La realidad siempre ordena inmejorablemente los titulares. Si después los transcribimos mal y los relacionamos peor es culpa nuestra. A veces pienso que la información es como la escultura para Miguel Ángel. “La figura está ahí dentro”, decía señalando un bloque de mármol, “solo hay que quitar lo que sobra”. Lo lamentable es que en este oficio el número de artesanos del metacrilato supera notablemente al de escultores con un mínimo de talento y un fisco de talante. En ocasiones incluso la información se desliza como una música proliferante con una inmejorable coda final. Obsérvese la cuchipanda que celebran los alcaldes canarios para celebrar la elección del nuevo presidente de la Fecam: una ocasión excepcional que solo se repite cada cuatro años y que bien merecía un almuerzo en un hotel de cinco estrellas. Un almuerzo, eso sí, muy austero, 35 euros el cubierto. Ningún ayuntamiento canario – en su mayoría asfixiados por las deudas y en algunos casos al borde de la suspensión de pagos – se gasta 35 euros por desempleado en los comedores sociales, pero desempleados hay muchos, y alcaldes, no seamos demagógicos, muy pocos. Es más barato dar de almorzar a los alcaldes que potenciar los centros de atención social, y quizás así lo haya entendido el flamante presidente de la Fecam, el alcalde de Alajeró, que interrogado sobre el asunto declaró que era “todo normal”, como la rotación de los astros, la circulación sanguínea o la vejez de las abuelas.
Segundo movimiento. Las becas para asistir a un seminario postinudo en la Universidad de Harvard. Una fundación sostenida básicamente por dos ministerios del Gobierno español las convoca para los técnicos comerciales del Estado, uno de los cuerpos funcionariales más principescos y cejijuntos, y se presentan y la obtienen Rafael Molina Petit, Pilar Merino Troncoso y José Manuel Soria. La ayuda incluye la matrícula, el desplazamiento y la estancia. En los últimos años los dos primeros han ocupado diversos cargos políticos y político-técnicos y han salido y regresado a sus plazas pero, ¿Soria? El señor Soria pidió excedencia en 1995, no ha vuelto a asomar el bigote por el despacho y se antoja sumamente improbable que vuelva a ponerse los manguitos. No sé cómo evitar la conclusión de que el señor Soria se ha beneficiado de una beca a la que legalmente puede tener derecho, pero a las que no debió presentarse por simple decoro personal y profesional. Un Ministerio al que jamás volverá a trabajar le abonará una beca a un funcionario excedente que cobra 6.000 euros mensuales como presidente del grupo parlamentario del PP en la Cámara regional. Un funcionario excedente que es, sobre todo, un estilista del cinismo convencido de su perfecta impunidad.
Ya por la tarde suenan los violines. La agencia Fitch rebaja la calificación de Canarias por su “deterioro fiscal”. Soria vuela a Harvard afirmando gallardamente que se paga el pasaje. El sol se pone en Alajeró.