Equo, esa fundación ecologista transmutada en un partido político, es una entidad un tanto particular. Básicamente Equo es el lícito pero enracimado intento de algunos señores y señoras – y sobre todo del exdirector general de Greenpeace en España, Juan López de Uralde — de unificar las organizaciones y movimientos ecologistas que han brotado como hongos en las Españas desde los años noventa, y cuya fragmentación y tribalismo siempre han dificultado extraordinariamente su presencia en las instituciones públicas. Su lanzamiento político ha sido más que veloz, fulminante, envuelto en acusaciones de oportunismo fotogénico. Pues bien, Equo está dispuesta a concurrir a las elecciones generales en Canarias con otras fuerzas políticas de izquierda y ecologistas, y tal ofrecimiento ha galvanizado a varias organizaciones isleñas, más recientemente, a Alternativa Sí se puede, cuya asamblea aprobó el pasado fin de semana iniciar contactos para articular una candidatura unificada a las Cortes.
Si uno revisa el programa de Equo encontrará un esmerado intento de evitar la palabra “izquierda” o la expresión “socialismo” en cualquiera de sus puntos. Por supuesto, en sus papeles, Equo insiste en la necesidad de “políticas redistributivas” porque solo a través de las mismas se alcanzará “la equidad y la protección social” propias de una sociedad sostenible. Después viene todo lo demás: desde el rechazo a los cultivos transgénicos y la prohibición de las corridas de toros, pasando por la supresión de los paraísos fiscales, el establecimiento de una tasa a las transacciones financieras y el desarme universal. Con estas propuestas se puede uno pasar entretenido el resto del milenio, efectivamente. Una nota añadida: Equo se ha opuesto rotundamente a cualquier acuerdo electoral con Izquierda Unida; en cambio, curiosamente, está dispuesta a pactar con pequeños partidos y federaciones locales, como Compromís en el País Valenciano. Porque demasiado sabe el señor López de Uralde que solo tiene alguna remota probabilidad de salir elegido diputado por la circunscripción de Madrid mientras puede presumir publicitariamente de contar con aliados y simpatizantes en las comunidades periferias.
No sé para qué diablos necesitan las fuerzas de la izquierda ecosocialista canaria el estímulo de Equo ni pactar un rábano con López de Uralde y sus compinches. Y tampoco sé, sinceramente, si sirve de algo presentar un candidato si el 21 de noviembre cada mochuelo rojo vuelve a su solitario y ensimismado olivo.