Al mero y mixto imperio del manisero, conocido en el siglo como Juan Márquez, llegan a veces noticias exóticas y solicitudes sospechosas, pero no teman, que son debidamente respondidas. Sobre todo si proceden de un pasado anterior a la llegada del ungido casual a la Viceconsejería de Cultura. Un ejemplo. La historiadora del arte Marta Pérez de Guzmán y el fotógrafo Roberto de Armas, asesorados por Matías Díaz Padrón, presentaron un proyecto que fue respaldado por la Dirección General de Patrimonio Cultural en la segunda mitad de la pasada legislatura: inventariar el formidable legado de arte flamenco que tiene Canarias en iglesias, capillas, museos y colecciones particulares. Después de Flandes y Madrid no existe ningún otro lugar con un patrimonio plástico tan rico y variado, fruto de las grandes fortunas que la caña de azúcar y después los vinos crearon en las islas en los siglos XVI y XVII. La sacarocracia local estaba en condiciones de encargar obras de grandes maestros directamente a Amberes o Gante.
En una primera etapa el proyecto tenía como objetivo registrar e inventariar todas las piezas de arte flamenco existentes en las islas y fotografiarlas con las últimas técnicas de alta resolución para documentar los cuadros y esculturas que, en su mayor parte, sorprendentemente, se encuentran en buen estado de conservación. Se llegaron a inventariar 120 piezas en Gran Canaria y Tenerife, a reserva de lo que se acumule en La Palma y en el resto de los territorios insulares. El inventario fue entregado al Gobierno autónomo pero el proyecto, como tal, quedo interrumpido. Para alcanzar la mayor difusión del patrimonio flamenco conservado en Canarias los creadores se pusieron en contacto –como ha relatado la propia Pérez de Guzmán—con la plataforma digital Google Arts & Culture y le propusieron incorporar las imágenes y difundir el legado isleño de los maestros flamencos. Aceptaron encantados. Lo malo es que Márquez y a su equipo el asunto les interesó un higo-pico, y sin la colaboración institucional, GAC, que estaba decidido a invertir medio millón de euros, se ha retirado. Todo es más o menos lo mismo en el feliz reino del cucurucho subvencionero. El Departamento de Pintura Flamenca del Museo del Prado ofreció enviar dos técnicos – a su costa — para confirmar o refutar la autoría del magnífico cuadro flamenco La última cena, que se conserva en La Palma. No hubo siquiera respuesta. El pasado mayo, con una constancia realmente admirable, Pérez de Guzmán presentó otro proyecto en la corte del manisero, una investigación sobre el origen de dos pequeñas tallas de la Virgen con el Niño, de un excepcional interés histórico-artístico. No hubo siquiera respuesta.
Por supuesto que no existe ninguna explicación oficial u oficiosa sobre el maní de los silencios o el silencio de los manises. ¿Por qué Márquez iba a perder del tiempo con semejantes tonterías? Desde un primer momento optó por mantener un perfil muy discreto. Un afable y enzarcillado mutismo. A ver si a fuerza de estar callado adquiere una imagen de eficiente y eficaz gestor público. Incluso tuvo a su favor, si le hubiera interesado, que la alianza política del PSOE y Podemos en el Gobierno autónomo se reprodujo en varios cabildos y en muchos ayuntamientos, lo que podía haber facilitado acuerdos de colaboración o fórmulas consorciales entre las diversas administraciones públicas o, al menos, un diálogo vivo y constructivo entre las mismas. Obviamente tampoco lo ha intentado. No lo van a pillar en medio de una trifulca local. Cada cual en su sitio y el maní de la subvención seria, puntual, respetuosamente procedimental, transparente y verificable en la de todos. Que no me hablen de arte flamenco si no es Ketama. Venga, solicita otro cucurucho, que perras hay y la voluntad para un desarrollo progresista de la cultura canaria y en Canarias cabe en un maní.