Son las siete de la mañana y te queda un minuto, porque dentro de sesenta segundos, apenas instantes después de abrir la puerta de tu casa
(en un minuto perderás los olores de la mañana, el sabor del café en la cocina de cenefas quizás verdes o amarillas, la sonrisa gruñona de los niños al despertar legañosos e inocentes, el tenue sonido de la lluvia contra las ventanas aquella noche mientras tu abuela te contaba cuentos de miedo, el ritmo cansino de la tabla de multiplicar en el colegio, el malhumor de las vecinas de arriba, cuatro recibos devueltos del banco, la canción de tu corazón palpitante la primera vez que saliste a bailar, las agujetas después de una excursión al Teide, la estampa del Teide nevado en la retina, los dolores de dar a luz, las risas chismosas con las compañeras entre faena y faena, los amaneces exhaustos y felices de las noches de carnaval, el tacto de las manos de los pequeños, calientes y húmedas, al cruzar cuidadosamente la calle, el reloj interminable de las noches en vela por la fiebre, los saltos sobre la cama en las mañanas de Reyes, los nietos que no conocerás, el mar envolviéndote en una inmensidad tuya y solo tuya, las terribles anécdotas y el aburrimiento humillante en la cola del paro, la convicción ceñuda de que todo saldrá bien y terminará por arreglarse, el hervor del deseo, los abrazos que sellan las pérdidas inconsolables, el mismo abrazo ambigüo del amanecer cuando todo termina y puedes volver a casa, los colores del verano deshaciéndose en el mar, las visitas al médico y el susto de un diagnóstico felizmente erróneo, los paseos por la Rambla bajo la luz de agosto en los que fugazmente llegó a ti un aliento de azahar, el agotamiento de la guagua que no llega jamás a su hora, los helados en esa confitería de El Toscal por portarte bien y haber aprobado todo, la primera amiga, el último amor, las veces que viste en el cine y luego en video Oficial y caballero, la excitación de las verbenas, el cansancio, el cansancio repetido, la espera y la esperanza, la confianza y la extrañeza, la curiosidad y el asco y las ganas irreprimibles de vivir, lo perderás todo irrevocablemente, perderás todo el futuro, pero también el presente que se precipita hacia la nada y un pasado que es irrepetible como tú misma)
un asesino del que quizás te despediste la última vez con una temerosa caricia en la mejilla mal rasurada te matará, te está matando ya para siempre.