Pualino Rivero

Recogiendo el despacho

Tres o cuatro golpes en la puerta del despacho del presidente del Gobierno. Al no escuchar respuesta Fernando Ríos se atrevió a entrar y encontró a Paulino Rivero leyendo ávidamente tras una mesa que casi se hundía bajo una muralla de libros.
–¿Qué quieres, Ríos? ¿No ves que estoy leyendo? ¿Qué te parece? “Para que este momento no se quede en un episodio popular glorioso pero fallido, ni se enrede en el permanente oportunismo de las organizaciones representativas, sindicatos corruptos y partidos parlamentarios, el despertar de la Historia debe ser también el despertar de la Idea”. Lo que he dicho yo siempre. Este Alain Badiou es interesante, pero llega con retraso. Yo pensaba lo mismo cuando gané las primeras elecciones en El Sauzal.
–¿Y esto?  — preguntó Ríos señalando los libros amontonados.
–Estoy recogiendo los libros que tenía aquí y han sido la base de mi acción política a lo largo de treinta años de trayectoria consagrados a la igualdad y la justicia social combatiendo contra la oligarquía caciquil: Lenin, Gramsci, Chomsky, Paul Baran, Polanyi, Lapavitsas, Zizek…Oye, el Zizek es muy gracioso, pero le falta conocer dos o tres chistes gomeros para entender realmente el intríngulis de las contradicciones del deseo en las democracias postcapitalistas…
–Eeeh, claro, claro… Perdona la interrupción, pero venía a preguntarte si crees que aguantaremos hasta la segunda quincena de julio, para planificar las vacaciones…
— Yo es que estoy realmente escandalizado. ¿Sabes que Fernando Clavijo todavía no ha reformado el régimen electoral? Estoy empezando a sospechar incluso que no es un auténtico demócrata.
— Ni siquiera un demócrata burgués. Clavijo es casta.
–Sí, sí, está meridianamente claro, Clavijo es casta, y Barragán también. Años y años con una persona al lado y es capaz de engañarte. Que si me gustan los puros baratos, que si prefiero el cuello del cabrito barrado, que si yo cojo un taxi…Y al final casta, solo casta.
–Por eso nos cerraron el paso e impidieron los siguientes cuatro años, para evitar que se asentara la revolución.
–Es una pena, porque yo tenía ya medio convencido a José Miguel Pérez, que como todo socialdemócrata, por supuesto, prefiere la injusticia al desorden, para utilizar la expresión de Goethe, y casi teníamos lista la constitución de los primeros soviets de parados famélicos y campesinos sin nitratos, dos al mismo tiempo, en El Ravelo y en la aldea de San Nicolás, con la televisión autonómica transmitiéndolo en directo, y todo se fue al garete por culpa de los representantes de esta podrida oligarquía caciquil…
–Es inútil, presidente. La revolución nacionalpopular puede ser retrasada, pero no impedida…
–Creo que me voy a Eslovenia a contarle esos chistes gomeros a Zizek. Me parece imprescindible. ¿Te vienes?
–Encantado. ¿No se mosqueará la prensa?
–Zizek hablando de Canarias. Eso tendrá un impacto mundial. Y Fernando…
–¿Sí?
–Llévame las obras completas de Boaventura de Sousa, que desde niño no puede conciliar el sueño si no lo leo antes de dormir…

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Regalo fin de carrera

A menos de una semana de las elecciones autonómicas Paulino Rivero ha marchado a California, no se sabe si acompañando o siendo acompañado por el embajador de Estados Unidos en España, para ofrecer a grandes empresas de producción audiovisual norteamericana los magníficos paisajes, el luminoso clima y las ventajas fiscales que brinda Canarias para hacer películas. Cabe suponer que el embajador le servirá de intérprete. Rivero asume el papel de Rivero hasta el final: grandes golpes de efecto — ¿recuerdan su reunión en el Hotel Palace, en torno a una mesa de caoba maciza, con representantes de la banca española, ese acuerdo que lograría portentoso maná crediticio sobre la rehabilitación turística? – y una epidemia de titulares que dura, como máximo, algunas semanas, y de los cuales el propio presidente se desprende con un ligero ademán.
Don Paulino en la fábrica de los sueños, donde con toda seguridad se ha alojado en una modesta pensión y comisquea la ensalada del día en un chiringuito de playa entre nínfulas doradas y gigantes esculpidos por la halterofilia, por qué no un biopic sobre el genio de El Sauzal que corrija la historia de la traición o la traición de la Historia y brille una presidencia vitalicia ejercida como un sacrificio por el único hombre capaz de gobernar esta ilusión óptica, a ratos meramente olfativa, como es Canarias. Si supiera cantar y asesinar (dos actividades relativamente sencillas de aprender) Rivero podría sustituir sin muchas dificultades a  Frank Underwood porque con los naipes igual se hace un envido que un castillo.  Un breve descanso de las ingratitudes habituales: es improbable que Arnold Schwarzenegger le pregunte por qué no hace campaña a favor de Fernando Clavijo el Usurpador. También es cierto que nadie se lo pregunta ya en Canarias: se guarda un respetuoso silencio. Somos muy piadosos con el que firma decretos y subvenciones en el boletín oficial hasta el mismo día de la última rúbrica. Después practicamos el olvido porque, como dijo Borges, el olvido es la única venganza y el único perdón.
Por supuesto, un país no se promociona así, ni aplica una metodología tan chusca como las intervenciones (en español) de un presidente regional en cuatro reuniones y alguna fiestuqui con piscina adosada, zumo de piña y barbacoas bajo las estrellas. Para atraer inversiones extranjeras se opera, por ejemplo, con consorcios público-privados que desarrollan una actividad de años en organizaciones empresariales, cámaras de comercio, centros universitarios, entornos bolsísticos y fondos de inversiones. Pero quién con un fisco de corazón le iba a negar Hollywood a Paulino Rivero como regalo de fin de carrera. Una fábrica de sueños engastada en la carne viva de una pesadilla. Algo tan parecido, al fin y al cabo,  a su propia presidencia.

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Vocación de eternidad

Durante años (o legislaturas) cumplí un ritual en las noches electorales entre profesional y novelero: recorrer las sedes de los principales partidos políticos. Me gustaba escrutar las caras, escuchar los gritos, ver crecer los sofocos, pretextos y argumentarios a la luz de la luna. Recuerdo que lo hice por última vez en 2007 y terminé en el horrible sótano donde estaba instalado el local de campaña de CC. Cuando llegué los resultados todavía eran provisionales, pero inequívocos. Coalición, con Paulino Rivero al frente, había perdido las elecciones autonómicas, mientras el PSC-PSOE se encaramaba en 26 diputados. El pacto entre los coalicioneros y el PP, antes de medianoche, ya se calentaba como un plato precongelado y biodegradable. Entonces salió Paulino Rivero a recibir los aplausos de su hinchada y mientras atronaban las palmas y el futuro presidente esbozaba una sonrisa cambada pude escuchar a mi lado la voz de alguien muy próximo al Ungido: “Esta noche se abre una etapa como la de Jordi Pujol en Cataluña”. Presté atención, pero no mucha. Alguien más me dijo que la afirmación encerraba la profecía de un nacionalismo que por fin se atrevería a decir su nombre. Pero no tardé – pocos tardaron, aunque unos más que otros – en adivinar el significado de una frase tan lapidaria. No se refería a la ideología, ni a la política, ni a la doctrina del paulismo emergente, sino a su vocación de eternidad. Una voluntad de época en virtud de la cual en los guachinches del próximo siglo se enseñará a los visitantes sillas  o porrones estilo Paulino I.
Durante veintitrés años gobernó Jordi Pujol en Cataluña y desde el primer momento se esmeró en criar delfines que otros se encargaban de arponear en su nombre. Paulino Rivero, más desconfiado o cazurro todavía, no ha alimentado toninas y ni siquiera tolera pejeverdes a su alrededor. Aspira – sin decir aún una palabra – a otra candidatura presidencial y a otros cuatro años en el poder que no tienen que ser los últimos. Es asombroso que le responda a Fernando Clavijo que quizás no tenga mayoría en el consejo político nacional de CC, pero que sí dispondrá de una minoría de bloqueo y la pondrá en marcha a su placer, y más asombroso todavía, que está amenaza se filtre a los periódicos desde la misma Presidencia del Gobierno. Y es un síntoma, desde luego. Un síntoma de analfabetismo democrático y de un porfiado y ensoberbecido desprecio por la opinión mayoritaria de los representantes de su propia fuerza política. A pesar de que las únicas elecciones que ha ganado en su vida se hayan celebrado en El Sauzal este presidente ha terminado por creer que la sociedad civil,  las instituciones públicas,  el partido e incluso su Gobierno son adjetivos circunstanciales, y solo su prodigioso talento político es lo sustantivo en un país que ha retrocedido en todos los marcadores económicos, sociales y asistenciales durante los últimos siete años. Rivero está dispuesto, si le acompañan las fuerzas y los fámulos, a hacer saltar CC por los aires en caso de no ser el candidato presidencial de su partido. Es la última razón que faltaba, precisamente, para que el partido lo haga saltar a él lo más lejos posible a partir del próximo mes de mayo.

(Me he permitido usar una viñeta del gran Padylla, uno de los mejores psiquiatras en el estudio del paulismo como trastorno de la personalidad. Gracias, joven  maestro)

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La Santísima Trinidad Argumental

El presidente Paulino Rivero insiste en que todavía es posible crear, antes de que se abran las urnas, 40.000 puestos de trabajo en Canarias. ¿O son ochenta mil? No lo recuerdo. Quizás el presidente sepa que se han creado ya 40.000 puestos de trabajo y, por pura modestia, no nos lo ha contado, y apenas quedan otros cuarenta mil por crear, vamos a ello, qué importa una raya más para un tigre. Tal vez el presidente mismo esté confundido.
–Oye, Marimar, ¿cuántos puestos de trabajo vamos a crear?
— Yo calculo que unos 42.125’5 hasta el 21 de mayo a las dos de la tarde.
— ¿Y ese 0,5?
–Ese es un gomero que será contratado en la NASA justo el día 21, pero que dimitirá al día siguiente para ser asesor parlamentario de Nacho González. No hay color.
— Ah.
No recuerdo, en ninguna coyuntura crítica anterior, un Gobierno capaz de anunciar una y otra vez la creación de decenas de miles de puestos de trabajo mientras la Encuesta de Población Activa, testarudamente, los desmiente todos los días, sin el respeto debido a la autoridad. Supongo que es perfectamente inútil llamar la atención gubernamental sobre el humilde concepto encerrado en la expresión “empleo neto”: la diferencia entre la creación de puestos de trabajo y la destrucción de los mismos. En Canarias se han producido contrataciones laborales, incluso en los peores momentos de esta endiablada crisis, pero, con la salvedad parcial del último trimestre del pasado año, no se ha producido empleo neto, por la obvia razón de que se ha destruido más empleos de los que se han creado. Ocurre algo similar a los asombrosos voladores lanzados al cielo con el desvío de turistas de Egipto o Túnez hacia Canarias: o la normalización política se impone en dichos destinos (y se acabó el maná) o se prolongan las convulsiones en el África Mediterránea y los precios de los combustibles continúan su alza imparable, con un impacto aterrador sobre cualquier perspectiva de recuperación económica. Y la Santísima Trinidad de los despropósitos del discurso gubernamental se completa con ese reproche, cargado de desdén demagógico, hacia los empresarios que no contratan. Esos empresarios que no consiguen un euro en créditos bancarios, ni que las administraciones públicas le paguen en tiempo y forma, ni logran vender un producto o un servicio con un 30% de paro y un consumo familiar hundido, y aun así, no contratan a nadie. Antipatriotas.

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