¿Dispone el Gobierno de Canarias de los 525 millones que debe abonar por el vencimiento de la deuda pública en los próximos meses? ¿Están consignados en los presupuestos generales de la Comunidad para el presente año? ¿Se plantea el Ejecutivo este pago o considera que existe algún margen de negociación? Hace unos días, el presidente Paulino Rivero afirmó, con cierta contundencia, que Canarias no solicitará el rescate del Estado. Hace apenas unas horas, el consejero de Economía de la Generalitat de Cataluña insinuaba que su Gobierno pediría el rescate, nada menos que una entrevista de la BBC, y las declaraciones de este caballero eran conocidas mientras en el Congreso de los Diputados el exgobernador del Banco de España, Miguel Angel Fernández Ordóñez, declaraba que todo se hizo muy bien en los procesos de fusión y privatización de las cajas de ahorro, salvo lo que se hizo mal. O quizás fue viceversa: nada era fácilmente evidente en las palabras de Fernández Ordóñez, salvo su pasmosa y repugnante arrogancia.
Por supuesto, la pastizara con la que se rescata a las comunidades autónomas no es un regalo, sino un préstamo, una línea de crédito. Un Gobierno central endeudado hasta las cejas, y que ha traspasado el compromiso con los límites fiscales a las comunidades, las endeuda aun más para que puedan pagar sus deudas. Uno supone que la afirmación de Rivero es un deseo, un ardiente y fervoroso deseo, incapaz, con todo, de superar la realidad presente y, sobre todo, la espeluznante situación venidera. Porque Canarias (al igual que el resto de las comunidades) no podrá cumplir con ese maldito compromiso fiscal a finales de año. Si ya existen tensiones de tesorería en el Gobierno regional para pagar los sueldos y a los proveedores más urgentes – basta recordar el vía crucis de las oficinas de farmacia –, ¿cómo sobrevivirá a la nueva vuelta de tuerca en 2013? Es imposible. Después del verano la Comunidad canaria está abocada a solicitar el tramposo crédito del Estado, como un zombi solitario está condenado a devorar su propio cerebro. Todos los sacrificios presupuestarios, y sus altísimos costes sociales y asistenciales, se revelarán como perfectamente inútiles. Ninguna comunidad autónoma ha intensificado tanto los recortes sanitarios y educativos como Cataluña y Cataluña vive económicamente con la soga al cuello, transeúnte asfixiada al borde de la quiebra. Nos han instalado encima de un barril de pólvora y la mecha está encendida hace ya mucho tiempo. ¿No la huelen ustedes? Sí, huele que apesta. Nos quedan unos minutos para volar por los aires. El último que me llame pesimista que apague la luz, ese lujazo de antaño que José Manuel Soria transformará en magia prodigiosa solo al alcance de los ricos.