Últimamente no se pierde un sarao empresarial con asistencia política y, por supuesto, viceversa. Llega sonriendo, repartiendo cálidos abrazos y observaciones ingeniosas, con el aspecto de un híbrido entre Javier Sardá y senador romano de vuelta de un injusto exilio. Los conoce a todos y todos le conocen, e inmediatamente, entre los canapés y los discursos, comienza a contar sus nuevos y apasionantes afanes. Le han pedido que eche una mano y, por supuesto, en las circunstancias actuales, no se podía negar. Yo, lo que me pida el presidente, explica con la ironía de un capitán de coraceros. Cuenta que ha hablado con Montoro. “Y le dije, bien clarito, que la situación de Canarias es distinta a la de la Península”. Tampoco ha olvidado las llamadas telefónicas a varios excompañeros del PP en el Congreso de Diputados advirtiéndoles que la ceguera del Gobierno de Mariano Rajoy puede terminar originando una desafección de Canarias, por no hablar de un estallido social inmanejable. Siempre con mesura. Siempre con cuidado: las huellas no deben dejarse en las alfombras, sino en la memoria del interlocutor. Como deben hacerse las cosas en los pasillos del poder madrileño. Toma una copa de agua mineral, palmea el hombro de un constructor, echa un vistazo al corrillo más próximo y tiende de nuevo su irresistible red verbal. Claro que sí, Bruselas es fundamental, ahora y siempre…Me reuní con Almunia en su despacho y le dije “Joaquín, mira las cifras del desempleo en Canarias…Míralas y dime si esto lo has visto en ningún lugar de Europa…”. La concurrencia asiente, asiente largamente, fascinada tanto por el sentido común diamantino de las afirmaciones como por la cantidad y calidad de los tuteos. Hoy en Madrid, mañana en Las Palmas, la próxima semana, quizás, de vuelta a Bruselas. No para. Es un soldado de la fiel infantería y su destino, curado ya todos los pecados del orgullo y enterradas las frías cenizas de la ambición, es seguir avanzando y cumplir órdenes al apso alegre de la paz.
Algunos insinúan, maliciosamente, que su regreso guarda alguna relación con el inminente Congreso Nacional de CC: sus muy escasas huestes se activarían de nuevo para que el voto sea inequívoco a la hora de elegir al nuevo presidente de la federación coalicionera. Pero quizás no sea exactamente así. Quizás lo hayan llamado a la derecha o a la izquierda del Padre porque aun su leyenda sigue viva o coleando. El autoproclamado delfín de Carrillo. El líder que comprendió que el nacionalismo cabía todo si conseguía todo. El urdidor de fabulosos tejemanejes. El conseguidor que descifraba las mentes como un gitano que hubiera leído a Marx y Engels. El orador capaz de improvisar un discurso, sin leer un solo papel, en la tribuna de la Cámara Baja, entre los aplausos respetuosos de todas las bancadas. José Carlos Mauricio ha resucitado. Y como todos los resucitados se empeña en aparecer en todas partes y dar público y emocionante testimonio del prodigio y de su autor.