“Pero con toda mi experiencia, nunca me encontré con un accidente (…) de ningún tipo que sea digno de mención. En todos mis años en el mar sólo he visto un barco en situación difícil. Nunca vi ningún naufragio, nunca he naufragado ni jamás me he encontrado en una situación que amenazara con acabar en algún tipo de desastre”. (Edward .J. Smith, 1907, capitán del Titanic).
“La esencia de la EdadModerna es la conquista el mundo como imagen. La palabra imagen significa ahora: la figura del producir representante”. (Martin Heidegger, Caminos del bosque, 1950)”.
“El horroroso espesamiento de la imaginación debido a la ornamentación de orinales espirituales ha conducido aquí a un estercolamiento completo. El periódico es competencia desleal que atraca al vecino y aplica la violencia contra la clientela. Cuando el antiguo tipo de periodismo iba a la guerra, mentía, No obstante, se conformaba con comunicar hechos falsos, El nuevo periodismo es incapaz de contentarse con ello y, sin moverse, cobra como siempre y roba como nunca estados de ánimo”. (Karl Krauss, La Antorcha, 1914).
“Si el único afán de los inocentes/es equipararse a los culpables,/ este mundo tiene los días contados” (Antonio Orihuela, Parabólicas en las chozas, 2010).
“Si la izquierda sigue adoptando, una tras otra, las objeciones que los reaccionarios le hemos hecho al mundo moderno, tendremos que volvernos izquierdistas” (Nicolás Gómez Dávila, Escolios a un texto explícito, 1977)
“–¡Corran! Si los encuentran, están perdidos.
–¿Cómo vamos a estar perdidos, si nos encuentran?”
(Groucho Marx, Sopa de ganso, 1933).
“La televisión nacionalista catalana gastó dos mil millones de euros entre 2007 y 2009, que es el equivalente de lo ahora recortado en la sanidad y la educación públicas. Viene a salir más o menos a un quirófano por presentador”. (Félix de Azúa, Diarios, 2011).
“Existen, os lo aseguro, almas sensibles y puras; existe esa pasión tierna, imperiosa e irresistible, tormento y delicia de los corazones magnánimos, ese horror profundo por la tiranía, ese celo que se compadece de los oprimidos, ese amor (…) sin el que una gran revolución no es más que un crimen estruendoso que destruye otro crimen.” (Maximilien Robespierre, último discurso, 8 de termidor de 1794, veinticuatro horas antes de su ejecución en la guillotina).