Partido Popular

En secreto

El proyecto de presupuestos generales del Estado de 2014 es tan brutalmente lesivo para Canarias que los dirigentes y cargos del Partido Popular se han visto obligados a recurrir a un conjunto de eufemismos, metonimias, elusiones, fábulas y mentiras para mantener el tipo. Al frente de esta orquestación retórica ha estado, como es su deber, el secretario general del PP canario, Asier Antona, al que no le ha temblado la batuta. Por ejemplo, respecto a la suspensión de fondos para políticas activas de empleo en el Archipiélago, que sufre una tasa de paro superior al 32%, Antona ha afirmado que llegarán inyecciones financieras para tal fin, “pero serán debidamente controlados y fiscalizados”. Llegarán porque lo dice Antona, ya que no figuran partidas al respecto en el proyecto presupuestario, pero lo más sorprendente resulta esa severa coletilla, como si todo el gasto del Plan Integral de Empleo de Canarias – cuyos resultados, ciertamente, están a la vista – se hubiera realizado conculcando las normativas y alejado de cualquier fiscalización administrativa. Es más: la advertencia de Antona, que envuelve cuidadosamente un montón de nada, es perfectamente incomprensible en el marco competencial de la comunidad autonómica. ¿O el Gobierno de Mariano Rajoy pondrá en marcha un PIEC gestionado directamente desde el Ministerio de Trabajo?
Lo más divertido de las paridas de Antona y compañía es la aseveración de que se están realizando “gestiones discretas” para mejorar las partidas relativas a Canarias en el proyecto presupuestario. ¿Gestiones discretas, contactos secretos, reuniones silenciosas o silenciadas? ¿En un régimen parlamentario? ¿De modo que las demandas de representantes democráticos de la ciudadanía –en este caso, los diputados conservadores canarios – sobre uno de los proyectos legislativos más importantes del año – la ley de presupuestos generales – no se plantean ni en las Cortes ni en el Parlamento de Canarias, sino confundidos y ocultos en la maleza de las alfombras ministeriales? Es tan necia esta ocurrencia que inmediatamente cae al suelo y revela la realidad. Solo se trata de otro chorro de humo de tramoya que se utilizará tan arteramente como se ha planteado: si se produce alguna ligera mejora presupuestaria para las islas, se adjudicará al PP canario; si no es así, el PP canario mostrará su acuerdo o guardará un respetuoso silencio. Al no saber qué están negociando los conservadores isleños – si es que lo están haciendo – no pueden pedirse ni conseguirse responsabilidades por su fracaso, por su insignificancia, por su seguidismo acrítico e irresponsable, por su artera complicidad con este desastre.

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No pasa nada

Mucha gente se escandaliza. Incluso yo me permito escandalizarme cinco minutos, para no perder costumbre. “¡Y no pasa nada!”, comentan en la cúspide de la desazón. En realidad pasan muchas cosas, entre otras, que nos enteramos de lo que le está contando Luis Bárcenas al juez antes de que termine su declaración. O que el presidente del Gobierno, entre guasón y alelado, lea su respuesta a preguntas pactadas con ABC y La Razón, vacilándose a toda la prensa ahí presente. Ocurren, en fin, muchas cosas, pero a lo que se refiere mucha gente es que Mariano Rajoy ni dimite, ni está dispuesto a hablar de este asunto en el Congreso de los Diputados, ni ofrecerá la más modesta migaja de explicaciones acerca de algo que ni le arruga el terno. Bajo su apariencia quebradiza y encastillada, en realidad, va de sobrado, y por eso – y porque además no puede hacerlo – ni niega la autoría de los SMS ni rechaza que cobrase sobresueldos en 2008, 2009 y 2010, como afirmó su extesorero ayer en sede judicial. ¿Por qué no pasa nada, es decir, no dimite Rajoy, como dimitiría en similares circunstancias un presidente francés, británico o estadounidense?
1. El sintagma mucha gente se refiere, si somos francos, a algunos cientos de miles de personas en este país. Para la mayoría – los millones restantes – el caso Bárcenas, como en caso Gürtel, como los indicios sólidos de financiación ilegal del PP y del cobro de sobresueldos, incluso durante los gobiernos de Aznar, solo alimenta el viejo adagio: los políticos son unos sinvergüenzas. Para la mayoría esta información se gestiona políticamente – de manera individual o grupal – como una obviedad repugnante, consuetudinaria, doméstica. El caso FILESA no representó un derrumbe electoral para el PSOE en su época y por similares razones: por entonces la derecha, sumergida todavía en el fango paleolítico del fraguismo, no representaba una alternativa verosímil.  No existe una cultura política democrática ni una deontología del poder compartidas entre gobernantes y gobernados. Se trata de un territorio tan yermo que Rajoy puede decir que “el Estado de derecho no tolerará ningún chantaje” sin que esa prodigiosa transustanciación entre registrador de la propiedad y Estado español le chirríe demasiado a la mayoría de los ciudadanos.
2. El sistema jurídico español es casi ferozmente garantista y carece de instrumentos normativos para castigar eficazmente la corrupción política y responsabilizar penalmente a sus muñidores.
3. Para la inmensa mayoría del PP – y sobre todo, sus diputados – no existen incentivos políticos para sustituir a Mariano Rajoy más fuertes y estimulantes que los que existen para mantenerlo al frente del Gobierno y del partido. En las encuestas el PP se hunde y pierde de la mayoría absoluta, pero el PSOE se mantiene prisionero en el fondo del abismo y nadie amenaza en el horizonte.
Rajoy no está asustado. ¿Por qué tendría que estarlo? Los que deberíamos estar asustados somos nosotros.

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El chantaje a un trilero

En un artículo olvidado el maestro Azorín describía la mínima actividad mental de don Lorenzo Arrazola, un político de mediados del siglo XIX que llegó a ser jefe del Gobierno. “Don Lorenzo Arrazola”, escribía el maestro, “es presidente del Consejo de Mnistros; en España no es muy difícil llegar a ser presidente del Consejo de Ministros”. Claro que no. Hasta hace poco un magnífico ejemplo de tan alta accesibilidad era José Luis Rodríguez Zapatero; pero hay que reconocer que Mariano Rajoy lo ha superado. Ambos son muy similares. Individuos que muy pronto abandonaron una profesión y antes de los treinta años ya estaban escalando puestos en las jerarquías de sus respectivas organizaciones políticas. Ambos son, en definitiva, productos quintaesenciados de los procesos de selección de élites dominantes en el ecosistema político español. Mariano Rajoy descuella porque ha hecho  de la insignificancia una orfebrería. Rajoy está construido básicamente con nada. Carece de carisma, jamás se le ha escuchado nada vagamente parecido a un proyecto político, es un orador mediocre y goza de la empatía emocional de un ficus. En los últimos años ha proferido un notable volumen de estupideces, incoherencias y falsedades y ni siquiera eso lo ha humanizado un fisco.  Cualquiera ha visto gatos de escayola capaces de proyectar más autoridad, inteligencia y capacidad política. La estrategia de su carrera política ha consistido no en cosechar éxitos, sino en evitar los errores. Así que ayer, al contestar a los periodistas sobre la prisión de Bárcenas, y después de titubear como un mocoso, se acogió a una forma retórica mínima, “el PP colaborará con la Justicia y esperamos que se actúe con la máxima celeridad”. O algo así. Lo importante, de nuevo, no era proporcionar una respuesta, sino evitar pronunciar un nombre.
Durante veinte años Luis Bárcenas gestionó las finanzas del PP. No fue un asteroide que se incrustó accidentalmente en el partido.  Todos y cada uno de los responsables de las finanzas de la organización (Ángel Sánchez, Rosendo Naseiro, Álvaro Lapuerta) han sido imputados por casos de corrupción. Bárcenas estaba ahí, metido en la pomada y oteando la gusanera, desde principios de los noventa, pero fue Mariano Rajoy y nadie más quien en 2008 lo designó tesorero. Fue Mariano Rajoy, y nadie más, quien permitió que Bárcenas siguiera cobrando un sueldazo del PP hasta principios de este año de gracia de 2013, aunque las negociaciones con el interesado las llevara la secretaria general, María Dolores de Cospedal. Es inverosímil, aun más, es democráticamente intolerable que Rajoy pretende presentarse  –si quiera implícitamente – como un líder honesto sorprendido en su buena fé por un subordinado venal. Entre otras razones porque el presidente del Gobierno, mientras fue líder de la oposición y presidente del grupo parlamentario del PP, también recibió un abultado sobresueldo del partido.
Luis Bárcenas dispone de más de cuarenta millones de euros en Suiza. Ha publicado parcialmente ingresos ilegales en el partido y muchos dirigentes del PP se han visto obligados a reconocer que recibían sobresueldos. Todos los indicios apuntan a una trama de corrupción generalizada por la que el PP —entre otras cosas – corrompía a sus propios mandatarios como mecanismo de sumisión al líder y cohesión organizativa. Ni siquiera la entrada en prisión de Bárcenas distrae a Rajoy de barbotear vergonzosas necedades. En 2009 el presidente del Gobierno aseveró que estaba seguro que “nadie podrá demostrar que Bárcenas no era inocente”. Lean atentamente: no aseguró que lo fuera, solo que nadie podría demostrar su culpabilidad. Esta son las prudencias en las que se solaza Rajoy y con los que desafía a la opinión pública: los tontos trabalenguas de un trilero. Una democracia parlamentaria no puede soportar la sospecha asfixiante de que el presidente del Gobierno está siendo chantajeado por un delincuente.

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Entrevista a don José María Aznar

El ex-presidente don José María Aznar nos recibe en su gimnasio privado, en su domicilio madrileño, precisamente en el momento de terminar las 5.000 flexiones diarioas con las que esculpe el paquete de músculos abdominales que es la envidia de sus compañeros de News Corporation y, simultánea y paradójicamente, de la izquierda española. Al menos esa es la convicción íntima del presidente de honor del PP.

–No lo toleran. No soportan que un líder de la derecha española tenga unos abdominales de acero. Yo modernicé a la derecha en España. Antes estábamos contra el aborto, rechazábamos la separación de la Iglesia y el Estado y cargábamos con barrigas grasientas. Ahora, en cambio, no tenemos barriga.
–Su entrevista en Antena 3 ha supuesto un pequeño terremoto político en el seno del PP…
–Perdone usted, pero no puedo estar de acuerdo…
— ¿No?
— No. ¿Cómo que pequeño? Pretendí simplemente, frente a un grupo de periodistas prestigiosos y plurales, exponer mis ideas sobre la actual situación política y económica de mi patria…
–Es que, precisamente, algunas de sus afirmaciones no son muy comprensibles…
–No se preocupe. Le entiendo. La izquierda suele verse incapacitada para la comprensión por la carga ideológica que le caracteriza…
–¿Y la derecha?
–La derecha ve las cosas tal como son. Esto es una pesa. Yo soy un personaje histórico. Usted no tiene puñetera idea de nada.
–Es que, si usted me permite, resulta curiosos sus reproches implícitos a Mariano Rajoy, porque…
–Si son implícitos es porque me ata la responsabilidad institucional de mi condición de expresidente. Una lástima que no puede hablar de esa nenaza como se merece.
–Pero, disculpe, fue usted quien lo designó como su sucesor al frente del PP y, por tanto, como candidato presidencial. Por tanto tiene usted una responsabilidad directa en…
— Yo no reniego jamás de mis responsabilidades, téngalo por seguro. Jamás. Ni con mi partido, ni con mi país, ni con mi conciencia, ni con la conciencia de mis abdominales. Se empeña en hablar usted de Rajoy. Hablemos. Yo no quería designar a Rajoy. Lo hice porque no tuve otro remedio.
— Caramba. ¿Y por qué no tuvo otro remedio?
— Porque mi hijo mayor no había terminado sus estudios. Llega a tener su licenciatura en Derecho y sus oposiciones hechas y estaríamos hablando ahora mismo de otra España.
— Estooo…Pero podía haber designado a Rato…
— Sabía más de economía que yo y ligaba mucho…
— O a Acebes…
— Si a mí me llaman soso no se imagina usted cómo es Acebes. Le pones un yogur delante y se caduca instantáneamente.
— O a Mayor Oreja…
— No está mal, pero a veces me parecía demasiado de derechas…No, lo menos malo era Mariano. ¿Usted ha visto Yo Claudio? A mi fue una serie que me impactó mucho. Mariano era perfecto en ese papel. Pero se ha olvidado de todo. Se ha olvidado a dónde va, pero sobre todo de dónde viene…
— Después está su crítica a la situación económica…
— La culpa es de Rodríguez Zapatero…
— ¿Pero usted ve grandes diferencias entre la estrategia de su política económica y la de los gobiernos de Rodríguez Zapatero?
— Esa pregunta es torticera. Esa pregunta es un poco ETA.
–Hombre, que no…
–¿Le recuerdo lo que era España en 1996? Un país desvastado, arruinado, pisoteado, ninguneado, quebrado, a punto de disolverse por los nacionalismos insolidarios…
–Pues usted pactó con el PNV y con Coalición Canaria en su primera legislatura…
–¿Y eso qué tiene que ver? El objetivo era conseguir mayoría absoluta en la segunda ocasión y lo conseguimos. Y bajando los impuestos…
–Rodríguez Zapatero también los bajó.
–Razón de más para votar al PP. Quédate con el original y no apuestes por la copia.
— Ha dicho usted que el PSOE está a punto de desaparecer…
— Así es. Se está convirtiendo en un montón de pequeños partidos nacionalistas, lo cual es un problema muy grave…
— ¿Por el riesgo para la cohesión política del país?
— Y porque sin socialistas a ver a quién le echamos la culpa. Yo tuve a Felipe González. Mariano a Rodríguez Zapatero. Pero, ¿y mañana? ¿Quién será el responsable de la quiebra y la ruina de España mañana? ¿Es consciente usted de la dimensión de los problemas a los que debemos de enfrentarnos? Hace faltan nuevos objetivos, un nuevo proyecto, un horizonte histórico…
— Ya. ¿Y por qué cree usted que, ante los errores e inercias de Rajoy, su partido, el PP, no dice nada? ¿Por qué tiene que decirlo usted?
–El PP es un partido muy disciplinado y a veces se interpreta la disciplina con la aquiescencia…
— Lo disciplinó usted. Lo estructuró usted. ¿No cree que pagarles sobresueldos a dirigentes orgánicos del partido es un método para fortalecer precisamente esa gallarda disciplina de la que habla?
— Definitivamente es usted un filoetarra, pero le responderé: no. Es natural que la izquierda se escandalice por esas cosas. No las comprende. Sigue instalada en un modelo de partido del siglo XIX. El centralismo democrático, la militancia y todo eso. Huele a viejo. A naftalina. A impotencia y, si me lo permite, a resentimiento, a un profundo resentimiento. Ahora tendrá que disculparme. Tengo que dar una conferencia sobre El futuro de la democracia y la gestión  de Miguel Blesa: interacción y propuestas.
— Suena bien.
— No puede usted entrar. Son 200 euros, IVA aparte.

 

 

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Corruptos honorables

Recuerdo bien a esos agentes de la Policía Técnico Judicial, la PTJ. Los agentes de la PTJ se pasaban cada quince días por el negocio paterno, como ocurría con todos los negocios del barrio. Entraban ligeramente marciales, es decir, amenazantes; estrechaban una mano estricta y esperaban. No se les podía hacer esperar mucho. A los dos minutos ya tenían el sobre en la mano, y entonces, y solo entonces, se relajaban y aceptaban tomar un negrito, sentarse un rato en la diminuta y calurosa oficina, fumarse un cigarrillo mientras contaban lo dura que era a veces la vida. El liceo de los chamos, por ejemplo. No lo iba a meter en una escuela pública: quería lo mejor para sus hijos y hasta el último céntimo, vainas aparte, lo dedicaba a eso, porque este país, Venezuela, era un solar de aprovechados, malandros y comemierdas, y el hijo de un funcionario, si no tenía la mejor educación del mundo, si el padre no le daba todo lo que pudiera, estaba condenado a ser un huevón y un pelado toda la vida. Cumplida la conversa el policía se levantaba, estrechaba la mano de mi padre, quizás me dedicaba un guiño cómplice, y recuperando su agilidad marcial, salía por la puerta con un corazón tan transparente que dejaba ver la cartera cebada por los billetes.
En los últimos días todo un jardín de cargos públicos y dirigentes del PP han reconocido que sobraron sobresueldos y gratificaciones de su partido. Alguno incluso ha informado que sirvió de correo entre Luis Bárcenas y otro compañero entregando un sobre marrón caca. Obviemos por un momento –por una columna – las donaciones de los grupos empresariales que luego resultaban mágicamente agraciados con contratos de obras públicas y suministros para las administraciones, aunque cabe imaginar, por los indicios existentes, que la contabilidad paralela del PP se articulaba como un sistema de vasos comunicantes con su contabilidad oficial. Todos los sobrecogidos, sin excepción, aportan argumentos para justificar el perpetuo aguinaldo y advierten que declaraban fiscalmente las cantidades así recibidas. Todos aportan su esfuerzo en construir una nueva figura política de la posmodernidad: el corrupto honrado. El tipejo corrompido por su propio partido, sin el cual no podría mantener un tren de vida espléndido, operarse en una clínica privada, hacer frente a una hipoteca amenazadora. Sí, los corrompió su propio partido, pero ellos son inocentes. Lo declaraban hacienda. Solo recibían sobres. Y después de abrirlos y contar la pasta salían hacia las Cortes, el Gobierno o la Diputación, recuperando enseguida su felino paso democrático, su contrastada agilidad liberal.

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