo que piensa dejar preparado. Esa Comisión de Coordinación del Sistema Público y el Consejo Canario de la Cultura, cuyos miembros, por supuesto, elegirá el Parlamento de Canarias, “y no el Gobierno”. Que Márquez parta del principio que el Gobierno no tiene nada que decir jamás sobre lo que vota y deciden los grupos parlamentarios que lo apoyan no deja de ser enternecedor. ¿Podrán pertenecer a esos organismos músicos, teatreros, pintores o escritores que hayan pedido ayudas o becas a la Viceconsejería de Cultura? ¿Y los que las vayan a pedir? El primer deber de un creador, de un artista, de un intelectual canario en los próximos años será huir de semejantes engrendros y boicotearlos activamente. Si es que alguna vez esta farsa grotesca toma vida.

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El mar

No creo en los dioses; no creo en las iglesias antiguas, como la católica apostólica romana, ni en las modernas, sea llamen PSOE, PP, Coalición Canaria o Podemos; no creo en la bonoloto ni en las dietas.  Creo en el mar y esta madruga, antes del amanecer, desperté al pobre perro y juntos descendimos por esta ciudad – que es descender como Dante Alighieri, «mi ritrovai per una selva oscura/ ché la diritta via era smarrita » hacia el mar, el mar que ya apenas puede ponerse en pie en el horizonte, el mar que hemos condenado a lo invisible, el mismo mar que solo utilizamos para deshacernos de lo que nos molesta, un mar silente, inválido, despojado. La ciudad parecía instalada, como siempre de madrugada, en un instante de la modesta eternidad que la caracteriza, es decir, en un momento vacío entre una invasión inglesa y la lumbalgia de un comparsero. La gente que transitaba parecía medio dormía, los coches avanzaban como un bebé que gatea sin saber dónde va, algunas ráfagas de viento movían perezosamente las ramas de los árboles, no aparecía un solo  taxi por las calles.  Exactamente como si fuera de día.

Para un santacrucero es difícil acercarse al mar. En la ciudad se le trata como una impertinencia, pero también, cabe suponer, como una bestia peligrosa frente a la que se debe mantener una prudente distancia. Así que me dirigí hacia el antiguo Balneario. Esta ciudad, antes que Las Teresitas, dispuso de un balneario, levantado en los estertores del franquismo. Un día se cerró y ahí sigue, arruinándose infinitamente, absolutamente inservible gracias a la desidia ministerial, ya nadie recuerda siquiera de qué ministerio. A esta hora, justo antes del amanecer,  la zona parece el escenario de una película de zombis de la que los propios zombis hubieran desertado por puro aburrimiento. Los zombis no morderían jamás a los chicharreros para no contagiarse de su pachorra secular, su ombliguismo grotesco ni su patriotismo de campanario sin campanas. Por fin puede bajar a la pequeña playa justo cuando se encendían en el horizonte las primeras luces del alba. El perro gruñía, protestando, saltando de piedra en piedra. Sin duda temía que su amo se rompiera la crisma y él terminara desahuciado en la perrera. No me observaba con temor, sino con rabia oscura. Pero qué idiota.

Nos sentamos en una fría laja mientras amanecía. El perro bostezó. Entonces intenté escuchar. Me costó prestar atención, porque recordaba mi pasado en la pequeña playa. Durante unos pocos años un grupo de amigos, cada fin de semana, jugaban un partido de fútbol a última hora de la tarde. Yo estaba entre ellos aunque siempre generaba problemas. En realidad solo dos problemas: no sabía chutar y no sabía defender la portería. Aun así jugábamos y a veces ganábamos, y cuando acababa el partido todos se metían en el agua. Recordé todo eso y el intenso sabor de felicidad – la única felicidad que perdura: la que deja un impacto físico – que nos deparaban esas tardes entonces interminables. Todo es cierto. No sabíamos que nos esperaba la mentira, la traición, el miedo, las decepciones, las enfermedades, la muerte. Nada es cierto. No existen más paraísos que los perdidos. De la pérdida se desprende la felicidad como la fruta se desprende del árbol y cae al suelo, como debe ser, como ha sido siempre.

Por fin pude escuchar al mar. Como siempre no fue prolijo, no fue lacónico. Como siempre no llevaba nada preparado que decirme pero no necesitaba improvisar. Hablaba con el ritmo de las olas, arrastrando suavemente las diminutas piedras de las  orillas, acercando con una insuperable delicadeza las primeras espumas del día inmortal. No sigas donde no te quieran. No agotes la luz de tus días ni el sueño de tus noches. No insistan cuando ya has dicho lo que tenías que decir. Y vuelve cuando hayas cerrado la última maleta y entregado la última palabra.

Lo haré, le dije, y muy lentamente, recordando sus ojos,  volvimos a casa.    

 

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La sagrada familia

Recuerdo a los argonautas de la reforma electoral canaria insistir hasta la náusea en que un sistema electoral justo – sea eso lo que sea – promueve no solo una mayor igualdad política, sino también un mayor bienestar colectivo y una cohesión social más robusta. Es una aseveración al menos discutible pero recuerdo muy bien el desprecio hacia la basurita periodística de algún flamante doctor en Ciencias Políticas desde su altar académico. El aumento del bienestar y la construcción del Estado de Bienestar en el Reino Unido en los años cincuenta, sesenta y primeros setenta no tiene ninguna relación causal con un sistema electoral uninominal, sino con políticas públicas impulsadas por los laboristas y asumidas o toleradas por los conservadores hasta Margaret Thatcher.  Canarias necesita de otros cambios normativos y reglamentarios mucho más urgentes para adecentar su insuficiente democracia. Entre ellos la limitación del número de mandatos. Sería muy conveniente a nivel autonómico, pero sobre todo en los cabildos y en los ayuntamientos.

José Miguel Rodríguez Fraga lleva 35 años como alcalde de Adeje. Casi los mismos que gobernó Franco toda España. Por supuesto ha sido elegido democráticamente una y otra vez por sus conciudadanos, obteniendo sucesivas mayorías absolutas. Pero las urnas no son suficientes y es imposible que un lapso de tiempo tan largo no terminé generando efectos políticos perversos. Rodríguez Fraga se ha acostumbrado a que sus deseos se conviertan en ley. Ha rodriguezfragueteado el ayuntamiento adejero para solaz de sus compinches y desolación de una oposición impotente. En realidad no sería impreciso sostener que la impotencia se extiende a la mayoría de los residenciados en Adeje. En las elecciones municipales de 2019 la abstención llegó al 59,31% del censo. Votaron 10.368 personas con derecho al sufragio y se abstuvieron más de 15.000. Una resignación plúmbea, cansada, harta de sí misma. El alcalde entiende, entre otras premisas, que lo mejor es rodearse de la familia. Su hermana, Carmen Nieves Rodríguez Fraga, entró en el gobierno municipal y después intentó una carrera regional, cuando su hermano convenció a su protegida Patricia Hernández, entonces vicepresidenta del Gobierno autónomo, para que la nombrara viceconsejera de Administraciones Públicas. La dicha fue breve y debió volver al ayuntamiento en 2017 como personal eventual. Más asuntos familiares. Un yerno que consiguió una plaza de funcionario. Un sobrino, Daniel Melo Rodríguez, hijo de doña Carmen Nieves, que no sale elegido concejal en 2019, pero que inmediatamente es designado “coordinador de Juventud”, un eventual con 38.000 euros anuales, hasta que la oportuna dimisión del compañero que le antecede en la lista le permite sustituirlo.

Existen otras enigmáticas costumbres alrededor del alcalde más aficionado a los santos, las vírgenes y las capillas de las Canarias Occidentales . Por ejemplo, que no se lleve en el transcurso de quince plenos ni un solo expediente urbanístico, pero en cuanto el secretario accidental sustituye al titular, se presenten 38 expedientes y recursos de urgencia. El diario Público acaba de dar a conocer que la hermanísima del alcalde tiene construido sobre terreno rústico y de protección natural un suntuoso chalet con jardín  y piscina. Justo al lado de donde vive el propio Rodríguez Fraga. Esta circunstancia levemente hedionda, sumado al proyecto constructivo junto (sobre) el puertito de Adeje puede que por fin atraigan el interés informativo sobre la larguísima y faraónica gestión de Rodríguez Fraga y su astucia embilletada para sustraerse sustraerse de un control democrático efectivo. Representa inmejorablemente el desarrollismo económico, el amor al cemento y a la familia, el aplastamiento de la disidencia y la liviandad ideológica de la inmensa mayoría de los alcaldes del PSOE, ese partido del que Rodríguez Fraga es presidente como otros se honran en pertenecer a un club de golf,  una sociedad gastronómica o un grupo de filatélicos.  

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Ángel Víctor Torres, espiado

El presidente del Gobierno de Canarias, Ángel Víctor Torres, también ha sido espiado. A través de una versión del programa informático de espionaje Pegasus conocido como Donkey Belly han podido acceder al teléfono móvil de Torres y le han robado 1.9 gigas de información y la fórmula de su fijador de pelo. El portavoz del Ejecutivo, Julio Pérez, ha calificado lo ocurrido como “algo ciertamente muy grave pero que le pasa a todo el mundo” mientras el portavoz del Ejecutivo, Antonio Olivera, se ha inclinado a aceptar este hackeo como “una interesante oportunidad”.  “El presidente”, aclaró, “dispondrá ahora de más espacio en la memoria de su teléfono móvil para almacenar todos los detalles de los proyectos tractores financiados por los fondos Next Generation y que transformarán Canarias en el siglo XXIV”. Podemos ha pedido que se formalice inmediatamente una comisión de investigación y Manuel Marrero ha insinuado que a él también le han sustraído información, “porque no encuentro por ningún lado los folletos de Marta Harnecker”. Para Coalición Canaria Torres “ha perdido los datos en alguna parte y ahora monta un nuevo numerito para victimizarse por las esquinas”. Hasta cierto punto las (hasta ahora) únicas declaraciones del presidente abonan esta acusación de los nacionalistas. Torres, a la salida de la inauguración de una papelera reciclable  en la Casa del Pueblo de Artenara, declaró ayer que “ningún otro presidente de Canarias ha tenido que enfrentarse a un espionaje telefónico de esta envergadura, un desgracia que se suma a los incendios forestales, la quiebra de Thomas Cook, el coronavirus, las erupciones en La Palma, mi equipo de prensa, Nayra Alemán, la crisis económica, la guerra de Crimea y la inflación, catástrofes todas que asumo gallardamente y que superaré dejándome la piel en el esfuerzo”.

Lo que sigue son algunos brevísimos extractos de los contenidos sustraídos al presidente Ángel Víctor Torres en los últimos tres meses del pasado 2021.

(Conversación telefónica registrada a las 08.21 horas el 18 de octubre de 2021)                                                

–Buenos días presidente.

–Buenos días Casimiro. Me pillas sin suelto en los bolsillos.

–No, ahora no pido metálico. Mira, que necesito contratar a doce personas más en Visocan.

 –¿Doce? ¿Economistas, abogados, ingenieros?

–No. Gomeros. Son todos imprescindibles. Calculo unos 900 votos.

— Ufff. Veré lo que puede hacerse…

–Y otra cosa. El Congreso del PSOE de La Gomera… ¿Podrían celebrarlo en Lanzarote? ¿Bajo una piedra si es posible? Graciaaaas.

(Conversación telefónica registrada a las 11.35 horas del 8 de noviembre de 2020)

–«Estas son las mañanitas/que cantaba el Rey David/ por ser grande entre los grandes/ te las cantamos aquí/ Despierta mi bien despierta/mira que ya amaneciooooo…»

— ¿Nira? ¿Eres tú, Nira?

— No, soy Pardellas.

— Coño. Pues deja libre la línea que estoy ocupado.

(Conversación telefónica registrada a las 19.56 horas del 10 de diciembre de 2021)

–Buenas noches Pedro. Mira, necesitamos desatascar lo de la transferencia de las competencias en Costas… Cuanto antes.  Nos jugamos nuestra credibilidad. ¿Qué me dices?

— Huuum. Escucha: Thomas Cook.

— Sí, Thomas Cook, los incendios, las erupciones, el coronavirus, la inflación,  la subida de los combustibles, la guerra en Ucrania, una nueva crisis en el horizonte, pero me voy a dejar la piel…

— Cuento con ello. Buenas noches, Ángel Víctor.

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