Marcos Brito

Beatles

El ayuntamiento del Puerto de la Cruz ha tenido una felicísima idea para recuperar el pulso turístico de antaño: proponer a Paul Mc Cartney el título de hijo adoptivo de la ciudad. No voy a cometer la grosería de recordarle al lector que los Beatles, hace medio siglo justamente, pasaron unos días en el Puerto de la Cruz. Gracias al maniático desvelo de historiadores, cronistas y articulistas locales este provinciano notición es periódicamente recordado a todos como una sorpresa perpetuamente reverdecida. Llevamos cincuenta años recordando que los Beatles se pasaron varios días resacados en el Puerto de la Cruz y escudriñeando los escasos documentos gráficos que atestiguan tal prodigio, fotografías en las que la expresión de los músicos es la que corresponde a las horas posteriores a una ingesta de whisky, farlopa y tripis caducados. Concretamente el rostro aniñado de McCartney es el de un joven que ignora beatíficamente– y le importa un pito –si se encuentra en esos instantes en Martiánez, Xanadú, Chiguergue o  Stratford-upon-Avon. En sentido estricto los Beatles no pernoctaron en el Puerto: faltaba el ya quisquilloso John Lennon. Una primera propuesta, para enriquecer la sagaz iniciativa del ayuntamiento que preside (como casi siempre) Marcos Brito es simultanear el nombramiento de McCartney como hijo adoptivo con el de petulante John Lennon como persona non grata: dos impactos publicitarios al precio de uno.
Estos reconocimientos deberían constituir el primer paso para avanzar hacia el objetivo final: transformar el Puerto de la Cruz es un parque temático de los años sesenta. En realidad el trabajo ya está casi hecho: no hay que sustituir ni las horribles tiendas de recuerdos, ni los restaurantes desaliñados, ni el muelle diminuto, ni la asfixia urbanística, ni la inepcia política y administrativa, ni la música que se escucha en los establecimientos comerciales, ni siquiera al alcalde. Algunas pesquisas parecen, ciertamente imprescindibles: localizar los restos petrificados del bacon que devoró Ringo o recuperar a cualquier precio el retrete que utilizó McCartney como tesoros del futuro Museo Beatles en la ubicación del actual Parque San Francisco. Cada noche, en el Lago Martiánez, Marcos Brito y Sandra Rodríguez interpretarían Imagine, siempre antes de la cena de gala, para que los turistas no se queden con el estómago vacío. El futuro es esplendoroso. El futuro consiste en un millón de turistas que llegan cada mañana en un submarino amarillo.

Publicado el por Alfonso González Jerez en Retiro lo escrito ¿Qué opinas?