Turismo

Las manos que mueven la cuna

Va a ser difícil parar la voraz agresión que para el puertito de Adeje y zonas aledañas supondrá el proyecto de inversores belgas que pretende erigir villas residenciales, un hotel de lujo, piscinas naturales, restaurantes macrobióticos, clubes exclusivos donde te sirven las bebidas con cubitos de hielo tallados con tu nombre y apellidos, babilónicas zonas verdes y un spa como fuente de eterna juventud. Han bautizado este paraíso para ricos y ricachos como Cuna del Alma porque la cursilería y la guarrería siempre están abrazadas. Lo cierto es que todo esto empezó a moverse hace siete u ocho años bajo la complaciente y muy activa tutela del ayuntamiento de Adeje y hace pocas semanas fue presentado en una ceremonia muy chill out, con la patriarcal presencia de José Miguel Rodríguez Fraga, quien con su habitual humildad se negó a poner la primera piedra, traspasando el honor a Berta Pérez, vicepresidenta del Cabildo de Tenerife, política sobrevenida que no se entera absolutamente de nada: ni falta que le hace. Seguro que todo el proceso está basado en expedientes impolutos y en informes técnicos irreprochables, y si existe algún reproche ya se encargará de subsanarlo una legión de abogados de mil euros la hora por corbata a plena satisfacción de las partes.

Esto va a costar mucho pararlo porque Rodríguez Fraga es una pieza singularmente relevante en el ecosistema del PSOE canario, más allá de su actual condición (casi simbólica) de presidente del partido.  En los últimos cuarenta años los alcaldes socialistas, en España y en Canarias, han participado activamente en la feroz explotación turística de las costas, frangollando un urbanismo tramposo, dislocador, gentrificador e invivible, un urbanismo cuatrero y al dictado, consagrando el cemento, los campos de golf y las piscinas como signos de prosperidad, y en no pocos casos, protagonizando o tolerando una corrupción galopante. Que el PSOE ahora proclame un corazón verde que te quiero verde, como si no tuviera responsabilidades directas en la turistificación destructiva de las costas canarias es de un cinismo apabullante. Rodríguez Fraga es la mano que mueve la cuna y va a emplearse a fondo para que no sea interrumpida una inversión de 350 millones de euros sobre 437.000 metros cuadrados. Moverá sus influencias en la dirección del PSOE canario, en la dirección nacional del PSOE, en el propio Gobierno autónomo y en el grupo parlamentario. Y pedirá apoyo de organizaciones empresariales y del comercio local. Por el momento nadie ha escuchado una palabra crítica o simplemente interesada del presidente Ángel Víctor Torres. Evitará pronunciarse todo el tiempo que pueda. Hasta que se le ocurra algo. O no.

Esto va a costar mucho pararlo porque los promotores e inversores de esa dulce salvajada no están dispuestos a perder unas plusvalías previsiblemente fabulosas. Disponen de suficientes recursos y de unas administraciones públicas muy colaboradoras y de dinero contante y sonante para sumarse a los esfuerzos propagandísticos (ya en marcha) del ayuntamiento adejero.

Esto va a costar mucho pararlo porque incluye intereses de gente de tronío. Para empezar los de una decena de arquitectos con sede en Tenerife, algunos muy conocidos, pero también porque entre los socios minoritarios del proyecto figura el grupo Compañía de las Islas Occidentales, compañía de capital canario controlada por la familia Zamorano, una organización solvente y exitosa que goza, igualmente, de excelentes relaciones en todas las esferas políticas, empresariales y administrativas de la isla de Tenerife.

Esto –no sé si lo he dicho antes — va a costar mucho pararlo.

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La sagrada familia

Recuerdo a los argonautas de la reforma electoral canaria insistir hasta la náusea en que un sistema electoral justo – sea eso lo que sea – promueve no solo una mayor igualdad política, sino también un mayor bienestar colectivo y una cohesión social más robusta. Es una aseveración al menos discutible pero recuerdo muy bien el desprecio hacia la basurita periodística de algún flamante doctor en Ciencias Políticas desde su altar académico. El aumento del bienestar y la construcción del Estado de Bienestar en el Reino Unido en los años cincuenta, sesenta y primeros setenta no tiene ninguna relación causal con un sistema electoral uninominal, sino con políticas públicas impulsadas por los laboristas y asumidas o toleradas por los conservadores hasta Margaret Thatcher.  Canarias necesita de otros cambios normativos y reglamentarios mucho más urgentes para adecentar su insuficiente democracia. Entre ellos la limitación del número de mandatos. Sería muy conveniente a nivel autonómico, pero sobre todo en los cabildos y en los ayuntamientos.

José Miguel Rodríguez Fraga lleva 35 años como alcalde de Adeje. Casi los mismos que gobernó Franco toda España. Por supuesto ha sido elegido democráticamente una y otra vez por sus conciudadanos, obteniendo sucesivas mayorías absolutas. Pero las urnas no son suficientes y es imposible que un lapso de tiempo tan largo no terminé generando efectos políticos perversos. Rodríguez Fraga se ha acostumbrado a que sus deseos se conviertan en ley. Ha rodriguezfragueteado el ayuntamiento adejero para solaz de sus compinches y desolación de una oposición impotente. En realidad no sería impreciso sostener que la impotencia se extiende a la mayoría de los residenciados en Adeje. En las elecciones municipales de 2019 la abstención llegó al 59,31% del censo. Votaron 10.368 personas con derecho al sufragio y se abstuvieron más de 15.000. Una resignación plúmbea, cansada, harta de sí misma. El alcalde entiende, entre otras premisas, que lo mejor es rodearse de la familia. Su hermana, Carmen Nieves Rodríguez Fraga, entró en el gobierno municipal y después intentó una carrera regional, cuando su hermano convenció a su protegida Patricia Hernández, entonces vicepresidenta del Gobierno autónomo, para que la nombrara viceconsejera de Administraciones Públicas. La dicha fue breve y debió volver al ayuntamiento en 2017 como personal eventual. Más asuntos familiares. Un yerno que consiguió una plaza de funcionario. Un sobrino, Daniel Melo Rodríguez, hijo de doña Carmen Nieves, que no sale elegido concejal en 2019, pero que inmediatamente es designado “coordinador de Juventud”, un eventual con 38.000 euros anuales, hasta que la oportuna dimisión del compañero que le antecede en la lista le permite sustituirlo.

Existen otras enigmáticas costumbres alrededor del alcalde más aficionado a los santos, las vírgenes y las capillas de las Canarias Occidentales . Por ejemplo, que no se lleve en el transcurso de quince plenos ni un solo expediente urbanístico, pero en cuanto el secretario accidental sustituye al titular, se presenten 38 expedientes y recursos de urgencia. El diario Público acaba de dar a conocer que la hermanísima del alcalde tiene construido sobre terreno rústico y de protección natural un suntuoso chalet con jardín  y piscina. Justo al lado de donde vive el propio Rodríguez Fraga. Esta circunstancia levemente hedionda, sumado al proyecto constructivo junto (sobre) el puertito de Adeje puede que por fin atraigan el interés informativo sobre la larguísima y faraónica gestión de Rodríguez Fraga y su astucia embilletada para sustraerse sustraerse de un control democrático efectivo. Representa inmejorablemente el desarrollismo económico, el amor al cemento y a la familia, el aplastamiento de la disidencia y la liviandad ideológica de la inmensa mayoría de los alcaldes del PSOE, ese partido del que Rodríguez Fraga es presidente como otros se honran en pertenecer a un club de golf,  una sociedad gastronómica o un grupo de filatélicos.  

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Trampas al solitario

El Gobierno autonómico está empeñado en una partida al solitario en la que se engaña  –simula engañarse – a sí mismo. Hace unos días se festejaba la portentosa recuperación del sector turístico, corazón económico del país periódicamente infartado. Las estadísticas señalan que el pasado marzo se superó el 70% de los visitantes de marzo de 2020. A finales de año, si todo va bien, insisten los más optimistas, Canarias puede recuperarse plenamente, con la mejor temporada de invierno de su historia, muy cerca de quince millones de turistas. Por supuesto en el discurso oficial del Gobierno autonómico no se renuncia a mencionar riesgos y reservas. Esa molesta guerra de Ucrania. Sí, ciertamente ha subido mucho  el precio de los combustibles. La altísima y rampante inflación, por supuesto, es una lata. Pero los datos –se insisten – son objetivos. Es curioso, porque tanto el precio del barril de petróleo como la matanza en curso en Ucrania o una inflación de dos dígitos parece que no son datos.

Ese hacendoso y disciplinado optimismo es el que demostró el pasado jueves la consejera de Turismo e Industria, Yaiza Castilla, en el programa El debate de TVE en Canarias. Lo cierto es que este Gobierno necesita buenas noticias económicas casi desesperadamente.  ¿Cómo no va a afectar una inflación galopante a las familias británicas y alemanas, nuestros principales clientes? ¿Cómo las compañías aéreas no van a trasladar a sus clientes a medio plazo el incremento brutal de los combustibles? ¿Y quién puede asegurar – después de la salvajada rusa de ayer en la estación ferroviaria de Kramatorsk – que la guerra en Ucrania no se prolongará durante meses con un impacto desestabilizador terrible en lo económico, en lo comercial y quizás en lo político?

Canarias como destino-refugio es francamente cuestionable. Está más lejos de la guerra, por supuesto, pero también es más caro. Esta es la primera trampa. El regreso a las cifras millonarias de turistas que ahora aclaman los que anteayer alertaban sobre los riesgos y costes del satánico monocultivo  invasivo y destructor. El Gobierno autonómico ha repensado menos la actualización y modernización de Canarias como destino turístico  — menos visitantes pero que gasten mucho más – que los empresarios privados. La segunda trampa es más grotesca: intentar recuperar los quince millones de turistas y asumir unos objetivos ecológicos y medioambientales muy exigentes jurídica y económicamente. Y simplemente no es posible. Y cuando antes se entienda mejor. La huella de carbono no se borra con una normativa, una campaña turística o separando basura entre cuatro contenedores. Quince millones de turistas supone un avión aterrizando y otro despegando en Canarias cada cuarto de hora en los aeropuertos isleños. Y los aviones no se desplazan (al menos todavía) con hidrógeno verde. El consumo de agua de un turista en un establecimiento de cinco estrellas es de unos 700 litros diarios de media. Nuestra densidad de población ha llegado a los 300 habitantes por kilómetro cuadrado, sin contar con los turistas peninsulares y extranjeros. Y no se puede tener todo: un turismo de millones de visitantes al año y unas islas verdes, ecosostenibles, sin abusos en la fragilizada capacidad de carga de su territorio y con más de un 45% de su superficie bajo protección legal: parques nacionales, parajes protegidos, reservas de la bioesfera…

Lo más hilarante y a la vez angustioso de este tahúr que es el Gobierno consigo mismo reside en su interés en comercializar también nuestra cultura, sus símbolos más señeros y nuestro acervo patrimonial. En 2019 visitaron el Parque Nacional del Teide más de 4.300.000 personas.  Visitar el Teide un fin de semana cada vez se asemeja más a acudir a unos garndes almacenes. ¿De verdad pretenden –por poner un ejemplo – que millones de turistas se planten anualmente en el Parque Arqueológico de Cueva Pintada? ¿Olvidan nuestros graves problemas de movilidad? Bajo afeites buenistas y una prosa eco friendly se sigue soñando con un turismo sin límites ni limitaciones, infinitamente expansivo y persuasivo, nuestro cálido y bendito ogro filantrópico, nuestra única redención.       

 

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El precio del fin

Una de las utilidades  del debate sobre el estado de Canarias es la introducción de noticias y novedades que le otorguen un empaque añadido. El presidente Torres decidió hacerlo anunciando, en su discurso inicial, que hoy jueves su Gobierno decidiría suspender todas las restricciones sanitarias todavía vigentes para frenar la expansión de la covid 19. Entiéndase: todas las restricciones que son competencia autonómica, lo que excluye, por ejemplo, el uso de las mascarillas. El anuncio cogió por sorpresa a todo el mundo. Pocos minutos después un diputado del PP, Miguel Ángel Ponce, emitió un tuit de un casi desesperado sentido común: cualquier desescalada debe obedecer a un plan, que tendría que incluir medir casos y secuencias, garantizar las vacunas para la nuevas varieantes y los nuevos antivirales, financiar públicamente mascarillas para los sintomáticos e invertir (a través, por ejemplo, de un programa de subvenciones a empresas y establecimientos comerciales) en sistemas mecánicos de circulación y purificación del aire en interiores. Por supuesto el presidente no ha preciso nada sobre estos extremos.

La pandemia no ha acabado, pero los gobiernos están dispuestos a declarar su irrelevancia, y lo hacen suprimiendo restricciones y derogando reglamentos. Desde el pasado viernes hasta ayer se han registrado seis muertes en Canarias según datos del Servicio Canario de Salud. Ya no se reportan diagnósticos privados ni asintomáticos o leves. Como ha indicado el propio doctor Ponce, Canarias sigue siendo la comunidad autónoma con mayor tasa de ocupación hospitalaria, casi el doble de la media nacional, y es también el territorio líder en el sublinaje de omicron BA.2, que parece más velozmente transmisible que su antecesora. Ayer, en el transcurso del debate sobre el estado de la nacionalidad, la portavoz socialista, Nayra Alemán, insistió en que la campaña de vacunación en Canarias había sido un éxito excepcional. No es estrictamente cierto. La señora Alemán   insistió en toda su muy elemental exposición en la importancia de contextualizar los datos. Pues bien, entre las comunidades autónomas Canarias presenta una de las tasas más bajas de vacunación. Las comunidades con mayor número de vacunas por cada cien habitantes son Galicia, Asturias, Castilla León y Extremadura. Las cuatro con menos número de vacunas por cien habitantes con Canarias, Ceuta, Baleares y Melilla. La media nacional está en 195,93 vacunas por cien habitantes. Canarias está en 181,25. Son datos del Ministerio de Sanidad correspondientes al pasado 4 de marzo. La campaña de vacunación contra el covid desarrollada por el Servicio Canario de Salud estuvo más que correctamente organizada y no fue mala, pero sí claramente insuficiente, en particular, en el segmento de edad de entre los 30 y los 45 años, lo que explica la alta contagiosidad todavía activa.  Que se esté falseando esta realidad perfectamente constatable con datos oficiales en la mano, que esta estúpida falsificación ensoberbecida se haga en pleno debate parlamentario, resulta muy grave. Esa es la calidad del discurso político que se soporta hoy en Canarias. Tal vez, a estas alturas de la pandemia, no sea sanitariamente muy grave. Políticamente, en cambio, lo es en todo caso.

En casi toda Europa las autoridades públicas quieren dejar la maldita pandemia atrás. Temen justificadamente el hartazgo de la población. Y con una economía fragilizada por la guerra en Ucrania, la subida de los precios de los combustibles, la inflación y los riesgos desabastecimiento entienden que cualquier restricción al dinamismo económico significa un lastre inadmisible. Para un país turístico como Canarias, todavía más. Pero va a costar una cuota temporal de vidas y el riesgo de no activar a tiempo el control de una reactivación de la pandemia no es insignificante. Y se debería respetar a los ciudadanos lo suficiente como para explicarlo claramente y sin ambigüedades.    

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Cuatro, cinco, seis millones…

Yaiza Castilla H. (@Yaiza_Castilla) | Twitter

Reconozco cierta fascinación por la consejera de Turismo del Gobierno de Canarias, Yaiza Castilla, que lo es a propuesta de la Agrupación Socialista Gomera (ASG).  Como Castilla se empeñó desde el primer momento en mantener una mínima autonomía frente a Casimiro Curbelo, al mismo tiempo divinidad y sumo sacerdote de la ASG, el supremo líder ordenó el ingreso como viceconsejera de Teresa Berástegui, cuya sonrisa prerrafaelista no es gomera, pero sí intensamente curbelista, curbeliana o curbelínea, para enterarse de más cosas. Pero mi admiración no se limita a la capacidad de Castilla para no cogerle el teléfono a Curbelo cada cinco minutos, sino en la seguridad onírica en sí misma que demuestra. La consejera ha vivido dos años y pico en una burbuja que a veces ha parecido de cristal de Bohemia y otras de jabón Lagarto, lanzando metas inalcanzables, proyectos inútiles y profecías empeñadas en no cumplirse jamás. Y lo sigue haciendo.

Ahora el augurio de la señora Castilla, lo ha dicho desde la World Travel Market de Londres, es que llegaremos a los seis millones de turistas extranjeros antes del 31 de diciembre. Ese anuncio vino acompañado de una esperanza: las visitas turísticas recuperarán las cifras precovid entre finales de 2022 y principios de 2023. Un añito más y estaremos ahí. En realidad para alcanzar los seis millones este año deberíamos recibir casi dos en estos últimos dos meses, lo que se antoja harto improbable. Sobre todo lo que produce estupefacción es aquello que criticó la izquierda hasta el cansancio en los años anteriores: contar turistas como principal evidencia de la salud del sector, es decir, de la prosperidad misma de Canarias. Hay que reconocer que lo hace todo el mundo. Incluso Ángel Víctor Torres lo repite cada vez que puede y en alguna ocasión, bajo el influjo de la poesía modernista o de los tratados de autoayuda, ha hablado de una luz al final del túnel. Pero lo que antes era una suerte de chute estadístico que los sucesivos gobiernos se pinchaban a sí mismos ahora es un ejemplo de hiperrealidad, es decir, de una realidad retóricamente perfeccionada para encajar en una expectativa creada artificialmente.

Cabe preguntarse hasta dónde alargarán las esperanza de un
retorno al pasado – un pasado que tampoco era precisamente
edénico — los responsables políticos de Canarias, y no solo de
Canarias. Lo cierto es que el mundo ha cambiado y el discurso
político se niega a reconocerlo, porque la acción política y la
incertidumbre son excluyentes. El mundo comenzó a cambiar con la crisis de 2008, que en puridad no se superó: simplemente nos aclimatamos a ella. El covid produjo una aceleración histórica impresionante. Mientras tanto, por supuesto, no se emprendieron reformas imprescindibles y la globalización encalló. Para hablar en plata: nunca más acogerá Canarias 14 millones de turistas anuales. La crisis del Reino Unido, el crecimiento de la inflación, la recuperación de otros destinos, el encarecimiento de la energía y las materias primas, que se mantendrá en los próximos años conspiran contra el modelo de concentración turística del país. Canarias está singularmente más equipada y articulada para funcionar en un mundo en crisis y amenazado por varias inestabilidades, y eso es lo que ya tenemos encima del cogote. ¿Ustedes han escuchado, amables lectores, esos proyectos estructurantes que arrastrarían a la economía canaria hacia una nueva modernidad ecológica, digital, ecorenovable? Yo tampoco. Está muy bien, de veras, destinar decenas de millones de euros en procedimientos y tecnologías para ser menos contaminantes, pero lo imperativo, si no queremos convertirnos en una combinación  entre manicomio y geriátrico muerto de hambre, es encontrar un lugar en el nuevo mundo y orientarse estratégicamente hacia un modelo de crecimiento económico sostenible y al tiempo capaz de generar empleo y cohesión social. Contar turistas, como hace Castilla, es como contar ovejas. Contar para seguir dormidos.

 

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