periodismo deportivo

Un nuevo estadio

Uno de los efectos bienaventurados del fracaso del CD Tenerife a la hora de ascender a primera división es no se construirá un nuevo estadio de fútbol en la capital chicharrera, al menos hasta las próximas elecciones, ese otro torneo deportivo. Si el equipo blanquiazul — que le dicen — llega a ascender a los cielos futbolísticos la presión social dirigida a que las administraciones públicas gastaran los millones que fueran menester para un nuevo estadio hubiera resultado irresistible. La simpática horda tinerfeñista – siempre tinerfeñistas de penúltima hora — hubiera pateado, gritado e insultado hasta conseguir la inversión, debidamente comprendida y jaleada por el periodismo deportivo patrio. Tal vez soy demasiado ingenuo y los responsables políticos ya habrían iniciado los expedientes necesarios sin necesidad de ninguna presión popular. Cuanto menos haya jugado un político al futbol en su día y más le asqueen las aglomeraciones, más rendido admirador se proclama del equipo representativo de su terruño. Yo he escuchado rumores –sin duda infundados –que apuntan a que el presidente del Cabildo, Pedro Martín, se había tatuado un retrato de Luis Miguel Ramis en la rabadilla, y lo pensada mostrar orgullosamente en todas las playas tinerfeñas. Según los mismos maldicentes ahora se lo intenta borrar con papel de lija y jabón Lagarto. En todo caso, por fortuna, el CD Tenerife perdió, y toda la furia babosa de sus apologetas se ha apagado súbitamente. ¿Cómo va la venta de abonos para la próxima temporada, cabroncetes?

El primero que mencionó lo del nuevo estadio fue, por supuesto, el presidente (y propietario) del club, Miguel Concepción. Lo dijo en concepcionés, que es el idioma que habla fluidamente desde chico, lo que nunca es un problema, porque ya los locutores radiofónicos se encargan de traducirlo reverencialmente al español como los curas de antaño traducían el latín de los papas a los feligreses. Concepción quiere un estadio de 40.000 espectadores con el sutil y cronométrico argumento de que “ya es hora”. Un estadio que pueda contener cómodamente tiendas, restaurantes, cafeterías, guarderías. En su sueño visionario imagina a matrimonios que visitarán el mamotreto desde media mañana para pasarse ahí todo el día, casi con independencia de que se celebren o no partidos de fútbol. No sé por qué no incluyó un pequeño museo con una reproducción en bronce de la calva de Dertycia, el ejemplar de la Lógica de Hegel de Jupp Heynckes anotada de su puño y letra o la egolatría mamífera de Javier Pérez conservada en formol. Cuando escuché a Concepción (es decir, la traducción de los locutores intérpretes) no tuve claro quien concedería las licencias para las cafeterías y tiendas del flamante estadio, aunque lo sospecho, como seguro que lo sospechan todos ustedes.

El estadio del CD Tenerife cuenta con unas 23.500 localidades. Como recordó el otro día con tranquila sabiduría el arquitecto Carlos Schwartz, hace muchos años que no se ocupan esos 23.500 asientos en su totalidad. Ni siquiera fue así durante el final de la pasada temporada, con toda esa peña festejando –entre ellos – un ascenso que les parecía inevitable y que vivieron como un milagro. Desde el año 2010 a la actualidad Santa Cruz de Tenerife ha perdido unos 15.000 habitantes. Es difícil entender como una prioridad construir un nuevo estadio de fútbol salvo, por supuesto, que el señor Concepción quiera hacerlo con sus perritas. Y aun así debería preguntársele que ocurrió con el proyecto –por llamarlo de alguna manera – de la Ciudad Deportiva, que ahora está en los juzgados. Que lo aclare antes de atreverse a pedir en voz alta que le financiemos un estadio nuevo, porque ni siquiera en el dulce concepcionés su solicitud deja de sonar como una burla sórdida, un descaro extraordinario y un antojo principesco. 

 

Publicado el por Alfonso González Jerez en Retiro lo escrito ¿Qué opinas?

Tinerfeñismo sobrevenido

Saben, seguí el partido de ayer, aunque irregular y distraídamente. Y no lo hice ni desde las cuentas de periodistas zancandiles, que creen que el periodismo puede y debe ser una forma de patriotismo blanquiazul, ni desde las cuentas oficiales – y si se tercia insultonas – del CD Tenerife. No, me limité a seguir en Twitter las cuentas de los socios del club que suman entre ambos más de medio siglo de amarguras, decepciones y alguna que otra alegría en el Estadio Heliodoro Rodríguez López. Son los que tienen derecho a cabrearse, a esperanzarse, a emocionarse, a cagarse en su alma ante el último traspiés, ante un sociedad que hace muchos años dejó de ser de sus socios, que no tiene un proyecto deportivo desde hace lustros, que desprecia sistemáticamentre la cantera,  y en el que sus directivos – y singularmente su inefable presidente – han arruinado todos y cada uno de sus proyectos, como esa Ciudad Deportiva que ha terminado por convertirse en parte central de un proceso judicial que apenas ha empezado y que promete mucha mierda.

Esa es la gente que, en efecto, puede sentirse triste, mohína, fastidiada esta semana. No los tinerfeñistas sobrevenidos. Ayer, desde el mediodía, podías apreciar en las plazas y calles santacruceras a grupos entorchados con la bufanda blanquiazul o utilizando el escudo del CD Tenerife como una capa. Familias sonrientes aunque apresuradas, cuadrillas de coleguitas pegando aullidos en las aceras y pegando bocinazos en sus vehículos, parejas de supuestos enamorados que habían sustituido a Petrarca – o a José Luis Perales — por Luis Miguel Ramis. Individuos y grupos a los que hace un año, seis meses, un trimestre apenas el destino del CD Tenerife les importaba menos que un higo pico. Ni les interesa el fútbol ni saben una sílaba sobre la memoria reciente o lejana del equipo. No disfrutan del juego sino de la emoción espuria de la victoria. Una victoria para consumir una tarde y a la que solo serán leales si les sigue otra, y otra y otra en el futuro. Tal vez tres de cada cuatro de los que se sentaron ayer en las gradas del Heliodoro eran ciudadanos que podrían estar viendo una película de Marvel lo mismo que veían el enfrentamiento contra el Girona.  Con una pequeña aunque decisiva diferencia: los superhéroes de Marvel ganan siempre y el equipo del CD Tenerife que tiene Miguel Concepción en el bolsillo suele perder, una y otra vez, y especialmente, cuando parecen tener la victoria al alcance de la mano.

Esa falsa afición, esa afición de quita y pon, esa afición a la que solo le interesa el sentimiento de triunfo, victoria y supremacía para superar las terribles tardes de los domingos – especialmente estremecedoras en Santa Cruz de Tenerife –, esa afición aficionada a desaparecer cuando se pierde y a la que se piropea sin descanso por parte de tartajas radiofónicos y titulares ditirámbicos es en parte responsable de la errátil, triste y a veces patética deriva del equipo blanquiazul. Porque no sabe festejar los triunfos y afrontar las derrotas. Porque no se exige nada a sí misma ni a los propietarios del club. Porque no tiene ningún sentido del compromiso. No lo tiene ahora ni lo ha tenido nunca. El CT Tenerife gana como pierde: sin saberlo. Sus éxitos han sido más letales que sus fracasos. Como clavos de un ataúd que guardara una grabación del himno del club: Tenerife, adelante hasta la victoria final. Hace mucho tiempo que no llega jamás esa victoria. Ayer, uno de los socios cuya cuenta seguí para conocer la evolución del partido comentaba: “Y ahora comienzan a tirar botellas al campo los que no han pisado este estadio desde hace treinta años”. Nada más esclarecedor. Si el CD Tenerife fracasa una y otra vez es por lo que fracasan tantos proyectos y futuros en esta isla: porque nadie se lo toma en serio profesional, técnica y moralmente. Y menos que nadie esos estúpidos monaguillos de la nada que sentencian tu decencia si criticas, bromeas o te alejas de este patética consagración de emociones necias o mercenarias.      

Publicado el por Alfonso González Jerez en Retiro lo escrito ¿Qué opinas?