Grecia

La esperanza posible

1.Syriza no es un partido de inspiración comunista ni su programa político es de naturaleza revolucionaria. Syriza ha moderado su discurso y su oferta electoral para centrarla en tres objetivos básicos que se entienden como urgentes e interconectados: la renegociación de la deuda pública griega, que incluye tanto negociaciones con la UE como un reparto interior de los sacrificios económicos más equilibrado entre sectores sociales y empresariales; el desarrollo de un conjunto de políticas sociales y asistenciales para aliviar (al menos) la pobreza y la indefensión de las clases medias y trabajadoras de Grecia; y la reforma modernizadora y democratizadora  de un Estado decrépito y destartalado que ha padecido el dominio de una oligarquía política progresivamente incapaz y unas administraciones públicas ineficientes, manirrotas y con un alto nivel de corrupción.
2. La renegociación de la deuda es lo primero. La decisión de Alexis Tsipras y sus compañeros de optar por ANEL – un partido nacionalista de centroderecha, desgajado de Nueva Democracia – como socio parlamentario señala que para Syriza la prioridad en el primer tramo de legislatura resulta llegar a un acuerdo pragmático con la troika (la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional) sobre la reestructuración de la deuda, obliterando asuntos tan importantes como el diseño de una reforma fiscal estructural, las relaciones entre Iglesia y Estado, o los cambios en el modelo político-institucional de la República. Por sus declaraciones preelectorales, Yanis Varoufakis, el inminente ministro de Finanzas, indicó que en las primeras reuniones (Eurogrupo, Ecofin, Consejo Europeo) exigirán un plan de choque contra la miseria que afecta a cientos de miles de griegos (“no toleraremos que nuestra gente siga pasando frío y hambre”) y una propuesta para emitir nueva deuda ligada rígidamente al crecimiento del PIB nominal en los próximos años: sin un crecimiento económico sostenido – y la deuda es una losa aterradora sobre cualquier conato de crecimiento – la deuda griega con el exterior es literalmente impagable y los rescates crónicamente inevitables.
3. La victoria electoral de Syriza representa que la democracia sigue viva en una Europa que institucionalmente insiste en identificar el sentido común con una política económica y fiscal incuestionable que debe aplicarse con independencia de sus brutales costes sociales, impropios de (cuando no incompatibles con) una democracia avanzada. Syriza no es el principio del fin de la Europa institucional, de la democracia liberal ni del capitalismo globalizado. Ni se puede hacer lo que se quiera, como si el voluntarismo pudiera sustituir a la economía,  ni tampoco lo que ocurre en el Sur de Europa es fatalmente inevitable. El gobierno de Syriza representa siquiera una oportunidad para abrir un proceso de corrección estratégica de una UE inmersa en una antinomia intolerable entre salud democrática y supervivencia económica.

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Televisión pública

El Gobierno de Andonis Samarás ha cerrado la radiotelevisión pública griega a través de un decreto de dudosa legalidad y que no comparten sus socios del gabinete ministerial. Salió un hediondo trajeado por las pantallas para decir que pocas horas más tarde se clausuraban los canales de radio y televisión. El portavoz gubernamental adoptó un tono de irritación moral que es muy frecuente entre los canallas más aventajados. Explicó que la plantilla laboral de la ERT era excesiva (unos 2.700 trabajadores) el despilfarro escandaloso y la gestión negligente y caótica. Sin duda en beneficio de la brevedad omitió que el aumento desproporcionado de la plantilla laboral y la gestión calamitosa de la ERT en el último cuarto de siglo son responsabilidad exclusiva de los gobiernos conservadores y socialdemócratas que se han sucedido en Grecia, no de los periodistas, los técnicos o los administrativos de la cadena. Como se sabe la troika había pedido las cabezas de varios miles de funcionarios a cambio de nuevos préstamos. A Samarás le ha fallado – entre otras razones, porque es un rematado necio – la venta de la empresa pública griega de  gas natural  al consorcio ruso Grazpom y ha hundido el buche en la televisión pública para poner en la calle a un mínimo de 2.000 profesionales.
Hace algunas semanas José Manuel Soria apuntó, refiriéndose a la televisión autonómica canaria, a una dramática alternativa: o se prefiere mantener el canal regional o se opta por alimentar a los niños isleños malnutridos. Sinceramente no sé qué resulta más miserablemente vomitivo en este aserto, si la demagogia crapulosa del ministro de Energía o la consideración implícita de que en esta famélica situación el señor Soria y el Gobierno del que forma parte no tienen ninguna responsabilidad.  La televisión autonómica canaria –como cualquier televisión pública – no puede reducirse valorativamente  a un agujero financiero. Su coste presupuestario es muy inferior a la media del país y representa 30 millones de euros en el presente ejercicio. Supone un nicho de trabajo directo o indirecto para varios cientos de personas y contribuye (o debería contribuir) a dinamizar la esclerótica industria audiovisual del archipiélago. Cuando el PP gobernó en Canarias no dudaron en atornillar en su dirección a varios tiralevitas que se dedicaron básicamente a cobrar. Otra cosa es cómo se gestionen sus contenidos. Porque francamente, en los últimos años, y tal y como señala inmejorablemente mi  amigo Calandraca, sus noticiarios son una suerte de magacín de curiosidades cuidadosamente seleccionadas para eludir cualquier atisbo de información, con Paulino Rivero interpretando el papel del león de la Metro mañana, tarde y noche. Y cuando ruge entre chácaras ya sabemos que él está ahí para evitar que nos invadan las malas noticias.

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Órdago

Como actualmente la acuciosa estupidez de la izquierda solo es comparable como el insaciable cinismo de la derecha se puede disfrutar de una doble versión sobre el primer ministro griego, el señor Papandreu, y su anunciada decisión de convocar un referendum para que sus conciudadanos voten sobre el segundo plan de rescate y sus monstruosas exigencias. Para la derecha (liberales, conservadores y ahora temblequeantes socialdemócratas) Papandreu es un canalla irresponsable; para los restos de la izquierda se ha transformado, repentinamente, en un héroe comparable a Aquiles, con una urna sustituyendo al casco. Lo único que está haciendo Papandreu, por supuesto, consiste en portarse como el chalanero político que es, o sea, plantar un órdago a los mandamases dela UE. Ome sueltan el rescate enterito y dejan de amargarme la existencia o con la legitimidad de un referendum colapso Europa. Puede que no llegue a hacerlo. Puede que el próximo viernes no sea primer ministro ya que ha presentado en el parlamento una moción de confianza que parece a punto de perder. Lo que realmente estomaga es la tenaz imbecilidad de los gobiernos europeos por permitir derivar esta situación hasta este punto de demencial inmolación política y financiera. La resistencia suicida en tomar decisiones y convertir al Banco Central Europeo en una auténtica autoridad monetaria con capacidad para emitir moneda, comprar bonos en el mercado primario y crear sus propios productos financieros. En esta clamorosa inoperancia – una orquesta de sordos dirigida por la señora Merkel con el talento musical de un panzer —  no pintan demasiado, la verdad,  esa alegoría de malvados capitalistas de chistera y levita del imaginario izquierdoide, sino el miedo político a la apertura de procesos difícilmente controlables, el cálculo de intereses y el pánico electoral.

¿Y qué decir de frases como “Grecia vuelve al ágora y nos escandalizamos”? Pues poca cosa. Que el ágora nunca fue democrática. Que Grecia es una democracia parlamentria desde hace un cuarto de siglo. Que el referendum en Grecia no va a ahorrar ni un suspiro de un atroz sufrimiento social que se prolongará durante lustros, tanto si siguen dentro del euro como si recuperan el dracma: impagos, desintegración de la banca, aceleración de la huida de capitales, hundimiento del producto interior bruto, desaparición definitiva, por falta de fondos, de los sistemas públicos de educación, sanidad y pensiones. Las consultas democráticas no son varitas mágicas. La democracia es un método de gobierno, una garantía de derechos y una aspiración ética, no una política económica ni un bálsamo que todo lo cura con solo pronunciar su dulce nombre.

 

 

 

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