El presidente del Gobierno de Canarias, Ángel Víctor Torres, lleva semanas en campaña electoral, aunque implícitamente la ha declarado al comunicar a su partido, amablemente, que quiere ser de nuevo candidato presidencial para mayo del 2023. Primero lo hizo al comité regional, donde estuvo a punto de escucharse la expresión ¡santo súbito! Y luego dirigió una carta a los militantes que sintetiza perfectamente no solo el argumentario de su Gobierno, sino el de su campaña electoral. Tengo dudas sobre si tratar a los militantes como si fueran electores sea lo más inteligente y pertinente en una organización política democrática. Pero si los militantes no dicen ni pio, ¿para qué aventurar nada?
En su verborrea epistolar Torres insiste en las tres claves de su retórica humildemente triunfal o triunfalmente humilde. En realidad suponen una secuencia temporal. Primero, conseguimos ganar y gobernar, por si queda algún despistado que no se haya dado cuenta. Y si lo conseguimos lo podemos volver a hacer. En realidad forma parte de las leyes de la física que volvamos — ineluctablemente — a conseguirlo. Segundo, nos hemos enfrentados a las peores circunstancias experimentadas en Canarias. Esta pulsión heroica resulta particularmente querida por Torres que, como todos los presidentes, es un ardiente adanista, y cree que los problemas se inventaron como una enaltecedora corona de gloria para sus sienes En su caso forma parte esencial de su personaje y su dramaturgia. Ni el hambre, ni la emigración clandestina a América, ni la pelagra, ni el analfabetismo abrumador, ni las dictaduras, ni la tuberculosis o la fiebre amarilla, ni la esclavitud ni los ataques piráticos. Ni, por supuesto, la crisis abierta en 2008, cuyas consecuencias económicas, fiscales, sociales y asistenciales fueron aterradoras para Canarias, arrasando empresas, extendiendo la pobreza y la marginalidad y ocasionando heridas que en algunos casos no se han restañado. Una crisis en las que la UE – y el Gobierno español – impuso reglas fiscales, políticas de austeridad y feroces recortes presupuestarios. Y es la UE – no el Gobierno de Pedro Sánchez, no el de Ángel Víctor Torres, ni siquiera Elena Máñez – quien ha impuesto desde 2020 una estrategia radicalmente opuesta: expansión del gasto público, dinero aún más barato, suspensión de las reglas fiscales sine die, gigantescos programas de financiación para estimular, dinamizar y modernizar una economía “verde y sostenible”. Torres cita con glotonería su terrible martirologio, pero siempre olvida – y pretende que se olvide – que ha sido el presidente canario con mayores recursos económico-financieros de toda la historia de la autonomía. Y con diferencia.
La tercera parte, el tercer retruécano de la carta a los militantes es, obviamente, el fenomenal éxito. Pese a esas terribles dificultades, y como si solo hubiera contado con sus propias manos, Torres cuenta que en tres años, tres, han hecho una Canarias mejor “y ahí están las cifras para demostrarlo”. Torres no aporta ninguna cifra, por cierto, para no abrumar a sus compañeros. Lo cierto es que ahora, todavía verano del 2022, trabaja más gente que nunca en las islas, ciertamente, pero porcentualmente la cifra es muy parecida al del verano de 2019. Casi un 19% de los isleños están desempleados y el paro entre los menores de 25 años llega al 45%. Se han contratado a más profesores y más sanitarios, pero aun se está lejos de poder evaluar el impacto del aumento de plantilla en la calidad de los servicios. ¿La economía canaria es más resilente, más limpia, más sostenible en 36 meses? ¿Cómo puede sostenerse tal majadería impropia de personas adultas? Pues siendo el presidente del Gobierno de Canarias y el secretario general del PSOE. Pues llamándose Ángel Víctor Torres, Bueno y Mártir que quiere seguir otro año al frente del infierno.