En Arona se juegan unos 60.000 votos. Es una de las bolsas electorales más importantes de Tenerife, junto con Santa Cruz, La Laguna y Granadilla. Mucho se habló de la sorprendente mayoría absoluta obtenida por el socialista José Julián Mena, que ya había gobernado entre 2015 y 2919. Pero aquí ocurre lo mismo como con las arrolladoras victorias de José Miguel Rodríguez Fraga en Adeje. El PSOE no ha sido mayoritariamente votado en Arona, solo que entre la minoría que votó en 2019 los votos socialistas fueron los mayoritarios. Cuando digo minoría no exagero. En Arona, en las elecciones locales de 2019, solo votó el 37,91% del censo, es decir, se produjo una abstención superior al 62%. Mena jamás ha sido un alcalde popular, aunque a veces sea muy populachero. Vanidosa y churriguerescamente populachero. A veces me recuerda a los personajes jactanciosos y tontuelos que suele interpretar Jonah Hill. Tampoco es un gestor particularmente hábil y, en cambio, ha sido un alcalde muy permeable a empresarios de tonelaje, abogaduchos chanchulleros –y que brillaron en su día como defensores del pueblo unido jamás será vencido – y asesores con causas abiertas en los juzgados relacionadas –lo que es el colmo –con su gestión en otro ayuntamiento del sur tinerfeño.
Ya se sabe lo ocurrido. Mena terminó siendo expulsado del PSOE. Pero recurrió en los juzgados y su expulsión sigue suspendida. Una prueba de la ineptitud orgánica e inorgánica de los actuales dirigentes del socialismo canario es que ni Ángel Víctor Torres ni mucho menos Pedro Martín – al que en Arona llamaron ocasional y cariñosamente el Cachetudo – consiguieron reconducir la situación. Lloriquearon un rato a la federal y vino Santos Cerdán –por entonces secretario de Coordinación Territorial nada menos – para tratar de poner orden como un superhéroe de Marvel. Lo que se le ocurrió al astuto Cerdán fue pedir a Mena y a Luis José García – líder de la mitad de los concejales socialistas expulsados del gobierno municipal por el alcalde: pueden ustedes escuchar sus gemidos en el blog Arona al rojo — que dimitieran al unísono. Una solución excepcionalmente brillante en su voluntad salomónica, pero a la que Mena, para sorpresa de nadie, no hizo ningún caso. Lo más rastrero y vergonzoso de todo este quilombo es que ahora el PSOE ha invitado a Mena a presentarse de nuevo bajo sus siglas. Quieren que el alcalde al que abrieron expediente de expulsión, al que consideraban parasitado por corruptos y mafiosos y arrebatacapas, al que pidieron una y otra vez su renuncia sea su candidato el próximo año. Básicamente lo piden porque no tienen a nadie más. A nadie, al menos, que lleve siete años manejando los presupuestos públicos, fotografiándose ante obras inauguradas o por inaugurar y relacionándose intensamente con el empresariado local y los inversores de afuera. Porque así se ganan unas elecciones con un abstención superior al 63%. Cuatro de los ediles socialistas expulsados por Mena del gobierno municipal, ante esta nauseabunda desvergüenza, han abandonado la militancia en el PSOE, probablemente los sigan pronto otros tres. Ya se rumorea que se pudieran presentar como una asociación de electores. Claro que también se chismorrea respecto a Mena: quiere ser candidato a alcalde y figurar asimismo en la lista al Cabildo y se trata –afirman los susurradores — de exigencias innegociables. Quiere regresar, en resumen, con deslumbradora corona de laurel, y que Ángel Víctor Torres lo abrace públicamente como solo él sabe hacerlo.
A Arona le urge una alternativa. Cualquier alternativa a un alcalde que lleva más de dos años dedicándose a sobrevivir a su propio partido y trabajando para su pueblo apenas una fracción de tiempo que dedica a las conspiraciones intestinas y escuchar hipnotizado al cuervo negro que se ha domiciliado en su hombro.