1. Por supuesto, lo primero es escuchar a Madrid. No espere a los argumentarios de los servicios de prensa del partido y escuche con atención las comparecencias de María Dolores de Cospedal, Carlos Floriano y González Pons y repita exactamente lo que digan, imite su código gestual, cópieles las chaquetas, emule su indignación, sus desdenes, su ironía. La regla principal del pelota, sea ministro o concejal, consiste en solo salirse del guión de la Corte para agrandar los adjetivos y alcanzar hipérboles como un alpinista culmina el Himalaya, con heroísmo y gallardía. José Manuel Soria, por ejemplo, lo hace muy bien: “El presidente Rajoy no solo no ha sido afectado por este asunto, sino que ha salido fortalecido”. No importa que esta aseveración sea disparatada — un presidente al que toda la oposición le pide la dimisión y que tiene a su extesorero acusándole de corrupto en la Audiencia Nacional no parece que se encuentre en un momento de gloria – porque, precisamente, se trata de saltar sobre la cenagosa realidad con cualquier pértiga que se encuentre a mano, cuanto más larga, mejor. Otro buen ejemplo de derrape demencial, que atenta certeramente contra esa odiosa realidad que hay que ignorar militantemente, es el proporcionado por el senador Antonio Alarcó: “Aconsejo hacer como yo, que leo dos periódicos extranjeros a diario, para comprobar que lo de Bárcenas no ha tenido ninguna trascendencia fuera de España”. Lo dijo el pasado lunes, día en el que el Financial Times (ese periodicucho provinciano) publicaba: “Mes a mes, semana a semana, el escándalo está dañando a Rajoy, ralentizando sus esfuerzos de reforma, dañando la democracia española y corroyendo la imagen internacional de España”. Si alguien te dice algo puedes contestar que tú la prensa extranjera que lees es la armenia, la coreana y la uzbega y después corres a operar una peritonitis.
2. Hay que estar preparado para lo peor. Por ejemplo: que Rajoy haya sido tan idiota como para firmar un recibí siendo ministro. Dado su cociente intelectual – y su pachorra desvergonzada– no es descartable del todo. Pues bien: lo hizo porque no sabía lo que firmaba. Creía que era un autógrafo para felicitar a los hijos de Ana Mato por su primera comunión, por ejemplo. Ponte siempre en lo peor y el partido no te decepcionará.
3. El papel de víctima es la mejor de las opciones. El PP es víctima inocente de su propia putrefacción. Una especie de puta de corazón de oro a la que Luis Bárcenas chuleaba sin que se diera cuenta. ¿Puede una prostituta ser chuleada sin darse cuenta?, le pueden preguntar. Y usted, indignado como un yayoflauta: “Por supuesto, si solo pensaba por y para España al abrirse de piernas, sí”.