dimisiones

En su laberinto

“Carajos”, dice exasperado Simón Bolívar en la novela de Gabriel García Márquez, “¡Cómo voy a salir de este laberinto!”. Observo las imágenes de Santiago Pérez al anunciar su dimisión como diputado regional y me parece que sale del laberinto con cierta desollada dignidad. No puede menos que insistir en varios énfasis que él sabe perfectamente que no responden, o responden muy parcialmente, a la realidad, como eso de que José Blanco mueve a lo socialistas canarios como soldaditos de plomo, como si Alfonso Guerra hubiera sido manco, o que el PSOE ha renunciado a hacer oposición, como si el PSOE del que era diputado y dirigente no hubiera apoyado críticamente en su día el último Gobierno de Adán Martín. Tenues veladuras, sahumerios de rencor, atisbos de asco, excusas inverosímiles que la inteligencia discursiva convierte en plausibles titulares. Porque lo cierto es que Santiago Pérez abandona la vida política no por una tétrica confabulación de los poderes fácticos, ni por disidencias estratégicas, programáticas o ideológicas insalvables, sino porque perdió irremisiblemente su enésima batalla en el seno del PSC-PSOE.
Durante lustros sobrevivió a múltiples refriegas, a envenenamientos masivos, a los fulgores de navaja albaceteña que han jalonado la intrahistoria de los socialistas tinerfeños. Unas veces ganó (y fue implacable) y otras perdió (pero consiguió sobrevivir con admirable habilidad). Yo aventuro una hipótesis que se antojará disparatada: Santiago Pérez es la penúltima víctima – aunque plenamente responsable de su sacrificio– de Juan Fernando López Aguilar, cuyo ponzoñoso daño al tejido político y humano del PSC-PSOE aun está por evaluar en toda su dimensión. Fue López Aguilar quien destrozó la cultura pluralista característica de los socialistas canarios para mandarse a mudar desvergonzadamente a las primeras de cambio a moquetas más acogedoras y políticamente más rentables. Santiago Pérez, que enlazó su última resurrección con la figura del brevísimo secretario general, se empeñó posteriormente en jugar el papel de albacea de su inexistente legado, pura garrulería extenuante, y ya en el filo de la soledad más absoluta en el partido, se presentó a unas primarias que perdió rotundamente. Y aunque él mismo se haya conducido a esta situación, su dimisión obligada significa un lamentable empobrecimiento político e intelectual del PSC.

Publicado el por Alfonso González Jerez en General 2 comentarios