Gobierno autonómico

Tiempo nuevo

Pidió humildemente a sus señorías el flamante presidente del Gobierno de Canarias, Fernando Clavijo,  que le den la oportunidad de escribir su propia historia.  Imagino que Clavijo se refería al periodo inicial de confianza que merece, según los acostumbrados ringorrangos protocolarios, cualquier gabinete democrático, porque otra cosa sería un exceso. Los Gobiernos diseñan y desarrollan sus políticas, pero no escriben su historia. Si así fuera — por poner un ejemplo próximo – la crónica de los últimos ochos años de gestión de esta comunidad autonómica sería un prodigio de capacidad política y éxitos fulgurantes de ese Franklin Delano Roosevelt de la Macaronesia también conocido como Paulino Rivero.  Solo faltaba, en realidad, que fueran los gobiernos (y no los ciudadanos primero, los periodistas más tarde, los historiadores al final) los encargados de escribirse y evaluarse. Personalmente la humildad como virtud me pone igualmente de los nervios: también le escuché a otro presidente macaronésico, en cierta ocasión inolvidable y sin duda ya olvidada, que él era el hombre más humilde del hemisferio y quien se lo discutiera se lo llevaría por delante. Un pescador portugués me dijo una vez que para pescar no es necesario ser humilde ni fachendoso: basta con saber pescar. Como ocurría con cantar. Mientras tiraba la caña susurraba: “Cantar e saber cantar/ sao dois pontos delicados:/os que cantam sao sem conto,/os que sabem sao contados…”

El discurso de investidura de Clavijo ha querido abrir un tiempo nuevo en la política regional pero, en mi nada humilde opinión, un tiempo nuevo debe ser un tiempo ambicioso y hasta cierto punto esto es incompatible con asumir una centralidad política obsesionada por la moderación. Yo creo (y en los articulejos que he escrito en los últimos años he insistido mucho en ello, sin duda para pasar el rato) que no queda mucho tiempo para que Canarias no se resigne a ser un balnerario europeo de segunda categoría. La crisis que arrancó en 2007-2008 puso de manifiesto las insuficiencias, contradicciones y coyunturalismos de nuestros puntos fuertes y el carácter estructural de nuestras debilidades. Las reformas que necesita Canarias no puede limitarse a simplificaciones de procesos administrativos, a retoques en algunas figuras tributarias, a eso tan raro de no dejar de escuchar a la gente, a una Comat menos intervencionista, a rebajar los plazos para algunas operaciones quirúrgicas y sectores de edad. Reforma de las administraciones públicas. Nuevas políticas activas de empleo. Revertir la mengüa de los recursos públicos destinados a educación y sanidad. Una estrategia para la apertura y dinamización económica del país buscando su inserción a través de una economía se servicios financieros, el aprovechamiento de Canarias como plataforma logística y la cooperación con el África emergente. Una economía territorializada y abierta a la economía mundial. Una agenda ambiciosa. Un tiempo nuevo no es un tiempo donde aparecen personas nuevas, sino donde se rompen estereotipos, se abandonan seguridades inútiles, se quiere conseguir no evitar el error, sino encontrar el acierto y yacimientos de oportunidades. El presidente necesita una agenda política, no una batería de medidas y programas. Que alguien se la regale antes de las elecciones generales.

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Huída desde Miami

Paulino Rivero ha hablado desde Estados Unidos. Desde los Estados Unidos – donde el presidente se ha trasladado para demostrar, por enésima vez, la patética ausencia de una estrategia de promoción económica de Canarias por el Ejecutivo sobre el que reina –solo se pueden articular cuchufletas trascendentales. Rivero ha aprovechado la ocasión para anunciar que, con autorización o no del Gobierno central procederá a convocar un referéndum sobre las prospecciones petrolíferas en aguas cercanas a Lanzarote y Fuerteventura.  Unas horas antes su vicepresidente, José Miguel Pérez, había pedido, justo con la indignación imprescindible, que no se compare la demanda de esta consulta por el Gobierno autónomo con la de Cataluña “porque lo que queremos votar está dentro de los límites legales de nuestras competencias”. Claro que sí. Pero el problema no está en lo que se quiere votar, sino en que para que dicho referéndum cumpla con la legalidad debe contar con la autorización expresa del Gobierno español. Si no es así, simplemente, no se puede convocar.
Rivero mantendrá este envite todo el tiempo posible. Sabe que el enfrentamiento con el Gobierno de Mariano Rajoy – y en particular con el ministro de Industria y Energía, José Manuel Soria – a causa de los sondeos de Repsol es la única acción política que cuenta con el apoyo de amplios sectores de la población canaria. Le permite adquirir una dimensión política diferenciada y al mismo tiempo le exime de cualquier responsabilidad, como la que tiene, inevitablemente, en el estratosférico desempleo, la pauperización creciente o el colapso de los sistemas sanitarios y asistenciales. Pero convocar un referéndum ilegal  tiene sus consecuencias. No consecuencias políticas que hoy estallan y pasado mañana se olvidan, sino consecuencias en los tribunales,  sin que quepa excluir las de carácter penal, y al ser el Gobierno autonómico un órgano de responsabilidad colegiada, ninguno de sus consejeros debería olvidarlo. Una medida tan extrema – y disparatada – como la del presidente Rivero, ¿no merece siquiera ser debatida en el comité ejecutivo de CC? ¿Cuántas veces discutió  CiU en sus órganos de dirección la convocatoria de un referéndum sobre ese remilgado derecho de decidir? Y si el candidato presidencial de CC para las elecciones de 2015 no es Rivero, ¿qué ocurrirá con toda esta espumeante fanfarria? De verdad, ¿cuánto tiempo aguantarán los dirigentes coalicioneros – y soportarán los hastiados ciudadanos – está huída hacia delante que hiede a obcecado oportunismo personal?

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El acróbata

Todo el mundo puede recordar como el presidente del Gobierno autonómico, Paulino Rivero, envió una carta al Rey de España para advertirle de los “brotes soberanistas” que la gravísima situación social y económica del archipiélago estaba alimentando. Que un nacionalista considere que el soberanismo sea motivo de alarma resulta bastante asombroso, por no decir chiripitifláutico, pero Rivero consiguió su anhelada reunión en el Palacio de la Zarzuela, y a la salida, proclamó muy ufano que Canarias “ya estaba en la agenda de la Casa Real”. La expresión carece de cualquier sentido político. El jefe del Estado, en esta averiada monarquía parlamentaria,  carece de cualquier poder ejecutivo. El Rey no tiene sensu stricto ninguna agenda política: eso es, constitucionalmente, un contrasentido. Lo del presidente canario es un titular más de la incansable  factoría Rivero, porque don Paulino estima que día que no ha marcado con sus titulares el territorio zoológico de la Presidencia es un día perdido. El contenido semántico del titular es indiferente. Lo importante es que se escuche la voz del trueno estremeciendo las portadas y los micrófonos temerosos de Dios.
Al cabo de una semana se discute en el Parlamento esa reforma del Estatuto de Autonomía de Canarias que tanto coalicioneros como socialistas saben, desde el primer momento, que quedará destrozada contra los riscos de la mayoría absoluta del PP en las Cortes. Y el presidente del Gobierno toma la palabra y expectora un nuevo titular cincelado lapidariamente por sus brillantes escribas. Es necesario un nuevo Estatuto de Autonomía, como es imprescindible un nuevo REF, para que no se prolongue “el trato colonial a Canarias”. Trato colonial, dice el estadista alarmado por la creciente desafección de los isleños hacia el Estado español. Y apenas 24 horas más tarde el anticolonialista presidente recibe sonriente al Príncipe de Asturias y le acompaña mañana y tarde en regocijadas inauguraciones en Santa Cruz de Tenerife y Las Palmas de Gran Canaria.
Paulino Rivero consuma estas transformaciones súbitas sin necesidad de disponer de una cabina telefónica como la que usaba supermán. Ni falta que le hace. Rivero no vive en Las Palmas, en Santa Cruz o en El Sauzal. Vive instalado intrauterinamente en un titular perpetuo. Salta de titular en titular como un poeta dadaísta en taparrabos. Lo único censurable es que Canarias no necesita un acróbata epiléptico obsesionado por seguir bajos los focos en el centro de la pista. Un presidente, en cambio, no vendría mal.

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Desafección empresarial

Es muy improbable que la cumbrecita entre las organizaciones empresariales de Tenerife y Gran Canaria celebrada anteayer haya despertado simpatía en el Gobierno autonómico.  Muy particularmente la aquiescencia mostrada por José Carlos Francisco a las quejas y protestas de sus homólogos grancanarios contra le ley de Renovación Turística, exigiendo que puedan construirse hoteles de cuatro estrellas y no solo palacetes de gran lujo, ha escamado lo suyo en las inmediaciones de la Consejería de Economía y Hacienda. Por primera vez en muchos años las patronales de ambas provincias se han sentado, han dialogado y han mostrado su decisión de sistematizar estos encuentros y pronunciarse comúnmente en los asuntos que atañen a ambas, que con casi todos. Los dirigentes empresariales no suelen pronunciarse explícitamente en términos políticos pero la sintaxis de sus silencios, sus reservas, sus pausas y sus puntualizaciones suele ser bastante clara. La aproximación escenográfica entre la CEOE tinerfeña y CEE grancanaria está dictada, por supuesto, por la agudeza y prolongación de una recesión económica espeluznante que ya amenaza la viabilidad de Canarias como país. Pero eso no es todo.
En la raíz de la actitud del empresariado isleño está una creciente (aunque silenciosa, perfumada y educadísima) desafección hacia el Gobierno autonómico. Que Francisco sea un hombre capaz de entrar y salir de un jacuzzi sin romper una pompa de jabón no contradice su autonomía presidencial. Las recientes elecciones en la CEE han llevado a la dirección de la organización a un equipo de obvias simpatías (no exentas de críticas puntuales) por el Partido Popular. Y aunque en la patronal de Tenerife se mantenga la continuidad de dirigentes e intereses largamente vinculados con CC el infinito cansancio que produce el Ejecutivo regional, la hartura generalizada por el marasmo retórico y la gestión desnortada, no es menor aquí que allá. La dirección política en el proceso de renovación – y reforma – del REF es un ejemplo, aunque ciertamente no el único, de la emergente irritación de los empresarios tinerfeños, que al igual que los sindicatos mayoritarios, vieron limitada su participación a un par de reuniones donde algunos cargos intermedios sacudieron unos folios como Juan Tamariz, en sus desopilantes espectáculos de magia, sacude un pañuelo que no parece muy limpio. Un horror. Y una torpeza indescriptible. Y una irresponsabilidad supina. Confundir la renovación del REF – en su estrategia negociadora, en su concepción normativa, en la redefinición de sus instrumentos – con una carta a los Reyes Magos de Bruselas es algo que pone muy nerviosos a los empresarios. Y a cualquiera con dos dedos de frente.


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