Crisis

Bitácora de un naufragio

Por supuesto, el presente artículo está emborronado antes de que se abran las urnas en este domingo que amenaza lluvia y revolcones electorales y una interminable tarde de grisura melancólica hasta que se escuche el ulular de los vencedores y su alegría inmensa al llegar al gobierno de un país al borde de la quiebra, y conseguirlo con inusitada contundencia, precisamente, porque está al borde de la quiebra. Pero los acontecimientos que se sucederán a partir de mañana lunes son perfectamente predecibles.

a) El mismo lunes, o a más tardar, el martes, el ganador de las elecciones presentará su Gobierno, o al menos, al núcleo duro de su gobierno, es decir, a su vicepresidente y a los ministros del área económica. Existe una dificultad: las disposiciones constitucionales y legales establecen unos plazos insoslayables, en virtud de las cuales el nuevo jefe del Ejecutivo solo podrá jurar o prometer el cargo a partir del 18 o 19 de diciembre aproximadamente. Casi un mes de gobierno en funciones en una situación de emergencia nacional. Y con cinco – nada menos que cinco—subastas del Tesoro Nacional –letras y bonos – por valor de miles de millones de euros y que no pueden suspenderse sin empeorar aun más la credibilidad del país en el cumplimiento de sus compromisos. Se rumorea que el presidente saliente y el entrante han encargado a una comisión de expertos (administrativistas, constitucionalistas, economistas, funcionarios técnicos dela UniónEuropea) una arquitectura específica para la transición entre gobiernos más delicada y peligrosa desde hace treinta años. Sería una suerte de extraño gobierno de concentración que se prolongaría durante tres semanas; un traspaso de poderes que establecerá canales de comunicación permanentes y sistemáticos con reuniones prácticamente diarias entre próximos ministros y futuros exministros. Entretanto el inminente presidente del Gobierno se volcará en tres frentes: las instrucciones a los presidentes de sus comunidades autónomas, la definición de una plan de recortes presupuestarios y reformas particularmente atroces y los contactos conla Comisión Europeay con los gobiernos alemán y francés para formular un compromiso solemne, el compromiso de todos los compromisos

b) En la última semana de 2011, el nuevo presidente presentará en las Cortes  –y probablemente en una intervención televisiva a todo el país – el plan de recortes y reformas, que en buena parte será la base del proyecto de la ley de presupuestos generales del Estado para 2012, aprobado con seguridad en un mes y medio más tarde. La situación es dramática, es peor de lo que se imaginaba, estamos al borde del abismo y etcétera. El recorte oscilará entre los 20.000 y 30.000 millones de euros aproximadamente: es el compromiso solemne del presidente y del nuevo Gobierno antes las autoridades europeas y, desde luego, ante el Gobierno alemán. España transigirá en meterse en el quirófano del doctor Frankestein a cambio únicamente de que el Banco Central Europeo siga comprando bonos españoles en el mercado secundario para evitar el riesgo de default y de que el Banco de Desarrollo Europeo abra una línea de crédito a medio plazo: lo fundamental es abandonar, a base de una disciplina presupuestaria y fiscal espartana, y asumiendo el impacto de la paralización de la economía y el mantenimiento o aumento de la tasa de desempleo, el pelotón de los desahuciados del Sur de Europa: Grecia, Portugal, Italia incluso. Dos años de penurias con un Estado de Bienestar reducido, si es menester, a un trasunto de caridad dickensiana – lo que por otra parte ofrece excelentes oportunidades de negocio a empresas privadas en el ámbito de la educación, la sanidad o los servicios asistenciales– y una lenta pero significativa recuperación del PIB y del empleo en los dos años siguientes gracias a los incentivos fiscales a la contratación, el contrato único y la destrucción de  los convenios colectivos. Un empleo de peor calidad, más inestable y más barato, pero después de un largo lustro de sufrimiento se le puede antojar una bienaventurado maná a cientos de miles de ciudadanos. En sus inicios, en su televisado discurso sobre la sangre, el sudor y las lágrimas que nos esperan, el presidente reclamará el apoyo de todas las fuerzas políticas, eso sí. Pero como es probable que disponga de cerca de 200 diputados tampoco se sentirá muy apurado si el principal partido de la oposición o los nacionalistas no le prestan su respaldo político o parlamentario.

3) En una de sus famosas frases elegantemente destructivas, Óscar Wilde afirmó de un escritor antipático que solo tenía dos problemas: que no tenía nada que decir y que no sabía cómo decirlo. La estrategia del nuevo presidente sobre la que aquí se fantasea solo implica dos problemas: España y Europa. El primero resulta de muy sencilla exposición: se trata saber si el país aguanta sin que su cohesión social y territorial se vaya al infierno. Convertirse en la hija predilecta de la madrastra Merkel, en la oveja negra que se blanquea y que vuelve al rebaño, supone una apuesta muy arriesgada. Al cumplimiento del compromiso sobre el déficit fiscal (un 4,2% del PIB a finales del 2012) se suma la devolución de los intereses de la deuda y la muy probable y estrepitosa morterada que habrá que inyectar en el sistema bancario español (y particularmente en las cajas de ahorro) para cumplir la nueva normativa europea sobre el capital de calidad. La creación de un banco público malo, que absorbiera todos los activos envenenados o inservibles, también costaría unos cuartos, aunque se trate de una opción mucho menos atractiva que hace dos años. Y mientras tanto, y durante largo tiempo, el desempleo se mantendría estancado en un 20% de la población activa y las pymes, los autónomos y los emprendedores seguirían sin  ver un maldito euro de crédito. La segunda dificultad es Europa: la estrategia del nuevo gobierno presupone una mínima estabilidad política, financiera y económica – por ejemplo, que no quiebren Portugal o,  más terriblemente, Italia; que Francia no sufra un infarto financiero al serle retiradala AAApor las agencias de calificación, en fin – que está lejos de ser fiable. Porque, como escribió muy recientemente Xavier Sala-i-Martín, todo el mundo da por hecho, y esa es tal vez el mayor apriorismo de la estrategia del gobierno que saldrá de las urnas dominicales, que Alemania es la garantía irrompible de todas las deudas de Europa. Y la situación económica y fiscal de Alemania bien puede empeorar. Lo indican varios factores: una deuda que alcanza ya el 80% de su PIB, una evidente desaceleración de su actividad económica, un incremento notable, en la próxima década, de sus gastos sociales, especialmente en lo que se refiere a pensiones, un compromiso de decenas de miles de millones de euros de aportación al fondo de estabilidad económica y la certidumbre del empeoramiento de países como Francia, Bélgica y Holanda, que muy probablemente, en los próximos tres años, deberán  priorizar salvajemente sus propios problemas de financiación y poco o nada podrán aportar a las necesidades de los estados de la zona euro en peores condiciones. La apuesta del nuevo gobierno español será muy parecida al todo o nada, salvo que el todo será la casi nada de la supervivencia y la nada amenaza con devastar, de la mano de la ortodoxia fiscal más puritana, toda una cultura democrática: los restos de la autonomía de lo político flotando en este gigantesco, cruel y desquiciado naufragio. Este infernal proceso será calificado pomposamente como una vía para la modernización de las estructuras  financieras, fiscales y laborales de España. Porque esta gente entiende y propaga, jura y perjura, que el mejor momento para aprender a nadar es, precisamente, un naufragio.

Publicado el por Alfonso González Jerez en Me pagan por esto ¿Qué opinas?

El jarrón en la cucaña

La huelga convocada en la sanidad pública ha sido un huelguita. Ni siquiera un aperitivo de lo que nos espera en los próximos meses. Ningún sector dejará de salir a la calle para desgañitarse. Circula por ahí una interpretación sobre la voluntad cumplida del Gobierno autónomo de presentar un proyecto de presupuestos generales para 2012 en lugar de limitarse a prorrogarlos hasta que el PP de Mariano Rajoy elabore y apruebe los suyos. El Ejecutivo presidido por Paulino Rivero, y sostenido por CC y PSOE, presenta un proyecto presupuestario para evidenciar que los recortes que, hablando con rigor, pondrán nuestra supervivencia en la picota serán responsabilidad del Partido Popular y su majestuosa mayoría absoluta. Canarias, efectivamente, presenta unas singularidades muy preocupantes, que confluyen en una fragilidad central. Canarias, si merman sustancialmente los recursos de las transferencias del Estado, entrará en una espiral de colapso económico, porque se ha construido una sociedad en el que la modernización de sectores estratégicos y la articulación de un Estado de Bienestar Social, en los últimos veinticinco años, está enchufada a los fondos del Estado y dela UniónEuropea.Porque se ha hablado hasta la nausea del impulso económico y la generación de plusvalías y puestos de trabajo que representaron la construcción y el turismo y, en cambio, se ha hablado muy poco de la relevancia estructural que en Canarias ha supuesto (y sigue suponiendo) la inversión y el gasto públicos. Sin llegar al extremo de definir Canarias como un país subsidiado, sin renunciar a la crítica y a la corrección del derroche, el aquelarre burocrático y la hipertrofia de las administraciones públicas, está muy claro que, desprovista del sostén de los recursos públicos (bonificaciones, subvenciones, programas) no solo los servicios sociales y asistenciales, sino la agricultura, la industria, los transportes quedarían infartados. Somos como un precioso jarrón chino colocado en lo alto de una cucaña en medio del Atlántico. Las crisis económicas internacionales no se nos han dado históricamente demasiado bien. Somos más ricos y a la vez más quebradizos que hace cincuenta, sesenta, setenta años: un síntoma de fracaso insoslayable. Recortar 35.000 millones de euros – ese es el precio que supone cumplir con un déficit fiscal de un 4,2% a finales de 2012 – va a significar una tormenta espeluznante porque coincidirá con una tasa de desempleo que seguirá incrementándose. Es una abominable falsedad que esta carnicería presupuestaria no impacte brutalmente en la calidad de la vida cotidiana de las personas, en los cimientos del Estado de Bienestar, en la depresión del consumo, en la paralización mortuoria de la actividad económica.  Y en Canarias abre un panorama muy parecido a la condena de un retroceso económico que someterá a estas islas a tensiones sociales y políticas impredecibles.      

 

Publicado el por Alfonso González Jerez en Me pagan por esto ¿Qué opinas?

La manifestación desierta (por el momento)

¿Por qué no hay aquí manifestaciones para protestar contra una situación social y económica tan dura, áspera y desesperanzada como la que padece Canarias? Esta pregunta debe formularse con el ceño fruncido y ojos decorosamente pasmados. Casi un 30% de la población activa en paro, muchos cientos de canarios agotando mensualmente la prestación por desempleo, el trabajo más precarizado que nunca, la economía prácticamente detenida, los servicios educativos y sanitarios públicos cada vez más degradados. Y nada. Pero, ¿somos menos que en Londres, en París, en Roma, ciudades todas ellas con un paro inferior al de Santa Cruz de Tenerife o Las Palmas de Gran Canaria? ¿Cómo es que consiguieron reunirse decenas de miles de personas para impedir el paso de un tendido eléctrico de alta tensión por Vilaflor y apenas aparecen cuatro gatos maullantes para protestar de las agresiones que sufren los ciudadanos en su vida cotidiana? ¿De verdad es tan misterioso, incomprensible, enigmático? A mí me parece que no. Al arribafirmante, en fin, lo que le extrañaría es, precisamente, lo contrario, aunque muy probablemente, entre finales de este año y finales del próximo, llegaremos a ese exquisito punto de maduración: manifestaciones, alborotos, algaradas. Muchos sociólogos y politólogos han intentado analizar los orígenes del comportamiento de las masas, pero solo un escritor, Elías Canneti, lo ha reconocido con pertinencia en su maravillosamente lúcido Masa y poder: las masas son impredecibles. Ni las revuelas ni las revoluciones se pueden programar, anunciar, preveer. El propio Lenin – que algo tuvo que ver con la Revolución de Octubre de 1917 – reconocía que los bolcheviques casi se habían limitado a recoger el poder “que estaba tirado en la calle”. La tentación del poder político, en la oleada conservadora que asalta a Europa, un conservadurismo destructivo del que participan conservadores, socialdemócratas, democratacristianos y liberales como diligentes guionistas de la banca y de los fondos de inversión internacionales, es que los males de la democracia – y la democracia es todavía un serio impedimento para la reestructuración del capital globalizado y su incondicional desenvolvimiento – no pueden curarse si no es estrangulándola. En una fecha tan lejana como 1975 un egregio sinvergüenza, Samuel Huntington, mostraba su desprecio por esa fórmula según la cual las patologías de la democracia se superan con más democracia. “Algunos de los problemas de gobernabilidad de los Estados Unidos provienen de un exceso de democracia”, comentaba, “y lo que se necesita, más bien, es un mayor grado de moderación en la democracia”. Por supuesto. Hace un par de días, gracias a unos amigos que habían grabado su alegato, escuché a un periodista tinerfeño indignado porque los pérfidos ecologistas estaban utilizando las leyes para detener infraestructuras básicas para el desarrollo del Archipiélago. Es terrible a los extremos a los que puede llegar esta pandilla de nihilistas. No se recatan, ni siquiera, a la hora de exigir que se cumpla la legislación vigente e incluso se permiten el cinismo de acudir a los tribunales. Este periodista es, en su abisal ignorancia, muy huntingtoniano: con un poco menos de democracia, con un Estado de derecho menos generoso y garantista, estas cosas no pasaban. No podrían pasar. Seríamos felices y roeríamos huesos de perdices.
¿Manifestaciones, revueltas, algaradas en Canarias? Nuestro aguante es muy elástico y tiene razones causales no demasiado inextricables. Y entre otras bastan dos razones para explicarlo.
1. La deficiente articulación de la sociedad civil canaria. En los últimos treinta años la articulación de la sociedad civil ha avanzado, pero insuficiente y desigualmente. Están mucho más y mejor organizados los empresarios que unos sindicatos cada vez más anquilosados y desprestigiados (la élite empresarial pueden alquilar prestigios, los sindicatos deben ganárselo y no lo están haciendo). Los grandes partidos políticos que los colegios profesionales. Los lobbys de presión – a veces monoplaza – que los estudiantes universitarios. Los receptores de subvenciones y ayudas que los pequeños empresarios, los emprendedores y los autónomos. Cuando culmina la llamada transición política la sociedad civil canaria, sus posibilidades de desarrollo autónomo, es abducida por el poder económico que adquieren rápidamente gobierno autonómico, cabildos y ayuntamientos. Una sociedad débilmente urbana, que apenas veinticinco años antes era todavía una sociedad básicamente rural, encuentra en las administraciones públicas, y en una amplia clase política de nueva planta, mecanismos de asignación de recursos económicos y laborales bien cebados fiscalmente (y con generosos fondos comunitarios durante lustros) y cada vez extendidos y potentes. Si en España (frente a lo que ocurre en Alemania, Suecia, incluso el Reino Unidos) la clase política tiene un lugar excepcional en el espacio público, en Canarias la situación llega al paroxismo: no hay problema que no se traslade inmediatamente al ámbito de la decisión política, no hay político que no brinde continuamente soluciones punto menos que instantáneas a problemas de todo orden, se gastan ríos de tinta para recoger su ocurrencia más mema y deleznable, las tertulias radiofónicas están infectadas de políticos diariamente. Es impresionante. Y configura un dispositivo de desactivación crítica y desmovilización ciudadana muy considerable, sobre todo si se considera que son más de 130.000 los funcionarios en Canarias, entre empleados públicos de la administración del Estado, administración autonómica, administraciones insulares y municipales y profesores y personal no docentes de las Universidades. Más de un 16% sobre la población activa, una de las tasas más altas de España (en Cataluña, por ejemplo, apenas llega al 9%). Si a estos se suman las empresas y autónomos cuyo único o principal sustento deriva de sus relaciones contractuales con las administraciones autonómicas y locales son más de medio millón de canarios (ellos y sus familias) los que viven gracias a las administraciones públicas. Y esa circunstancia es un obstáculo evidente para cualquier activismo político, cívico, participativo. Para cualquier fermento asociativo, entre otros efectos. La actitud de los segmentos profesionales, sociales o vecinales organizados raramente es abiertamente crítica, ni siquiera propositiva. Es básicamente desconfiada pero expectante, rara vez propositiva y generalmente conformista.
2. La debilidad del espacio público canario. El espacio público democrático no es una realidad natural, como los tabaibales o las playas de arena negra. Es una construcción social y simbólica que deriva de unas condiciones históricas, materiales y económicas concretas. El espacio público, tal y como es conocido y emblematizado comúnmente, es un producto de las sociedades burguesas. Canarias jamás ha sido una sociedad prototípicamente burguesa. Como ocurrió en España jamás se produjeron revoluciones burguesas, jamás la muy particular burguesía isleña, por lo general fuertemente vinculada a las actividades agroexportadoras, fue una burguesía contestataria, debeladora e ilustrada, jamás diseñaron un proyecto de país, jamás defendieron las libertades (les bastaron las fiscales y comerciales) que en otros ámbitos definieron su identidad como clase social. Salvo sectores reducidos de la pequeña burguesía establecida en las pequeñas y destartaladas capitales isleñas nunca se preocuparon por semejantes naderías. Y esa situación se prolongó, mal que bien, hasta la conclusión, por pura consunción biológica, de la dictadura franquista. En Canarias los poderes (políticos y económicos) no están acostumbrados al debate, sino a la imposición amable o brutal, no son proclives al consenso, sino al mercadeo, no apuestan tradicionalmente por el diálogo razonable y razonado desde convicciones genuinamente democráticas, sino por la publicidad positiva o negativa. Y los administrados solo cuentan con un arma devaluada, su voto cuatrianual, porque la misma desarticulación social anteriormente mencionada impide o dificulta la apertura de espacios públicos no colonizados por los discursos del poder o por los silencios sesteantes, y cuando consigue algún éxito (las suficientes firmas para avalar una iniciativa legislativa popular, por ejemplo) suele ser cercenado sin contemplaciones. No debe confundirse, y en contexto como el descrito menos que en cualquier otro, la opinión pública con la opinión publicada en Canarias. La opinión pública, en Canarias, sigue siendo una hipótesis discutible.

Publicado el por Alfonso González Jerez en General 3 comentarios

Entre la murga y el coro griego

Tenemos un gran futuro a nuestras espaldas. Lo malo es que ha pasado de ser una promesa a convertirse en una peta. Qué hermosa joroba tiene Canarias. No se la ve y, como se niega a vérsela, está incluso orgullosa de la misma. Con un poco de inteligencia política, consenso social, articulación ciudadana, superación de los particularismos, esta crisis, que está suponiendo una transformación estructural del país hacia la regresión (regresión política, regresión económica, regresión educativa y cultural, regresión urbana, regresión en un capital humano que solo puede optar entre la emigración y el bareto de la esquina, si no ha cerrado) se hubiera podido sortear con costes más o menos asumibles. No ha sido así. Canarias está a medio camino entre un coro griego y una murga. Sabe lamentarse bien y profetizarse desgracias, pero a la hora de interpretar entre todos un diagnóstico nadie entiende nada. Las medidas políticas más duras se tomarán después de las próximas elecciones autonómicas y locales y sea quien sea quien gobierne: inimaginables despidos, impago a proveedores eternizándose un poco más, servicios públicos reducidos esqueléticamente, y aun así no es del todo seguro que no se produzcan situaciones de colapso financiero y quiebra en algunas corporaciones públicas del Archipiélago. A fecha de hoy, y con el Estado obligado a invertir decenas de miles de millones de euros (entre 20.000 y 100.000) para rescatar de nuevo a bancos y cajas, ¿está la Consejería de Economía y Hacienda absolutamente segura de que le será permitido a esta Comunidad autonómica endeudarse por 600 millones de euros más, imprescindibles para que el chiringuito no se desparrame por los suelos? Seriamente, ¿cabe soportar tasas superiores al 25% de desempleo para los próximos tres, cuatro, cinco años y no admitir el fracaso de un país, de una estructura político-administrativa, de un modelo de crecimiento económico, de unas élites dirigentes (en la política y en la empresa, en las universidades y en los sindicatos) que simplemente se resigna a esta catástrofe como a un orden cosmológico inmodificable y ajeno a sus responsabilidades? Las únicas respuestas al respecto que uno encuentra se dividen en dos grupos cuyo razonamiento argumental resulta apabullante:
–Esto es muy sencillo, joder. Tenemos una economía estrangulada por el proteccionismo, el subvencionismo y un delirante intervencionismo legal y reglamentario. Así no hay manera de avanzar. La máxima expresión de esta situación demencial es la moratoria turística. Lo que hay que hacer es prescindir de tanta intromisión política, de tanta burocracia, de tantas interferencias administrativas, y dejar que la economía funcione libremente…
–Ya veo que estamos enclaustrados en un modelo económico bolchevique. Y según tu punto de vista se debe suprimir la RIC, por supuesto… Es una intromisión jurídica que ha costado a la hacienda pública miles de millones de euros…
–Eeeh, hombre, no seas tan bestia. ¿Cómo vas a suprimir la RIC así como así? Aquí es muy difícil ser empresario…
–No veas lo difícil que es ser trabajador.
El otro esquema lo protagoniza, por supuesto, la izquierda arcangélica, lo suficientemente lúcida para haberse pasado al reformismo, pero no lo bastante como para entender que las reformas no pueden depender, única y exclusivamente, de la coherencia retórica.
–Hay que defender lo público.
— Muy bien.
— Los servicios sociales son sagrados. No hay que recortar aquí. Al contrario: hay que invertir más.
— ¿Y de dónde se saca la pasta?
— Ah, y las energías renovables. Hay que potenciar e invertir en energías renovables.
— ¿Y la pasta?
–Y apoyar nuestra agricultura, por supuesto. Se debe apoyar económicamente a nuestra agricultura.
–¿Y la pasta?
— Pareces un pizzero.
— Es que no hay dinero.
— Pamplinas. ¿No has leído a Vicenç Navarro? No salimos de la crisis, precisamente, porque Rodríguez Zapatero se ha rendido a los dogmas neoliberales. No saldremos si no es aumentando la inversión pública, que en España y en Canarias es muy inferior a la media de la UE…
–El profesor Vicenç Navarro es un sabio muy apreciable del que se puede aprender mucho, pero me gustaría verlo en la presidencia del Gobierno de Canarias, por ejemplo. A veces pienso que cree que el dinero está en cajas de zapatos en los sótanos de las entidades oficiales…
— El dinero está en manos de los plutócratas y los especuladores. Hay que recuperarlo con mayores impuestos a las grandes fortunas y a la banca e imponiendo la tasa Tobin…
— ¿Desde Canarias?
–Los cambios deben ser globales y los compromisos internacionales.
–¿Y mientras tanto? ¿Leemos las obras completas del profesor Vicenç Navarro?
Esta es una crisis, la crisis de nuestras vidas, particularmente compleja, dinámica y rica, porque es universal, sistémica y estructural, porque no es únicamente una crisis crediticia, ni una crisis de sobreproducción, ni una crisis de una deuda pública creciente más una deuda privada monstruosa. Y cada semana es atravesada por nuevos episodios que refuerzan la malla que nos atenaza. Los tres últimos apuntes enfatizan el órdago crítico:
1. La crisis de la deuda no es un capítulo cerrado. Durante este mes se celebrarán dos cumbres en las que la Unión Europea se juega, sin hipérboles, la supervivencia del euro a medio plazo. Las perspectivas son más bien sombrías. Lo que dicta una racionalidad económica dotada de inteligencia social es un avance decidido hacia un auténtico gobierno económico de la UE con tres medidas claves e imprescindibles: la emisión de eurobonos, la ampliación y consolidación en el tiempo del Fondo de Apoyo, los estímulos para la creación de bancos donde se depositen los activos bichados. Portugal se tambalea acosado por los mercados de deuda. Y la caída de Portugal supondría un impacto directo importante para la economía española, en términos monetarios, pero también político-económicos: España quedaría al borde del precipicio con el sello de inmediata víctima propiciatoria marcado en la frente. La fragilidad actual de la economía canaria se transformaría, en esta hipótesis, en una situación política y económicamente inmanejable: en la lógica económica y operativa vigente, se tendrían que aplicar nuevos recortes y más feroces recortes al gasto público sin que se recuperase en nivel de ingresos. No se me ocurre qué pudiera hacer el Gobierno autonómico en esta circunstancia, salvo legalizar la antropofagia.
2. El costo creciente de la factura petrolera. Si Canarias ha experimentado el crecimiento de la inflación interanual más baja de España en el pasado febrero no es precisamente por un salud económica aceptable, sino por la extremada debilidad de su demanda interna, correlato de una sociedad con casi un 30% de desempleados y unos salarios en el sector privado que no han dejado de perder poder adquisitivo en los últimos años, si no lustros. Es decir, es la honda situación de penuria la que nos protege – por el momento – de sufrir una aterradora estanflación. Canarias ha desaprovechado los años de prosperidad económica para incrementar su potencial de energías alternativas y el Gobierno y el resto de los poderes públicos no han cumplido debidamente con los objetivos del PECAN que, por lo demás, se está implantado de manera estruendosamente desigual entre las islas. Sin una inversión pública relevante será imposible conseguir para el 2015 que el 30% de la energía consumida en las Islas sea renovable. El Gobierno autónomo no ha hecho un solo gesto para incentivar el ahorro energético fuera de sus oficinas desde 2007. Tampoco en las últimas semanas. Ni se les ha ocurrido suprimir cualquier vehículo que no use tracción animal en las romerías.
3. Gracias al Banco de España – y no, desde luego, a ningún periodismo de investigación – ha podido saberse que el grupo Banca Cívica, a la que pertenece CajaCanarias, necesita 847 millones de euros para cumplir con las estipulaciones de la reforma del sector establecida por el Gobierno español: alcanzar el 10% de capital básico. En el caso de la Caja de Canarias, integrada en el Grupo Bankia, la cifra se eleva a casi 2.000 millones de euros. A ver de dónde los sacan y. sobre todo, quienes y a cambio de qué contrapartidas están dispuestos a arriesgar tan cuantiosas inversiones. Ni una explicación mínimamente detallada y verosímil se ha ofrecido desde las directivas de las cajas canarias a sus decenas de miles de cuentacorrientistas y clientes hipotecarios. Ni una entrevistita a Álvaro Arvelo o a Suárez del Toro. Por el momento, eso sí, la Caja de Canarias ha anunciado que su obra social reducirá a la mitad su presupuesto en este año. Es un detalle.

Publicado el por Alfonso González Jerez en General 2 comentarios

La crisis según José Carlos Francisco

«Dejemos el pesimismo para tiempos mejores», rezaba una pintada en México, según afirma Eduardo Galeano, el mejor catador de pintadas de la literatura latinoamericana. En el cieno de la crisis socieconómica – y más solapadamente, política – en el que estamos sumergidos desde hace años conviven dos actitudes igualmente enervantes y que, retomando una vieja taxonomía de Umberto Eco, podríamos denominar apocalípticos e integrados. Los apocalípticos ofrecen un inequívoco aspecto profético, y como a todos los profetas, adoran el futuro y detestan la esperanza, y militan regocijadamente en el acabóse: lo mejor que puede ocurrir es que todo esto se vaya escatológicamente al diablo, porque solo entre las cenizas y cascotes, entre las calamidades y sufrimientos, podrá levantarse un futuro justo y benemérito cuyas raíces no estén podridas. Los integrados, en cambio, entienden la presente como una crisis sin duda grave, pero que se superará con el paso del tiempo, y más vale no tocar excesivamente las narices de ningún sector, ni hacer experimentos políticos, administrativos o económicos arriesgados, ni cuestionar, por supuesto, las bases de lo que hemos sido hasta ahora. Ninguna de las dos posturas tiene que ver, en el fondo, con posicionamientos optimistas o pesimistas. Hoy es un deber ser pesimista – un pesimista razonable y razonador – en Canarias. Y si uno se pone gramsciano, el optimismo de la voluntad tiene que basarse, paradójicamente, en un análisis descarnadamente realista de la razón.
El último libro de José Carlos Francisco, La reforma necesaria. Canarias ante la crisis de nuestras vidas ofrece el análisis de un economista que ha ejercido importantes responsabilidades públicas, pero que ha tenido que sobrevivir como empresario en la realidad de la competencia y que, hace muy pocos meses, se ha convertido en el presidente de la Confederación Española de Organizaciones Empresariales en la provincia santacrucera. Por supuesto, Francisco es un autor que quiere que su libro se compre y se lea, pero teniendo en cuenta las particularidades del mercado editorial canario, en realidad lo que mueve al exconsejero de Economía y Hacienda es la curiosidad intelectual, las demandas analítica de su profesión y, aunque no lo reconozca, cierta voluntad de servicio. Tres años soportando una tormenta económica, social y laboral aterradora, y son muy pocos los materiales sólidos, las visiones argumentadas, con los que contamos para el debate de los orígenes, el desarrollo y las hipotéticas estrategias de superación de la crisis en el espacio público canario. El valor más inmediato de La reforma necesaria está en su misma aparición, sin desdeñar la sosegada agudeza del autor, su voluntad de desmontar algunos tópicos y lugares comunes de peso granítico y sus mismas propuestas de futuro.
Uno de los rasgos más interesantes de La reforma necesaria es su empeño, no por pachorrudo (a veces) o irónico (otras) menos evidente, en señalar que la crisis económica en Canarias tiene rasgos propios muy acentuados, y que esta catástrofe ha revelado las debilidades de las estrategias de crecimiento económico consagradas en el Archipiélago y las torpezas y frivolidades que han caracterizado la evolución organizativa y cuantitativa de las administraciones públicas canarias. Al respecto el autor realiza en ocasiones observaciones casi antropológicas. Es cierto que en el empresario ha tenido muy a menudo mala prensa en las Islas, como señala Francisco, aunque el autor no se detiene a buscar razones históricas y sociales para explicarlo. Uno no cree que el isleño tenga precisamente genes anticapitalistas. Quizás la explicación (al menos una explicación parcial) está en que, con todas las excepciones históricas de rigor, los empresarios emprendedores son una novedad de los últimos cuarenta años, y que durante muchísimo tiempo se entendió como empresario a los importadores de bienes de consumo o a los exportadores agrícolas ligados al control de la propiedad de la tierra y el agua (y a veces coincidían ambos roles en nuestro pequeño país). No parece muy extraño que no gozaran de una amplia popularidad. Francisco también señala la creación de una casta de nuevos mandarines, que identifica con el funcionariado canario, y aunque los datos que proporciona sobre el desorbitado crecimiento de las plantillas son incontestables, se me antoja que la comparación histórica –admitiendo incluso su carácter humorístico – no es muy acertada. Primero, los mandarines tenían que sudar tinta (china) para aprobar unas pruebas de acceso durísimas que llevarían al suicidio al más bregado opositor a Notarías en la actualidad. Y en segundo lugar, solo a una reducida élite del funcionariado canario podría entenderse como un mandarinazgo a veces excesivamente próximo al poder político – desde los años noventa los jefes de Servicio ocupan la plaza como cargos de confianza – y otras, en cambio, como piezas que ralentizan, obstaculizan o desactivan las decisiones de los políticos de turno que gobiernan aplicando un programa elegido democráticamente. Por eso, en España y en Canarias, la reforma de las administraciones pública, su racionalización operativa y organizativa, debe estar acompañada necesariamente de una reforma de la Ley de Función Pública.
Canarias, apunta José Carlos Francisco, ha retrocedido prácticamente diez años en términos económicos. Nuestra renta per cápita es la misma que en 2003 y el PIB en términos absolutos fue en 2010 el mismo que el de 2007. Sus previsiones para situarnos en un estadio similar al de finales al 2007 “nos llevan a un camino largo y tortuoso: 2013 (PIB global) y 2017 (PIB por habitante)”. La recuperación del mercado de trabajo ofrece unas expectativas igual de lentas y débiles: tardaremos aun cinco años o seis años…en alcanzar los niveles de desempleo de mediados de 2007, cuando casi 90.000 canarios carecían de un puesto de trabajo. Gestionar este amplio desempleo de larga duración parece milagroso sin riesgo cierto para la cohesión social del país. ¿Reformas? En el análisis de Francisco – que en ocasiones las plantea directa y otras indirectamente — la inmensa mayoría de las mismas corresponde implementarla a los poderes públicos: racionalización de las administraciones y de sus costes, renuncia a lo que entiende como furibundo intervencionismo en materia de planificación territorial y turística, que trae como consecuencia una proliferación selvática de leyes y normativas y códigos que asfixian demasiadas veces cualquier iniciativa o innovación empresarial, ampliación de la participación privada en los sistemas públicos de educación y sanidad. Es el recetario, inteligentemente expuesto y salpimentado una ironía benedictina, de un liberal que, como todos los liberales, incluso los más inteligentes, entiende que las leyes del mercado están inscritas en el movimiento de los astros, y sus consecuencias sociales negativas son, sin duda lamentables, pero que en todo caso nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio.
Una de las enormidades – al menos muy discutible –del diagnóstico del autor es que Canarias está regida nada menos que por modelo de economía planificada. La bicha maligna que más estremece a Francisco es la ley de directrices – por no mencionar la moratoria turística – que supuso “cruzar el Rubicón de un modelo de planificación económica, territorial, urbana y medioambiental que, sin alcanzar proporciones de ingeniería social, sí supone una intervención en los recursos de proporciones gigantescas, con resultados claramente opuestos a los defendidos en su redacción”. Afortunadamente, el autor, después de denunciar esta patología casi soviética, aclara que la solución no puede estar “en un golpe de péndulo que establezca una desrregulación a ultranza”. Menos mal. También son llamativas las observaciones que realiza sobre un Estado de Bienestar que ve condenado inapelablemente a una delgadez tísica en los próximos años y décadas, o la imperiosa necesidad, a su juicio, de nuevas reformas laborales, introduciendo mecanismos de bonificación para rebajar las cotizaciones sociales a cargo de la empresa y flexibilizando los requisitos de contratación (y no obsesivamente los de despido). Francisco, hace un par de años, fue uno de los adalides de introducir medidas a favor de un nuevo modelo de relaciones laborales, lo que se ha llamado flexiseguridad, que no sin cierta razón rechazan desconfiadamente sindicatos y fuerzas de izquierda. La flexiseguridad funciona bien en países prósperos y competitivos como Holanda o Austria, entre otras razones, porque su amplia cartera de prestaciones social lubrica las dificultades y limitaciones de los trabajadores acogidos a la nueva fórmula (desde transportes gratuitos hasta guarderías públicas).
Con todo, la reflexión central de La reforma necesaria es la que proyecta sobre la estrategia de desarrollo económico del Archipiélago, que para Francisco seguirá basado inevitablemente en el turismo. Un turismo de calidad, que sin renunciar al sol y a la playa aprenda a diversificarse desde la excelencia vendiendo ocio, espectáculos y hasta casinos, un turismo en el que se inyecte valor añadido y que debe seguir siendo el motor de la economía regional, con un conjunto de actividades periféricas y complementarias merecedoras de estímulo: actividades logísticas con la vista puesta en China, Brasil y África, energías alternativas, transportes y, convenientemente redimensionada por las propias circunstancias, la construcción, ahora mismo en estado catatónico. La principal alerta de Francisco – y esta advertencia recorre casi todas las páginas del libro – es que el mundo ha cambiado, está cambiando y seguirá cambiando aceleradamente en el futuro. Es un mundo policéntrico con una economía globalizada que desarrolla y se desarrolla a través de la competencia y las redes de información. Canarias debe tomar sus opciones y hay muy poco tiempo que perder. En este sentido al menos la crisis puede ser una oportunidad para tomar decisiones sobre las que vertebrar un proyecto económico y social renovado, lúcido y sostenible. Y para eso – y esto ya no entra en los análisis económicos, por supuesto –resulta imprescindible debate, consenso y asunción de responsabilidades compartidas. Es una de las virtudes no menores del último libro de José Carlos Francisco: ofrecernos su diagnóstico como un espejo donde le podemos discutir muchas cosas, pero no el rostro de nuestra responsabilidad.

Publicado el por Alfonso González Jerez en General 3 comentarios