El economista y asesor empresarial José Carlos Francisco acaba de publicar su cuarto libro, Canarias. La transformación, que no es un título precisamente memorable, pero tampoco abundan los títulos memorables en la historia de la literatura económica. A decir verdad, en sentido estricto, tampoco es un libro de economía, sino un interesante y estimulante ensayo, en mayor medida incluso que sus libros anteriores, La cuenta atrás (1998), Canarias, moratoria y REF (2003) y La reforma necesaria: Canarias ante la crisis de nuestras vidas (2010). Lo es por varios motivos, desde los circunstanciales (Francisco, que ha ocupado varios cargos públicos, es desde 2011 presidente de la CEOE de la provincia tinerfeña) hasta los más preocupantemente obvios (la crisis económica no solo no se ha superado, sino que se ha profundizado y tiene visos de agravarse aun más). No es habitual este ejercicio de reflexión abierta en los espacios públicos. Contamos con una respetable tropa de catedráticos, titulares y profesores asociados que imparten disciplinas económicas en la Universidad, pero al margen de algún artículo puntual o una comunicación esporádica en congresos o anuarios, no suelen tener a bien poner a disposición pública su saber (supuestamente crítico) fuera de los recintos académicos. Lo mismo ocurre con colegios profesionales, organizaciones sindicales, partidos políticos, centros culturales. En Canarias el debate público es raquítico, si no miserable, y pretende grotescamente ser sustituido por una cacofonía de descalificaciones, burlas, excomuniones, tópicos mugrientos y argumentos ad hominem. Es un síntoma patológico más de nuestra inmadurez como sociedad moderna.: la incapacidad para debatir. En este sentido, que José Carlos Francisco se decida a opinar abiertamente sobre el presente –y las hipotéticas apuestas de futuro – de la economía canaria es un ejercicio intelectual que alivia el páramo de análisis y propuestas en un país donde cabe razonablemente dudar que exista eso que se llama opinión pública.
El autor ha tenido cierta fortuna inicial al ser malinterpretado. Todo el mundo se ha quedado con su referencia a los casinos y a la industria del ocio como elemento reactivador del sector turístico: transformar Canarias en Las Vegas de Europa. Ni de lejos esta propuesta constituyen el núcleo central de La transformación, pero los medios de comunicación lo han convertido en el principal reclamo del libro. “Las Vegas y Macao se han convertido en el patio de recreo de América y Asia, pero Europa no tiene el suyo, y podría ser Canarias”. No se trata de imaginar una ruleta y medio centenar de guiris jugando mientras beben champán, según el autor, sino de seguir, precisamente, las fórmulas norteamericanas y asiáticas: grandes resort, con abracadabrantes casinos y espectáculos y zonas comerciales asociadas. Si se decide por esta vía, sería indispensable desarrollar varias modificaciones legales, desde cambiar la ley del juego hasta disminuir el IGIC incrementado. Francisco incluso cuantifica varios impactos y calcula que los turistas anuales se incrementarían en más de medio millón — unos 113.000 alojados en los flamantes resort-casinos — con un incremento de la recaudación tributaria anual de más de cien millones de euros, la creación de 20.000 empleos indirectos y, lo que más sorprende a uno, un incremento del PIB anual de más del 2%.
Sin duda a la oferta turística canaria le vendría muy bien ampliar su tradicional oferta de sol y playa con casinos y, sobre todo, grandes espectáculos. Digo que sobre todo porque en Las Vegas hace ya muchos años que el grueso de los ingresos no se obtienen a través del juego, sino, precisamente, de la entrada en grandes espectáculos con estrellas y conjuntos conocidos internacionalmente. Sería necesario la construcción de unos treinta resort en el Archipiélago para conseguir el nivel de ocupación que apunta Francisco: un esfuerzo inversor no precisamente desdeñable. Los que somos escépticos ante esta oportunidad de crecimiento no estamos motivados exclusivamente por razones morales. Las Vegas tiene un enorme mercado casi cautivo por sus peculiaridades legales: los Estados Unidos. Macao tiene unos costes salariales – y en general costes fijos –muchos más bajos que Canarias, como ocurre casi toda la industria hotelera asiática. Pero es que, además, la industria del juego tiene pocas externalidades positivas o ninguna. Como explica el profesor Jesús Fernández Villaverde “los casinos y la industria de ocio más en general no suelen crear ninguna de estas externalidades positivas (…) Son industrias intensivas en mano de obra (en su mayor parte poco cualificada), con un reducido componente tecnológico y sin ningún vínculo específico hacia otros sectores. La evidencia empírica en Estados Unidos, donde en la última década se han abierto muchos casinos y otras grandes actividades de ocio como estadios deportivos es que, en efecto, estas externalidades positivas no aparecen por ninguna parte“. En cambio, Fernández Villaverde, señala hipotéticas externalidades negativas: los grandes casinos suelen estar asociados a problemas de criminalidad organizada, violencia mafiosa, prostitución y corrupción política, a menudo inextricablemente unidas.
Macao es un buen (o mal) ejemplo. En el año 2011 los casinos-resort de la antigua colonia portuguesa generaron una facturación de 27.000 millones de euros. Pero a principios de 2012 la crisis –que también afecta a las potencias asiáticas, sin excluir China – empezó a golpear duramente. Las recaudaciones bajaron de forma alarmante, así como las tasas de ocupación hotelera. El ambiente –digamos—se encabronó. El año pasado se produjeron varios asesinatos en hoteles de lujo y el propietario de uno de los casinos más prestigiosos fue brutalmente agredido a martillazos. A principios de agosto la policía interrogó a más de 1.300 personas, de las cuales fueron detenidas y procesadas unas 150 bajo acusaciones como blanqueo de dinero, juego ilegal y prostitución. Respecto a Las Vegas, quizás sea conveniente recordar que Nevada se encuentra, entre los estados de la Unión, en los primeros puestos de un triple ranking: desempleo, ejecuciones hipotecarias y criminalidad.
Pero La Transformación no ofrece, únicamente, los casinos y espectáculos en grandes hoteles de lujo como panacea para salir de una crisis económica y social de carácter estructural. En realidad es una llamada de alerta sobre un país (Canarias) que amenaza con convertirse en inviable si no se toman medias políticas, es decir, colectivas, en un plazo de tiempo angustiosamente corto. La próxima semana se analizarán y discutirán aquí.
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