Momias

La Historia momificada

En las últimas convocatorias electorales los coalicioneros siempren reinciden en tres énfasis muy sentidos: el control de la población (frase turbiamente maltusiana que encierra un brillante apotegma: si no hubieran venido a trabajar los no canarios cuando los canarios no querían trabajar los canarios tendríamos todos empleo ahora mismo), la necesidad de abrirse al mar, a ser posible, con una discoteca cerca, y la recuperación de momias guanches que no descansarán en paz hasta que no lo hagan en su tierra, las pobrecicas. Esta última demanda u oferta ha desvelado en los últimos tiempos al presidente del Cabildo de Tenerife, Ricardo Melchior, cuya momiofilia, por otra parte, es más bien reciente, y suele expresarse en términos más emocionales que científicos. Según la interpretación melchioresca, estos amojamados hijos de la patria deben regresar cuanto antes porque son de aquí y de ningún otro lado. A mí, sinceramente, no me parece mal, pero si asumimos como un deber moral repatriar todos los restos óseos de los canarios enterrados por los cinco continentes nos va a salir por un pico y no vamos a dar abasto. Como las necesidades y sentimientos de los muertos son, por decirlo suavemente, un asunto muy hipotético, solo cabe deducir que somos nosotros es decir, son ciudadanos como Ricardo Melchior, los que sufren cierta tendencia a no descansar en paz hasta que todas las momias guanches se encuentren a buen recaudo y con el logotipo del Cabildo atado a un muñón.. Es una curiosa manifestación de intranquilidad y una intranquilidad que, misteriosamente, se expresa como una suerte de virtud moral.
De la misma manera que las invocaciones al control de la población
esconden una artera manipulación de las verdaderas relaciones entre inmigración y empleo y exhalan un agrio tufillo xenófobo, de la misma forma que la apertura de nuestras ciudades al mar solo se entiende como una prolongación de los tentáculos tabernícolas y discotequeros, esta insistencia en las momias es la otra cara de una realidad perfectamente contrastable: el nulo conocimiento de nuestra historia por parte de la inmensa mayoría de los jóvenes y adolescentes del Archipiélago. Una historia que, desde el discurso del poder político dominante, se sigue considerando dividida en dos partes básicas: la primera, la protagonizada por los guanches; la segunda, por Ricardo Melchior y compañía. En medio, apenas cinco siglos trufados de acontecimientos, estructuras, dinámicas y personalidades obviamente insignificantes.

Publicado el por Alfonso González Jerez en General ¿Qué opinas?