El maldito pero oportuno covid contribuyó a que el XV Congreso del Partido Popular de Canarias se evidenciara como un trámite burocrático para un cambio de liderazgo más aburrido que tranquilo. Las prevenciones sanitarias llevaron a que la cita congresual se desarrollara fundamentalmente a través de medios telemáticos pero es que, además, no había sustancialmente nada que discutir, lo que supone uno de los principales problemas de los conservadores isleños. Y si no hay nada que discutir, ¿para qué reunirse? El covid les ha hecho un favor. Ciertamente hace ya muchos tiempo que las organizaciones políticas no debaten ni segregan análisis sobre su entorno social y el propio papel del partido. Soy incapaz de recordar cuando fue la última vez que de la dirección de cualquier formación haya salido un mísero documento solvente sobre algún aspecto de la política, económica o cultural de las islas. Ya no se dedican a eso. Pero incluso en ese contexto de miseria intelectual y vacío analítico el PP canario ha destacado por su infinita pachorra. Al PP baratario le bastan dos cosas: los argumentarios y eslóganes que proceden de Madrid — nutridos siempre por un encochinado antisocialismo — y encontrar un liderazgo verosímil en Canarias. Solo consiguieron sumar ambas durante la etapa de José Manuel Soria, que en 2011 ganó las elecciones autonómicas con cerca de 300.000 votos. Antes se pudo disfrutar de José Miguel Bravo de Laguna, un señor que tenía el dinamismo político y el instinto de poder de un senador de la restauración canovista, y Asier Antona, un caso evidente de mal de altura que siempre se creyó mucho más listo de lo que era.
De hecho el PP de Canarias nunca se ha recuperado del incómodo retiro político de Soria. Antona tuvo un curioso apoyo de políticos y periodistas de izquierdas porque aplaudían su decisión de expulsar del poder de CC propiciando un pacto entre el PSOE y el PP – elevar a escala autonómica lo que era ya una realidad en La Palma –. Sí, los mismos políticos y periodistas que desde hace tres años consideran que el PP es un partido protogolpista e infinitamente corrupto, pero por entonces lo fundamental era despanzurrar a CC y llegar de una vez a los presupuestos públicos. Si Antona estaba dispuesto, arriba con él, aunque el PP se desmoronase en ese triple salto mortal. Y así de los 288.000 votos de 2011 se pasaron a los 169.065 de 2015 y los 135.573 en 2019. María Australia Navarro se ha encargado del partido – y asumido la portavocía del grupo parlamentario – primero con frágiles esperanzas de montar su propia estructura de poder y luego con la resignación de saber que era imposible. Lo cierto es que el PP ha visto perder en los últimos cuatro años varios cientos de afiliados y que en las elecciones generales de 2019 observó con pasmo que también aquí Vox era capaz de conseguir buenos resultados sin candidatos reconocibles y casi sin campaña: de la casi nada a 118.000 papeletas. Vox le preocupa al PP en toda España, y también en las islas.
La decisión de la dirección nacional ha sido Manuel Domínguez, alcalde de Los Realejos desde hace una década y diputado regional. Aparte de su valor electoral está, por supuesto, el peso de la simpatía personal de Pablo Casado y Teodoro García Egea. Domínguez es una persona amable, afable y educada que detesta las broncas, el ruido y las zancadillas, pero anda algo corto de carisma y de propuestas, salvo las de siempre. Bajo su aspecto de secundario de La casa de la pradera, incoloro, inodoro e insípido como un canapé de caroso, el buen Domínguez ha llegado con una palabra, municipalismo, que se le cae constantemente de la boca, la recoge y la vuelve a mascar. Con toda sinceridad no sé si entiende lo que es. El municipalismo es la asociación de los municipios para defender sus intereses frente a otras administraciones y poderes del Estado; compendia, igualmente, la convicción de que los municipios deben disponer de la máxima autonomía para gestionar mejor los servicios a los ciudadanos. Pero Domínguez no se refiere a eso. Se refiere –como todos los presidentes exalcaldes que hemos tenido – a atender a la gente, desde el Gobierno, como si el Gobierno fuera un ayuntamiento. No suele salir demasiado bien. Decir que defenderá Canarias como “un jabato” tampoco tiene mucho sentido. Aquí no hay jabatos ni se conoce a jabato alguno que se gane la vida trabajando. Mejor es que esté atento como un perenquén.