Román Rodríguez

Auxilios al resucitadito

Los dirigentes de Nueva Canarias han podido inscribir un nueva organización política en el registro de partidos utilizando en parte–contra lo establecido legalmente – el mismo nombre y sin formalizar un conjunto de requisitos indispensables según la normativa vigente. Corren así cierto riesgo. Circula la especie –totalmente inverosímil – que si Román Rodríguez se puso tan farruco en su momento y anunció que todo se resolvería en un santiamén es porque ya había recibido algunas garantías de que a la hora de registrar su nueva criatura sería acogida con singular hospitalidad en el registro. El consejero de Hacienda le habría transmitido en su momento al presidente Torres que la inestabilidad de NC llevaría necesariamente a la inestabilidad del Gobierno y, ¿qué pasaría en las elecciones? ¿Cómo no iba a afectar este enojoso asunto administrativo a la reconstrucción del bloque de izquierdas? Torres entonces realizó varias llamadas. Es un relato plausible, pero no me termino de creer este cambalache de buhoneros. Seguro que ustedes tampoco.

A Nueva Canarias-Bloque Canarista no le ocurrirá nada. Su inscripción será tendencialmente legal – digamos de una legalidad incierta pero sólida – porque nadie va a llevar a un juzgado todas las dudas que cabe advertir en esta operación.  Tampoco la oposición parlamentaria. Ni el PP ni mucho menos Coalición Canaria se van a meter en estos fregados. Quizás con un par de whiskys Casimiro Curbelo se pondría a imaginar los sudores fríos de Rodríguez, pero se la ensoñación se le pasaría enseguida. El riesgo, por supuesto, lo representa Vox, especialista en arrancar cabelleras en los juzgados para putear a fuerzas democráticas. Pero hasta en eso Rodríguez y sus compañeros tienen suerte, porque Vox está desaparecido en Canarias. Los ultraderechistas consiguieron dos escaños en las elecciones generales de 2019, pero en las islas no los conoce absolutamente nadie. Ni siquiera yo, que colecciono diputados como otros coleccionan sellos. Vox no tiene en este país una sede, una oficina, una página web, un responsable de comunicación, un miserable correo electrónico al que dirigirse. Muy probablemente ni siquiera tiene un militante. Todas esas milongas sobre el formidable aparato de marketing de Vox, su veloz implantación, su capacidad para infiltrarse en las clase media y media baja para explotar hábilmente su desesperación económica y su malestar cultural pueden atenderse en un puñado de territorios peninsulares, pero no en Canarias.

Otra cosa es lo que revela el chusco episodio de la extinción de Nueva Canarias y esa salida del bloque canarista. Frente, bloque, confederación: un léxico setentero para un proyecto supuestamente renovado en lo político y lo ideológico, pero que salvo para poquísimos y bienintencionados entusiastas, solo es asumido por Rodríguez y su guardia de corps como un maquillaje más o menos embellecedor, como una crema antiarrugas, como un bote de vitaminas. Que se salga de la asombrosa irresponsabilidad de llevar al partido a la desaparición jurídica con una apelación ideológica es, sinceramente, algo hilarante. Pero ya que lo han hecho, no estaría de más que el líder incuestionable y sus colegas expliquen lo que entienden como canarismo y, sobre todo, cómo es que el canarismo parece servir para pactar con fuerzas de ámbito español y al mismo tiempo para atacar a otras fuerzas nacionalistas – tan autonomistas como NC, por cierto – como Coalición Canaria o el PNC.  Como el canarismo romanesco es muy crítico – y no le faltan razones – con el PP en La Moncloa pero se convierte en un ardiente apologeta del PSOE, incluso cuando desde Madrid se vulnera el REF, se incumplen convenios o se sella una luna de miel para siempre con Marruecos. El canarismo no se demuestra en el registro de partidos del Ministerio del Interior.

 

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Dejen de bacilarnos de una vez

Está ocurriendo algo de excepcional gravedad y los responsables –y sus compinches — se han conjurado para que lo que ha sucedido sea invisible, ininteligible, insignificante. Un partido que en las elecciones autonómicas de 2019 obtuvo unos 80.000 votos y cuatro diputados (por cierto, 13.000 votos menos que cuatro años antes), uno de los partidos que sostienen al Gobierno de Canarias y cuyo líder y fundador es el vicepresidente y consejero de Hacienda del Ejecutivo, ha sido declarado extinguido por una sentencia judicial firme. Y la sentencia condenatoria deriva de la asombrosa comisión de una ilegalidad: no haber presentado las cuentas (gastos e ingresos) de dicha organización política durante los últimos cuatro años. Desde que le fue notificada su desaparición del registro de partidos del Ministerio del Interior ha pasado más de un año y en ese plazo los dirigentes de Nueva Canarias tuvieron incluso el cuajo de celebrar su congreso. ¿Financiaron total o parcialmente su feliz guatatiboa congresual con la asignación económica que recibía (y recibe) su grupo parlamentario? Es una de las tantas preguntas que derivan de una situación política y judicial estrambótica pero cuyos únicos responsables son los que han manejado a su antojo, desde 2005, la maquinaria de Nueva Canarias: Román Rodríguez y un puñado de incondicionales abonados desde el primer momento a su grotesco bonapartismo.

Las explicaciones de este desafuero no son convenientes: son inexcusables en un régimen democrático. Y antes de solicitar explicaciones incluso debe señalarse una demanda tajante al propio Rodríguez: haga usted el favor de dejar de bacilarnos de una vez y abandone su extraordinaria petulancia. No es usted un archiduque austrohúngaro (mírese al espejo en caso de duda) sino un cargo público en una democracia parlamentaria y debe rendir cuentas de su liderazgo partidista en no en menor medida que de su gestión gubernamental. Su partido no tiene un “problema administrativo”. No puede tenerlo, ¿sabe usted?, porque su partido no existe. A ver si me entiende: si usted falleciera inesperadamente – espero que no ocurra en mucho tiempo – no podría usted tener un año más tarde problemas con su bigote. Y Nueva Canarias no existe porque ha sido usted soberanamente irresponsable, caóticamente imprudente, grotescamente tarambana. Su deber de transparencia es para con todos los ciudadanos canarios, pero resulta especialmente delicado para con los miles de militantes y para todos los cargos públicos de Nueva Canarias en ayuntamientos, cabildos y Gobierno autonómico. Uno ya no tiene ni fuerzas  ni paciencia para pedir gollerías al establishment político que padecemos como una ardiente penitencia, pero probablemente no sea excesivo requerirle al señor Rodríguez un fisco –al menos un fisco — de respeto y de vergüenza.

Y algo similar ocurre –desde luego –con el presidente del Gobierno canario. Ángel Víctor Torres no puede responder que eso de la extinción de NC es un problema interno de Nueva Canarias que desde Nueva Canarias le han asegurado que resolverán satisfactoriamente y tiro porque me toca. Nueva Canarias – habrá que repetirlo – no existe y no puede garantizarle nada. ¿Quién le ha garantizado algo por tanto? ¿El mismo Román Rodríguez? ¿Carmelo Ramírez? ¿Un pastor afiliado que practica las cabañuelas y que le ha anunciado que lloverán explicaciones? En un país más o menos civilizado, ¿cuánto dura en la poltrona un vicepresidente o un consejero de Hacienda si se constata que no lleva ningún control fiscalizable sobre la gestión económica de su partido? ¿Tres días, una semana, un mes? Esta amable gente, ¿cuánto tiempo confiará en su margen discrecional para tratarnos como oligofrénicos?

 

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Mamandurria enmascarada

A mi flaco juicio es irrelevante que Ángel Víctor Torres explique –como secretario general del PSOE canario – las razones que llevaron a los diputados socialistas de las islas a votar en contra de reducir el hasta el 60% del IRPF en las nóminas de los ciudadanos palmeros como medio de animar la todavía colapsada economía local después de la catástrofe volcánica Es irrelevante porque es obvio. Actuaron como cipayos siguiendo las instrucciones del portavoz en la Cámara Baja que, para colmo, es un tinerfeño llamado Héctor Gómez. Ya se ve la extraordinaria noticia – eso soltó Torres en su día — que ha representado para Canarias que un isleño haya sido designado como portavoz parlamentario del PSOE en el Congreso de los Diputados. Ahora las instrucciones de obligado cumplimiento se imparten en español atlántico. En todo caso los primeros que deberían explicar su sumisión lacayuna son los propios diputados. Y una vez aprobada la proposición, explicar por qué no demandarán al Gobierno de Pedro Sánchez que la cumpla. Porque no lo harán. El papel es los representantes canarios del PSOE en las Cortes es perfectamente irrelevante. En la práctica son diputados cuneros  aunque hayan nacido en Canarias. Los coros y danzas macaronésicos del parlamentarismo entendido al modo sanchista.

En cambio Ángel Víctor Torres  –como presidente del Gobierno autonómico – no puede eludir a facilitar una explicación política al caso de las mascarillas. Han desaparecido millones de dinero público que desde el Ejecutivo se quiso emplear para una operación comercial precipitada, chapucera y muy maloliente en el peor momento de la pandemia (aunque ahora mismo, en lo que se refiere a mortalidad, vivimos uno de las peores coyunturas pandémicas con la despreocupación y el silencio cómplice de todos).  Y asombrosamente el señor Torres no hace nada. Nada de nada. Repetir la monserga de que respectará las decisiones que tome la justicia: pues faltaría más. Los fiscales y, en su caso, los jueces harán el trabajo que le corresponde, y no es responsabilidad de Torres recordárselo. La responsabilidad del presidente Torres es ofrecer una explicación política y operativa de lo ocurrido. Una explicación detallada, coherente y convincente sobre cómo, en el seno de su gobierno,  se desarrolló una “deficiente y desleal gestión del patrimonio al no prever un riesgo de engaño que le fue advertido”, como ha señalado la Fiscalía de Anticorrupción.  Bajo las narices de Ángel Víctor Torres, presidente del Comité de Emergencia Sanitaria, les robaron a los canarios cuatro millones de euros.

El presidente afirma ahora que no se le ha pedido la dimisión a Conrado Domínguez, quien al parecer lo hizo tan bien que no hubo más remedio que nombrarlo, pocas semanas después de la culminación de la mamandurria, director del Servicio Canario de Salud. ¿Se la ha pedido a nadie más? La habitual exigencia del PSOE en dilucidar responsabilidades políticas en los casos (verdaderos o falsos) de corrupción del PP se disuelve en una autocomplacencia perfecta cuando el quebranto de la legalidad se produce en sus inmediaciones. El silencio de Torres, sin embargo, no es tan intachable como el de Román Rodríguez, quien fue el que filtró que se preparaba el guillotinamiento de Domínguez: buscaba una profecía autocumplida. Rodríguez es consejero de Hacienda y de su bigote depende la Intervención General de la Comunidad autónoma. Su responsabilidad política en este fétido asunto es, incluso, más directa que la del propio presidente, y quizás por eso va insinuando prebostes sacrificables. Torres espera que escampe. Rodríguez que una dimisión o un cese cubran el escenario de olvido y desmemoria. Se equivocan ambos.

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Crónica parlamentaria. Esto es una catástrofe pero nos va muy bien.

Cuando el cronista se despertó, Ángel Víctor Torres seguía ahí, escuchando una pregunta de  Manuel  Domínguez, que de casadista de estricta observancia pasó a feijooísta entusiasta y casi arrebatado, bueno, como le ocurrió a todo el PP. Domínguez frunce el ceño muy bien pero su código gestual recuerda demasiado al doncel de don Enrique el Doliente. “Mis arreos son las armas,/mi descanso es pelear,/mi cama las duras peñas,/ mi dormir siempre velar”. El alcalde de Los Realejos le preguntó al exalcalde de Arucas sobre las escuelas infantiles privadas, cuyos propietarios ni siquiera han sido recibidos, pese  a su respetuosa insistencia, por la consejera de Educación del Gobierno autonómico. Domínguez no sabía explicarse las razones del Gobierno para rechazar acuerdos o convenios con las escuelas infantiles privadas cuando, ciertamente, Canarias registra un déficit de las mismas. Comprenderán ustedes que el presidente Torres lo tuvo fácil. Su Gobierno quiere escuelas infantiles públicas y gratuitas y se van a inyectar 40 millones de euros para disponer de 5.000 plazas antes de que finalice 2025. Por supuesto se le aplaudió mucho desde la bancada de la mayoría y los infelices y desatendidos propietarios de las escuelas privadas desaparecieron como una pompa de jabón en el salón de plenos.

Cumplidos dos años y medio de legislatura Ángel Víctor Torres ya tiene perfectamente pulido su modus operandi parlamentario. El presente político es siempre una crisis de la que no es responsable pero que se encasqueta en la cabeza como una corona de espinas. En el Parlamento sus mejores momentos han sido sus peores momentos, cuando perorateaba como un cristo socialdemócrata – el Señor de las Pandemias — y Nira Fierro le cantaba saetas lacónicas pero íntimamente muy sentidas. El pasado es una pesadilla protagonizada por Freddy Krueger, es decir, por Coalición Canaria, y el futuro, que está a dos pasos así chillen los derrotistas, es donde nos aguardan unas islas prósperas, justas, resilentes, verdes, feministas y abiertas al mundo.  Con estas cuatro referencias el hombre va escapando. Ayer, por supuesto, fue más de lo mismo. Con decir que lo más novedoso consistió en que los micrófonos de la mayoría de los escaños no funcionaban y muchos diputados tuvieron que hablar con un micrófono portátil, como si estuvieran en un karaoke. Se nota que Vidina Espino no le gustan. Luis Campos cantaría sin problemas un corrido mexicano. Manuel Marrero, en cambio, entonaría Te recuerdo Amanda.  Marrero siempre está recordando lo triste que es el pasado, cuando no existía Podemos ni Yolanda Díaz. El rasgo más asombroso –aunque ya normalizado – de la mayoría en la sesión plenaria es que ya sea una pregunta oral o una interpelación o cualquier otro formato los portavoces del PSOE, Podemos o Nueva Canarias dedican las tres cuartas de su tiempo en lancear a la oposición, no a preguntar al Ejecutivo o a proponer iniciativas o soluciones. Uno de los diputados más eficaces y eficientes en la consecución de este objetivo es el señor Iñaki Lavandera, que se ocupa de fiscalizar meticulosamente a la oposición, y no solo actualmente, sino también a lo que la oposición hizo en el pasado, cuando gobernaba, e incluso lo que hará en el futuro, si no cae un rayo sobre ella y pulveriza definitivamente su canallesca maldad. Ya lo dijo ayer por enésima vez: CC y el Partido Popular representan el egoísmo, la insolidaridad, la mezquindad, la torpeza, la primacía de los intereses particulares sobre los generales, la inutilidad, la incapacidad para desarrollar políticas a medio y largo plazo y muchas cosas más que el lector curioso puede encontrar en el Necronomicón.

Honestamente – si un cronista parlamentario puede ser honesto y no solo víctima propiciatoria de su cansancio o su aburrimiento – no cabe esperar mucho más en los próximos meses de a mayoría gubernamental y del propio Gobierno, que se ha encerrado a esperar que escampe. Así lo evidenció ayer Román Rodríguez, vicepresidente y consejero de Hacienda, que ni siquiera parece dispuesto a sacar la mano de la ventana para comprobar si sigue lloviendo. Se supone que Rodríguez fue interpelado para que comentara qué pensaban hacer para apaciguar el efecto de la inflación en Canarias, pero no dijo una palabra al respecto, y comenzó a emitir, según su costumbre, un jacarandoso resumen de titulares de prensa sobre las decisiones de la Reserva Federal, el Banco de Inglaterra y el Banco Europeo, o la decisión de Joe Biden de meter en el mercado internacional un millón de barriles de petróleo estadounidense al día, o lo del gobierno alemán tomando el control de la filial de la gasística rusa Grazprom y otras flores de actualidad. La coalicionera Rosa Dávila le replicó sarcásticamente que es una pena de Rodríguez no fuera presidente de la Reserva Federal o secretario general de las Naciones Unidas, porque al parecer tenía ideas espléndidas para la gobernanza económica mundial, pero no para Canarias.  El vicepresidente se irritó y citó una y otra vez que Hacienda devolverá hasta julio el 99% del impuesto autonómico sobre el combustible a agricultores, pescadores, ganaderos o taxistas hasta julio. Una medida necesaria y acertada, pero claramente insuficiente.

Es alarmante tanta tranquilidad gubernamental como la que se desprendió de los debates de ayer. Porque no parece serenidad política, sino temor paralizante. Sí, han venido muchos turistas, pero la gran mayoría había contratado su paquete vacacional en Canarias antes de la guerra en Crimea y de que la inflación enloqueciera. No, no es posible crecer al ritmo en el que lo ha hecho la economía canaria en el primer trimestre del año con un petróleo que supera los 100 dólares por barril y que puede dejar atrás los 120 dólares en pocas semanas. Es delirante el discurso gubernamental escuchado ayer que presenta Canarias como un archipiélago burbuja al que no afectará ni la guerra, ni el encarecimiento de la energía y de materias primas, ni una inflación que se mantendrá muy alta, al menos, hasta fin de año. “Somos muy dependientes”, reconocía como una evidencia elemental el presidente Torres ayer, y repetía su vicepresidente mirando el techo o los titulares del New York Times.  Todo es una catástrofe pero no se puede discutir que nos va muy bien. Pero esta dependencia estructural no impide al Ejecutivo y a las fuerzas parlamentarias que lo respaldan dibujar Canarias como una Shangri La rodeaba de nieves amenazantes pero instalada en una eterna e indestructible  primavera. Al final –tenía que ocurrir tarde o temprano – hemos terminado creyéndonos nuestros propios eslóganes turísticos.

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El miedo a arriesgar

El Gobierno autonómico ha decidido devolver casi en su totalidad el impuesto autonómico sobre los combustibles a agricultores y ganaderos. Y hacerlo con carácter retroactivo, desde el pasado día 1. Por supuesto, no se ha limitado a informas sobre la medida, sino que la ha trompeteado durante 24 horas como un logro excepcional de gestión. Incluso Román Rodríguez ha subrayado que tan prodigiosa iniciativa se contrapone a la demagogia populista de aquellos que propugnan bajadas generalizadas de impuestos “que pondrían en peligro el sostenimiento de los servicios públicos”. Rodríguez se refiere, claro está, a enemigos imaginarios, porque yo no escuché a nadie exigir rebajas generalizadas de impuestos en el reciente debate sobre la nacionalidad canaria. Tanto Coalición como el PP  –sobre todo la primera —  propusieron bajadas de tributos muy específicas, limitadas y de carácter temporal. Muchos, muchos aplausos al Gobierno por una decisión que debió tomar hace quince días. Mucha, mucha perplejidad, a constatar de nuevo que no se considera una prioridad el suministro de forrajes porque, según la consejera de Agricultura, Akicia Vanoostende, Canarias dispode de forraje para ganado para “prácticamente un mes”, así que al parecer no ocurre nada. Ya veremos lo que ocurre dentro de cuatro semanas.  Cabe sospechar que la consejera piensa que el conflicto de transporte por carretera en la Península se solucione en los próximos días. A lo que parece demasiado dispuesta es a considerar que los forrajes, como los fertilizantes por ejemplo, culebrean por una escalada de precios muy preocupantes. Los fertilizantes han aumentado su precio alrededor de un 20% desde principios del presente año.

El equipo que dirige Ángel Víctor Torres sigue apostando por la estrategia de los parches en espera a que los tres principales nubarrones de la economía española (y europea) se disipen: el conflicto del transporte, la guerra en Ucrania y su impacto en el precio de los combustibles y las tensiones inflacionistas. No es imposible pero no se antoja a nadie demasiado probable. Sobre todo es evidente que  nos ha sobrevenido un schock energético vinculado con la invasión de Putin, pero no provocada exclusivamente por su villanía. No solo el precio del gas, sino el del petróleo se ha disparado en las últimas semanas. Ningún observador económico más o menos ecuánime apuesta por una bajada rápida en los próximos meses. Contra las incoherencias del Gobierno canario en este asunto, dictadas por el más aúlico de sus sus altos y bajos cargos, el viceconsejero Olivera,  nadie se escandaliza por las rebajas de impuestos en situaciones como las que vivimos. En un reciente artículo, los economistas Luis Puch y Antonia Díaz resumían muy bien las propuestas a corto plazo más solventes –que compartían – para los poderes públicos. “Si el schock energético es  transitorio conviene complementar en el muy corto plazo las ayudas directas que se barajan con rebajas transitorias en la imposición indirecta y con redistribución desde los ganadores hacia los perdedores de esta crisis… Para todo ello es necesario tener presente que cuando la oferta no es competitiva, sino que se compone de pocos operadores, el sistema de asignación debe ser uno que incorpore la negociación”. Esto último, por supuesto, compete a Europa, y se complementa con la reconsideración del carácter estratégico de las grandes empresas energéticas: puede ser necesario, ahora mismo lo es, que regrese el Estado, como apuntado Macron en Francia.

A corto y cortísimo plazo existen por tanto medidas de alivio fiscal que no son estrafalarias y que Canarias puede implementar desde su relativa –pero nada insignificante – autonomía fiscal. Yo no creo que no se haga por ignorancia. No se hace porque –por supuesto – tiene costes, como toda decisión política, y los actuales gobernantes no están dispuestos a correr ningún riesgo a poco más de un año de las elecciones autonómicas y locales.

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