Maltrato o persecución

 

Durante años, perdón, legislaturas, una de las más veteranas figuras de la política canaria debió sufrir pequeños suplicios en los aeropuertos al regresar a su isla natal. El caballero en cuestión llevaba media eternidad en política, pero un guardia civil especialmente puñetero – y ese cariño fue luego heredado por otro que acababa de salir de la academia – se distraía exigiéndole la documentación, hurgando en su equipaje, obligándole a bailar la lambada bajo el arco de seguridad. En un par de ocasiones fui testigo de la putadita y le comenté al político por qué lo soportaba: “Ese guardia civil me detesta, pero no gano nada quejándome, no me van a hacer maldito caso”. Poco a poco desapareció el pequeño martirio aeroportuario. El joven guardia civil había recibido otro destino.
La diputada Victoria Rosell ha sufrido dos desagradables incidentes en el aeropuerto de Gran Canaria en pocos meses. Son situaciones ligeramente extrañas. No porque un guardia civil le solicite la documentación – se crea o no, la mayoría de los guardias civiles, como ocurre con la inmensa mayoría de los mortales, no conocen los rostros de diputados y senadores – sino que se lo pidan a ella reiteradamente. Me parece razonable argumentar una sospecha de maltrato, pero no una denuncia de persecución política. Que en tres meses te pidan en un par de ocasiones la documentación en el aeropuerto no puede entenderse como tal. En este país, al parecer, hemos olvidado felizmente lo que es una persecución política, que no consiste  tanto en pedirte reiteradamente la documentación como en despreciar invariablemente la que lleves encima. Lo cierto es que Rosell no ha reaccionado con demasiada inteligencia y yo sospecho que su hiperestesia tiene más relación con una piel acostumbrada al efecto enaltecedor de la toga que a una sensibilidad propiamente democrática. Cabe entender que en la primera ocasión perdiera los papeles; pero ahora, en la segunda, su irritación  —sin duda sincera –parece algo impostada. ¿Por qué esa obsesión con Soria? ¿Por qué negarse a identificarse si se lo pide la guardia civil y alargar la situación, en lugar de cursar posteriormente  una denuncia en el juzgado que corresponda? Si la propia diputada entrega a los medios de comunicación una grabación de su conversación con el agente, ¿cómo puede mostrarse sorprendida – y mucho menos indignada –si los propios medios le conceden relevancia y espacio a esta nueva trifulca? ¿Cree la señora Rosell que facilitando esta grabación a periódicos, radios y televisiones los periodistas encontrarían que lo más adecuado era publicar la información al respecto a una columna, junto al crucigrama, o después del parte metereológico? Lo más increíble es que a Rosell no le basta con eso, sino que afea la conducta a aquellos que se limitan a ofrecer como noticia de interés público un enfrentamiento que ella misma se ha encargado de agrandar, dramatizar y vocear.
De manera que proclamo una persecución política digna de la incansable crueldad de la Gestapo pero me sulfuro si los periódicos se dedican a publicarla, y no se diga si la ponen en primera. En realidad que la pongan en primera no molesta a su señoría. Lo que le molesta es que la noticia no le de la razón, toda la razón y nada más que la razón. Lo que le molesta es que no se cuenten las cosas tal y como ella quiere y sacando las conclusiones – épicas — con la que ella se identifica. Pero para eso la señora Rosell ya tiene un periódico. No se pueden tener todos.

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Guanchismo redivivo

Un joven aunque suficientemente irreflexivo que firma como Dailos Tamanca ha considerado indispensable desenmascarar mi perverso papel de policía cultural en un artículo publicado hace unos días en Diario de Avisos, aclarando, además, que soy un racista de tomo y lomo elitista. Si un guanchista sexagenario me hubiera ajusticiado con los míseros argumentos, la pizpireta arrogancia y las faltas de ortografía de los que hace gala Tamanca mi asombro sería menor. Según este pibe, en fin, el artículo que le produjo tanto escozor (Historia y necrofilia se titulaba la columneja) es “un libelo” y mi propósito al escribirlo no era otro que manipular arteramente al sano pueblo isleño. A mí estas bobadas me parecen irrelevantes; sostener, en cambio, convicciones político-ideológicas como si se trataran de evidencias científicas si se me antoja grave, aunque las practique un chico que confunde aparatos conceptuales, criterios epistemológicos y posiciones morales.
La historia de verdad  no es una consideración personal: comienza cuando una colectividad humana alcanza un cierto grado de complejidad organizacional y los sistemas de escritura y cálculo están incorporados a la gestión de su producción económica y su reproducción social. No supone ningún desprecio considerar que las poblaciones indígenas de Canarias vivían en sociedades prehistóricas, o si se prefiere en un neolítico muy temprano, porque carecían de sistema de escritura, estructuras administrativas, moneda o dinámica comercial. Lo que en cambio deriva hacia una torpeza pueril es la renuncia a pensar históricamente, es decir, seguir empecinados en que el pasado aborigen del Archipiélago, estabulado en una fantasía obsesionada consigo misma,  contiene alguna profunda, insondable clave simbólica que nos explica como pueblo, comunidad o adivinanza (táchese lo que no proceda). A todo este guanchismo ágrafo y desatado – y que, debe insistirse en ello, tiene sus infecundas raíces en el romanticismo decimonónico y en la fascinación por el pasado aborigen del pensamiento colonial europeo – le saca de quicio recordarle que desde los tiempos de los guanches han transcurrido cinco siglos y que los canarios somos gozosamente mestizos: hijos, nietos y tataranietos de portugueses, andaluces, baleares, moriscos, franceses, genoveses, castellanos, irlandeses,  aragoneses y negros y mulatos de los ingenios azucareros. ¿Por qué ese estúpido desprecio por semejante riqueza, por lo que es precisamente el precipitado histórico de nuestra identidad y la originalidad fundacional de este país como territorio de frontera transitado y convertido durante siglos en hogar de  hombres y mujeres procedentes de Europa, África y después América?
Todo lo demás del artículo de este terrible debelador ñacañaca es un conjunto de confusiones y tonterías apresuradas que comete para explicarse a sí mismo cosas que, por lo visto, solo él sabe, como que la Historia no debe consistir en la vida y milagros de grandes personalidades, fijatetú, o que señalar que Gregorio Chil y Naranjo, Fernando León y Castillo o Benito Pérez Galdós (por citar tres nombres) cuestionan que Fernando Guanarteme sea el grancanario más importante de la Historia supone racismo puro y puro. Sinceramente yo creía que la gente joven se había leído, por lo menos, a Fernando Estévez, pero compruebo que siguen dormitando plácidamente sobre una añepa. Con la añepa clavada en el cráneo, para ser más precisos.

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Un post humanitario

A menudo, y no sin falta de razón, se acusa a los supuestos representantes de la nueva política que su novedad se limita precisamente a sus medios de difusión y propaganda, básicamente, de su brillante gestión de las redes sociales como instrumento estratégico y no como una herramienta menor y de interés limitado. Pero también existe ejemplos de lo contrario: la vieja política utilizando viejunamente las redes sociales, que repentinamente se transforman en un espejo que refleja las llagas y cicatrices de lo agotado: cinismo, egotismo y una voluntad de manipulación tan obvia que parece un chiste.
Ayer un amigo me señaló un ejemplo magnífico de lo que les cuento: un post del diputado y secretario general del PP de Canarias, Asier Antona que, entre otras curiosidades, es el palmero menos palmero que he conocido jamás. No es que sea un palmero singular – uno de los rasgos del palmerismo es que todos los palmeros son palmeros con una chocante singularidad – sino que Antona podría ser de Teruel  o de Gerona y no le extrañaría a nadie. A los palmeros tampoco. En fin, que el señor Antona publicó el susodicho post en su muro de Facebook con el siguiente texto: “Acabo de atender a una mujer en la Palma (sic) con una situación familiar dramática, insostenible y desesperante. Durante la conversación me dice: `acudo a tí porque no eres político sino humano…’ Mi reflexión es ¿tan necesaria está la política de ser humanizada?”.  Sinceramente uno no sabe qué admirar más: si la modestia cristalina de que hace gala Antona – que es humano, quizás demasiado humano – o su casi inapreciable prudencia. Porque, obviamente, el diputado no quiere que se le acuse de exagerar, pese a su acendrado humanitarismo, y tal vez por eso aclare al principio que “atendió” a la desdichada ciudadana que se le acercó segura de que bajo la corbata gucci late un verdadero corazón. Le atendió, es decir, escuchó su terrible problema, porque escuchar a la gente siempre es útil para algo, por ejemplo, para escribir un post como humilde autohomenaje en tu muro de Facebook.
Y luego está la simpleza. Esa simpleza que San Francisco de Asís sabía que anidaba en las almas buenas y generosas del rebaño de Nuestro Señor Jesucristo. Esa forma de abrirse al análisis (mi reflexión es…) y esa pregunta que sin remedio te hiere como una saeta de lucidez y de denuncia. Claro que en realidad la política está humanizada. No existe política entre las cucarachas ni entre los mandriles. Y una de las reacciones humanas más acendradas y comprobables es abrillantar la bondad propia con anécdotas prestadas. Vieja política, sí. Aburrida, misérrima y sobre todo ejercida desde la suposición de la idiotez consuetudinaria del público.

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300 propuestas

Las más de 300 propuestas de resolución presentadas al término del debate sobre el estado de Canarias – a ver si aparcamos la estupidez de la nacionalidad de una vez – se votaron una a una: tres horas de agonía verbosa. Discursos, intervenciones, quejas. Tres rasgos notables. Primero: el PP se ha quedado sin discurso. Es imposible – deberían saberlo ya – que nadie tome en serio sus denuncias sobre los escasos recursos y el deficiente funcionamiento de los servicios sociales y asistenciales después de los recortes presupuestarios y la soberbia política con la que ha actuado el Gobierno de Mariano Rajoy durante los últimos cuatro años. Más que inverosímil es grotesco, sencillamente. El PP de Canarias se encamina hacia una crisis gestionable, pero que encierra peligros, y que se abrirá definitivamente cuando José Manuel Soria decida marcharse – y lo hará si los conservadores no siguen en La Moncloa – para ser más alto, más rico y más rubio en la empresa privada. Lo único que garantizaría la continuidad del status quo actual en el PP canario – las jerarquías y entorchados de Asier Antona, María Australia Navarro y compañía – sería, precisamente, entrar en el Ejecutivo regional, y por eso, y no por otra cosa, siempre mantienen la sonrisa abierta hacia Fernando Clavijo, no por simpatías o empatías ideológicas.

–¿Tú no has leído a Cánovas del Castillo, Fernando?

— Desde que era un pibito, Asier, desde que era un pibito.

Una de las cosas más divertidas de esta legislatura es que CC gobierna con el PSC-PSOE, que cuenta con departamentos estratégicos en el equipo de Fernando Clavijo, pero las minorías – Nueva Canarias y Podemos – insisten con testarudez digna de mejor causa que los coalicioneros gobiernan para satisfacer obscenamente  al PP. Quizás los socialistas ignoren que por la noche, cuando duermen en sus casas, Antona y su tropa entran en los despachos y se dedican a gestionar desde el empleo y los servicios sociales hasta las relaciones con el resto de administraciones públicas. Cuando los socialistas llegan por las mañanas ya se encuentran hechas las políticas de derechas que desean Clavijo y Soria y se marchan, desolados, a tomar un barraquito. Cuentan que una madrugada, en la sede de la Presidencia del Gobierno, Patricia Hernández escuchó ruidos raros y bajó en bata roja pasión por las escaleras y ahí se encontró con Asier Antona, siempre Antona, sentado en su despacho y redactando un decreto para legalizar la esclavitud como medida de urgencia para crear puestos de trabajo sin la cuel  necesidad de abaratar los despidos:

–¿Pero qué haces aquí a estas horas, Antona?

–Eeeeh, bueeenooo, vengo a proponerte un conjunto de medidas de regeneración democrática…

— ¿Y ese calcetín que llevas en la cabeza?

–Es la primera medida. Que la gente no nos vea el jocico y así recuperar la legitimidad del sistema democrático.

— Pero ven por la mañana, cristiano, que tengo sueño…

Tampoco ha estado mal lo de Podemos, calificando de insólito “el desprecio” y la “actitud machista” de Clavijo hacia su portavoz, Noemí Santana, cuya integridad moral resulta indignantemente lesionada si la llamas señora, señorita o doña. A partir de ahora solo admitirá como apelativo  ECTHSC (Ente Corpóreo Trufado de Humanidad y Sueños por Cumplir ) Noemí Santana.
La financiación autonómica y el REF muy bien, muy  apoyados, muy respaldados, muy jodidos en definitiva.

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Rodeada de nazis

Doce años después el Parlamento de Canarias se me sigue antojando un lugar básicamente inverosímil, pero ahora es que, además, me pierdo. Es como extraviarse en una pesadilla de yesos y alfombras horteras. La Cámara canaria está diseñada por un decorador de interiores nutrido con películas de Sissi Emperatriz antes de ser lobotomizado. Debe ser cosa de la edad. Un compañero me guía amablemente por el dédalo de pasillos estucados pero a cambio me pide, calvo y truhán, que le presente un libro. Por último la silla de la tribuna de prensa me provoca dolor de espalda y hablo tan alto que la presidenta del Parlamento me lanza varias veces miradas reprendedoras. Cuando uno se pierde, le encasquetan la presentación de un libro, le duele la espalda y habla a voces es que debería abstenerse de salir de su casa. Yo lo intenté, créanme, pero fue inútil. La máxima novedad que puedo distinguir son unas enormes pantallas de televisión en las paredes del recinto que registran las imágenes de los oradores y ocasionalmente de sus señorías en sus escaños. Como el salón de plenos es más bien chiquitín y nada queda a más de diez o doce metros de distancia no se acaba de entender bien la funcionalidad –y la justificación — de este circuito cerrado de televisión. Los diputados viéndose a sí mismos en pantallas de televisión durante el pleno reflejan un ejercicio insuperable de narcisismo colectivo. De vez en cuando una cámara recoge la imagen de alguna de sus señorías y se produce lo que podría llamarse efecto Loro Parque: el diputado descubre que está en pantalla, deja de rascarse la nariz, adopta una pose interesante, se pone a leer súbitamente un documento o sonríe encantadoramente buscando la cámara quizás para enviarle un saludo a su señora madre…
Sinceramente la intervención que más me impresionó fue la de Noemí Santana, portavoz de Podemos, hasta el punto de atreverme a preguntar a Podemos si no puede hacer nada al respecto. Una fuerza de izquierda que quiere convertirse en mayoritaria no puede permitirse el disparatado lujo de sufrir como portavoz a alguien que evidencia la brutal falta de formación y el desprecio delirante por la información de la que hace gala Santana, por no hablar de su inacabable y cenagosa cursilería. La portavoz podemita habla exactamente como una madre que le cuenta un cuento a un hijo con graves dificultades cognitivas. Es una atrocidad estomagante que hasta a los cínicos más encallecidos les provoca vergüenza ajena. Un orador puede ofender por su grosería, su ligereza o su marrullerismo, pero Noemí Santana ofende por su frívola ignorancia, su insignificancia intelectual y sus pruritos de superioridad moral a toda prueba. Ignora lo que es el REF, tiene un concepto de la Reserva de Inversiones extraído de ese fiscalista, Curro Jiménez, sostiene que un desempleo del 27% de la población activa se elimina incrementando las plantillas de las administraciones públicas o subvencionando empresas de energías renovables, llama al anteproyecto de la ley del Suelo “el certificado de defunción de Canarias” sin aportar ni la más tenue sombra de un análisis crítico. Ninguno. Cero. Alguien (creo que fue el propio Fernando Clavijo) le recordó que una mentira, por ser repetida cien veces, no se convierte en verdad. Noemí Santana replicó: “Ah, por supuesto, tenía que utilizar la frase de un dirigente nazi”. No, mire, Santana, el dirigente nazi, Goebbels se llamaba, decía lo contrario. Lo relevante, sin embargo, es esa poco sutil comparación entre el presidente del Gobierno y un nazi, por supuesto.  Del discurso de Podemos se extrae siempre el mismo corolario:  los votos que expresan la voluntad democrática son los que obtienen ellos, los que consiguen conservadores, liberales, nacionalistas o socialdemócratas son el resultado de la manipulación de los poderosos o la estupidez de los gobernados. Ahí está Noemí Santana, rodeada de nazis en el Parlamento, pero dispuesta a dar hasta la última gota de su saliva para impedir que interrumpan nuestros sueños.

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