Fernando Ríos Rull entró en la sede de Podemos tocando una versión de L’Estaca con unas chácaras a las que ponía mucho sentimiento. El ensordecedor ruido interrumpió una reunión del núcleo duro del Consejo Ciudadano que contempló horrorizado la actuación del excomisionado de Desarrollo de Sí Mismo del Gobierno de Canarias. Ríos Rull acabó, se inclinó respetuosamente frente a su involuntario público y saludó:
–Compañeras, compañeros…Vengo a presentar mi candidatura al Parlamento de Canarias pero, sobre todo, a aportar mi grano de arena como ciudadano y jurisconsulto a este histórico proyecto democrático, plural y progresista…
–Usted está loco –le cortó Mery Pita -. ¿Quién le ha metido semejante idea en la cabeza?
–No hubiera dado este meditado paso sin la insistente invitación del Círculo de Egregios Acabados de Adeje…Aquí tengo las firmas…
–Pero usted…usted… Usted es casta. ¿Me entiende? Casta.
–No se apresure. Detrás de mí quizás vengan otros. ¿O no les interesaría ustedes contar con, no sé, un expresidente del Gobierno de Canarias? Valoren qué aportación de canareidad supondía eso.
–¿No se estará refiriendo a Paulino? – preguntó, estrábico por la estupefacción, Joaquín Sagaseta.
–Igual habla de Román –murmuró Domingo Garí –. Es entrismo. Menuda desfachatez venir de otro partido y pretender al instante ocupar cargos públicos u orgánicos en…Eeeeh…No, no…Quería decir que es usted…
— Casta –apuntó Sagaseta con un gesto involuntario de terror que le llevó a palpar el retrato de Hugo Chávez que llevaba en el bolsillo de la camisa –. Lo que quiere decir el compañero es que usted es casta.
— El régimen está acabado — proclamó Garí, enfebrecido-. He aquí que las ratas huyen del barco. Ya tenemos la mayoría absoluta en el bolsillo. Que tiemblen los cipayos del colonialismo español.
— Domingo, te pido respetuosamente moderación – exigió Pita.
–¿Más moderación? Pero si llevo diez años callado en Sí se Puede. Creí que esto sería distinto. Agoñe yacoran iñatzahaña macoña met que no me estaré más tiempo en silencio.
–Yo también intenté aprender alemán para leer directamente a Marx, pero no hubo forma –confesó Sagaseta–. Usted, Ríos, forma parte de la superestructura política de dominación del capital postnacional.
–Eso, eso – resumió Meri Pita –. Usted forma parte del Régimen.
–¿Yo? Pero si he dimitido. ¿Y usted? Yo, al menos, no he recibido una Medalla de Oro del Gobierno de Canarias, y eso que, desde mi humilde punto de vista, me la merezco plenamente.
–Oye, chica, ¿tú has recibido una Medalla de Oro de este Gobierno corrupto y miserable? – preguntó Garí, escandalizado.
–No, yo…Estooo…No. Yo la recogí, solamente la recogí como presidenta de la Junta de Personal de la Administración de Justicia…
–Pero la recibiste, ¿no? ¿Cómo pudiste ensuciarte las manos? Yo ni siquiera toleré que me calificaran cum laudem la tesis doctoral. Esto es grave. Exijo una reunión urgente del Consejo Ciudadano de Podemos Canarias.
–Hay que revisar el código ético…
–Y las fotos que estén colgadas en Internet…
–Oigan –protestó Ríos Rull. ¿Dónde van? ¿Y mi candidatura? ¿Qué pasa con mi candidatura?