Papa

Preguntas de los lectores

¿En qué consiste el llamado “pacto por Canarias” entre el Gobierno y el Partido Popular?

Es un secreto. Es tan secreto que incluso el joven aunque suficientemente abstruso secretario general del PP canario, Asier Antona, dijo esta semana que no se estaba pactando nada.  Y si no están acordando nada, ¿para qué se reúnen? ¿Han organizado una liga de cinquillo interparlamentaria? En todo caso se trata de una pregunta carente de interés político por una razón elemental que comparten los tres grandes partidos del archipiélago: lo que quisieran cambiar, no pueden hacerlo; lo que pudieran hacer, no querrán cambiarlo. Cuando un modelo político-administrativo entra en una crisis sistémica los partidos políticos ni quedan al margen de la misma, ni pueden por sí, solos superarla. Son como el barón de Münchhausen, que pretendía salir de un lodazal tirándose de los pelos.

Si Ratzinger ya no es Papa, ¿ha dejado de ser infalible? ¿Un Papa emérito es falible o infalible?

Interesante pregunta. Llevo semanas pensando en esa sutil cuestión. A principios de esta semana,  en la puerta de un bareto de Cuesta Piedra, un grupo de pibes debatían ardorosamente varias posturas. Personalmente me inclino hacia la tesis que relaciona la infabilidad papal con la nívea blancura del traje blanco que lleva el sucesor de San Pedro. Est veritas in albo. Recordemos que se trata de una definición dogmática establecida por el Concilio Vaticano I en 1871 y que precisamente en estas fechas, según acreditan documentos pontificios, la ropa del Papa comienza a ser lavada con carácter periódico (el Papa, necesariamente, no). Posteriormente un servicio de lavandería de 24 horas hizo posible que todos los papas se presentaran impecables. La infabilidad papal se vería comprometida si los codos estuvieran sucios, se descubrieran restos de huevo frito en el pecho o aparecieran sombras de sudor en el sobaco. En resumen: como Papa emérito Ratzinger solo será infalible  durante algunos minutos cada mañana, antes de sentarse a desayunar.

¿Cómo expresaría ahora mismo su opinión sobre la monarquía española?

Con un abogado al lado.

Publicado el por Alfonso González Jerez en Retiro lo escrito ¿Qué opinas?

Totus tuits

Aseguran que Benedicto XVI – y su tropelía de asesores y tiracasullas, entre los cuales no esta José Carlos Mauricio porque no quiere – encontró dificultades en hallar un nombre para su nueva cuenta en twitter, porque los impostores ya los habían pillado todos. Su Benedicticidad encontró la solución recurriendo a tomarse muy en serio, algo que a humoristas y vacilonistas nunca se les hubiera ocurrido, y así encontró @pontifex, que a pesar de los arrumacos de la curia, que explican que en latín significa “constructor de puentes”, es una expresión que apunta directamente al título de Pontifex Maximus, la máxima jerarquía religiosa en la antigua Roma. Cientos de miles de personas esperaron hoy el primer tuit del Papa que llegó puntualmente al mediodía: “Me uno a vosotros con alegría por medio de Twitter”. Algunos quedaron ligeramente defraudados, como si hubieran estado esperando un resumen en 144 caracteres de la Summa Teológica, la prueba definitiva de la existencia de Dios o la opinión papal sobre las orgías sexuales de Berlusconi o las orgías financieras de Monti.

El Papa no va a decir absolutamente nada en twitter. En realidad el Papa no está ni estará en twitter. El Vaticano ha explicado que el Papa no seguirá a nadie, aunque admite generosamente que lo siga todo el mundo. El principal fundamento y atractivo de esta red social – posibilitar una conversación potencialmente abierta a todos los usuarios —  resulta incongruente con la naturaleza de la Iglesia Católica en particular y de cualquier iglesia en general. ¿Una conversación abierta? ¿Preguntas, bromas, ironías, cuestionamiento, crítica y el Papa ahí, en pelota dialéctica y a la vista de todos, desde la Señorita Puri hasta Fernando Ríos Rull?  Por el amor de Dios. Es impensable. Por lo tanto, el Santo Padre no sigue a nadie. A nadie tiene que escuchar. Todo ese incesante y cacofónica corriente de memeces atrabilarias, observaciones inteligentes, ingenio charcutero, curiosidad chismosa y talento sintético le resulta indiferente. En realidad es una cuestión de marca. La marca del Papa de la Iglesia Católica debe estar, como la de cualquier empresa, presente, aunque reducida a su mínima expresión, en las redes sociales que abarcan todo el planeta. El chispazo entre las supersticiones religiosas y las nuevas tecnologías añaden un plus de estupefacta fascinación. Sin embargo, se lo tiene que currar. Apenas ha conseguido 800.000 seguidores. El Dalai Lama cuenta ya con más de cinco millones. Pero tampoco sigue a nadie. Ni al Papa. Son muy suyos. Son lo que siempre han sido, a caballo, en carroza, en silla gestatoria o en twitter.

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