Ya estaba tardando la primera perla de Augusto Hidalgo, alcalde en retirada de Las Palmas de Gran Canaria y candidato del PSOE a la presidencia del Cabildo Insular. Las posibilidades de Hidalgo de no estrellarse electoralmente están en relación directa a su silencio. Lo mejor sería que el elector no se enterase de su candidatura y que pasara con una bolsa de churros en la cabeza –si el nudo Windsor lo permite – hasta el día siguiente a las elecciones. Pero no puede. La discreción va contra su naturaleza sonriente y largona. Así que el todavía alcalde –lleva desde el 2015 en la poltrona muñendo pactos y naderías sin terminar un solo proyecto relevante – se apresuró el mismo día de presentación de su candidatura a proclamar que se esforzaría desde el Cabildo para que Gran Canaria recupere el protagonismo regional que ha perdido. Toda vez que el PSOE cogobierna el Cabildo grancanario y ha mantenido sin pestañear a Antonio Morales en el poder lo que está haciendo Hidalgo es una autocrítica bastante demoledora. Pero él vive en su pequeño y burbujeante universo.
Hidalgo, por supuesto, se ha presentado formalmente como candidato a ser candidato, es decir, ha inscrito su nombre en las elecciones primarias que celebrará el PSOE grancanario el próximo mes. Porque las primarias socialistas, son, en efecto, un breve sainete que en ningún momento sirvió para activar la participación de la militancia en la toma de decisiones político-electorales. El PSOE es hoy –como todos – una organización fuertemente cartelizada en la que los militantes cuentan muy poco. Un candidato como Hildalgo, que llega a inscribirse en compañía del secretario general regional, Ángel Víctor Torres, y del secretario general de Gran Canaria, Sebastián Franquis, no debe temer la aparición de ningún espontáneo. Supuestamente tanto Torres como Franquis, en virtud de sus altas responsabilidades en el partido, deberían guardar una cierta neutralidad en cualquier proceso de primarias. Pero todo eso ha saltado por los aires porque las primarias, en el PSOE, ya solo son una ficción administrativa. El ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife es otro ejemplo: Patricia Hernández será la candidata con la bendición y protección de la cúpula socialista. No se ha celebrado numerito de presentación porque tanto Torres como Pedro Martín no la tragan.
Sin embargo existe una semiexcepción, aunque parece poco probable que sobreviva como tal: el ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria. Desde el pasado agosto Inmaculada Medina, concejal de Servicios Públicos, habla, se reúne y ha anunciado venturosamente a la mayoría de sus compañeros del consistorio y a numerosos militantes que está dispuesta a presentarse a las primarias siempre y cuando (atención) Pedro Sánchez no imponga a Carolina Darias como candidata a la Alcaldía. Y lo dicen así, tan tranquilos, como si fuera una evidencia geológica. Yo estoy dispuesta a luchar por la candidatura, pero si el secretario general quiere otra candidata, me aparto disciplinadamente. Llámelo seguidismo, llámelo servilismo. Hace años se decía maliciosamente que el PSOE canario era una delegación de Ferraz. Visto lo visto hoy puede afirmarse, al menos en términos partidistas, que el PSOE canario es una delegación de Pedro Sánchez. Qué magnífica ocurrencia: colocar como aspirante a la Alcaldía a la ministra de un Gobierno que detesta medio país y que, además, cuenta con el magnético carisma de una medusa. Un día, cuando Pedro Sánchez se haya marchado, los socialistas no dispondrán de otra cosa que no sea un inmenso desierto de decepciones, melancolías, descréditos e impotencias que tardará lustros en ser habitable de nuevo.